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Enrique Oliva

PERÓN y la ciencia y LA tÉcnica

HACE  MAS DE MEDIO SIGLO CIENTÍFICOS ARGENTINOS ESTUDIABAN LOS RAYOS CÓSMICOS EN MENDOZA

En 1948 se comenzó a investigar los rayos cósmicos en la Universidad Nacional de Cuyo, y en 1950 inauguró y puso en marcha un observatorio con ese fin,  construido a más de 4.000  metros de altura. Trabajó con notable éxito hasta 1955 en que fue abandonado por la dictadura de Aramburu-Rojas. Y más de medio siglo después, llegó al país el famoso norteamericano Premio Nobel de Física James Cronin, a redescubrir las condiciones ideales para tales estudios en Mendoza. Ahora nos quedamos medio siglo atrás en algo de avanzada en que éramos unos de los pioneros.

En aquel Observatorio de Rayos Cósmicos, por medio de sofisticadas placas sensibles, se registraba la misteriosa llegada de rayos cósmicos venidos del espacio. La iniciativa y los planes de trabajo del Instituto de Rayos Cósmicos despertaron interés internacional y centros de investigación de Estados Unidos ofrecieron colaboración activa que resultó provechosa. También la prensa nacional se hizo eco de esa proeza científica. Se estimaba, con sorpresa y elogios, la correcta elección del ligar y, cosa muy destacada, por ser la primera en su tipo en el mundo luego de ensayos practicados en Francia y los Estados Unidos, pero utilizando globos en lugar de instalaciones fijas.

El Observatorio de Rayos Cósmicos en las proximidades de la Laguna del Diamante se edificó superando grandes inconvenientes debido a la altura, falta de caminos y las bajas temperaturas de la zona. Terminada su construcción, y a fin de no retrasar las tareas científicas, ya comenzado el frío otoño de 1950, debió organizarse una expedición universitaria-militar. Se utilizó un centenar de mulas de montar y carga del Ejército para llevar los elementos de estudio y dejar en el lugar a dos jóvenes observadores argentinos (Alejandro Cassis y Gerardo Schmidt). Estos quedaron allí solos durante medio otoño y todo el invierno, conectados por radio con la Universidad. Aviones de la Fuerza Aérea les arrojaban en paracaídas provisiones frescas y material de trabajo. Poco tiempo después se reemplazó a las mulas por vehículos a oruga que facilitaron notablemente las comunicaciones terrestres durante todo el año.

Valioso trabajo científico de equipo

Las investigaciones de rayos cósmicos comenzaron con estudios de científicos argentinos tales como  Enrique Gaviola, Otto Gamba, el padre Juan Bussolini y el ingeniero Silvio Tosello y muchos otros jóvenes estudiantes de física y astronomía. Para coordinar las tareas de logística, el Presidente Perón designó a dos de sus principales colaboradores, ubicados ambos en la Casa Rosada, el Coronel Enrique P. González, que integró con él en 1943 el revolucionario GOU, y al general Nicolás Plantamura, su ex discípulo y primer argentino que subió el Aconcagua.

También fue valiosa la participación de otros extranjeros como el italiano doctor Juan Pinardi y el distinguido profesor alemán  doctor  Walter Giorgii, entre otros contratados y visitantes.

Un papel relevante en esta revolucionaria realización, debe atribuirse al talentoso rector de la Universidad Nacional de Cuyo, Dr. Irineo Fernando Cruz, que tanto alentó la investigación científica en todos los campos, con la inestimable ayuda del General Juan Perón. De esa relación creativa surgieron y se concretaron entre otras iniciativas revolucionarias el Primer Congreso Nacional de Filosofía, organizado bajo la dirección del doctor Cruz y también el cierre en la Universidad Nacional de Cuyo del Congreso y Año Sanmartiniano, ambos eventos con la presencia del primer magistrado y Evita. En este último acto se estrenó la Cantata Sanmartiniana del  poeta y maestro de juventudes Leopoldo Marechal y música del genial Julio Perceval.

Misiones de avanzada cumplía el Instituto de Rayos Cósmicos (y su Observatorio) destacándose  las siguientes:

a)     Medición de la radiación cósmica hasta gran altura.
b)    Carga eléctrica de las nubes.
c)     Medición de la electricidad de tormentas.
d)    Potencial eléctrico del aire hasta gran altura.

Todo ello tendía asimismo a acelerar la búsqueda universal de nuevas fuentes de energía, pues el petróleo no será eterno. Y quien domine la energía cósmica podrá dominar el mundo.

Es decir aquí se había entendido bien al físico francés Pierre Auger, el primer investigador que habló de rayos cósmicos al descubrir en 1938 las partículas de energía ultraelevadas. La importancia dada a esos estudios por el doctor James Cronin, profesor de física de la Universidad de Chicago lo lleva a pensar que por esa vía podrá determinarse los orígenes del universo. 

Hoy resulta curioso que nadie haya informado de los antecedentes argentinos que podrían serles útiles al eminente James Cronin, premio Nobel de física y a cargo  de un gigantesco Observatorio de Rayos Cósmicos en Mendoza, ya en su fase final, gemelo de otro que se construye en Estados Unidos para abarcar a los dos hemisferios.

 
¿Qué fue del Instituto de Rayos Cósmicos mendocino?

Una dramática historia. El odio irracional a cuanto oliera a obra peronista lo llevó al abandono en 1955 por ostentar el nombre de su principal inspirador, el General Juan Perón.  Enanos políticos de oposición, en 1955, como la mala fe de “científicos” celosos, se burlaron de aquella obra de avanzada. La llamaban “rayos cómicos”.  Y los principales investigadores, oficialmente humillados aquí como charlatanes, tomaron el camino de la emigración. A ninguno de ellos les faltó trabajo en institutos serios, llevando hasta la muerte el dolor de no poder haber sido más útiles a su país.

Varios científicos criollos trataron de reivindicar a los científicos argentinos cuando las declaraciones del citado Premio Nobel, sin haberlos conocido, les estaba dando la razón. Los rayos cósmicos no eran “cómicos”.

 Es de reconocer que el único diario argentino, “La Nación” de Buenos Aires del 30 de mayo del 2001, publicó un artículo firmado por el autor de esta nota, titulando así: “Medio siglo de rayos cósmicos”. Los dos subtítulos decían: “En 1950, Mendoza ya tenía un observatorio pionero” y “El centro perteneció a la Universidad y funcionó hasta 1955”. La información incluyó una impresionante foto de archivo, con este epígrafe: “El Observatorio en 1950”. Más pruebas no son necesarias, aunque se pueden aportar numerosos comentarios de prensa de aquella época, testimonios personales y fotografías ahora históricas

Fuente: http://licpereyramele.tripod.com.ar/Boletin5.html

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