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Roberto Subirana

DEL REFRANERO UNIVERSITARIO

¿De dónde salen los refranes? ¿Quién los lanza para que luego, la gente, el pueblo los instale en su acervo y los aplique? Es difícil saberlo pero, como tantas cosas, aun cuando su origen no sea claro, sí lo es su generalmente acertada aplicación, aun cuando, como suele decirse, para cada refrán hay otro que indica lo contrario. Tal vez ello se deba a que los seres humanos somos cambiantes y solemos pendular entre los extremos.

HAZ LO QUE DIGO…

pero no lo que hago, expresa uno de los refranes más aplicados. Y, por lo que se ha podido ver, ha calado hondo -entre otros muchos argentinos- en los integrantes de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) quienes, en los últimos meses, lo han venido aplicado a rajatabla.

Porque, como todos hemos podido verlos y escucharlos, sus universitarias boquitas estaban (están) colmadas de sacrosantas apelaciones a la democracia, al repudio de la prepotencia dictatorial de pasadas épocas, a la justicia, al respeto de la voluntad popular  y a la transparentación de la actividad universitaria, todo ello bajo un manto de rojas enseñas del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y de otros pequeños grupillos de similar orientación ideológica.

Y, así, con sus bocas pletóricas de elevadas expresiones se aplican a demostrar exactamente lo contrario con sus actitudes. En orden a esto, con prepotencia, violentando el cumplimiento de las normas vigentes, impidieron cuatro veces que se realizase la asamblea en que se debía elegir a quien debía ocupar el Rectorado de la UBA al término del mandato de Guillermo Jaim Etcheverri. Bajo argumentos tan endebles como fuera de lugar se esforzaron por impedir la asamblea en la que el principal candidato, Atilio Alterini, saldría electo puesto que contaba con votos más que suficientes para hacerlo.

Cuatro veces en las que, con prepotencia, violencia, sin fundamentos legales, impidiendo arbitrariamente el libre ejercicio de los derechos ajenos y de la libre aplicación de las instituciones democráticas (en tres de ellas, también el derecho de los alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, que se vieron inhibidos de desarrollar normalmente sus clases, aunque los afectados no hayan hecho reclamo alguno) lograron obstruir la libre expresión de la legítima voluntad de los electores universitarios. La última ampliaron su caprichoso perjuicio a científicos y trabajadores de la universidad, precisamente a quienes, en sus declamaciones, suelen incluir entre sus defendidos. Y, como algunos trabajadores de la universidad respondieron a la violencia de los miembros de la FUBA con la misma o un poco más de violencia, una más de tipo sindical, lo que evidentemente molestó grandemente a los excelsos universitarios. Es comprensible; ¿en qué mundo se concibe que negros sindicalistas defiendan su fuente de trabajo apaleando a un par de militantes de la FUBA?

Mal que le pese a quien le pese, las actitudes de dirigentes y militantes de la FUBA trajeron a mi memoria antiguos hechos que fueron conocidos como "La noche de los cristales (rotos)" o "La noche de los bastones largos". Si bien la ideología que quienes los llevaron a cabo es diametralmente opuesto, el método -como lo he señalado hasta el hartazgo- vienen a ser un calco de aquellos: "Si algo no me gusta, no coincide con mi interés y no poseo fuerza (en el marco de las instituciones republicanas) para revertirlo, la solución es apalear a mis adversarios, sembrar el terror entre ellos y, de paso, sobre el resto de la sociedad para desalentar cualquier otro tipo de disidencia".

Finalmente, el mandato del rector Jaim Etcheverri concluyó y debió procederse a su reemplazo, según lo previsto en el Estatuto de la universidad. Pero eso tampoco satisfizo a los fubistas dueños de la verdad revelada.

El primer lugar, aunque se están sustanciando los sumarios al personal no docente para deslindar responsabilidades en los enfrentamientos a las puertas de la Facultad de Medicina, el pasado 2 de mayo, los fubistas querían que, manu militari (sí, aunque resulta en un contrasentido de parte de quienes dicen aborrecer todo remedo de autoritarismo y/o militarismo), se los desafuere gremialmente y se los suspenda preventivamente. ¿Cabe suponer que un trabajador no docente que sea separado preventivamente y, si los tenía, privado de sus fueros sindicales pueda alentar la esperanza de que se pruebe su inocencia y, en consecuencia, ser reintegrado a su tarea habitual?

