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Cecilia Gonzalez Espul (*)

¿La escuela tradicional debe adaptarse a las culturas adolescentes?

¿La escuela tiene que buscar la adaptación al medio, o tiene que impartir valores para la transformación de la sociedad, para que sea más justa?

¿La escuela tiene que inculcar valores o ideales por los que luchar, o tiene que resignarse a la aceptación de la realidad tal como es, y adaptarse a ella para lograr éxito en la vida?

Es un dilema que siempre ha existido, y que ahora se presenta bajo otros ropajes.

¿El maestro debe aceptar y adaptarse a los cambios de las nuevas generaciones que crecieron bajo el impacto de los avances tecnológicos, de la crisis de los valores familiares, de la crisis económica?

¿Cómo se subsana ese divorcio entre la cultura juvenil, de música tecno, hipertextos, video-juegos,  piercing, tatuajes, droga, alcohol, libertad sexual, tan explotada por los dueños del dinero, con el mundo de coherencia, orden, disciplina, respeto, esfuerzo, dedicación de la escuela?

El presupuesto de las políticas educativas parte de la idea de que todo lo que es joven, y por el hecho de ser joven es bueno,  de ahí que la escuela deba necesariamente incorporar los elementos centrales de la cultura juvenil (Filmus, La Nación, 26/2/2006)  Pero se produce la paradoja  de que simultáneamente hay que cumplir con los objetivos respecto de los aprendizajes, y esto es lo difícil de lograr.

Los “pedagogos de probeta” , Filmus y Cía., de los que habla en un excelente artículo publicado en La Nación, el 18 de diciembre de 2005,el Prof. Horacio Sanguinetti, han buscado subsanar esa desconexión, acercando el mundo escolar a la cultura adolescente a través de las teorías facilistas, que ya han destruido el sistema educativo tradicional. No hay orden, no hay disciplina, no hay sanciones, no hay respeto por la  autoridad del maestro, no hay exigencia, no hay calidad educativa, se nivela para abajo, hay que retener al alumno en el sistema no importa si “alcanzó los objetivos” o no. No se imparten valores salvo los de la defensa del sistema democrático y en contra del totalitarismo, y se dan clases de educación sexual, mientras que conocidas empresas reparten preservativos a niños de  13 años en adelante para que no contraigan el sida, aunque los embarazos no deseados de adolescentes vayan en aumento.

La consecuencia, como bien dice Sanguinetti, es la deserción o el fracaso en el ingreso universitario.

¿Vamos a arreglar el zafarrancho con más computadoras?

No vamos a negar la importancia de la informática, con la que están mucho más familiarizados los jóvenes que los adultos. Pero, ¿cómo la usan? Apretando un  botón  obtienen una extensa información sobre los temas más variados, y la presentan  sin ninguna lectura ni elaboración. Los medios electrónicos se usan para chatear o para mensajes de texto, pero no para leer. La mayoría de los jóvenes no leen ni libros ni la información obtenida en los servidores de Internet, y no solamente en los de nivel medio, sobre el que se cargan tanto las tintas, sino también en niveles terciarios y universitarios. Copian sin asimilar nada. Y pensemos que los alumnos llegan al nivel medio sin saber leer y escribir correctamente. Como dice el filósofo Alberto Buela, estamos en una sociedad decadente. Por lo tanto la escuela no debe adaptarse al medio, debe crear las condiciones para salir de la decadencia. La escuela debe ir contra la corriente, debe luchar contra el gran negocio en que se han convertido los jóvenes, y no avalarlo.

 

Fuente: Correo electrónico
* Profesora de Historia
Email: cgespul@yahoo.com.ar

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