"LOS OTROS CUENTAN" (en "Idea y vida del reportaje")

por Eduardo Ulibarri

CAPÍTULO 4:

Tom Wolfe, ese dandy con traje blanco de las letras estadounidenses, apasionado estandarte del "nuevo periodismo" y persuasivo heraldo de la novela realista, dijo en un reciente manifiesto literario: la tarea del escritor que pretenda conocer las angustias que aquejan a los habitantes de las grandes urbes contemporáneas

inevitablemente envuelve la investigación periodística reporting, el recurso más valioso y menos comprendido para cualquier autor de grandes ambiciones, no importa que su medio sea el impreso, la película, el video o la escena.

Wolfe hablaba con la autoridad de su talento, experiencia y éxito: su primera novela, The bonfire of the vanitiies (La hoguera de las vanidades), que se convirtió en un bestseller inmediato tras aparecer a finales de 1987 y que en 1990 pasó al cine, se basó en un laborioso trabajo de investigación para crear o recrear las acciones o personajes que, en un Nueva York frenético y conflictivo, sucumben a ímpetus y contradicciones desmedidas. Durante tres años, Wolfe fue impenitente pasajero del metro, peatón en Brooklin, Harlem o Wall Street, huesped de prolongadas fiestas, penetrante observador de banqueros, pastores y jueces, minucioso analista de costumbres y estilos, acucioso lector de la prensa local e irreverente entrevistador de personajes.
Gracias a esta labor, realizada con la vocación del reportero, cuando llegó el momento decisivo, se encerró a escribir centenares de páginas: no se dedicó a hurgar en lo más recóndito de su mente para dar vida a la trama, sino en las notas, grabaciones, documentos y recuerdos acumulados con paciencia, intuición y método.
Pocos escritores han dispuesto -o podrán disponer durante su vida profesional- de tres o cuatro años para investigar un tema. Menos aún: los periodistas en nuestro rápido microcosmos profesional, tres días ya son muchos para algunos. Sin embargo, no importa el tiempo de que dispongamos, pues una cosa resulta indudable: no es posible confeccionar trabajos de relevancia, efecto e interés si no están afincados en cierta tarea investigativa, en el contacto con gentes, ideas, acciones, sitios y objetos a partir de los cuales se obtiene información, nacen razonamientos o se inspiran interpretaciones y opiniones que luego trasladaremos a la página, la pantalla o la grabadora.
Todo lo contrario de la trágica aunque poética decisión que con tanta insistencia -y quizás también falsedad- se atribuye a Demócrito: Sacarse los ojos en un hermoso jardín para evitar que el mundo lo distrajera y así pensar mejor.
En periodismo -¿quién lo duda?- los otros cuentan. Son ellos los que constituyen la realidad, los que toman decisiones, los que lanzan dardos políticos o ideólogos, los que reflexionan o actúan, los que ascienden a las cumbres más sublimes o se precipitan en las más recónditas simas. Y si pretendemos ser notarios, exégetas o tribunos de esa realidad, debemos incorporar a nuestras permanentes inquietudes y cualidades el saber qué y cómo escarbar en ella. Sin desarrollar la habilidad investigativa el periodismo deifílmente pasará de la noticia simple, del artículo hueco o del editorial anémico.
En esta tarea de busqueda -ya fue dicho en el capítulo 2-, el perioodista tiene muchos puntos en común con científicos y otros investigadores. Como ellos, debe acudir a fuentes relevantes para el tema y enfoque escogidos: como ellos, debe estar dispuesto a combinar el entusiasmo de las súbitas iluminaciones con el tedio potencial de la investigación sistemática.
Pero las similitudes no deben ocultar importantes diferencias. Una fue mencionada en este capítulo: los periodistas, al contrario que los científicos, nos interesamos más por casos singulares, verdades particulares y situaciones actuales que por la generalización teórica. Otras diferencias se relacionan con las desventajas objetivas que a menudo confrontaremos, y que Tom Goldstein, tras mencionar la urgencia periodística de lo que ocurrió a partir de fragmentadas evidencias, ha expresado así:

Al tratar de establecer la verdad de esta manera, los reporteros a menudo operan con severas limitaciones. Carecen del distanciamiento y la perspectiva de los historiadores, de las técnicas precisas del científico, y de las herramientas más elementales de los custodios de la ley: el poder de la citación judicial para forzar testimonios o la entrega de documentos, y la autoridada para intervenir teléfonos o registrar legalmente en los predios de un extraño.

