¡Estás nominado!

Hay más de 200 mil razones para participar en "El Gran Hermano" y otras tantas para entender por qué la cultura se encuentra tan vilipendiada en los tiempos en que vivimos. Natalia Fava, una de las ex participantes del reality show, nos da una mano


Antes de desandar la entrevista que Nosotros realizó con Natalia Fava, una de las jóvenes que participó en el programa "El Gran Hermano", conviene intentar abordar someramente el fenómeno de los reality shows y, por qué no, deslizar algunas variables vinculadas a esta particular manera de espiar al vecino a través de la tele.

¿Quién alguna vez no tuvo la osadía de trepar el tapial para observar lo que ocurría en el patio de la casa de al lado? "íFijate qué desorden!" y "íSentí cómo les gritan a los chicos!..." eran sólo algunos de los comentarios surgidos del chismoso episodio. Pero en esa circunstancia había un tapial de por medio y ningún infradotado iba a permanecer horas tratando de observar lo que no le correspondía, aunque más no fuera por una cuestión de incomodidad.

Si bien es cierto que de adolescente uno pergeñaba la mejor manera de espiar a la vecinita (¿quién alguna vez no lo intentó), está claro que poco nos interesaba si se lavaba los dientes al levantarse o si se depilaba diariamente. Podríamos decir que sólo nos movilizaba el fervoroso instinto que caracteriza a aquellos inolvidables años.

Asimismo, desde niños nuestros padres y abuelos nos recitaron, casi a coro, que "no se debe escuchar las conversaciones ajenas". Pero acá la cosa cambia por dos razones: no sólo oímos, sino que también vemos y -por añadidura- tenemos el permiso de los protagonistas. Es más, estos jovencitos anhelan desprejuiciadamente que lo hagamos.

De esa manera, hoy existe la posibilidad de que usted se recueste en su confortable sillón y disfrute, sin interrupción si tiene televisión satelital, de lo que sucede en el interior de una casa en la que se encuentra alojado un grupo de personas que compiten por un premio de 200 mil dólares.

Éste es el caso de Natalia Fava, una joven marplatense de 27 años, locutora de profesión, a quien el sueño del dinero fácil se le esfumó cuando Soledad Silveyra le confirmó que había sido "nominada". Es el momento crucial y de mayor tensión en el show. Los rostros de los participantes se transforman ante la llegada de una especie de asesino serial que escoge sus víctimas de a una a la vez, porque estar afuera es como desaparecer.

Entre las razones existentes, asegura que la movilizó un "desafío personal de estar aislada durante tanto tiempo en la casa y también porque pensé que era una llavecita para poder ingresar a los medios de comunicación".

Parte del sueño ya se le está cumpliendo, porque llegó a Santa Fe de la mano de los propietarios de un boliche bailable y se paseó por numerosas radios de la ciudad. Durante su estadía, una de las empleadas del hotel en donde se alojó tuvo una de las jornadas más agotadoras, a raíz de la cantidad de llamados telefónicos recibidos y de los excitados jovenzuelos que esperaron horas para poder lograr un autógrafo.

La bomba


Un gran porcentaje de televidentes alterna entre las medidas dictadas por el juez Urso y los romances que se suceden en "la casa". En definitiva, hay similitudes en la explosiones que ambas cuestiones vienen generando y, para muchos, es más grave que Gastón se vaya del programa que un magistrado investigue el escándalo de la venta de armas a Croacia y Ecuador.

Según Natalia, "tal vez se habla de los reality shows porque explotó la bomba con todo y para todos. Ocuparon casi toda la pantalla y la gente se involucró mucho. Hay público para todo y sé que es algo muy criticado, pero todo el mundo mira el programa. Quisiera no creer que todo esto es para tapar otras cosas que ocurren en el país. Ojalá que no sea así. Yo quiero creer que fui parte de un grupo de personas que vivió una experiencia increíble. A través de una cámara que te filma las 24 horas, se trata de reflejar la sociedad en que vivimos".

A partir de ese momento, los participantes expulsan su intimidad y son conscientes de que ni siquiera podrán gozar de un espacio privado de reflexión. Todas las acciones son públicas y generan situaciones casi cómicas, tales como tener que bañarse con ropa interior puesta. "La verdad es que resultó bastante trabajoso higienizarse de esa manera, pero lo analizás y llegás a la conclusión de que lo podés hacer tranquilamente", dice Natalia.

