Por el nombre
del caracol, helícido, no podemos menos que ubicarnos en la Antigua Grecia y
buscar el significado de su nombre en la forma helicoide de su caparazón, término
de origen griego, que nos obliga a pensar en este fecundo país de
intelectuales, que siembran la base de lo que hoy somos, como los primeros en
estudiar a tan curioso animal.
Así, nos
obliga, también a no empezar un trabajo sobre la helicicultura, sino empezara
por su historia, la cual es rica, ya que está ampliamente documentada, lo que
hace suponer que su importancia es enorme, lo cual no es cierto, sino que se
desarrolló en un ambiente donde la cultura hacía documentar todo y donde la
transmisión de la información ha sido más fluida, como sucedió con la
cultura europea, de la cual podemos reconstruir sus últimos dos mil doscientos
años, creemos que sin ningún problema, gracias a los aportes de la cultura
griega principalmente, que permiabilizó a la cultura romana y que sirvió de
sustento histórico al cristianismo que hoy vivimos.
En todo caso,
clarificada la fuente del conocimiento del helícido, podemos establecer, sin
temor a equivocarnos, que los europeos tenían una amplia atracción culinaria y
medicinal sobre este animalito, que hoy nos resulta tan novedoso, incluso, como
señalamos en la introducción, previo a la figura de Jesucristo, ya Aristóteles,
le dedicaba horas de estudio a su composición y reproducción, siendo un
interesante mecanismo de referencia, atribuyéndose a él la creación de un
tenedor de forma especial para el consumo de este animal.
Con ello,
podremos establecer que los primeros, esto en forma acomodaticia, puesto que es
el primer referente histórico, no
quiere decir que sea absoluto en ningún momento, que criaron los caracoles en
condiciones de cautiverio son los griegos,
que siglo y medio antes de
Jesucristo, fueron invadidos por los romanos, que si bien los superaron
militarmente, fueron culturizados por los griegos, conllevando dentro de sí lo
más exquisito de la cultura griega a las tierras romanas, siendo lo helénico
motivo de atracción sin igual en las tierras itálicas y sus colonias
conquistadas. Es también cierto que existen datos sobre la existencia de
criaderos de estos animalitos en la zona de Marruecos, Sicilia y en suelo danés
(Dinamarca).
Uno de estos
elementos que causó sorpresa fue la cría del caracol, o de los helícidos, que
dado a su prolija reproducción y a su escasa atención, fue dado a las milicias
romanas para que se reprodujeran, cuando estas estaban fuera de Roma y sirvieran
de alimento, siendo especialistas en la cría en cautiverio de este, utilizando
alimentación balanceada y la mezcla de hierbas aromáticas, siendo muy similar
a la utilizada hoy en día.
Las guerras
sirvieron también como mecanismo de difusión y
fue la siempre eterna lucha que sometió el Imperio Romano y los pueblos
Galos, que llevó a ellos los famosos helícidos, que eran criados por los
romanos para su alimentación y que empezaron a ser saboreados por los galos,
hoy conocidos por franceses, en forma de un exquisito postre.
La historia nos
dice que el Imperio Romano cayó en manos de los bárbaros, pero cuando una
lucha militar conquista, pero tiene una acción cultural inferior, se torna
conquistada. Ahora le toca el turno
a los bárbaros, que no lograron imponer su cultura, sino que solamente su poderío
militar disperso y hace que los pueblos se disgreguen en torno a sus propias
costumbres y nacionalismos, incorporando los franceses la cría de helícidos,
al igual que los países latinos.
Poco se sabe de
los helícidos durante los siglos que suceden después de la caída del Imperio
Romano y los que aglutinan a la Edad Media, sin embargo, se sabe que los grupos
de monjes, especialmente los de las órdenes militares cristianas, los siguen
cultivando y retornan a un protagonismo, durante la segunda década del siglo
XIX, época en que una fuerte hambruna agobia las tierras francesas, logrando
sortear la crisis con la ayuda de este noble animalito, que se transforma en uno
de los principales platos de comida del pueblo francés, quien a su vez se
transforma en su principal consumidor y productor en el mundo, ya que pasa a ser
un postre exquisito y caro, a ser un producto popular para consumo del pobre y
que ayudó al país en la crisis que azota a Francia durante 1816-1818.
Francia continúa
hoy día produciendo grandes cantidades de caracoles, a un promedio de 4
kilogramos por metro cuadrado de granja productora, sin embargo, no puede asumir
toda la producción que requiere, debiendo incorporar helícidos de todas las
partes posibles, para llenar su consumo nacional, no siendo el único mercado
posible, puesto que también es ampliamente consumido en Italia y España y está
en constante crecimiento su consumo en la zona norte de América.
En la Argentina,
salvo pocos intentos serios, no existe una programación seria y sistemática
que permita decir que existe una cadena productiva de helícidos, tampoco existe
un mercado interno, incluso podremos llegar a decir que la cría del helícido
está en sus pañales. Esto es una
verdad a medias, puesto que durante la II Guerra Mundial, muchos emigrantes de
Europa, encontraron en Argentina su tierra adoptiva, trayendo con ellos el
consumo del caracol, sin embargo, la falta de una cría que mantuviera el
consumo, por un lado y los diferentes hábitos alimenticios que había en el país,
hace que paulatinamente baje el consumo de caracoles y se sustituya por otros.
Actualmente ya
se está haciendo cada vez más frecuente encontrar en las góndolas de los
supermercados ha este animal, para su consumo cotidiano.
Su función no
es solo alimenticia, puesto que tiene usos medicinales y de farmacología, que
también datan de la historia romana, ya que estos utilizaban los servicios
medicinales de estos animales para dolores de estómago, epistaxis, tos,
lesiones de piel y otros; preparados en forma de cataplasma, caldos, jarabes,
cremas y hasta se machacaban directamente sobre el cuerpo.
Con los últimos estudios, como veremos más adelante, podremos determinar que los aminoácidos contenidos en sus proteínas y en su baba, específicamente, constituyen un excelente elemento de reconstrucción de los tejidos gástricos y por ello es importante en la curación de úlceras, como lubricante de las mucosas de las vías respiratorias, siendo útiles en la enfermedades pulmonares y de la garganta. Todavía se está en estudio, la utilización de las sales minerales, ácidos grasos, polisaturados y propiedades de Vitamina C, avanzando en el estudio del tema.