La teoría era interesante. Fuentes históricamente confiables señalaban que
Tito - el Mariscal Josip Broz Tito - había recalado en la Argentina al inicio
del sigo pasado donde habría actuado como un agitador de los sectores
anarquistas que en esa época hacían nicho en el incipiente movimiento obrero
que posteriormente desembocó en el peronismo. Tito, un hombre de cual se ignora
mucho y se tejen muchas leyendas -los venecianos sostienen que en verdad nació
en Trieste y por lo tanto lo ubican como italiano - otros sugieren que era el
hombre soviético dentro del Movimiento de los No Alienados y otros finalmente
sostienen que era un nacionalsocialista rojo, en lugar de negro, todas estas
versiones nos hicieron hablar con una documentada especialista de la historia
croata en la Argentina. Es cierto que la historia de la Argentina está
construida con una gran masa de extranjeros que se asentaron aquí huyendo de
sus países de origen por causas políticas, económicas o, simplemente, por
imaginar una vida algo mas próspera. En algunos casos como el de Aristóteles
Onassis lo lograron, justamente en alianza con los Mihanovich -balcánicos
finalmente se entendían, al menos en aquellos tiempos -pero las historias de
Tito en el Río de la Plata, como un recurrente tango tan admirado en el Este
europeo, permanecen todavía, en el misterio.
El mismo Enrique Oliva, también consultado por este medio, no supo
aclarar muy bien la cosa, si bien otras fuentes igualmente confiables y
memoriosas indican que Tito realmente vivió en la Argentina y hasta habría
participado de un asalto a un banco para recabar fondos para la causa
anarquista.
Lo cierto es que en este epicentro de inestables leyendas los inmigrantes del
Este de Europa llegaron desde vastos rincones del mundo, llegaron sorteando las
distancias y creyendo en la ilusión de volver a su hogar cuando los tiempos
mejorasen.
Es así que desde comienzos del siglo pasado se dio una fuerte corriente
migratoria croata, como consecuencia de problemáticas políticas o referentes a
la miseria vivida allí durante esas épocas. Desde Europa hasta el cono sur,
“los croatas de la Argentina” viajaron para constituir la masa trabajadora que
el país con un crecimiento superior a los Estados Unidos de la época estaba
formando.
Carmen Verlichak (1), inmersa en el mundo croata no sólo por su
origen y su ascendencia sino por ser una estudiosa de su comunidad, relata con
la pasión de quien sabe de lo que está hablando los detalles de esos personajes
del viejo continente que adoptaron a la Argentina como segunda tierra.
Verlichak cuenta que muchos de sus compatriotas se asentaron en Berisso
(“Capital del Inmigrante”), empleándose en los dos frigoríficos de la ciudad.
Otros tantos, fueron al norte a trabajar en la construcción del ferrocarril
Socompa.
De esos datos se desprende la posibilidad de que Josip Broz Tito haya estado
alguna vez en la Argentina, posiblemente infiltrándose entre los trabajadores
para introducir las ideas marxistas que había adoptado durante su estadía en
Moscú.
Pero esto podría ser sólo un mito o una leyenda, ya que no hay demasiadas
certezas de que haya sido así, sino más bien varias dudas.
Existen registrados dos Josip Broz que ingresaron a la Argentina. La paradoja
es que en las aldeas europeas todos tienen el mismo apellido, por lo cual
cualquiera podría llamarse igual que Tito. Además, teniendo en cuenta la
inmensa cantidad de identidades del Mariscal (ocho por lo menos, según la Lic.
Verlichak) sería muy extraño que hubiera entrado al país con su nombre real. Y
la documentación que debería estar en la Dirección Nacional de Migraciones no
se encuentra.
Tito se ve envuelto en una serie de misterios. Aquí, todo lo que importa es si
estuvo o no en el país, aunque no haya hecho nada importante ni por la
Argentina ni por su carrera. En Europa, se preguntan si Tito fueron una o dos
personas.
Por otra parte, la educación de Josip Broz también causa intrigas. El mismo se
crió en una aldea nada acostumbrada a una educación tan elitista como la suya.
Tito hablaba varios idiomas y tocaba perfectamente el piano, ambas destrezas
imposibles para un herrero-cerrajero. Entonces, muchos se preguntan si
realmente fue el hijo de Broz o de una Broz que trabajó de mucama en lo de un
adinerado judío. Verlichak sostiene que la respuesta está en que “no hay hombre
grande si no hay enigma”.
A este país que la autora define como “una fábrica de mitos” le falta bastante
para saber si la estadía de Tito fue cierta o no. Y una vez revelado el secreto:
Suficiente?
Si fuera real así seria. Pero Tito como Hitler -alguien también señalado con
insistencia en la Argentina - después de la guerra, el Departamento de Estado y
la CIA dedicaron mas de mil funcionarios al tema - forman parte de esas
versiones que indican a la Argentina como insalvable país lejano y a la vez
refugio.
Por ahora poco es lo que se sabe pero la investigación sobre la juventud del
viejo carnívoro comunista que inventó el inviable puzzle yugoslavo con etnias
incompatibles y algunas viejas nacionalidades del imperio austro-húngaro no ha
terminado.
(1) Carmen Verlichak es Licenciada en Letras, es colaboradora en el
Diario La Nación y en el Vjesnik de Zagreb. Es directora del Centro de Estudios
Danubianos. Autora de “Los croatas de la Argentina”, “Mujeres de la imagen”,
“María Josefa Ezcurra, el amor prohibido de Belgrano” y otros.
Febrero de 2006