SER PADRES y ADOLESCENTES EN LA ACTUALIDAD
"Yo a tu edad hacía o era....me tendrías que agradecer cómo soy porque mi padre/madre eran"..."Hablalo con tu madre"..."Decíselo vos a tu padre"..."Tenés vivienda, educación, libertad, ropa u objetos a tu alcance, qué más te falta?"..."Lo hablamos después, no ves que tengo tanto trabajo? "..."y bueno, es así, víste cómo es tu madre/padre? ", etc.
Frente a lo anterior, algunos adolescentes callan. Otros no: "Siempre hablás de vos o de tus problemas, y yo?".."el papá o la mamá de fulano/a es distinto/mejor que vos"...."y bueno, si tenés problemas de trabajo es tu bardo".... "vos eras así antes, qué querés?, que yo sufra la mismo que vos?"..."vos no te acomodás a esta época.... te metés demasiado"..."Yo no tengo nada que ver con vos". O,"...con quien necesito hablar es con vos"... o, "bancátelo vos al viejo/a, porqué me lo tengo que aguantar yo?", etc.
Cada familia es un mundo. Pero es frecuente referirse a los adolescentes como "muy difíciles". Algunos por muy zafados, otros por inhibidos, unos por muy genuinos, otros porque confunden espontaneidad con falta de límites. Es natural que la juventud de ellos nos refresque modalidades de nuestra propia adolescencia. Cuántas veces "los de ahora" nos hacen sonreir al percibir nuestras características semejantes ("de antes"). Como también, hay oportunidades en que sus modalidades nos remueven cuestiones que hubiéramos querido darnos el gusto. Claro está que, también, en una que otra oportunidad caemos en comparaciones o expectativas un tanto rígidas, al punto que terminamos provocando todo lo contrario. Del mismo modo, podemos justificar en un hijo aquello en que, aunque inadecuado, ya se nos parece. Incluso, a raíz de este impacto de confrontación entre dos generaciones, podemos perseguirnos por adoptar actitudes que, en el intento de que nos salga la versión menos parecida a lo que nuestros propios padres pudieron desenvolver, terminamos adoptando un matiz un tanto 'modernoso'. Y, sin darnos cuenta, desembocamos en borrar el respeto o la "frontera necesaria" entre padres e hijos, la "sabia autoridad" de la experiencia. O sea, la función paterna y materna.
Si logramos sobreponernos, con más generosidad que egoísmo, tomamos conciencia de que, más allá que vayan al colegio o la universidad, tenemos que seguir trabajando cotidianamente. Unas veces con sugerencias, otras con oportunas correcciones de algo que amenaza con desajustarse, otras alentándolos para que puedan desenvolver lo que en nuestra juventud nos estuvo más vedado o no estuvo a nuestro alcance. En pocas palabras, no se es padre o madre "porque lo digo yo", "porque te parí", "porque yo banco la casa y si no te gusta te vas de casa". Para ser adultos en ese rol, se requiere ejercer la función, no alcanza con tener el título.
Las modalidades de cada familia se manifestarán en este "trabajo" de todos los días con los hijos. Sean propios o ajenos. Esta "labor" puede expresarse de múltiples maneras. Unas veces, con un "buen, hoy pudimos entendernos", y otras con una batalla campal que suele tardar en hacer ver la utilidad de las misma. Habrá momentos en que tomamos consciencia de la magnitud de incomunicación entre todos los miembros de la familia. Como también, puede que un día nos percatemos que desconocemos qué siente o necesita aquel que tenemos delante. Cuestión que, suele sucederle tanto a padres como a hijos. A unos y a otros les puede pasar en menor o mayor grado.
El tiempo es precioso, y dicen que tenemos que correr tras él. Pero, mientras, también pasa el tiempo en la tarea de ser padres y de ser hijos. Quizás, podría ser más sencillo, pero en los tiempos actuales se torna más difícil. En buena parte, porque se tiende a vivir a las apuradas. Habrá quienes, además, sugieran que en otra época todo era más fácil o más difícil. ¿Será importante establecer un campeonato de quién sufre o sufrió más? Más bien, lo genuinamente vital es encarar lo que cada uno tiene ya en su camino. Pues, tanto para padres o equivalentes, para hijos o futuros progenitores, ésta parece ser la única oportunidad de mejorar por los propios medios aquello que tienen delante.
Algunas personas, sin embargo, esperan a una 'segunda oportunidad' para encarar lo que tienen entre manos. Con lo cual, comprobando que muchas cuestiones no se resuelven como en las películas, tienen que enfrentar la eclosión de un problema con los hijos largamente postergado, de una que otra enfermedad que se venía gestando, alguna infidelidad -de uno u otro lado- les delatará el distanciamiento afectivo entre quienes alguna vez sostenían juntos sus proyectos. En fin, frente a cualquiera de esas vicisitudes, un día surge el interrogante de si se las hubiera podido evitar, amortiguar, reparar o revertir.
Por todo eso, vale la pena el esfuerzo de que toda la familia "trabaje" para una mejor convivencia y comunicación. Los papás necesitan rescatar lo útil "de los de antes que aún son", tener presente aquellos gustos que se dieron, los propios dolores, inhibiciones o equivocaciones que les permitan comprender lo equivalente en sus hijos. Para entonces, continuar "actualizándose" en la "adultez de ahora" que tienen oportunidad de protagonizar.
El hijo, también "trabaja" como tal, buscando o dándole el lugar a los papás para que puedan actuar su rol. Es cierto que algunos chicos son más difíciles que otros. A veces porque son muy rebeldes, otras porque acatan cualquier cosa, otras porque navegan en la indecisión, o porque en un defecto se parece -nunca casualmente- al progenitor con quien tiene más fricciones, o porque hace demasiado alarde de algún talento, etc. Pero más allá de específicas modalidades, ser hijo implica hacer la propia historia, como también la labor de -simultáneamente- hacer trabajar a los padres como tales. Habrá que valorar lo mejor que los progenitores pueden dar, como también reclamar cuando necesiten aquello que está faltante como resultado de alguna ausencia.
Pero algo que suele pasarse por alto, quizás sea lo más importante. Se trata de darse cuenta de cuántas modalidades o actitudes ineficaces ya se llevan a cuestas. Porque desde niños -sin consciencia- han ido incorporando más de una modalidad que hoy critican en "ellos, los viejos, los de antes".
Como en una espiral, lo anterior calza para los padres, porque ellos también han sido o son aún hijos. Y las experiencias positivas, los sinsabores, todo eso que abarca la propia historia, cobra vigencia ante quienes son o podrían ser sus hijos.
Es sorprendente, parecían dos generaciones y, sin embargo, en un punto confluyen. Se trata de tomar conciencia de las veces que -cotidianamente- unos y otros repiten tantos rasgos de carácter, tantas conductas adecuadas e ineficaces, tantas modalidades maravillosas y terroríficas.
Cada balance es personal. Pero cuestionar y cuestionarse permite cambiar y progresar. Ser adulto o adolescente fué, es y será tener oportunidad "ahora" de desenvolver la versión familiar y social en que se vive. Pero, cada día "una versión mejorada de la propia y ajena manera de ser".
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