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Alfredo E. Calcagno

¿VAMOS HACIA UNA CRISIS MUNDIAL?

 

El mundo desarrollado está alarmado. ¿Acaso se configura un nuevo fantasma, que es el la crisis internacional? Se registran caídas en las  bolsas de valores, que fueron precedidas el 8 de junio por la suba de las tasas de interés de los bancos centrales de Europa, Corea del Sur, Turquía, Sudáfrica y la India. Ello hace temer una suba en Japón y una nueva elevación en Estados Unidos. En este panorama de incertidumbre, la prensa europea recuerda el crack de los valores tecnológicos de hace seis  años (Le Monde, París, 10 de junio de 2006). Incluso ha resurgido temor a la inflación. El Presidente del Banco Central Europeo Jean-Paul Trichet declaró el 8 de junio que "los efectos indirectos del encarecimiento ya observado del petróleo y las alzas anunciadas en la fiscalidad indirecta deberían tener un impacto significativo sobre la aceleración de la inflación". A su vez, en Estados Unidos los precios crecieron en 3,2% y el Presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke consideró inaceptable esa tasa.

Los analistas financieros explican que la agitación de los mercados se debe a que se anticipa una nueva subida de la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos. Al lector argentino, habituado a cambios más bruscos, puede parecerle por lo menos exagerado que semejante turbulencia sea causada por un posible aumento de 0,25% de esa tasa de interés; algo así como un tifón causado por el lejano aleteo de una mariposa. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la economía por un lado hay países que acumulan enormes déficits en sus cuentas corrientes, como Estados Unidos y el Reino Unido; mientras que otros presentan fuertes excedentes: tanto países desarrollados como Alemania y Japón, cuanto países subdesarrollados (China, Corea, los exportadores de petróleo) o en transición (Rusia).

Los agentes financieros se vuelven hipersensibles por el temor a su brusca asociársele. Este es de por sí un dato a considerar, y no sería la primera vez que en ese ámbito, se produzcan profecías autorrealizadas.

Déficit externo de EEUU

Con respecto al déficit externo de Estados Unidos se plantean dos posiciones opuestas. Por una parte están quienes lo consideran el resultado normal de su actividad económica. Si existen quienes lo financien -afirman- será porque ofrece mayor seguridad y rentabilidad para las inversiones, y en consecuencia no hay causa de alarma. Esta es la tesis oficial, expuesta en el Mensaje sobre el estado de la Nación del presidente George W. Bush. Al déficit en cuenta corriente lo llaman superávit en la cuenta de capital (lo cual es una identidad contable) que les permite presentarlo como un mérito. Sostienen que si hay desequilibrios es porque el resto del mundo ahorra demasiado y no tiene suficientes oportunidades de inversión, que sí encuentra en Estados Unidos. Los desequilibrios disminuirán cuando los demás países ahorren menos o inviertan más en sus propias economías. No hay entonces nada dramático en la actual situación, y si bien se acepta que no vendría mal
 un poco más de ahorro de las familias y un menor déficit fiscal, no se considera que la economía estadounidense esté enfrentando un peligro.  

La otra posición afirma que lo que ocurre es una pérdida de competitividad comercial de Estados Unidos con respecto al resto del mundo. Si fueran más competitivos, los consumidores estadounidenses no se volcarían a la compra de productos importados. Esta situación de falta de competitividad generó un desequlibrio en cuenta corriente, que no se corrigió con la devaluación del dolar, cuya paridad 1 euro = 0,90 dolár en 2001, pasó a la actual de 1,25 dólar = 1 euro.

Dos posibilidades

Este problema estructural de competitividad a su vez abre también dos posibilidades. La primera consiste en que el resto del mundo siga financiando a Estados Unidos porque quiere seguir vendiéndole sus productos. Es necesario aclarar que ese financiamiento no proviene de inversores privados atraídos por la seguridad y la rentabilidad estadounidenses, sino que son reservas en dólares que constituyen los bancos centrales por motivos de política cambiaria. En el caso argentino, por ejemplo, el Banco Central compra dólares para impedir que se revalúe poco probable que los bancos centrales sigan acumulando dólares si se preve la posibilidad de una devaluación.

La proyección de las actuales tendencias muestra un cuadro poco sostenible. De seguir creciendo las importaciones y las exportaciones de Estados Unidos a los ritmos actuales, su déficit en cuenta corriente llegaría al 10% del producto interno bruto (PIB) en 2009. Si ese déficit se mantuviera en su nivel actual de 6,5% del PIB y este último siguiera creciendo a las tasas nominales actuales, la deuda externa de Estados  Unidos saltaría del 22% del PIB en 2004 a 50% del PIB en 2010. De ese modo, su problema de cuenta corriente se parecerá al del los países subdesarrollados; no sólo deberá responder por el saldo comercial, sino también por los intereses y dividendos que deberá pagarle a los inversores extranjeros.

Forzado a achicar su déficit, ya sea con una recesión o con una fuerte devaluación del dólar o con una mezcla de ambas. En ese caso, subiría la tasa de interés, disminuiría el consumo de las familias y se "pincharía" la burbuja inmobiliaria. Aquí se plantea otra alternativa. La primera posibilidad es que el resto del mundo instrumente su propio crecimiento; que por una
consumo e inversión, y por la otra China se apoye más en su mercado interno y menos en sus ventas a Estados Unidos; con ello se evitaría una recesión internacional. La segunda opción es que no se produzca la expansión de los países que hoy presentan fuertes excedentes en sus cuentas corrientes y se caiga en una depresión mundial.

¿Qué pasará si hay crisis?

Esta es la peor situación y tendría repercusiones desastrosas en todo el mundo. Yendo a ejemplos históricos, pensemos en la Gran Depresión de los años 1930, que afectó a países muy alejados de las causas que la provocaron. ¿Qué podría ocurrir entonces en Argentina? Es muy difícil  pronosticar ahora sobre una hipótesis que parece abstracta. Sin embargo, puede adelantarse que nuestra suerte no sería de las peores. En primer lugar, nos autoabastecemos en alimentos y energía, situación que mejora más aún si consideramos nuestra integración con Brasil y Venezuela. En segundo término, tenemos una situación excedentaria de comercio exterior,  reservas importantes y no dependemos del crédito externo. En tercer término, la renegociación de la deuda externa disminuyó los montos, amplió los plazos y estableció tasas de interés fijas. Ojalá nunca llegue una crisis mundial; pero si por desgracia ocurriera, tenemos instrumentos como para hacerle frente

Fuente
Diario HOY - (0221) 433-8900 -
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