Olimpia Irene Bordes

 

 

 

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Plaza de Buenos Aires

VERDE Y CIELO, SENDEROS BIFURCADOS,
gris de llovizna, flor en primavera,
plaza del barrio, refugio de la gente,
pequeño paraíso de esperanza.
El invierno te envuelve con un manto
que se esfuma en gris de melancolía,
el sol en el estío te despierta
eufórica de arrullos y alegrías.
Sentada en este banco te contemplo
sintiendo muy profundo tu belleza,
regreso a mi pasado y a mis sueños.
Tal vez, aquel niño que en mi infancia,
compartió mi carrusel y mi carrera,
sea hoy, ese hombre que se empeña
jugando bochas, o naipes, o ajedrez.
Hoy te siento tan mía como entonces,
el sube y baja, el guardián, los toboganes,
la rubia arena, la hamaca... y su vaivén.
Amantes abrazados en un beso,
un triciclo veloz que viene... y pasa,
un joven taciturno, enamorado,
desangrando su amor en un poema.
Una mujer feliz, radiante y plena
paseando su bebé en el cochecito,
un anciano vencido y solitario,
esperando ese hijo... que no llega.
Hay faunos que danzan en la noche
un ritual de placer, vicio y locura,
hay un pobre linyera que adormece
su cansancio, su impotencia y su amargura.
Cuántas historias se hamacan en tus juegos,
cuántos sueños se fueron en tu brisa,
cuánto pájaro herido, cuántas risas,
cuánta espera de amor, que se demora.
Corazón de mi barrio, te respiro
aspirando tu esencia en mi memoria,
el tilo el nogal,. el eucaliptus,
inventan el embrujo de tu aroma.
En tus fuentes se baña la inocencia,
el hombre se refugia en tu follaje
y la mirada se empina en el paisaje,
para llegar al cielo... en tus palomas.

Extraído de: «Sembrando en el viento» de Olimpia Irene Bordes. Editorial Tres + Uno. Año 2000.
Material enviado por la autora en el mes de junio de 2001.

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