LA SEXUALIDAD EN LOS TIEMPOS DE CRISIS
Artículo de Colaboración
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Imagínese un hombre y una mujer piloteando un avión. Por diversos factores, el avión se está yendo a pique.
Los rayos pueden representar al 'corralito' y sus extracciones semanales. La pérdida de altura equivale a no poder pagar las cuentas, a tener que hacer malabares aplazando el pago a un banco mientras ese hombre o mujer corren por el microcentro para cubrir algún otro vencimiento. Las ráfagas de viento equivalen a la sucesión de presidentes y ministros, con ese tipo de vértigo que solo produce el hecho de constatar que son siempre los mismos.
Los pasajeros, equivalente a miembros de la propia familia, naturalmente, están temblando o intentan depositar el susto en alguna bolsita o campera. Las tazas y botellas equivalen a su casa, empresa o auto, cuando corren el triste y ruidoso fin que implica toda pérdida.
El piloto (hombre o mujer) y el copiloto (su respectiva pareja) se abrazan a eso que debe ser el volante del avión. Uno u otro intenta comunicarse por radio con la torre de control (o con Dios, nunca se sabe), y a la par que suenan las alarmas, en base a la experiencia y circunstancia, vapulean los botones a diestra y siniestra.
De golpe, o reiteradamente, su copiloto, equivalente a cónyuge o pareja, se reubica en la butaca y lo increpa: "tengo ganas de hacer el amor". Y si Ud. le dice: pero mujer, hombre, ¿no ves que nos estamos yendo a pique?, entonces, El o ella, le reprocha "ya no me querés como antes, ya no me decís si me querés mucho, poquito o nada".
Qué desubicado, interpretarán algunos. Y buen, podrán decir otros, el copiloto intenta rescatar algo vital en un momento crítico. Y estarán quienes interpretan que el piloto, debido a la vivencia de inminente desastre o salvación, perdió el deseo en algún pasillo.
Si bien el ejemplo intenta contener algo de sentido del humor, en tiempos de crisis suele suceder, o sentirse, algo tan extremo como lo anterior.
Cada pareja es como un juego. ¿Dale que jugamos a esto? yo hago de tal, y vos haces como que sos este otro. En fin, es una versión psicológica del famoso "aldón pirulero".
O sea, en base a la propia biografía, cada miembro de la pareja tiene tendencia a tener un libreto específico en mano (me cuesta intimar; siempre sufro tanto; el sexo es chancho; el sexo es como la gotita, lo arregla todo; con el sexo me impongo o con la falta de sexo lo extorsiono; etc).
Pero, a no desesperar, tenemos una vuelta de tuerca más científica que lo anterior. Se trata de que cada miembro de ese 'juego' suele amplificar lo que en el otro está más velado o vedado.
A modo de ejemplo, una mujer con severos prejuicios y dificultades para entregarse o soltarse, nunca casualmente, tiene por compañero de juego a alguien que, si no la corre por los pasillos, le reprocha y ostenta de manera poco feliz -por ejemplo delante de otros- la dificultad de encuentro íntimo de ambos. Dicho de otro modo, algunos hombres, en su hipersexualidad, amplifican -al cuadrado-, tanto la inhibición sensual de su pareja como la propia dificultad para encarar sus necesidades de manera menos intrépida o humillante.
Otro ejemplo, un hombre con dificultades (por ejemplo eyaculación precoz, impotencia), justo tiene por compañera de juego a una mujer que -con sus deseos o estilos reprochones- le incrementa la dificultad sexual. Pero, mientras ambos sostienen ese juego, por un lado se quedan sin comprender de dónde sacan ese libreto sexual. Y por otro, siguen disfrazando la imposibilidad de tener en cuenta al otro, o de graduar ritmos mutuos que podrían ir conduciéndolos a ambos a una satisfacción más plena.
Felizmente hay parejas que se dan permiso para disfrutar la sexualidad que tienen. De manera semejante, hay personas que tienen alguna inhibición, pero consultan para que se los asesore y ayude a comprender qué les pasa, porque aspiran a mejorar el vínculo sexual. También ellos buscan permitirse la sexualidad que tienen. En la medida que encaren el juego como un asunto de dos, el goce es de a dos. Entonces, el problema y la solución también lo será. Esto, lejos de desmerecer a uno u otro, los reposiciona mejor.
