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El Mito de Roosevelt y su nuevo trato

 

 

Por Jim Powell

Durante décadas los historiadores políticos han presentado al Nuevo Trato (New Deal) de Franklin Delano Roosevelt como una cruzada heroica que salvó al capitalismo y a Estados Unidos.

Ahora los candidatos presidenciales demócratas están haciendo un llamado por otro Nuevo Trato. Howard Dean y Richard Gephardt piensan que esto sería una gran idea. John Kerry está hablando de un Nuevo Trato en la salud. Wesley Clark está evocando la gloria de los "Cien Días" de Roosevelt cuando gran parte de la legislación del Nuevo Trato fue aprobada.

Si Estados Unidos se encontrara así mismo en otra crisis económica seria, ¿deberíamos intentar algo parecido al Nuevo Trato de Roosevelt?

Como lo indicara en mi libro, FDR's Folly: How Roosevelt and His New Deal Prolonged the Great Depression (El Desatino de FDR: Cómo Roosevelt y su Nuevo Trato Prolongó la Gran Depresión), evidencia en aumento desarrollada por economistas de Princeton, Columbia, Stanford, la Universidad de Chicago, de la Universidad de California en Berkeley, y otras universidades sugiere que al triplicar los impuestos federales, encarecerle a los empleadores el costo de contratar gente, desincentivar a los inversionistas a tomar riesgos, hacerle más difícil a los empleadores el acumular capital y en otras formas obstaculizando el renacimiento del sector privado, Roosevelt prolongó el desempleo que promedió un 17% durante la era del Nuevo Trato. Uno podría reconocerle a Roosevelt sus buenas intenciones, pero sus políticas fueron contraproducentes. Aquí hay algunas lecciones sobre el Nuevo Trato para los tiempos modernos:

El Estado no puede crear un crecimiento sostenido y trabajos productivos: Si el Estado pudiera hacer estas cosas, entonces el Nuevo Trato habría acabado con el desempleo de dos dígitos y, en ese sentido, la Unión Soviética no habría desaparecido del mapa.

Es simplista imaginarse que la intervención del gobierno en una economía compleja funcionará como se pretende: Los programas agrícolas del Nuevo Trato, por ejemplo, enriquecieron a los grandes agricultores, hicieron poco por los pequeños finqueros, sobrecargaron a los contribuyentes, obligaron a los consumidores a pagar más por los alimentos, y agravaron las relaciones comerciales con otros países donde los que apoyaban el Nuevo Trato intentaron descargar los superávit agrícolas.

Los trabajos gubernamentales no ayudan a la gente a desarrollar valores y habilidades que se necesitan en el sector privado: Cualesquiera que hayan sido los méritos de los proyectos del Nuevo Trato tendientes a limpiar los bosques, arreglar carreteras, etc.; no ayudaron a que la gente se preparara para trabajos en el sector privado. En una canción de 1940, Louis Amstrong y los "Mills Brothers" cantaron estas líneas sobre el programa de empleos del Nuevo Trato: "Estoy tan cansado, no puedo ser despedido, no sea tonto, trabajar duro está pasado de moda".

El gasto estatal, ampliamente considerado como cura para la depresión, no proviene de la nada: Éste proviene de impuestos actuales o futuros (que pagan la deuda). Así que el supuesto bien que alguna gente percibe del gasto estatal es compensado por el daño que sufre otra gente al ser gravada por el Estado.

Las obras públicas no son un atajo hacia la recuperación: Primero que todo, si el objetivo es ayudar a los pobres, los proyectos de obras públicas tienden a contratar a gente habilidosa y de mejores ingresos, tales como ingenieros y operadores de equipos pesados. Segundo, entre más ambicioso sea un proyecto de obra pública, más tarda en ser finalizado. Las represas del Nuevo Trato, por ejemplo, tardaron años en ser finalizadas. Los esfuerzos para evitar la corrupción pueden significar atrasos substanciales, como sucedió bajo el secretario del Interior de Roosevelt, Harold Ickes.

La gente tiende a gastar su dinero de una forma más cuidadosa que cuando gastan el dinero de otras personas: Por lo tanto, es muy probable que siempre haya bastante despilfarro en el gasto gubernamental, lo cual mina su efectividad. Se reporta que el programa de bienestar más grande de Roosevelt, la Administración para el Progreso del Empleo, entregó únicamente un 59% de las asignaciones a los beneficiarios proyectados, y el resto fue gasto en costos fijos.

Cualesquiera sean las buenas intenciones de los programas de gasto estatal, es muy probable que sea asignado de manera que le ayude a los políticos a ganar las elecciones: Ayudar a los anunciados beneficiarios como los pobres es una consideración secundaria. Los programas de gasto y préstamos del Nuevo Trato fueron concentrados en estados del Oeste y Este del país que estaban en mejores condiciones económicas y donde Roosevelt tenía más que ganar en la siguiente elección, en lugar de los estados pobres del Sur en donde mayorías substanciales ya lo apoyaban.

Lejos de asegurar un mayor control público, la toma de poder gubernamental de las empresas privadas tiende a significar evasión al control público: Por ejemplo, Roosevelt estableció el monopolio de la Autoridad del Valle de Tennessee que sacó del mercado a las empresas privadas de servicios públicos y que se reporta está exenta de aproximadamente 130 leyes e impuestos. Se reporta que es el principal violador de la Ley para el Aire Limpio.

Una vez que un programa estatal es establecido, es casi imposible reformarlo o descartarlo, sin importar los problemas que éste presente: Éste es ciertamente el caso del Seguro Social de Roosevelt el cual, junto con el programa de salud de Lyndon Johnson, se estima que cuenta con pasivos sin fondos por aproximadamente $24 cuatrillones. Una crisis se asoma en el horizonte conforme más gente alcanza la edad de retiro.

Lo último que necesitan los estadounidenses es otro Nuevo Trato.

 

 

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