La
permanencia de la víctima en los grupos poco peligrosos de conducta sectaria
La
interrogante acerca de por qué surgen movimientos sectarios, es una variedad
genérica que responde con distintas respuestas.
Es
público que para la aplicación de la oferta siempre será necesaria la demanda.
La secta no surgiría sin estar dadas las condiciones o “demandas”. Las
insatisfacciones espirituales y las “distancias” por parte de algunas
religiones oficiales o establecidas, la angustia originada por la masificación del
individuo y la pérdida de su autonomía, las ansiedades motivadas por el ritmo
urbano, y la “impaciencia” ante los métodos científicos, la burocracia estatal
y privada y la “cifralización” de la persona, son algunos de los tantos motivos
que llevan al sujeto a buscar contención en los grupos de características
sectarias.
El
hombre, ante tanta demostración de frivolidad y apatía, por parte del sistema
en que está inmerso, busca diferentes alternativas (ilusorias, ya que
lamentablemente cohabitan su mismo sistema) y se transforma en demandante de
estas mismas ofertas. Ingresa en ellas, y ya convertido en víctima, es
pseudo-contenido y colmado de fantasías grotescas (magia, pseudociencias,
civilizaciones desaparecidas, ovnis) que nutren regresivamente su neurosis con
la posibilidad de que en algún momento, la coerción, el condicionamiento
conductual, el bombardeo amoroso, y otras técnicas aplicadas sobre su persona
creen una suerte de delirio místico que en diversas oportunidades se desborda
creando un brote psicótico individual o en masa.
La
secta requiere del adepto y su dinero. El propósito de ésta es, en su mayoría,
la explotación económica del individuo. En algunos casos la utilización pasa
por persuadir a la víctima de la entrega de sus bienes, en otros por la
“donación amorosa”, voluntaria o diezmo, y en determinados casos reducen a sus
víctimas a una condición de sometimiento laboral, en todos los casos utilizando
el temor a las leyes kármicas;
condenación eterna, o la separación de los aceptados el día del fin o de
la “evacuación mundial”, paralizando a la persona en sus temores infantiles y
fundamentalistas y formando una dependencia que sin mediar ayuda a tiempo,
perpetuará su situación de “cliente” embaucado, mano de obra gratuita o paciente neurosiquiátrico.
Dentro
del variado y pintoresco (por no decir ridículo) mundo del proselitismo
sectario, actúan grupos para todas las categorías intelectuales y
socio-culturales. Los grupos de origen cristiano de género “pentecostal” y los
del tipo “espiritistas” atraen comúnmente a víctimas de clase baja o
media-baja. El motivo es talvez su asociación con el fundamentalismo cristiano,
la obediencia y la no-renuncia. El individuo que ingresa a ésta, “no abandona a
Jesucristo”, motivo por el cual tampoco renuncia al mandato autoritario paterno
típico de las clases más bajas y ahora obedeciendo el “acogedor” autoritarismo
del pastor que junto a la Biblia (truncada) serán guía y manual para actuar
ante las vicisitudes de la vida. Es característico que en estos grupos sean
captadas las personas de pasado implicado en pulsiones autodestructivas como
las adicciones. En los grupos espiritistas, “tampoco se renuncia a Cristo”,
aunque éste mismo se transforme en una especie de “guía espiritual” desplazando
al Redentor. El hecho por el que la persona ingresa frecuentemente a un grupo
de características espiritistas es por la no resignación ante la desaparición
física y la continuidad de lazos entre espíritus y seres vivos.
Algo
similar ocurre con los grupos tipo sincréticos (espiritistas, paganos animistas
y cristianos), afrobrasileños como umbandas y kimbandas, donde parte de su
atractivo pasa por su oferta mágico-curativa-exótica, y en donde asocian a
Cristo, Virgen María y Santos a dioses africanos.
Las
de tendencia cristiana esotérica: Metafísica, Gnosticismo, y grupos de estilo
teosofistas, son un sincretismo de ideas orientalistas paganas y herejías
cristianas antiguas. Si bien en estos grupos tienen por lo general un concepto
panteísta de Dios, y Jesucristo pasa a ocupar el sitio de “maestro ascendido”,
Maitreya, Avatar, o algún “rayo” o “eon” emanado del “Demiurgo”, tampoco se
renuncia a Él totalmente, o mejor dicho se lo “reacondiciona” de acuerdo a las
propias necesidades.
Estos
grupos generalmente, captan personas de clase media y media-alta y en el caso
de la “metafísica cristiana”, especialmente a mujeres. Son sectas que atraen
por sus ideas exóticas, basadas en la refutación de los dogmas asignados al
individuo cuando niño, matizado con “autosanaciones” logrando en la persona una
especie de pseudo-terapia que motiva a renegar de la antigua religión “mal
interpretada” y de las ciencias “tradicionales” socialmente aceptadas e
impuestas por sus padres.