El tema de la sexualidad es difícil, porque se trata de la propia intimidad. Para hacerlo más liviano, vamos a hacer una analogía. En muchísimas personas, la actitud que tienen hacia el sexo tiende a reflejarse en la atención dispensada a su auto, computadora, o último insumo adquirido. Si tomamos el auto a modo de ejemplo, a medida que el hombre o la mujer lo usa, disminuye la sensación de estreno (pasión). Por eso, lo lustra menos, va dejando que los chicos coman alfajores, habla menos de las virtudes del motor ante sus amigos, etc. Sin embargo, en alternancia con dichos momentos orgásmicos, Ud. sigue estando conforme y siente el gusto por el bien que aprecia (amor, compañerismo). Justamente por eso es que le hace un service o cuidado períodico. Y aunque haya momentos en que los ruidos anuncian desperfectos, de buen grado van juntos a un tallerista recomendado (profesionales de la salud) para hacer el mantenimiento que se requiere. Como ve, todo gira alrededor de seguir funcionando de manera placentera.
Seguramente, alguien estará pensando en el equivalente al 'cambio de modelo o marca'. Bueno, la analogía subsiste. Porque en toda pareja forma parte de la convivencia y del crecimiento juntos, el hecho de 'replantearse' y cambiar algunas de las reglas del juego. O sea, es como actualizarse para seguir en ruta juntos.
Es cierto que hay parejas que, no pudiendo reparar las diferencias de modalidad, y por ende sexuales, entonces, se separan. Otras se han querido tanto, o incluso se quieren, pero siguen con el freno de mano puesto para explicitar sus necesidades sexuales o de relación. En realidad, el 'desconcierto' sexual lo han tenido siempre como música de fondo. Por eso, les cuesta comprender la anestesia o impotencia sexual que -en un aspecto- es esperable que surja en momentos de crisis, como el actual.
En otra época, ante las guerras solía incrementarse la natalidad. Puede interpretárselo como un intento de compensar las bajas, la necesidad de -frente a la muerte- contrarrestar con algo vital, y también, existirán casos de personas en las que predominaba la necesidad de afianzar la masculinidad o la mera descarga de tanta tensión. Es más, en algunos ámbitos, por ejemplo el de personal vinculado con la salud, el contacto cotidiano con la muerte, influye en que -además del humor negro- muchos incrementen su sexualidad de manera compulsiva. Si bien cada historia es única, en muchos de estos casos, 'el sexo' no equivale a 'hacer el amor'. Más bien, parece funcionar como válvula de escape ante el horror. Ud. dirá, bueno, de manera vital. Si, pero no excluye que esté lejos de un encuentro amoroso. O que, como en algunas oportunidades, con 'el sexo' se intente mantener abulonada al piso a una pareja que da indicios de que está disconforme con ser usada o manipulada.
A mi me parece que -aún con puntos en común- hay situaciones que poseen vivencias específicas. De modo que, obviamente, variará la manera de jugar sexualmente. No es lo mismo estar en un campo de concentración, vivir permanentemente en medio de una guerra con fusil en mano o debajo de la cama, o estar desesperado por una quiebra personal, o vivir en un pais en terapia intensiva, mientras una buena parte de funcionarios millonarios encabezan (generalmente ubicados atrás) al regimiento de desempleados y personas temerosas, desconcertadas o enojadas por la confiscación de sus ahorros.
También, suele escucharse, que esta crisis incrementa la vigencia de la prostitución y derivados. En términos automovilísticos, convengamos que no cualquiera -teniendo auto- le paga a un vecino para ir a dar una vuelta en otro. O que, si está contento con el Ford Falcon que siempre le arranca, en vez de hacer algo más para mejorar y actualizar la relación conyugal, elija sistemáticamente hacerse escapadas con lo que presupone que son Ferraris.
En pocas palabras, por un lado dijimos que de acuerdo a cómo se relaciona una pareja, encarará el lecho conyugal. Y, por otro, que es esperable el aumento de distancia sexual en medio de tanta vivencia de "corralito", "cepo", desempleo, dignidad laboral tullida, temor y enojo por robos reiterados, etc.
Pero todo eso no excluye que cada pareja "re - accione" con las reglas del juego que venía teniendo.
Supongamos un hombre que padece de eyaculación precoz. La crisis empresarial ¿se la potencia? ¿O quien la incrementa es la pareja que -redoblando las campanas- vuelve a la carga con algún tipo de descalificación?. Si olvidan esto último, ambos estarán perdiendo la oportunidad de cuestionarse la desvalorización, o se olvidarán de que tienen posibilidad de mejorar la calidad de compañeros de ruta en momentos gratos y difíciles. De manera semejante, el hombre que manipulaba con el salto del tigre reiterado para no enfrentar la angustia de no poder controlar lo incontrolable (por ejemplo la muerte), insistirá desde su trampolín. Aquella que siempre se sintió inferior o inhibida para encarar las versiones mejoradas que requiere todo encuentro íntimo, es esperable que en momentos críticos vuelva a encerrarse en su cascarón. La mujer que siempre le dolía la cabeza, los cólicos menstruales la inutilizaban o inconscientemente usaba a los hijos como escudo, bueno, la crisis actual será una variable que 'justifica' el seguir postergando su dificultad para disfrutar sensualmente con quien sea su compañero.