Eso sí, el respeto es el respeto y asegura que siempre tuvo en cuenta que entre los miles de televidentes estaba su propio padre. Por este motivo, en una sola oportunidad se aseó sin el corpiño puesto. "Finalmente desistí, así que un sólo día me duró el topless".

Otro de los puntos a analizar es el que concierne a la relativa autenticidad que surge del comportamiento de los concursantes, ya que deben evitar que la gente los vote en las respectivas nominaciones. ¿Por qué no creer, con justo derecho, que utilizan la herramienta de la demagogia para garantizar la permanencia?

La joven marplatense argumenta: "Te soy sincera, la primera semana estábamos todos pendientes de las cámaras y de lo que decíamos. Después, las cámaras pasan a ser un mueble de la casa y te acostumbrás, aunque de a ratos tomás conciencia porque los visores se mueven y te siguen. En definitiva, todos sabemos que estamos siendo filmados".

El concurso se asemeja a una especie de juego y "las reglas eran muy claras porque nosotros las conocíamos. Teníamos un contrato y no nunca hubo nada oculto; al contrario, siempre hubo transparencia. Había que atender la casa, limpiar, cocinar y hacer las prendas".

íPapá..., mirá la nena!


La mayoría de los participantes no supera los 30 años. Todos intentaron explicarles a sus padres que en los meses siguientes sólo iban a poder observarlos a través de la televisión. Se desconocen los argumentos utilizados en cada caso. A uno se le ocurren frases tales como "papi... me voy a internar en una casa rodeada de jóvenes; si ves que protagonizo algún encuentro furtivo, cambiá de canal".

En lo que respecta a Natalia, nos confesó que "yo traté de informarles un poco para que se mantuvieran al margen de la prensa, porque esto va a generar una ola de cosas que no sabemos en qué pueden terminar. Lo que nunca imaginé es que el programa iba a `pegar' tanto y, finalmente, la prensa los castigó porque no querían dar notas o prestarse a estar en todo esto. Yo se los pedí, ya que no quería exponerlos porque la que jugaba era yo".

Es casi una obviedad señalar que los reality shows no son un invento argentino y que, antes de arribar a nuestro suelo, se llevaron adelante en distintos países de Europa. Una diferencia para remarcar es que en el Viejo Mundo no existe un régimen monopólico de medios que genera en el televidente un bombardeo constante tal como sucede en la Argentina. Por el contrario, en todos los programas hubo intentos de abandono por parte de los participantes.

"De hecho, yo fui uno de los casos. La `Cordobesa' tomó la decisión de irse, Gustavo también y lo mismo me ocurrió a mí. Empezás a extrañar muchas cosas y se produce un quiebre interior. Ahora extraño la casa, pero no la cámara", aclaró la joven.

"Que gane Gastón"


Uno de los personajes más polémicos, pero que contradictoriamente casi nunca es nominado, es Gastón. Se trata de un joven que afirma con total naturalidad que le gustan tanto las mujeres como los hombres. El muchacho pretende encarnar la figura del todo vale y asegura constantemente que es un ferviente agresor de los encasillamientos y encuadres de esta sociedad

Similar es el comportamiento de Tamara, quien tampoco escatima detalles acerca de los encuentros amorosos que tuvo en su vida. De eso se ocupan los canales interesados en el negocio, dando a conocer diariamente videos de la joven "bailarina".

Podríamos imaginar que aquí funciona el morbo de muchos televidentes que están a la expectativa de las revelaciones de ambos jóvenes que -recordemos- se hacen frente a un gran porcentaje de adolescentes y en cualquier horario.

Más allá de estas cuestiones, Natalia opina que "Gastón es un tipo con un corazón increíble y la gente lo castiga por la manera en que está jugando. Desde mi punto de vista, debería ser el ganador indiscutido del juego".

Lo concreto es que "El Gran Hermano" no deja de ser un nuevo estilo de novela, en el que aparecen todos los estereotipos acostumbrados. Es cierto, hay algunas innovaciones, tales como la ilusión democrática a través de la participación de la gente, aunque se trata de una especie de voto calificado, ya que la llamada telefónica tiene un costo.

Por lo demás, queda la duda de quién realmente es el vigilado y la certeza de que la posmodernidad está en su apogeo.

Maximiliano AhumadaFotos: Mercedes Pardo

El Litoral

(diario de Santa Fe)