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Rodolfo Olivera

Las distancias de Zapata a Marcos

Dar la cara

Nunca me gustó la gente encapuchada. Ni de izquierda, ni de derecha. Ni los trotskistas, ni el Ku Klux Klan. Ni los que no son uno u otro pero quieren parecerse en lo único que pueden: taparse la cara. Creo, al revés, que una auténtica revolución se hace a cara descubierta, sin escondidas, con fe y convicción. Como alguna vez hizo Emiliano Zapata. Como nunca lo hizo el subcomandante Marcos.

Obviamente asocio a estos dos últimos porque el segundo dice ser representante del primero, aunque seguramente el primero le hubiera reprochado, de entrada, una dosis de valentía que el viejo revolucionario mexicano no le faltó nunca, cualquiera sea la posición ideológica que se tome. Porque de Zapata se pueden decir muchas cosas, menos que fuera cobarde o no diera (literalmente) la cara. ¿Que a Marcos lo podrían matar si de daba a conocer? Pues le diré: a Zapata efectivamente lo mataron, y él sabía que lo querían hacer, pero estaba convencido de que su pueblo necesitaba un referente de carne y hueso, identificable, no un fantasma dibujado detrás de un pasamontañas y escondido en un seudónimo. Como dice ahora que quiere ingresar al sistema, Marcos deberá entonces darse a conocer. Su rostro, su nombre, su pasado, su presente, su programa hacia el futuro (¿será el Sebastián Guillén que mencionó la TV cuando la marcha sobre la capital?).

Lo de Emiliano Zapata fue mucho más claro, aún en los giros copernicanos de su rica historia: apoyó a Porfirio y combatió a Porfirio, defendió a Madero y después lo consideró un traidor, peleó al lado de Carranza y se enfrentó a muerte con él. Equivocado o no, tozudo y poco ducho en las vueltas de la política, tuvo una idea fija a la que fue consecuente con propios hoy, aunque fueran ajenos mañana.

Restitución de las tierras al aborigen fue su consigna, no la expropiación de lo que no era de ellos, lo que le puso un valor moral agregado que complicaba la crítica a sus opositores. Quería para el indio lo que era del indio, no lo que nunca había sido suyo. Por eso peleó contra Porfirio, por eso se enemistó con Madero, por eso proclamó el Plan de Ayala, involuntariamente dando cabida al arribo del General Huerta que asesinó a Madero y usurpó el poder. Por esa misma consigna apoyó a Carranza y se alió a un bandolero (Pancho Villa), para terminar enfrentado y muerto. Siempre a cara descubierta.

Si se quiere, fracasó en el intento porque, si bien el tema quedó instalado, lo real y concreto es que las comunidades indígenas fueron cada vez más marginadas, que sus efímeras instituciones quedaron vacías de contenido, que las promesas de otro presidente (Lázaro Cárdenas) de incorporarlos a la política fueron un fiasco, y que en vez de recuperar tierras tuvieron que evacuar lo poco que les quedaba. Pero quedó esa impronta en su pueblo, porque lo conoció, lo tuvo al frente, le vio la cara, lo vio morir.

Lo de Marcos es distinto; diría que muy distinto. De Zapata no se podía dudar, Marcos invita él mismo a dudar incluso de su persona. No sólo por desconocer su rostro, sino por su propia definición: "Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, judío en Alemania, feminista en los partidos políticos, pacifista en Bosnia, mapuche en Los Andes, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier barrio de cualquier ciudad de México, reportero de nota de relleno en interiores, mujer sola en el Metro a las 10 p.m., campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, escritor sin libro ni lectores, y es, seguro, zapatista en el sureste mexicano", dijo en uno de sus comunicados más famosos. Pavada de conflicto de identidad porque eso, no me diga, no es representación transversal: eso es un manicomio plagado de contradicciones.

Cuando Gabriel García Márquez le pidió que al menos le dijera la edad, le respondió que tenía 518 años. Cuando un periodista del diario "El Observador" (Uruguay) le preguntó si podía definirse como comunista, contestó que era una especie de marxista leninista pero que esto era muy cuadrado, que la realidad indígena lo había vuelto redondo (el periodista no logró más precisiones). Estuvo un año callado -después de la marcha- y cuando volvió a la luz pública no fue para pugnar nuevamente por los derechos de los indígenas mexicanos, sino por la causa independentista del País Vasco (?), carteándose con el juez Baltasar Garzón, en un despliegue seudo-intelectual muy lejano a la carne en la parrilla del zapatismo originario.