Sin embargo, estas apantes deventajas no ocultan un hecho significativo: constituimos el grupo de investigadores ( al menos no policiales) que, normamlente, tiene un acceso más oportuno y expedito a personas, documentos y acontecimientos. Y en esto no estamos solos. Con frecuencia nos respaldan la ley y empresas o instituciones que, debido a su importancia publica, constituyen un poderoso aliado para abrir puertas que se cierran a otros.

LOS PUNTOS DE PARTIDA

Para echar a andar una investigación periodística, una vez decidido el tema y su posible enfoque, debemos detenernos brevemente a considerar el tipo de información que requerimos para fundamentarlo, las fuentes en que podemos obtenerla y los canales y métodos para llegar a ellas. En esto el repertorio y las posibilidades son múltiples como lo ilustran los siguientes ejemplos:

1. A finales de marzo de 1988, el Consejo de Seguridad Nacional de Brasil tomo una rotunda decisión: tropas de la aviación y el ejército serían movilizadas a territorios de los indios Yanomamis, en la Amazonia, para retirar de la llamada Sierra de los Surucucos a los buscadores de oro (garimpeiros) establecidos allí. A mediados de abril aproximadamente 15 mil hombres continuaban sacando 30 kilos de oro por día de esas tierras
El permanente asalto de la zona y la desobediencia a la decisión tomada en Brasilia captaron la atención del periodista Ricardo Kotscho del Jornal do Brasil, quien publicó en la edición dominical del 17 de abril un prolijo e interesante trabajo con el título "El último Eldorado". En su texto hay una serie de referencias a datos y estadísticas que demuestran una tarea de investigación documental: sin embargo se imponen los testimonios de la observación directa del autor y los relatos y opiniones de varias personas entrevistadas en la región. Sin ellos quizá no habría sido posible escribir un reportaje de interés. Sólo el contacto directo del periodista con el lugar, los hechos y sus protagonistas, lograron dar a la publicación, una viveza, interés y relevancia documental difícilmente alcanzables de otra forma.
Kotscho, sin duda, se planteó el tema, realizó una evaluación de las fuentes para fundamentarlo y, tras buscar los datos disponibles de documentos, emprendió el viaje a la zona, receptáculo principal de la información que requería. Sin este contacto directo de la escena de los hechos, la calidad de su reportaje habría sido inferior.
2. El testimonio, la vivencia, incluso la participaación emocional fueron mucho mas importantes para el periodista Steve Sternberg y el fotógrafo Michael A. Schwarz, del Atlanta Journal-Constitution. Durante 19 meses, ambos siguieron el proceso de deterioro de Tom Fox, un enfermo de SIDA de 33 años, muerto el 11 de julio de 1989. Cuarenta días después el 20 de agosto, el periódico publicó "When Aids comes home" (Cuando el SIDA llega a casa), una sección especial de 16 páginas que conmovió a los lectores con las revelaciones literarias y gráficas del mundo íntimo de este enfermo.
La conmoción, sin embargo, había sido más intensa y sostenida para Sternberg y Schwarz, quienes de observadores de lo que le ocurría a Fox asumieron luego el papel de consejeros telefónicos, hasta convertirse en ayudas y patrticipantes directos durante los últimos días del paciente. En este trabajo -dice la presentación de un proyecto que lo reprodujo- "el reportero y el fotógrafo son personajes del relato. No se trata de periodismo objetivo, no en el sentido clásico de los libros de textos. Pero sin duda creemos que logra un balance entre las demandas del periodismo y la responsabilidad de tener compasión". Esta dolorosa actividad participativa era la única forma de obtener la información para cumplir los propósitos de un penetrante reportaje testimonial.
3. Los informes estadísticos, los datos que éstos contienen y su buen manejo se constituyeron en la médula de un amplio informe sobre los refugiados que existen en el mundo, publicado el 23 de diciembre de 1989 por The Economist de Londres. Por supuesto en el reportaje, que apareció como una sección especial: "The year of the refugee" (El año del refugiado), hay algunas declaraciones personales. Sin embargo, los antecedentes de la situación, fundamentados en buenos archivos, más los compendios estadísticos de la Organización de las Naciones Unidas y otras publicaciones oficiales, constituyeron las fuentes indispensables para sostener el contenido y los múltiples cuadros que lo acompañan. Fue un típico, acucioso y bien guiado trabajo de biblioteca y escritorio, aderezado con algunos toques humanos y orientado a plasmar el estado actual grave de un problema internacional.

