FACTORES
PERSONALES
En nuestra vida, trabajamos todos los
días. Porque siempre habrá alguien que nos demanda atención afectiva, o
nosotros la requerimos. Los reclamos surgen entre colaboradores, gerentes o
presidentes, cónyuges, padres, hijos, hermanos o cualquier otro allegado.
Simultáneamente, nos cuestionamos nosotros
mismos nuestras reiteradas dificultades para superarnos, para concentrarnos en
un trabajo o estudio. En fin, necesitamos comprender y modificar algún rasgo de
carácter que afecta nuestro talento y desenvolvimiento laboral (desgano,
impulsividad, inhibiciones, descuidos, vivencias de persecución o rivalidad,
estrés, insatisfacción, dispersión, fobias, etc.).
A su vez, esas mismas circunstancias van a
variar según cómo las encaremos. Una posibilidad es hacerles frente protestando
o sufriéndolas a la enésima potencia. Otra, más útil, es tomárnosla como oportunidad
para replantearnos la propia manera de ser y participar.
Seguramente el contexto y la situación
actual gravitan en las tensiones o dificultades cotidianas. Lo cual no excluye
que siempre tengamos presente esa porción constituída por nuestra manera de
colaborar en las circunstancias que tenemos entre manos.
En otros términos, cada persona difiere
en cómo se posiciona y actúa para cuidar y resolver sus intereses. De modo
que, cuando la gente no quiere darse cuenta de ello, termina conformándose con
solo atravesar su vida.
Todos tenemos la experiencia de sentir
alivio y más ímpetu al lograr encarar alguna difícil situación. Porque sabemos
que, aún cuando nos queden más cuestiones por resolver, la experiencia anterior
se transformó en un piso más firme para seguir encarando lo siguiente.
Pero, al mismo tiempo, en el ambiente en el
que nos movemos, registramos que algún rasgo de nuestro carácter es
contraproducente para los demás; o que es factible que tal Factor Personal
interfiera en nuestros planes, o que impida acceder a un rol o cargo
pretendido. Profundizando, sabemos que ello es indicio de que la situación actual
refrescó y potenció una manera habitual de vivir.
Dicho de otra manera, mientras nos
desenvolvemos de manera eficaz nos sentimos orgullosos y potentes. Mientras
que, tratándose de Factores Personales ineficaces, más que quedarnos
avergonzados, es sensato y conveniente encararlos como otra oportunidad para
mejorar o resolver "temáticas de siempre".
Es probable que muchos no quieran admitir
tal problema. Y que la energía suela írseles intentando sostener a ultranza
todo como está, justificando su proceder o manera de ser. Aunque ello sea
equivalente a pretender resolver un profundo y persistente dolor con una
anestesia permanente.
Otras personas, pueden vivir atribuyéndole a
los demás la total responsabilidad de sus dificultades o actitudes. Tras lo cual,
caen en otra trampa. Esto es, que al querer permanecer ajenos a su manera de
participar, difícilmente pueden progresar donde están o disfrutar de
simultáneos aspectos positivos de una relación o labor.
Vemos, entonces, que los Factores
Personales acarrean incomodidades y fricciones a todo nivel. En el ámbito
laboral, alguien puede sentir que su impulsividad o indecisión pueden afectar
su trayectoria laboral; o que su modalidad ofensiva, despreciativa o inhibida
está entorpeciendo la convivencia, el progreso o el rumbo empresarial; o quizás
perciba cómo -en momentos claves- tiende a fallar en la toma de decisiones o en
la perseverancia que en otros momentos lograba sostener. Asimismo, alguien
puede inquietarse cuando su agilidad mental parece bloquearse, o cuando capta
que, reiteradamente, promete proyectos que difícilmente puede cumplir por sus
propios medios. Es más, estará quien vive permanentemente tensionado de tanto
bloquear la confianza que tiene en su propio talento. También -en determinadas
circunstancias- puede ser inminente el recrudecimiento de algún trastorno
orgánico. Equivalente a que las emociones en juego, requiriendo ser atendidas,
golpearan insistentemente la puerta de su casa. Porque dicho trastorno le
pertenece. Y expresa, por un lado sentimientos específicos que insisten con ser
encarados; y por otro aquellos inevitables ante cualquier situación de cambio.
Estos son, temores, sentimientos contradictorios, dudas, mayores ambiciones,
límites de la propia capacidad, etc. Así, para muchos, la enfermedad, en tanto
intento de resolver dilemas, lleva a aplazar decisiones o a tener que
delegarlas en otros.
En tanto seres humanos, somos una unidad
psicocorpórea, y todos pasamos por alguna que otra alteración. Pero la
reversibilidad o el alivio de nuestros dolores suele ir de la mano de intentar
replantearnos los problemas que simultáneamente vivimos, a fin de darles un
cauce más satisfactorio durante el trayecto de vida que tenemos por delante.
Naturalmente por uno mismo y por quienes nos rodean. Pero también, para que
nuestras actividades estén menos cargadas de discordia e impedimentos, o para
que no se nos vaya la vida desatendiendo decisiones vitales en pos de atender
trastornos orgánicos.
Ahora bien, conocemos nuestra vocación,
fortaleza, habilidad o capacidad de progreso. Y captamos que algún Factor
Personal, aunque incipiente, interfiere en nuestro mayor despliegue.
Entonces, a partir de lo desarrollado surge el interrogante de porqué esperar a
que una crisis se haga inminente para, recién entonces, replantearnos el
carácter o la modalidad personal. Cuando, a la manera de tantos chequeos, es
factible y útil reflexionar antes de llegar al límite de las situaciones.
Porque
aspiramos a algo mejor. Porque queremos cuidarnos y mantenernos "en
forma".
Tanto en las relaciones que sostenemos, como
en las cotidianas capacidades y actividades.
Por todo esto, al comienzo afirmábamos que trabajamos
permanentemente en nuestra vida. Como padres o equivalentes, como hijos,
amigos, pareja o hermanos, como profesional, estudiante, ama de casa, empleado
subalterno o empresario máximo. Simultáneamente, según cómo nos posicionemos en
cada área, seremos influidos por los demás, e intentaremos volver a gravitar
sobre el entorno. Tras lo cual, favorecemos -o no- el propio y ajeno humor,
cuidaremos -o no- los vínculos afectivos, la propia salud, los momentos de
esparcimiento, la educación de los hijos, la vocación, el rendimiento, el
progreso y el desenvolvimiento laboral.
Vemos,
entonces, que a la manera de un espiral, en cada momento se nos presenta alguna
oportunidad de re-orientarnos a nosotros mismos y a los demás. Y que,
cuanto más despejado esté el terreno laboral de incómodos y añejos factores
personales, mejor.
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