Esto, claro, sin negar razones de fondo para la protesta de los pobres. Al contrario. Porque el que niegue esto, tampoco ha recorrido México más que en sus incomparables playas. Algunos datos para que tenga presente ciertas confusiones: casi todo el mundo está convencido de que el Estado de Chiapas es uno de los más pobres, tomando en consideración las siguientes cifras: es el que tiene los peores índices de salud, siendo el primero en desnutrición, primero también en enfermos de paludismo, de tuberculosis y de cólera (típicas de la pobreza); el 19% carece totalmente de ingresos, otro 39% debe conformarse con menos de un dólar por día, agregue 17% más con dos dólares diarios, el 37% es analfabeto, el 26% está desempleado (cifra que sube al 41% entre indígenas) y un 40% del territorio carece de luz eléctrica.

Pero, caramba, ¿sabía usted que el mismo Estado de Chiapas es el primer productor nacional de esa misma energía eléctrica que a sus habitantes les falta? ¿Sabía que es el segundo Estado de todo México en producción de plátano, cacao y bovinos, el primer productor de café y el tercero de maíz? ¿Sabía que la producción de sorgo subió 155%, la de maní 125% y la de mango 108% en diez años, todos en manos de transnacionales asociadas a la dirigencia del PRI, mientras el pueblo muere literalmente de hambre? ¿Sabía que es el tercer productor de gas -recuerde que México tiene más que Bolivia-, y el cuarto en producción de petróleo, pero más de la mitad de su gente no junta treinta dólares para pasar el mes? Claro que hay razones para protestar. Porque no le interesó mejorar las condiciones de vida al Partido Revolucionario Institucional durante más de setenta años; porque no lo hizo tampoco el chaparralesco Vicente Fox Quesada. Hay mucho motivo para la queja, y si es posible a cara descubierta, y a fondo.

Doce años llevamos de la emergencia del movimiento zapatista, esperanza de mucho pobre mexicano y, por qué no, como mínimo también centroamericano. Magro ha sido el resultado, más allá del folklore discursivo. Los números cantan. El pedido de reforma de la constitución quedó a medio camino, y ni siquiera las "Juntas de Buen Gobierno" que plantearon como forma propia de organización, lograron unanimidad en el mosaico aborigen hoy más empobrecido que nunca, incluyendo a los Caracoles (los más levantiscos y rebeldes).

En fin. Zapata era un campesino en serio, de los que exponen el pellejo y que nunca desapareció de la escena. Marcos se supone -porque ni siquiera se sabe del todo-, es un universitario con lenguaje claramente urbano y (quizás) con buenas intenciones pero que estuvo largo tiempo en un silencio que desconcertó hasta a sus propios compañeros de lucha, a años luz de la conducta de su inspirador. Zapata murió, hoy es un héroe nacional, una leyenda que, para los campesinos, cada tanto regresa disfrazado de vendedor de cacharros a su Jonacatepec. Marcos, recién ahora, abriendo como dice el juego a la política electoral, mostrará su documento de identidad.

Zapata fue un mito que comenzó en el Sur y se extendió a todo México. Marcos, a la vista está por su propia decisión, parece que tiene que empezar todo de nuevo. Murieron varios de los suyos, él ni siquiera fue preso porque nunca se supo en estos años quién era. Zapata es un referente mundial cuando se habla de las reivindicaciones campesinas. Marcos deberá recorrer un largo camino todavía para alcanzar el derecho a sentirse su representante casi un siglo después.

Hasta ahora, hizo mucho más un dirigente muerto hace ochenta años, que otro vivo en los últimos diez (en algo nos parecemos...). Quizás veamos nacer un liderazgo nuevo, aprovechando ciertas coyunturas latinoamericanas. Pero a Marcos (o como se llame) le queda mucho camino para recorrer hasta alcanzar la dimensión del que dice que fue su inspirador.

Fuente:
noticias&protagonistas (Mar del Plata)
www.noticiasyprotagonistas.com

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