Otras personas, durante una crisis solo pueden salir a flote descalificando a la pareja, o denotan su egoísmo y falta de diálogo en frases típicas como éstas: 'nunca me entiende,' 'es una ostra que nunca sabés lo que le pasa', 'no sirve, es impotente', 'estamos hechos un témpano de hielo', 'necesito descargar en otro lado', 'él no me despierta ya nada, pero el otro sabe lo que me gusta', 'cada uno acaba por su lado', 'siempre está en mirame-no me toques', 'siempre le duele algo', 'termina, da media vuelta y ronca', ' 'finge para zafar', 'es un salvaje, no me tiene en cuenta', 'es amarrete adentro y afuera de la cama', 'me aporrea como un piano', 'hace solo para conformar, etc.
Es necesario insistir en que algo de lo anterior, les pasó siempre. Y que en los tiempos que corren los jugadores se dan cuenta que tales modalidades tiñen la sexualidad de ambos. Por eso, aunque resulte poco grato, conviene que no desaprovechen la oportunidad de replantearse la manera sexual de relacionarse.
En mejores condiciones, están las parejas que -con ese tipo de discusiones que valen la pena- la pelean para cuidar su parcela. Más allá de las variaciones pasionales, tienen base para tirar del carro o yugo juntos. De ahí viene la palabra cónyuge. Porque ambos, ante cualquier tormenta, "saben" que es esperable que también se les abolle el deseo sexual. Del mismo modo que el piloto y el co-piloto establecen prioridades, porque saben que -de acuerdo a las maniobras- se salvarán o estrellarán. La regla que está tácita en este juego, es el compañerismo, ese amor que decanta a medida que la convivencia y los tiempos difíciles derriten la cera del enamoramiento.
Por eso, me parece que la sexualidad nunca está sola. Tiene parientes más lejanos o cercanos. Por ejemplo: la ternura, el compañerismo, el 'ser pata', eso que se llama compartir, proponer cambios o hacer críticas sin por ello descalificar al otro, agarrar la rienda cuando el otro está agotado y necesita recuperar fuerzas para volver a empezar, ponerse en el pellejo ajeno dolorido, sentarse para evaluar estrategias que los haga salir juntos del pozo, etc.
Todos tenemos nuestros aspectos 'anti-héroes'. Pero, si como parejas alimentamos algo de lo anterior, el acento no tiene porqué estar puesto en la frecuencia sexual. Más bien, en que las ganas se den naturalmente. En que, cuando se estimulen para hacerle espacio al deseo sexual, puedan reconfortarse uno al otro, en un ratito que -en realidad- difícilmente hubieramos resuelto los problemas. Darse ese momento de 'encuentro', también, está al servicio de reencontrarse con algo vital -de ambos y compartido- en medio de la crisis que los rodea.
Salvo que suceda reiteradamente, no es terrible que una pareja pase por momentos de disminución del deseo sexual. Porque muchas veces se tiene necesidad de algo que da vergüenza admitirlo. Se trata de necesitar ternura, abrazo, caricia. Es necesario permitirse y permitirle al otro que expresa esas necesidades que también acompañan a quienes están enojados, asustados, dolidos o atravesando momentos de impotencia.
Sobre todo, porque esa manera tierna de relacionarse, no espanta al deseo sexual.
Más bien, lo busca y aumenta. Ya no importa si se producirá a los 5 minutos o a los dos dias.
Por último, a veces, dentro del ámbito de la psicología- se ha caído en algo así como cronometrar tiempos de preámbulos, coitos, post relaciones sexuales, siestas, frecuencias sexuales, etc. Me parece que, cada pareja, como es un "juego compartido", tiene sus ritmos. Mientras mantengan la flexibilidad para dialogar sobre lo que los satisface a ambos, no necesitan recetario alguno.
Porque los pilotos, el avión y una buena parte de las inclemencias del tiempo son ellos mismos.
Cuanto mejor parados estén, los otros avatares difícilmente les atrofie la sexualidad. A lo sumo, la postergan para el momento en que la puedan disfrutar.
Lic. Laura E. Billiet
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