 LA CONFIANZA MATO AL GATO

Al producirse el cese del mandato de Jaim Etcheverri, por Estatuto asumió provisoriamente Alberto Boveris el que, de inmediato, convocó al Consejo para elegir un vicerrector. El Orden del Día abarcaba solamente tres puntos: 1) Consideración de los sumarios incoados al personal no docente por los hechos de violencia ocurridos en Medicina; 2) Creación de una comisión que avance en la reforma del Estatuto y 3) Elección de vicerrector. La reunión comenzó a las 09:00 del 31/05/06… y debió pasar a cuarto intermedio veinte minutos más tarde dado que los representantes de la FUBA puestos de pie fueron ocupando todo el salón y, desplegando banderas del MST, pancartas y, haciendo sonar estruendosamente instrumentos de percusión (tambores y bombos), impidieron que se siguiese con el debate. Para aventar cualquier desmemoria, me permito recordar que el artículo 22 de nuestra Constitución Nacional establece que "El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. …". La FUBA tiene sus representantes en el Consejo Superior, los que estaban presentes en ese acto. Imposibilitado de seguir sesionando, Boveris invitó a todos los integrantes del Consejo Superior a pasar a una sala contigua en la que, finalmente, pudo completar el tratamiento del Orden del Día y elegir como vicerrector a Aníbal Franco, consejero superior de la UBA, profesor y ex decano de la Facultad de Veterinaria durante tres períodos.

Y así se cumplió el refrán. Tanta confianza tenían los dirigentes de la FUBA en que podrían, sine die, seguir interrumpiendo cualquier reunión que se proyectase en la universidad que se distrajeron un instante, breve, pero que bastó para que la picardía que dan los años, posibilitase dejarlos descolocados y completar el tratamiento de todos los puntos del Orden del Día, incluyendo la elección del vicerrector, con el voto de 18 de los 28 consejeros, quórum suficiente para convalidar y legitimar la asamblea.

LOS RECLAMOS Y LA METODOLOGÍA

Como de costumbre, especialmente en este tipo de situaciones, lo que determinados sectores reclaman no es tan objetable como la metodología que se aplica para ello.

En este caso, revisar las proporciones de representación a través de la modificación del Estatuto es algo entendible y positivo. El Estatuto universitario, como cualquier norma y/o ley son (o deberían serlo) cuerpos dinámicos, que tienen que ir adecuándose a las cambiantes circunstancias. Pero ello debe efectuarse no sólo en el marco de lo que establecen las normas correspondientes sino con la libre y responsable intervención de todas las partes y, no menos importante, en un marco de coherencia.

Pensar la universidad como una democracia lineal es un despropósito tan superlativo como suponer que la organización y funcionamiento de un hospital dependa de lo que decida una simple mayoría de votos. Porque  bastará con imaginar qué sucedería, de aplicarse el sistema de decisión por mayoría simple y directa, en un hospital donde son atendidos 20.000 pacientes y cuenta con una dotación de 900 enfermeras y técnicos en diversas especialidades y unos 300 médicos. Un resultado tan caótico como el que se obtendría en dicho hospital se producirá en la universidad si, como pretende la FUBA, el voto de todos los alumnos, ayudantes de cátedra, docentes contratados y personal no docente tuviese el mismo valor que el de los docentes titulares, rector y vice de cada Facultad.

Me pregunto si en la casa de cada uno de los dirigentes de la FUBA (y de los docentes y consejeros que los apoyan) emplean ese sistema; si sus hijos -en caso de tenerlos- poseen un voto de valor equivalente al de los padres. Estaríamos instalando el país de la eterna y permanente consulta popular. Además de derogar varios artículos de nuestra Constitución -el 22 entre ellos- nos hallaríamos ante la ridícula situación de que quedarían derogadas de facto todas las estructuras e instituciones del Estado. Para empezar, la FUBA debería propugnar el cese del mandato de todos sus representantes.

El presidente de la Nación -y, por extensión, sus ministros- no podría adoptar ninguna decisión si no es previamente aprobada por una consulta popular. Tampoco un juez podría dictar sentencia sin someterla previamente a la autorización de otra consulta popular.

