Curiosidad
no es más que vanidad.
La
mayor parte de las veces no se quiere
saber
algo sino para hablar de ello..
Sin
esto nadie viajaría por mar,
si
no pudiese contarlo...
Blas
Pascal
Ya
Sócrates, el primero de todos, empezó molestando. Porque no se empieza
más que a las patadas, a gritos de estúpido, a contrapunto de los
que están. No hay más filosofía que aquella que entona su estupidez
como saber absoluto. Cuando Sócrates increpaba a los sofistas, no
tenía otra autoridad que él mismo, que su cuerpo y los enunciados
que dictaba. Mientras los sofistas eran amigos de la democracia
y de los buenos hábitos atenienses, Sócrates estaba sólo; y esa
soledad era la condición de su filosofar.
Hoy
buscamos precisar una actitud, que más que la socrática, puede ser
esa relación que Sócrates mantenía con sus contemporáneos: los pervertía.
Y escribimos perversión en el sentido más negativo posible.
Como ejercicio degenerativo del otro, de maldad. No se trata ya
de la crítica irónica, sutil, exquisita que trata de romper el hielo
conceptual sólo a condición de que se la lea entre-líneas. Antes
bien, de una verborragia puteadora, de una filosofía como máquina
de destruir al otro, y apelará no tanto al saber erudito
que nos salvará -pedagogía política foucaultiana-, sino al bajo
uso de las palabras en un devenir conceptual corrosivo. Se trata
de producir la convergencia de la serie crítica con
la serie chicanera; para devenir en conceptos bajos,
vagos y hasta grotescos. MIERDRA!.
Hablábamos
al principio de la molestia. ¿Saben qué? Los profesores son apáticos;
pero diría mejor: son mediocres, hasta la médula; y algunos hasta
hijos de puta. En lugar de rompernos la cabeza, nos enseñan la historia
de la filosofía: ya casi dan asco. Parecen buenos tipos que viven
re-arriba y piensan cosas interesantes; y nunca dejan de ser unas
ratas de pasillo en busca de becas detrás de algún señor feudal
que las deje caer luego de alguna chantada. Son unas putas de cabaret:
yo escribo sobre Proust, vos me tirás unos mangos. No
queda otra: la filosofía de los pasillos no es otra cosa que una
vidriera de conceptos baratos. La estrategia debe ser entonces el
ejercicio de la violencia, hasta hacer estallar la estructura. Molestar,
desacreditar la posición que el otro tiene en el pasillo. Sí, se
trata de una guerra de pasillos. De pelear contra los que están
en los pasillos, en El Pasillo.
Y
no sólo los profesores son zombis; nosotros, ¡compañeros!, también
dormimos un poco: ¿no será que somos todos un poco cagones, que
jugamos el lugar de sujeto-extraño-simulado por Otro que dice todo
el tiempo que somos todos normales, o si nos movemos como despertando
que para ser filósofo hay que pasar por todo ese saber erudito para
después hacer cualquiera y quedar bien parado, reconocido?. Y si
no ¿en qué lugar estamos?. O ¿es que tenemos la suficiente pobreza
para no ocupar ningún lugar?... ¿hasta eso llegamos?. Si el dogma
se ha impuesto como de nido de serpiente, con agentes
que operan todo el tiempo, porque su verbo preferido es operar:
no piensan, operan; si esa es la Ley que quiere gobernarnos, disparen!,
que la violencia es y debe ser nuestro lugar: primero, porque es
la causa; segundo, como método; tercero, como actitud.
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