En
grupos de otras tendencias como los “Platillistas”, el atractivo pasa por el
desorden exagerado de doctrinas y el afán intelectual de las personas que
quieren alejarse de las creencias antropológicas y técnicas convencionales,
para en otras palabras, ser más confundidas.
Es
quizá como manera de venganza a la ciencia “racional” e “incrédula” que estas
personas ingresan a estos grupos y aguardan el arribo de seres espirituales y
tecnológicamente más “evolucionados” que refuten las teorías tradicionales y
además, abriguen esa sensación inconsciente de desamparo que provoca que el
hombre quizás se encuentre solo en el universo.
Las
frustraciones personales llevarían particularmente a este tipo de adepto a
querer “ser evacuado” o escapar de este planeta que sólo le dio nada más que
fracasos.
Los
movimientos sectarios paganos o satanistas, (no confundir con luciferistas, ya
que se consideran un “concepto filosófico”) atraen como grupo de encuentro
exótico y contracultural, una versión más exagerada de otros tipos de
movimientos relacionados con lo musical, espiritual y activista de las décadas
de los 60 y 70 del siglo anterior.
La
lista podría continuar, con grupos clasificados como “científicos”:
Cienciología, Dianética, Ciencia Cristiana, etc. Que captan a las personas de
mayor nivel adquisitivo y “alto intelecto”.
No
obstante, lo que nos atañe es considerar que la víctima casi nunca distingue
estar dentro de una secta y lo niega totalmente, y a pesar de ser advertida, no
la toma como sí. ¿Cómo lograr de manera efectiva el “desenganche” de la
víctima?
El
tema es muy difícil y complicado. Hay pocos sistemas efectivos que logren el
“desenganche” de la víctima y en algunos casos en que parece efectivo, la
persona ingresa en otra secta de características opuestas a la anterior, y en
otros, penetra al mundo de las adicciones.
Luego
de haberse utilizado el horrible sistema de “desprogramación” (secuestro de la
víctima) y comprobar que además de inhumano era poco efectivo, todo conduce
obviamente a justificar que las ciencias de la psicología, como único sistema
apto para un desenlace óptimo, es el método indicado. De más está decir que el
profesional debe ser experimentado y apto para tratar este tipo de casos
especiales, asimismo es necesario aclarar que la víctima debe estar de acuerdo
en “desengancharse” y que sus familiares, seres queridos, amigos, etc, también
deben trabajar indirectamente en la terapia generando la contención adecuada
para un buen desarrollo de ésta.
¿Qué
experimenta la víctima al dejar la secta?
Figuradamente,
su mundo se termina. Cuanto más tiempo estuvo en el grupo, más difícil es su
readaptación a la vida fuera de éste. Si la secta es de característica pequeña
y peligrosa, prohibida, desmantelada, líderes arrestados, etc. La víctima,
habitualmente se recupera más rápido. Por el contrario, si la secta es antigua,
posee varios miembros y sedes en varias partes del mundo, demuestra poca peligrosidad y prácticamente es aceptada en
la sociedad, es casi seguro que la víctima permanecerá en ella por siempre.
A
esta última es a la cual mejor le concuerda la expresión anterior “su mundo se
termina”.
Desde
el momento en que discierne sobre las características del grupo que frecuenta
comienza el derrumbe de sus estructuras dogmáticas, morales y emocionales.
Concluye la contención paternal y amorosa que luego depositará en manos del
analista. Sus vínculos sociales, amistades y hasta en algunos casos laborales
son “cortados”, por los mismos adeptos a la secta, que ante los intentos vanos
de “rescatarlo” del abismo mundanal, comienzan a considerarlo un “hermano
caído”.
El
prolongado camino del psicoanálisis es efectivo pero costoso, y si a esto le
sumamos que quizás su familia concurre a la secta, el desenlace puede ser:
enemistad, divorcio, desocupación, fin de sus metas, sensación de vacío
espiritual y carencia afectiva, con consecuencias en algunos casos trágicas o
directamente la reinsertación de la víctima al
grupo.
Un
gran interrogante que los especialistas nos planteamos desde el punto de vista
humano es: si la víctima asiste desde hace mucho tiempo a un grupo de
características sectarias que no demuestre peligrosidad, con la participación
de sus familiares, seres queridos y amigos ¿es conveniente, si no esta
totalmente decidido, que deje de asistir?.
Lo
favorable es que deje de hacerlo, no obstante el tema sigue siendo
controversial y delicado.
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