Durante cualquier investigación la meta es llegar a tantasfuentes y con tanta profundidad como sea posible. Los problemas, sin embargo, abundan. Son frecuentes los casos en que no logramos obtener la información que necesitamos. ¿Qué periodista no se ha sentido frustrado ante un funcionario que se niega a conceder una entrevista, un documento que permanece inaccesible, una visa negada, una encuesta mal hecha en la que cifrabamos múltiples esperanzas? Cuando ello ocurre, la actitud debe ser perseverante: hay que buscar sustitutos, indagar en otras partes, activar otros contactos, presionar -hasta legalmente cuanto sea posible- para que el sésamo se abra sin reticencias.
Pero así como lo más grave es la carencia, también hay que cuidarse de la hiperabundancia. Un periodista debe saber hasta dónde llegar en su tarea investigativa. Las fuentes, a menudo, son vastas: nuestro tiempo, tema y recursos no lo son. ay que tener prioridades claras, establecer un orden jerárquico en cuanto a quién, qué, dónde, cómo y para qué debemos consultar para no sucumbir en medio del caos surgido en una investigación indiscriminada y sin un derrotero claro. Para guiarla, lo mejor es un enfoque también claro, pero esto no es suficiente. Cada vez que hablemos a un nuevo protagonista, observemos una situación interesante, analicemos un documento o vivamos otra experiencia, debemos confrontar los datos obtenidos con los que ya tenemos y ambos con el tema seleccionado. De esta manera podremos mantener un simple "debe y haber" de la investigación que nos permita darnos cuenta de hasta dónde hemos llegado y qué nos falta por recorrer. (Sobre cómo manejar la información se ocupa, en detalle, el siguiente capítulo)
En nuestra tarea de búsqueda es conveniente tener en clara una elemental distinción entre las fuentes y los métodos, canales o procedimientos para llegar a ellas. (Vease la figura 4.1). Las fuentes son el recetáculo de la información, el depósito de lo que buscamos; el manantial del que brotan, con espontaneidad o dificultosamente datos, conocimientos, decisiones, acciones, emociones. La información está en las fuentes, sean éstas personas, documentos, acontecimientos o incluso lugares. a ellas debemos acercarnos mediante caminos (métodos) múltiples: entrevistas, conferencias de prensa, sesiones privadas, encuentros casuales, encuestas, rastreo y análisis de textos, observación o participación. También los instrumentos y la tecnología para acceder, guardar y procesar la información varían: unas veces nos valemos sólo de la buena memoria; otras, de notas o grabadoras; en algunas ocasiones recurrimos a tarjetas o ficheros; en otras a la computadora; unas veces observamos siguiendo la ubicua e imprecisa orientación de nuestro "sentido común"; otras, guías sistematicas y métodos controlados que nos llevan al campo del "periodismo de precisión" (vease figura 4.1).
Del manejo que hagamos de estas posibilidades dependerá en gran medida el éxito. Por ello es importante ahondar un poco en las características de las fuentes y de los caminos para acceder a ellas.