Bien o mal, conformes o disconformes, en algún momento los argentinos hemos elegido a nuestros representantes, en los diferentes estamentos organizativos de la vida en sociedad. Si no nos satisface su desempeño, tenemos la posibilidad de reclamar y/o propiciar medidas legales para rectificar esa situación. Y, en última instancia, podemos pensar en ello antes de la próxima elección y obrar en consecuencia.

"Saltarnos a la torera", como solían decir nuestros hispanos ancestros, toda organización normativa por el mero hecho de que no estemos de acuerdo con ella no solamente no tendría resultados positivos sino que nos sumiría en un estado de anarquía absoluta. Algo que o no advierten o no quieren notar los dirigentes de la FUBA es que, precisamente con ese tipo de actitudes, están avalando y hasta casi justificando lo que dicen repudiar con tanto énfasis y empeño: la dictadura de la organización arbitraria y basada exclusivamente en la fuerza del dictador.

Cabe esperar que el significativo silencio y la relativa calma que, al menos públicamente, ha adoptado la FUBA tras la elección del vicerrector impliquen no un cambio profundo de las actitudes de sus dirigentes pero si la comprensión de que la vía para lograr la declamada democracia y la reforma del sistema universitario deben transitar por los caminos establecidos en el actual sistema democrático, perfectible pero el único legalmente vigente.

¿DEMOCRATAS? ¿REPRESENTANTES?

Pero democracia y representatividad son expresiones que hemos repetido muchas veces, no sólo en esta columna sino que las hemos escuchado en todos los actos de la FUBA cuyos dirigentes parecen no registrar que ni a ellos, como Federación, ni al MST, como movimiento político, les conviene insistir tanto en esos conceptos porque no faltará quien se tome el trabajo de confrontar los resultados de las respectivas elecciones en que se han presentado unos y otro. En términos concretos, ni uno ni otro pueden arrogarse una representación tan popular como la que declaman, en especial porque no deben olvidar   -ellos y todos los estudiantes universitarios- que son todos los ciudadanos quienes, con sus impuestos, solventan una universidad gratuita [1]. Sin embargo, esto no es algo tan tremendo; al menos, en un país como el nuestro en el que cualquier dirigente que, por el medio que sea, logra reunir a su alrededor a más de 500 personas se considera con derecho a asignarse el título de representante del pueblo

Esto es también lo que está sucediendo en el ámbito universitario. Aunque pueda parecer un simple juego de palabras, la arrogancia de arrogarse una representatividad que difiere sustancialmente de lo que, en cada ocasión, ha expresado el recuento de votos en las urnas. Esta metodología, cada vez que se muestra y, en especial, tan abiertamente, me trae a la memoria la leyenda inserta en el escudo nacional de Chile (aunque, la intención de sus creadores no debió ser la misma que se analiza en este trabajo) que expresa: "Por la razón o por la fuerza". Esta parece ser la premisa tras la que se alinean pequeños grupos que, como los dirigentes de la FUBA, en su intento por lograr sus objetivos no vacilan en recurrir a métodos que, curiosamente, son iguales a los que dicen repudiar: los habituales del fascismo. Es decir, imponer por la fuerza cuando no se puede convencer con la razón… algo que los argentinos conocemos desde hace largo tiempo.

Y, dado que de refranes se trata, cerremos con uno: "Pueblo chico, infierno grande". Chico porque parece que bastan 500 o 600 personas para representarlo; infierno grande… por lo que suele resultar de ese tipo de auto asumidas representaciones.  

¡Hasta la próxima, semejante... y gracias por su paciencia!

Buenos Aires, junio 17 de 2006



[1] Universidad totalmente gratuita con la que no cuentan los estudiantes chilenos, una nación gobernada por  el socialismo. Socialismo como el que pretenden imponer los dirigentes de la FUBA pero que, hasta el momento, no han podido implantar con el poder de las urnas. Socialismo que apenas está cumpliendo su primer trimestre de gestión cuando ya ha comenzado a ser jaqueado por los sectores más extremos de la izquierda, casualmente muy semejantes a los que están operando en la Argentina, con similares planteos y metodología.

Fuente:
"Radiografía"
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