No
se cuando volví, no se si volví aún.
Poco
a poco voy abandonando la gran ciudad. Su inabarcable geografía
de moles gigantes y arquitecturas disímiles de tiempo, aún no terminan.
Camino con miles de pensamientos al mismo tiempo que no logro asir,
sólo pasan, se juntan, giran, se chocan. Mientras, una música resuena
en mi cabeza, conjunción de las melodías de la jornada que precedió
mi despertar en el living de Cuca y Sole.
Mi
mirada escruta los rostros en el tren, gente adornando los vagones
en sus caras de nada alienante, muertos vivos en esa ciudad que
destella una pirámide social inclemente.
He
vuelto. Estoy en mi teclado dos días después, sumergido en este
día gris consumiéndose en rutinas húmedas que esperan agazapadas
en la neblina. O, quizás este esperando el tren, que me dejará en
el bondi responsable de devolverme a mi hábitat. Esta oscuro, ya
es de noche, a 100 metros alguien también espera. Una sensación
extraña me consume, otra dimensión paralela por la que transito,
me digo. Miro por la ventanilla del tren, la ciudad pasa, los edificios,
las plazas, un hipódromo, un recuerdo vago del día anterior: esperamos
en la cola, estamos ansiosos. Antes había llegado a la casa de Cuca
y Sole, brindábamos un buen vino con los presentes y salíamos.
Un
subte de sábado por la tarde nos arrojaba en la última estación
de la línea B. Felices, caminamos hasta el predio y por los alrededores
hasta hallar la cola, esperamos.
La
espera no es larga, somos de los primeros. Los patovicas nos palpan,
nos hacen dejar la botella de agua (12 horas más tarde la recuperaremos
a la salida). Entramos, todo está empezando, son las 16:20. El día
posee una luminosidad mortecina, poco a poco mutará con los diferentes
artilugios musicales de cada carpa. La memoria recuerda el principio,
luego no habrá linealidad. Un conglomerado borroso de meras yuxtaposiciones
temporales se irá conjugando a partir de detalles sensitivos.
Vemos
una banda que le cayo en desgracia abrir el escenario exterior en
la cancha de rugby. La escuchamos pero la atmósfera aún no es. Caminamos
a otra tienda, el mundo gancia nos invade con sofisticaciones. Celulares
se llenan de mensajes, fotos y llamadas para encontrarse o comentar
lo que se esta por vivir. Mientras, en otra carpa, la destinada
a la marginación se me ocurre, una banda de rap ausente en el programa
canta contra el evento, el sistema y los plomos que amenazan cortarle
el sonido si no paran. A la banda le falta, pero nos mueve por primera
vez y la jornada empieza a tomar color, se van y nosotros también.
Una duda se consume con un negro, ¿como habrán hecho estos chabones
para tocar en semejante mega evento y burlar la organización? ¿Será
un artilugio más para dejar conformes a inocentes rebeldes como
el que escribe?, no se. Todo gira en un dancing desahuciado, fluye
en un giro gravitatorio alrededor de carpas y escenario. Empezamos
a llegar al final de todas las bandas, pero son buenos finales y
no nos importa. La música nos invade por todas partes, giramos,
nos reímos. La noche ya es, se tangibliliza. Un rato antes, cuando
el día aún hacía fuerza por no caer en un cenit oeste de naranja
y rosa, reposábamos en las blancas colchonetas de la isla.
Mientras
camino contemplo al evento. El exponente más alto del capitalismo
a nivel cultural. El consumismo a la enésima potencia de estos pibes
de clase media para arriba con sus cámaras digitales y celulares
no dejándolos percibir la música. Cuca me habla, me dice algo similar
que no logro recordar. Juan hace lo propio pero en un tono más sarcástico.
Pienso que estas fiestas en Europa, su lugar de origen deben ser
diferentes. Acá tiene el sabor de lo que viene y es apropiado por
las elites culturales(1), en cambio en Europa pagar 20 euros por
una fiesta es algo más accesible. Pero aquí los niños patricios
se florean entre la multitud que utilizo mil estratagemas para poder
acceder, tres pagos con tarjeta de crédito prestada, mangazo a compañeros
de laburo para el cash, amigos bancando el combo a consumir, novia
con el pasaje. Formas comunes de sobrevivir de la media empobrecida
que no se resigna sólo a respirar. Pero los pensamientos que van
a velocidades descomunales de repente nos frenan. Son las 19:45,
vamos al centro del mundo, la isla. Cerati tocará pronto y se va
a llenar, llegamos y al rato la gente desborda la carpa del acartonado
mundo gancia, la seguridad con su exceso de pastillas está nerviosa.
