Marcelo Juan Valenti

 

 

tangos / poesía / clásicos / notas / pinturas / volver

Cegador

La ciega apretó la taza de café y dijo: -Aquella noche hacía un calor atroz. Cuando me fui a acostar aún veía. Dormí mal, tuve pesadillas. Un aullido único desgarró la noche y me arrancó de la cama. Lo último que vi fue un brillo cegador y me desmayé. Cuando me recuperé, busqué la salida hacia la calle, tanteando las paredes de la casa en que viví siempre, para pedir ayuda a mis vecinos. Esa fue la mañana en que todas las perras encintas amanecieron muertas, la ciudad se bañó con la sangre de sus vientres abiertos en canal. Yo deambulaba entre sombras, ignorada por los que se iban levantando y encontraban la masacre. Gritos de los más chicos, llantos amargos de las viudas que habían perdido su última compañía, la agonía cansada de las estériles que aguardaban el parto como si les perteneciera. Algo poderoso venía en esos vientres y otra fuerza lo eliminó. Una espada pura luz, que no midió excesos en su tarea, cortó los resortes de mi visión.
Finalmente alguien reparó en mi y mi llevó a un hospital. «Está ciega» dijo un doctor de voz joven. Brillante diagnóstico, eso ya lo sabía. Los médicos (los muchos que consulté) no supieron darme la razón. Yo creo que la causa es haber visto lo que no debía.
La ciega calló y sorbió otro poco de café amargo.

Extraídos de la revista: «Cometa de papel» No 22 2001 Tacna, Perú. Enviada por su director.

El adelanto

Dama Shomt abre sus ojos. El horizonte divide los colores ceremoniales del cielo y la tierra.
-Toda mirada instala la escisión- dice Dama Shomt -Ver implica una zambullida en el abismo... Vamos, tengo que entregarte algo.
Yo obedezco. Me siento una serpiente a sus órdenes. Zigzagueo sobre las viejas baldosas blancas y negras. Soy un peón y ella la indiscutible reina.
Las ventanas que dan al patio vomitan ruido. Me asomo. Gente que come. Gente que habla. Escribas y malabaristas. Mentirosos y recolectores de sueños. En todos, comisuras ensangrentadas. Miedo a la invisibilidad.
Junto a una puerta un cartel indica: «Ciega pariendo un tótem. De 9 a 19».
Desde un balcón en el piso alto, se asoman ancianos decrépitos.
-No pueden bajar- Dice Dama Shomt -Trampa encontrada en la propia madriguera. Alguna vez subieron. Enfermaron. Envejecieron. Las escaleras son un cancerbero inapelable.
-¿Qué es eso?
-Azul de metileno en agua pura. Sirve para la adivinación.
-¿Y al lado? ¿Esa copa llena de agua junto a otra invertida?
- Alguien perdió un objeto y quiere recuperarlo.
-Demasiado sugerente este patio.
- Y eso que no viste la jarra de... pero esa es otra historia. Si te la cuento no terminamos más.
Dama Shomt abre una puerta verde. Entramos en un recinto sin ventanas... Un cofre descansa sobre un pedestal de ébano.
Dama Shomt me lo entrega.
-Este es el adelanto de un mundo por venir. Hay caminos que sólo descubren los ciegos. Pero son otros los que deben recorrerlos.
Entonces abrí el cofre y una larga travesía salió de su interior.

Extraidos de la revista «Cometa de papel» Nº 21 2000. Tacna, Perú. Enviada por su director.

tangos / poesía / clásicos / notas / pinturas / volver