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Una melodía familiar...la escucho y la siento tan mía, su eco me trae la desdicha, ...me trae tu ausencia, compañera del alma, ¡cómo extraño tus besos!, ¡cómo suena aquella música maldita!, dime, compañera, que el silencio reinará, dime, compañera, que aquella triste melodía cesará, que caminaremos juntos a la orilla del Nahuel, y que cenaremos entre velas, con Hölderlin y Wilde, ¡dime, amada mía!, que lo haremos por amor, que estaremos siempre juntos sin que muera la pasión, y que haremos las delicias en un lecho de fulgor, ¡dime, compañera!, susúrrame al oído tu bella canción, cuéntame una historia puerca y juguemos al amor, ¡compañera amada mía!, no quisiera estar sin ti, pues tu ausencia me devuelve aquella triste melodía, ¡dime, compañera!, que ya nunca sonará... esa triste melodía: el llanto de mi corazón. (MANDINGA)
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Yolanda
Esto no puede ser no más que una canción; quisiera fuera una declaración de amor, romántica, sin reparar en formas tales que pongan freno a lo que siento ahora a raudales. Te amo, te amo, eternamente te amo. Si me faltaras, no voy a morirme; si he de morir, quiero que sea contigo. Mi soledad se siente acompañada, por eso a veces sé que necesito tu mano, tu mano, eternamente, tu mano. Cuando te vi sabía que era cierto este temor de hallarme descubierto. Tú me desnudas con siete razones, me abres el pecho siempre que me colmas de amores, etrenamente de amores. Si alguna vez me siento derrotado, renuncio a ver el sol cada mañana; rezando el credo que me has enseñado, miro tu cara y digo en la ventana: Yolanda, Yolanda, eternamente, Yolanda.
(Pablo Milanés)
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Cuando
vuelva a pasar a tu lado,
querré
que sea tan cerca que
casi te roce, que
sea tan cerca que
sienta el perfume de tu piel dorada, no
el de fragancias enfrascadas, el
perfume de tu piel, el
que quedara impregnado si
yo jugara en tu espalda a
los cien besos del amor. Cuando
vuelva a pasar a tu lado, querré
que ese instante se
detenga en el tiempo, que
ese instante perdure
en mi ser, saberme
cubierto de glorias eternas: del
susurro de tu voz, del roce de tus manos, de
tus besos empapados de brisas matutinas, de
tu ardiente sexo candoroso entre mis labios, ¡ah...,
si yo pudiera eternizar el momento!,
lo
haría con un encanto suave... como
los pétalos frágiles del jazmín, como
el vuelo rasante de la gaviota sobre el mar, como
la suavidad de tu piel, deslizándose en mis manos...
(MANDINGA)
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Mil veces me engañó; más de mil veces abrió en mi corazón sangrienta herida; de los celos, la copa desabrida, me hizo beber hasta agotar las heces. Fue en mi vida, con todos sus dobleces, la causa de mi angustia -no extinguida- aunque, ¡pobre de mí!, toda la vida su mentiroso amor... pagué con creces. Los tiempos han pasado; ya su boca no me da sus caricias, no me abrasa el fuego de sus ósculos de loca; y sin embargo mi pasión persiste... pues, cuando a veces por mi senda pasa, ¡me alejo mudo, cabizbajo y triste!
(Julio Flórez)
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