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Historia de un barrio de tango y literatura
SAN LORENZO CAMPEON
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![]() Historia de un barrio de tango y literatura Como podrá apreciar este Sitio lo paseará por uno de los barrios la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina, que ha realizado innumerables aportes a la historia porteña y nacional. "Boedo es de hace muchos años, el nombre de una calle y los alrededores de la misma, pero a partir de 1972, pasó a llamarse así como uno de los cuarenta y siete barrios porteños" nos dice Diego A. Del Pino en su libro "Ayer y hoy de Boedo". El nombre de la calle principal, hoy avenida, a la cual el barrio debe su denominación, corresponde al Dr. Mariano Boedo, diputado salteño ante el Congreso de Tucumán en 1816, que declara la independencia de estas tierras del Reino de España. "La calle es paradigma de este rincón porteño. Fue un antiguo camino que iba hacia la provincia y se comenzó a determinar a partir de 1860, conociéndoselo como Camino de las Tropas", comenta del Pino. Esta zona en el siglo XIX pertenecía a la periferia del núcleo urbano, el que era conocido por sus quintas que producían los alimentos para la comunidad. Aprovechando la creciente expansión edilicia de ese entonces, empezaron a aparecer en grandes cantidades los hornos de ladrillos. Por lo tanto la ciudad se fue ampliando geográficamente hasta incluir en sus arrabales a Boedo, en donde se fueron radicando los inmigrantes europeos, sobre todo españoles e italianos, siendo estos últimos los que edificaron el barrio, según la tipologías y formas de construir traídas de su tierra natal. Para el porteño decir "Barrio de Boedo", es despertar una serie de imágenes muy especiales y características. Boedo fue lugar suburbano "de paso" hacia el Riachuelo. En los comienzos del siglo XX, fue una especie de arrabal entre la ciudad y el campo, donde era posible construir una casita y vivir tranquilamente, viendo como todo prosperaba y se transformaba. Pero entre 1920 y 1940, el barrio asumió posiciones especiales, que lo distinguieron física y socialmente de los otros barrios porteños. Por aquel entonces ya habían surgido grupos literarios, la gente se reunía en los cafés, el deporte estaba representado por la presencia del fútbol de San Lorenzo de Almagro, el teatro era una verdadera vocación y pronto comenzarían a escucharse las canciones de Homero Manzi. Dos esquinas con mucha historia: San Ignacio y Boedo (izq) y San Juan y Boedo (Bar Cannadian), en la esquina Homero Manzi (Derecha) ![]() ![]() Fue que en este barrio donde parte de la literatura argentina se fue conformando. Hacia 1920 aparece el llamado "Grupo de Boedo", muy influenciado por los escritores rusos de la prerevolución. Era el arte al servicio de lo social y lo político, más prosistas que verseadores. Se destacaron figuras como Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Alvaro Yunque, Nicolás Olivari, César Tiempo, entre otros, avalados todos por varios editores de la zona de clara orientación socialista, pero nucleados especialmente en una editorial denominada "Claridad" que publicaba sus libros. Este grupo contrastó con otro de esa misma época: "El Grupo de Florida" que publicaba en las revistas Proa y Martín Fierro. Muy diferente a Boedo... calle del suburbio gris y pobretón, de la masa criollo-inmigrante... era Florida, una calle refinada del centro. Pertenecían a ese otro grupo Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, González Lanuza: predicadores del arte por el arte mismo, que acusaban a sus colegas suburbanos de mal gusto artístico, mientras que los boedenses les reprochaban la falta de sensibilidad social. Antonio Pagés Larraya describía a estos dos grupos en su artículo "Perspectiva de nuestra novela" del Boletín del Fondo Nacional de las Artes Argentinas (1960) de la siguiente manera: "A pesar de sus notorias limitaciones, la oposición Boedo-Florida es útil para caracterizar la novelística de ese momento. Boedo alimenta una pléyade iconoclasta de izquierdistas y soñadores. Florida, elegante y cosmopolita, adopta ideales literarios modernos refinados. Boedo mira a las gentes sencillas, a los destinos castigados y no rehuye el lunfardo. Florida intenta crear una expresión argentina depurada, original, en la que asoma un peculiar barroquismo. Boedo practica cierto neonaturalismo desgarrante bajo el influjo de Dostoievski, de Tolstoi, de Gorki. Los escritores de Florida, más cultivados, más artistas, ahondan igualmente en la problemática nacional, pero con menos preocupación militante". De aquellos arrabales con sus seres marginales -malevos y cuchilleros- fueron creciendo de a poco trovadores que en la Argentina se los llamaba payadores. A principios del siglo XIX, fueron madurando, a través de toda la ciudad, formas musicales que dieron origen al TANGO y a la milonga, géneros que enriquecidos por la inmigración, concluyeron en la música ciudadana que hoy conocemos.
La arquitectura del barrio, aun hoy no ha sido
modificada en gran medida, manteniendo todavía algunas casas con el
estilo itálico de sus comienzos y perdurando un perfil bajo típico de
las urbanizaciones suburbanas. Todavía hoy podemos ver cúpulas,
vitrales y relojes; alcantarillas, veredas y baldosas. Las rejas, las
tejas, las máscaras de las antiguas fachadas decoradas. Las rectas
calles. de frente y de perfil. El viejo Bar Cannadian, donde Homero Manzi inspiro su tango SUR Boedo, que hermoso es recorrer tus calles, aguijonear lo que duerme en la memoria del que te mira pasar desde una mesa de alguno de tus tantos bares, husmear aquel pasado desde donde nos viene ese ser lo que somos. El regreso de la democracia a
nuestro país en 1983, representó la explosión del silencio rehecho
voz en todos los ámbitos y especialmente en la murga. |
Circuito
Turistico
Olé 12/12/2002 SAN
LORENZO CAMPEON N i por más que gatearan.