FUENTES
CANALES
1. Personas 1. Entrevistas
2. Acontecimientos 2. Encuestas
3. Documentos 3. Sesiones de grupo
4. Conferencias de prensa
5. Reuniones privadas
6. Encuentros casuales
7. Análisis de documentos
8. Observación directa
9. Participación

Figura 4.1. Fuentes y canales

LA GENTE Y LO QUE PUEDE DECIR

Los seres humanos constituyen la fuente más importante del periodismo y, en general, de las ciencias sociales. No importa de quienes se trate: de un simple ciudadano que se queja de los servicios públicos, un ministro que acaba de presentar su renuncia por discrepancias con el presidente, un experto que explica las características de un fenómeno natural, o un oficial de tránsito que da los detalles de un accidente. La gente guarda una enorme cantidad de información y gran parte del contenido de los medios. También los seres humanos son el objeto fundamental de nuestra tarea. Revise cualquier periódico y verá cuántas noticias y reportajes se basan en lo que alguien (o muchos) han dicho o hecho.
Esos "alguien" tiene funciones y naturalezas diversas que afectan su conducta, credibilidad, importancia y posibilidades de acceso. Por ello es conveniente intentar una clasificación de las fuentes personales que nos ayude a seleccionar nuestras prioridades y estrategias en el contacto. He aquí un resumen de los principales tipos.
Generadores o protagonistas de la información. Entre ellos se encuentra el Ministerio de Hacienda que al iniciarse un nuevo gobierno diseña un enérgico programa de austeridad y se dedica a impulsarlo en el seno de los poderes Ejecutivo y Legislativo; el candidato presidencial fallido en busca de nuevos horizontes políticos; el participante en una asociación dedicada a buscar empleo a ex drogadictos; la creadora de un nuevo ritmo musical que de pronto recorre el mundo... La lista puede continuar. Todo el que, gracias a su acción, influencia, oportunidad u otras condiciones produce noticias, afecta el desarrollo de los acontecimientos o se incorpora a ellos, es un protagonista y, por lo tanto, una fuente viva o primaria de información, no importa el género periodístico que estemos practicando.
Llegar a ellas, tener un contacto directo con los generadores de los actos, debe ser la aspiración de todo periodista, pues eso aumentará las posibilidades de enriquecimiento informativo y humano. Pero debe ser precavido: los protagonistas pueden tener intereses muy directos en la situación de la que son parte, estar emocionalmente involucrados en ella, padecer intensas foias o exageradas filias y, por tanto, carecer del distanciamiento necesario para informar con fidelidad de lo ocurrido. Como participantes son vitales, pero también pueden resultar riesgosos. Son típicas fuentes interesadas y hay que tratarlas con una buena dosis de suspicacia.
Voceros. Sobre todo el mundo institucional, con sus afanes y posibilidades de crear instancias y controlar o racionar las relaciones con la prensa, los protagonistas -o las instituciones que éstos representan- suelen acudir a la ayuda de voceros para reemplazarlos como fuente. En alguna medida, el más alto protagonista del juego político nacional -el presidente- es vocero del gobierno, pero con mayor frecuencia se vale de ministros de información o secretarios de prensa. Estos funcionarios y muchos otros que cumplen la función de relacionistas públicos se convierten en simples canales cuando se limitan a facilitar -o entorpecer- el acceso de los reporteros a las fuentes. Pero asumen la identidad de éstas si se constituyen en los proveedores directos de lo que los periodistas buscan. Los voceros, pues, sustituyen a los actores en nombre de ellos mismos. Su versión jamás puede tener la inmediatez, el peso, la autoridad o la frescura de un protagonista. Si ante un hecho de corrupción bancaria, el presidente de la institución se niega a hablar, pero deposita la responsabilidad en un vocero, éste se convierte en representante del banco y, por ello, en su voz oficial a la que debemos prestar oídos.
Los voceros, con frecuencia, son profesionales de la comunicación. Como tales conocen mejor que los personajes que representan las necesidades de los periodistas, pero también suelen tener un mayor grado de capacidad manipuladora de la que es importante cuidarse.
Observadores o testigos. Cuando alguien no da testimonio de actos propios, sino de los demás; cuando no es - ni pretende ser- representante oficial de esos actos; cuando sólo habla de lo que capto con sus sentidos, no de lo que produjo con su conducta o ideas, estamos en presencia de un testigo. Por tener menos interés en las acciones o situaciones de que se dan cuenta, pueden constituir fuentes menos prejuiciadas que los protagonistas. Por ello se convierten en un excelente recurso para confrontar las versiones que éstos dan, o para sustituirlos cuando no están disponibles o, simplemente, no quieren hablar. Un caso simple: si las víctimas de un accidente han sido conducidas al hospital por su estado de gravedad, acudimos a quienes han presenciado el hecho para precisar sus detalles. Un caso complejo: si muere un conocido personaje de la vida nacional y no hemos previsto a tiempo una buena semblanza que incluya sus propias opiniones, los testimonios de quienes lo conocieron se convertirán en elementos básicos de nuestro texto.
