Tuvo una infancia bastante difícil, fué pobre, aunque en la casa no faltaba, pero tampoco sobraba nada. Se les compraba un par de zapatillas por año, y tenían que durar mínimo un año, de lo contrario, era su madre quién los ponía en vereda a cintazos.

Jugaban en patas en una canchita con arcos de caña tacuara. El fútbol era la diversión. Después se bañaban en el aljibe, porque todavía no tenían bomba.

A los siete, era el que ordeñaba las vacas y el que salía a vender la leche a los vecinos; porque el padre trabajaba, los hermanos estaban en la escuela y la madre se quedaba con él y su pequeño hermano solos en la casa.

A los nueve, sentado junto al mostrador de la despensa, vió el mundial del '74 y comenzó a admirar al fútbol alemán y a Alemania, un país organizado.

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