O que jugaran atornillados. O que se quedaran parados mirando la
fiesta que había alrededor. No había caso, Beto. San Lorenzo no podía perder esta final
caminando, trotando, haciendo abdominales o tomando luna. Los jugadores, por una vez en sus vidas, disfrutaron el espectáculo
tanto (o más) que los hinchas. Apenas pusieron un pie en la cancha,
palpitaron un desenlace más anunciado que el fastidio del propio
Acosta. ¿Qué equipo que no se siente campeón desde mucho antes de jugar (exactamente
desde hace dos semanas, inesperado 4 a 0 mediante) posa para la foto con
30 criaturitas de Dios a su lado? ¿Qué equipo que no haya practicado
la vuelta olímpica una y mil veces sin importarle los 90 minutos por
venir, acaso, se anima a dejarles mensajes a los hinchas por los
altoparlantes como hicieron Paredes, el Beto y demás? ¿Qué equipo? San Lorenzo. Sí, el campeón que se anticipó un partido a la historia. ¿Paso a qué? Paso a paso, piano a piano, ¿qué es eso? Este equipo
enterró las cábalas dialécticas (pero no las relacionadas con la
indumentaria, por supuesto). La camisa de Insua estuvo, la botellita de
agua estuvo, la rabia y el show de gestos personificados en el Beto
Acosta estuvo (ah no, eso no era una cábala, pero no falta nunca, nunca).
Y estuvo la gente, como estuvieron los globos, los papelitos, las bombas
de estruendo, los trapos gigantes, el repertorio completo de hits contra
Huracán, las lágrimas por otro título internacional, el segundo de la
historia, y agarrate Independiente que el rey de copas del 2000 tiene
camiseta roja... y azul. ¿Si estuvo el fútbol? Fútbol, mmm, fútbol, ¿era necesario que
hubiera fútbol cuando pasara el temblor? La respuesta la dieron los dos
equipos, porque los colombianos también se preocuparon demasiado porque
hacer circular la pelota, toquetearla de un lado al otro, trasladarla
prolijamente, que va para acá, va para allá, vuelta a empezar, que se
defendió sin pegar y atacó sin pensar. Pero, ¿el fútbol sin arcos es
fútbol? Decididamente no, aunque eso tampoco importe. ¿Pito de qué? Si faltara algo para que el partido se hiciera más
cortado (y, a juzgar por el contexto, tal vez un poco más entretenido),
hubo un minirecital de pitazos de Epifanio González, paraguayo de
tranco corto y abdomen largo, que jugó su propio partido. Las luces
estaban fortísimas y, aunque no se tratara sólo de flashes, de a ratos
lo encandilaron tanto que él también quiso ser protagonista. Jugó al
dígalo con mímica, interrumpió al menos cuatro avances por estar
(mal) ubicado en medio de las jugadas y sacó un par de tarjetas sólo
cuando se acordó que era árbitro. Epifiado (¿no era Epifanio?) retó al Beto, apuró a Saja pero, mala
noche al fin, no protegió a los habilidosos: a Paredes le hicieron al
menos dos foules groseros después de suculentos enganches. ¿Técnico de qué? Rivales que alternaron suplentes, que tuvieron
tres menos en el banco, que no estaban convencidos ni de ganar 1 a 0 (Rentería,
el que se perdió un gol que era más fácil hacer que errar puede dar
fe) tuvieron como consecuencia un San Lorenzo que terminó
contracturándose adentro de tan relajado afuera. Apenas Zurita,
manejando el ritmo en el primer tiempo, y el Lobo Cordone, picante, que
casi clava el del delirio contenido en la primera que tocó. Equipo comprometido con su futuro, guapo, inteligente para definir
sus objetivos, maduro como sus líderes (con el ausente Michelini a la
cabeza), el San Lorenzo de este Insua que será menos recordado por lo
esencial que por lo periférico (igual, esa camiseta no es muy elegante
que digamos, Rubén) tuvo premio extra: un partido enterito para
festejar . La Copa la ganó en Medellín pero la saboreó, la gozó y se la
tomó en pequeños sorbitos, para disfrutarla más, en el Bajo Flores.
Campeón del anticipo, su técnico también estuvo convencido desde que
reemplazó al intocable Pellegrini de que él también iba a terminar
siendo campeón. ¿Que Insua no habla? ¿Cuánto importa? Si con pocas palabras, dejó mudo a varios. Deportes IGUALO 0-0 CON NACIONAL DE MEDELLIN Y GANO LA COPA SUDAMERICANA San Lorenzo, la fiesta del campeón TODOS JUNTOS. Los jugadores de San Lorenzo, con la copa entre las manos y en un tiempo de puras sonrisas. Cincuenta mil personas vibraron en el Nuevo Gasómetro con el segundo título internacional de San Lorenzo este año, luego de haber logrado la Mercosur. El equipo hizo valer el histórico 4-0 en Colombia y dio la vuelta. (Foto: Néstor Sieira)
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