No hay que olvidar, sin embargo, que también los observadores pueden involucrarse en los hechos, reaccionar apasionadamente ante ellos o, en el otro extremo, tener muy poco interés. También es posible que no hayan prestado suficiente atención a los hechos de que fueron testigos y que, sin proponérselo, sus versiones sean parciales o distorsionadas. Por ello es importante cotejarlas y confirmarlas antes de tenerlas por ciertas y hacerlas públicas.
Expertos o intérpretes. En muchos temas que no dominamos plenamente o, aunque lo hagamos, debemos respaldarnos con un juicio profesional o experto, acudimos a los especialistas. Los expertos no hablan sólo de lo que han visto, oído o sentido sino de lo que saben. son aquellos que, gracias a un marco conceptual y de conocimientos, pueden explicar situaciones, explorar su sentido o especular sobre sus consecuencias. Si una ola de temblores causa pánico entre la población, los puntos de vista de un sismólogo que comente sobre el origen y características de los sismos, son parte de la información necesaria para el público; también será de interés la opinión de un ingeniero estructuralista sobre el estado de los edificios. Si el país cae en un proceso inflacionario y deseamos explorar sus consecuencias, no basta con las declaraciones del presidente del Banco Central, representantes sindicales o amas de casa con prsupuestos estrechos; habrá que acudir a economistas que, sin ligámenes oficiales, puedan dar una interpretación profesional de lo que sucede.
Los expertos, sin embargo, también son seres humanos: tienen aversiones y entusiasmos; pueden ser engañados por sus sentidos, y a ratos sucede que no son tan expertos como suponíamos. Lo que digan no siempre es palabra santa y final. En periodismo, como en medicina, también es recomendable buscar una "segunda opinión", sobre todo cuando el tema tiene grandes implicaciones.
La diversa naturaleza de los individuos como fuentes a que se ha hecho referencia, guarda gran similitud con los papeles que se representan en los juicios. Por un lado están los querellantes e imputados (protagonistas), aquellos que dan origen al caso y luchan en torno a él. Los abogados asumen parte de su representación y se convierten así en voceros. Para evaluar sus versiones, o aportar elementos nuevos sobre los hechos, se ofrecen declaraciones de testigos. Y también puede ser requerido el informe pericial de forenses, grafólogos o contadores (expertos)
Una persona, al relacionarse con los tribunales o con periodistas, puede cambiar su cambiar su condición de fuente, según el caso: el Ministro protagonista que ni siquiera acepta tener voceros cuando se trata de actividades de su ministerio, pasará a la silla de testigo si lo interrogamos para obtener detalles de la acalorada discusión de dos colegas durante el consejo de gobierno, o para que describa cómo eran las clases de su insigne ex porfesor que acaba de morir.
El funcionario de hoy es el simple ciudadano de mañana; los vínculos con instituciones se rompen a menudo; las actitudes ante los hechos pueden variar. todo esto modifica la naturaleza de las fuentes y de su relación con los periodistas; quien en su oportunidad es reticente para informarnos de un caso, puede mostrarse participativo en relación con otro. El periodista debe tener muy clara esta fluidez. Ciertamente, puede prestarse a confusiones o manipulaciones por parte de la fuente, pero constituye una realidad que, bien conducida, nos ayudará en la tarea de llegar a quienes poseen la información que requerimos.
Al relacionarnos con la fuente personal, el éxito no sólo depende de la clara percepción, de las características o lealtades de los individuos que constituyen los receptáculos de aquello que buscamos; es necesario manejar bien los canales o métodos para llegar a ellos. Aunque ninguno de estos medios debe descartarse (declaraciones, conferencias de prensa o comunicados) los tres métodos principales para abordar a la gente, los que nos permiten una mayor originalidad y, por tanto, posibilidades informativas, son las entrevistas, las encuestas y las sesiones de grupo. Ellas guardan entre sí gran similitud: se basan en la conversación, en el contacto directo con otras personas. Pero también existen diferencias que es importante distinguir. A continuación se consideran por separado.