Una turba quedo afuera, algo puede pasar. Me voy a sentar a un costado
sobre la carpa, el cuerpo pide un descanso, un intermedio entre
tanto baile. Me siento, de pronto la carpa se mueve del otro lado,
me corro a una columna y la turba invade. Hace un rato decíamos
de mirar en formato film y ahí me regocijo con la mejor toma: brazos
levantan la lona, pasan pies, uno, dos, una multitud de piernas.
Extremaduras de cuerpos listos para un nuevo baile. La seguridad
aumenta, me paro, no vaya a ser que me saquen. A lo lejos diviso
a Juan, Matías, Cuca y Sole. Pero quiero quedarme, me siento incomodo
con el cuerpo (debió ser el viaje sentado en cualquier lado con
mi chica comentabamos el lunes por la noche). El cuerpo poco a poco
se asienta, se amigan los huesos con vértebras y músculos. Cuca
me divisa, me llama, voy, me hace un comentario sobre la turba
tan nuestra. Llega Cerati, toca un malambo electrónico que haría
saltar a más de un gaucho. Cerati es un grande pero son las 21 y
Juan propone ir al escenario exterior es hora de ver a Rinoceronce
y Massive Attack. El primero nos mueve hasta terminar, me vuelvo
a sentar, miro, pasan Cerati, Débora del Corral, marcianos, borrachos
y desmayados llevados por alguien. La noche tiene luna como al principio
tuvo un atardecer de nubes incandescentemente naranjas de sol que
muere. Me traen comida, una hamburguesa de lagarto común. No hablamos
mucho, no es necesario, que podemos decir, nada, absolutamente nada,
bailamos, bailamos y viene un ataque masivo de música de un conjunto
que a cada canción cambia los artistas, uno saluda a Maradona y
habla contra la guerra, otros saludan emocionados de ser recibidos
multitudinariamente en ese inhóspito lugar que alguna vez escucharon,
por una guerra de un dictador sudamericano contra una isla de ciudadanos
de segunda de la Corona y la Tatcher.
Me
hubiese gustado cantar algo como es nuestra costumbre pero me amoldo
y sólo aplaudo, grito y bailo, lástima no se llevaron algo característico
de nuestros recitales.
Vuelvo,
miro por la ventana del colectivo por el que la ciudad me exhala,
una autopista la corta, duermo.
El
caserío de mi aldea me despierta. En la cena charlaré sobre regionalización
con el padre de mi chica, del monstruo que es Buenos Aires. Pero
en mi cabeza sólo suena algo en algún lugar del que todavía no vuelvo.
(1)
Llamo elites culturales a esos sectores que tienen el poder adquisitivo
necesario para consumir cultura. Cuando me refiero a elite no tiene
relación con vanguardia ya que si bien en algún punto haya conjunción,
las vanguardias culturales pueden aflorar desde lo popular y desde
submundos de alcantarillas.
fragmento
de escritos de domingos
a
mariano
Domingo
20 de junio> viva la patria y el lunes domingo por venir
Y
bueno, acá estamos con otro domingo domingo que se va, entre listados
musicales, lluvias y truenos en el momento único y justo en que
suena una melodía hindú en el radiotransmisor portátil que acaricia
con sones electrónicos orientales. Mr. Deleuze con Mariano por detrás
o por delante (no se) me dice, que digo: ese trueno en ese momento
es materia irrepetible de este universo en constante expansión de
cada pestañar de ojos. No se muy bien que querrá decir, pero no
importa. El aquí y ahora de los repetitivos y teatrales domingos
deviene distinto y singular, representación constante de algo que
se espera cinco rutinarios días de aplomo de servicio a la reproducción
del estado como forma de contención universal de las personas, con
sus leyes y dinámicas y expresión de las contradictorias formas
sociales e intereses que contiene, bueno y malo, todo junto con
seres sociales y asociales críticos y acríticos sustentándose de
él.
Reproducción
sin fin de domingos distintos y únicos, ensayo semanal de ser responsable
para dejar aflorar el niño y el juego en cada domingo, el anterior,
el precedente, hasta el retorno al domingo por venir de resaca de
casamiento de hermano totalmente singular.
Hasta
el próximo domingo. |