UN METODO CLÁSICO: LA ENTREVISTA

Los estudios sistemáticos sobre la entrevista no son abundantes. Sin embargo, basta dar un vistazo a cualquier diario para reparar de inmediato en que una enorme cantidad de su información está basada en alguna forma de entrevista. Entrevistamos cuando, ante la alarma de un accidente, llamamos a un oficial de tránsito para indagar sobre su veracidad; entrevistamos cuando acudimos a algún funcionario con ciertos interrogantes sobre el nuevo proyecto de la ley que se propone enviar al Congreso; entrevistamos cuando en una conferencia de prensa, en una sesión privada o en un encuentro casual en un bar o en la calle, preguntamos sobre las iniciativas de un nuevo ministro, sobre el desarrollo de una reunión privada entre dos candidatos políticos o sobre el próximo disco que piensa poner en venta un conocido intérprete. Y, por supuesto, entrevistamos cuando tras un largo período de preparación y gestiones, al fin logramos sentarnos ante un personaje polémico, un experto de altos vuelos o un reflexivo estadista.
En algunos casos, las entrevistas únicamente sirven para obtener datos o declaraciones específicos en qué fundamentar o ampliar una noticia. Se trata de ocasiones a menudo imprevistas, que no ofrecen la posibilidad de documentarse y que nos demandadn una alta capacidad de improvisación o un manejo apresurado de los conocimientos que ya tenemos sobre el tema. En otros casos sirven para recopilar informaciones, interpretaciones y opiniones que alimentarán un reportaje profundo. Pero tambien podemos afrontar la entrevista como género y, tras ella, producir desde un resumen de la conversación hasta la transcripción del fluído -y a ratos impresionante- diálogo que caracteriza a los grandes entrevistadores, como la italiana Oriana Fallaci.
Es la entrevista como método lo que más interesa en este libro. Para utilizarla, el punto de partida fundamental es tener un propósito definido, una misión clara, un norte bien establecido sobre lo que pretendemos obtener de ella y del personaje. Por ello es necesario considerar ciertos aspectos:

Si no logramos definir con cierta precisión estos aspectos y determinar con claridad qué queremos y por qué acudimos a determinado personaje, será difícil tener éxito. Por ejemplo, Bárbara Walters, la famosa entrevistadora de la televisión estadounidense, toma la siguiente precaución: apunta en tarjetas todas las dudas que tiene en torno del tema o personaje -a veces cientos de ellas-; luego las organiza, las reduce o amplía, hasta que obtiene una especie de "coreografía" de su entrevista en la que se basa durante su diálogo con el personaje.
De alguna manera, toda entrevista que no sea la de simple ocasión debe tener como el reportaje, un enfoque o propósito. Y requiere también un proceso de preparación, fundamentalmente temática, pero a veces también psicológica, que deberá ser más prolija mientras más importante sea el personaje, más delicado lo que pueda decirnos -u ocultarnos- y más directa su participación en los hechos o situaciones que nos interesan
Hay casi tantos tipos de entrevistas como personalidades y papeles existen. El periodista peruano Manuel Jesús Orbegozo lo ha expuesto así

Yo creo que cada personaje es una entrevista totalmente diferente de las demás. No hay una entrevista, hay cientos de entrevistas. Cada persona con la que uno se entrevista presenta un panorama distinto, un universo genuino e irrepetible con la cual, incluso, no se puede aplicar matemáticamente las normas que se enseñan.

Por esto, antes que comenzar a enumerar los abundantes consejos específicos que existen para desarrollar la entrevista hay que estar conciente de la importancia de esos dos aspectos básicos que se llaman definición y preparación. Si hemos determinado que nuestro encuentro con un gran escritor va dirigido a indagar las condiciones en que se han producido sus obras, sus conexiones literarias, los temas que prefiere, los métodos de trabajo y otros aspectos de su labor creativa, nuestra preparación debe encaminarse también por esos rumbos. Si, en cambio, nos vamos a enfrentar con el funcionario que, según documentos confidenciales, es responsable de corrupción, debemos disponer de un arsenal de argumentos y referencias que le impidan evadir nuestras preguntas.
Parte de la preparación consiste también en considerar que una entrevista es un contacto humano, un intercambio no sólo de datos o ideas, sino también de instintos, emociones, temores, simpatías, antipatías y oportunidades. El periodista debe ser sensible a esto, para no caer en cualquiera de dos defectos: hacer gala de arrogancia y autosuficiencia que atemoricen a su interlocutor, o sucumbir a la timidez que permita al avezado funcionario dominar el encuentro. No se puede determinar con anticipación si vamos a ser sumamente francos, si vamos a emplear la suavidad o la dureza, si vamos a hacer las preguntas más difíciles o las más fáciles, o si vamos a estar sonrientes o serios. Eso dependerá de cuál sea nuestro propósito, cómo nuestro entrevistado y cuál la situación en que nos encontremos frente a él.
William Rivers, en su libro Finding facts, recomienda distinguir entre las entrevistas que el personaje desea y las que no; también entre las que buscan información que no está relacionada con los intereses del entrevistado y las que pretenden opiniones o datos que sí lo afectan. En las primeras será posible obtener su colaboración; en las segundas probablemente surgirán conflictos, y hay que estar preparados para ello.
Haya o no posibilidad de conflicto, esa preparación puede mejorarse si a partir de una clara concepción de nuestra entrevista y personaje, consideramos flexible e inteligentemente algunas de las recomendaciones que se han ido decantando en el transcurso del tiempo. estas pueden asumirse desde dos perspectivas: lo que debe evitarse y lo que debe hacerse.
Usando los aportes de periodistas y psicólogos, Rivers considera cuatro posibles fuentes de errores o problemas durante la entrevista:
La apariencia y maneras del entrevistado. Si el entrevistado percibe una gran diferencia social entre él y el periodista, posiblemente modifique artificialmente su actitud. Si lo ve como perteneciente a un estrato superior, o como poseedor de cierta autoridad, aumentarán las posibilidades de que responda de forma que, según él cree, será aprobada por el entrevistador. En cambio, si ve al periodista como alguien inferior, quizá el entrevistado desarrolle una excesiva apatía. Ante esto, una recomendación de frecuente validez es usar el atuendo, los gestos y el vocabulario necesarios para reducir la distancia social con el interlocutor.
La estructuración y formulación de las preguntas. Una pregunta mal redactada, poco clara, o que por su extensión es difícil de comprender, puede producir respuestas aún más confusas o pomposas. Por ello -aunque no necesariamente vayamos a leerllas durante la entrevista-, es conveniente escribir las preguntas con anterioridad. Al hacerlo, debemos definir qué queremos averiguar con cada una de ellas; luego redactarlas de manera simple y directa y juzgarlas desde el punto de vista -según los conocimientos o la ignorancia- del entrevistado. Al escribirlas debemos hacer lo posiblepor no sugerir l entrevistado cuáles podrían ser las respuestas "correctas" o las "incorrectas".
La actitud del entrevistador. Si estimulamos el antagonismo podemos cerrar las posibilidades de comunicación. Hay que evitarlo. Debemos ser corteses enel trato pero firmes -y hasta implacables si se da el caso, en lo que preguntemos.
Expectativas del entrevistador sobre las actitudes del entrevistado. El famoso "teorema de Thomas", uno de los más conocidos paradigmas sociológicos, postulaba que si una situación es definida como real, será real en sus consecuencias. De manera similar, si un entrevistador supone que recibirá ciertas respuestas y actúa de acuerdo con esta suposición, es probable que su entrevistado responda de acuerdo con tales expectativas. Las suposiciones del periodista no se expresan necesariamente de manera verbal: el lenguaje del cuerpo las revela más espontáneamente y puede influir así en lo que diga el entrevistado. Es conveniente, por tanto, hacer un gran esfuerzo por mantener la neutralidad.
Además de estas advertencias de Rivers, hay otros consejos, basados en la experiencia de múltiples entrevistadores, que vale la pena tener en cuenta:

1. Al organizar sus preguntas, colóquelas en orden prioritario, de modo que si el tiempo se agota, al menos haya cubierto las más importantes.
2. No tema parecer "tonto. Si a pesar de su preparación para la entrevista hay conceptos o razonamientos que no entiende, pida que se los aclaren. De lo contrario, o se tendrá que privar de usarlos en el reportaje o, si lo hace, será a costa de la cabal comprensión suya y del lector.
3. Trate de mantener el control de la entrevista. Haga lo posible por preguntar todo lo que estime necesario. Aunque su interlocutor mire el reloj en señal de ¡basta!, siga preguntandole si es que aún tiene dudas importantes.
4. No acepte que, a posteriori, le impongan reglas del juego sobre las que no habían conversado con anterioridad, como que ciertas respuestas no son para publicarse. Cualquier regla o condicionamiento, para que sea válido, debe aceptarse previamente.
5. Escuche con atención. A veces estamos tan preocupados por lo que preguntaremos luego que no nos percatamos de lo que ha dicho el entrevistado y perdemos la oportunidad de repreguntar o no reparamos en la importancia de una respuesta.
6. Trate de seguir el guión de preguntas que ha preparado, pero esté listo para modificarlo si es necesario.
7. No subestime ni sobreestime a su entrevistado. Probablemente sabe más de lo que usted supone, y quizá también sufra el mismo estrés que usted a causa de la entrevista.
8. Trate de fundamentar sus preguntas, sobre todo las más polémicas. No es lo mismo abrir el interroganteal funcionario acusado de corrupción con este preámbulo: "Se comenta en algunos círculos que usted malversó los fondos de su institución...", que con éste: "La Contraloría General de la República emitió un informe según el cual usted incurrió en una serie de gastos sobre los que no presentó comprobantes..."
9. Con temas polémicos que probablemente favorezcan la renuencia del entrevistado, trate de imaginar con anticipación cómo intentará eludir algunas preguntas, y tenga preparadas opciones para repreguntar. Además, recuerde que mientras más clara sea para usted la siuación, más fácil le resultará improvisar sobre la marcha.
10. Si utiliza una grabadora, manéjela discretamente: sepa cómo usarla, emplee cintas de larga duración y baterías en buen estado. Grabar es recomendable, sobre todo para entrevistas muy complejas o poplémicas. Sin embargo, siempre tome algunas notas sobre lo que más le llame la atención. Al menos le servirán para tener visible un resumen de los temas tratados y organizar mejor el material.
11. Guarde una respetuosa distancia: evite la hostilidad abierta o la obsecuencia.
12. Como ya se dijo, sea claro en su interrogatorio y evite preguntas que se puedan contestar con monosílabos, a menos que le interese que el personaje reconozca o niegue algo sin ambages.
13. Al final, no tema preguntar al entrevistado si tiene algo más que decir. Es sorprendente cómo, ante una pregunta tan abierta, que suena tan mal en televisión o radio, algunos personajes añaden conceptos de gran interés

Por otra parte, las posibilidades de que el periodista controle la situación se reducen considerablemente mediante este sucedáneo de las entrevistas que son las conferencias de prensa. En ellas, el declarante es el que domina la situación. Como los priodistas -cada uno con su interés específico- lanzan a mansalva sus preguntas...las posibilidades de ahondar en ellas son mínimas. Por ello lo recomendable es que, como método para obtener la información, la seudoentrevista producto de las conferencias de prensa sólo se utilice excepcionalmente en los reportajes, e incluso en las noticias. Y cuando lo hagamos, intentemos llegar a un acuerdo con algunos colegas, para que coordinadamente logremos ser los "coreógrafos" de al menos una parte del acto, y obtener real provecho de él.