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Roberto Bardini

Locura americana


La ONU, tensiones y explosiones


LA HOGUERA DE LAS VANIDADES


Un führer ruso en el gabinete israelí

 

Locura americana

Los estadunidenses no recordarán a este otoño por la habitual imagen de las amarillentas hojas de árboles caídas en las calles, sino por cadáveres y heridos que ruedan por el suelo. En el hemisferio norte, la estación del año que marca el inicio de la recolección de maíz y girasol, ha comenzado con una cosecha de sangre en Pensilvania, Colorado y Wisconsin.

El lunes, el camionero Charles Roberts, de 32 años, tomó rehenes en la escuela religiosa de Nickel Mines, una localidad de Pensilvania, asesinó a siete personas –entre las que había tres niñas– e hirió a varias más antes de suicidarse. Fue el tercer tiroteo en un colegio de Estados Unidos en menos de dos semanas. Y mientras esto sucedía, la policía de Las Vegas (Nevada) había rodeado dos establecimientos educativos –uno de primaria y otro de secundaria– luego de recibir informes acerca de que un desconocido armado con un fusil AK-47 estaba merodeando en la zona.

El 27 de septiembre, Duane Morrison, de 54 años, ocupó durante cuatro horas una escuela en Bailey, Colorado, armado con dos pistolas. Violó a seis estudiantes de secundaria, asesinó a una de ellas y luego se quitó la vida.

Dos días más tarde, un alumno de 15 años mató de tres tiros al director de un colegio en Weston, una zona rural de Wisconsin. Poco antes, la policía había descubierto a tres estudiantes de la escuela secundaria de Green Bay East, también en Wisconsin, que iban a atacar el local con armas y bombas.

Todos estos hechos recordaron a la masacre del 20 de abril de 1999 en en Instituto Columbine (Colorado), cuando dos jóvenes armados con pistolas, fusiles, escopetas y granadas irrumpieron en la cafetería escolar con un armamento muy superior al que utilizan los miembros de los grupos SWAT, los marines o las fuerzas de despliegue rápido: un rifle de asalto de nueve milímetros, una pistola automática con un cargador de 36 balas, dos escopetas con los cañones recortados y alrededor de tres docenas de granadas caseras, algunas de las cuales llegaron a lanzar en el ataque.

Dylan Klebold, de 17 años, y Eric Harris, de 18, hijos de familias pudientes, asesinaron a quince estudiantes en Columbine y se suicidaron. Habían planificado la matanza con un año de anticipación. Eligieron ese día de primavera porque se cumplía el aniversario del nacimiento de Adolf Hitler.

Crystal Woodman, de 16 años y alumna del instituto, fue entrevistada en el programa ¡Buenos días, América! al día siguiente de la masacre y declaró: “Parecían encontrarlo muy divertido. Parecían preguntarse: ‘¿Quién va ahora? ¿A quién le toca morir?’. Parecía que dijeran: ‘¡Toda nuestra vida hemos esperado este momento!’. Y cada vez que mataban a alguien aullaban de placer, como si fuera algo muy excitante”.

Fuera de las escuelas, hay más antecedentes de este tipo de violencia. En noviembre de 1988, en las afueras de Diego (California), un paracaidista militar que había sido “cabeza rapada” acribilló de once balazos a una joven pareja de trabajadores mexicanos: ella tenía 18 años y él 22. Durante el juicio, el soldado declaró que odiaba a los mexicanos y que había ingresado al ejército porque estaba seguro que algún día Estados Unidos iba a invadir México.

En 1984, un ex guardia estadounidense desempleado culpó a los mexicanos residentes en el sur de California por no encontrar trabajo, se vistió con un uniforme camuflado, entró a un McDonald’s de San Ysidro –ciudad vecina a Tijuana– con un rifle de alta potencia y masacró a 22 inmigrantes.

La lista de matanzas es mucho más extensa, en un país que tiene el récord mundial de presidentes asesinados por sus propios ciudadanos, pero está convencido de que hoy el terrorismo tiene rostro islámico y se incuba fuera de sus propias fronteras.  

 

La ONU, tensiones y explosiones

Desde que un alquimista chino descubrió la pólvora bajo la dinastía Han, en el siglo IX, los países asiáticos festejan con fuegos artificiales los grandes acontecimientos. Doscientos años después, el invento tuvo aplicaciones militares con la creación de cañones de bambú y granadas incendiarias envueltas el papel grueso. La creación llegó a Europa entre 1100 y 1150, y se conoció como “fuego del infierno”.

El lunes se produjo un anuncio simbólico del rumbo que podrían tomar las relaciones internacionales en los próximos cinco años, también caracterizadas por la presencia de “fuego del infierno” en el sudeste asiático: el mismo día que el ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur, Ban Ki-Moon, fue oficialmente designado como secretario general de la ONU, Corea del Norte efectuó su primera prueba nuclear.

En medio de la oposición de las grandes potencias, la fecha que se barajaba como más probable para la explosión atómica era el domingo 8 de octubre, al cumplirse nueve años de la asunción del presidente norcoreano Kim Jong-Il. El gobierno de Pyongyang optó, sin embargo, posponerla 24 horas y realizarla el mismo día en que Ban Ki-Moon era confirmado al frente de la organización mundial.

En este caso, más que una conmemoración o una coincidencia, se trató de un desafío. El Instituto Geológico de Estados Unidos detectó un temblor de 4,2 grados en la escala de Richter y el Centro de Investigación Sismológica de Australia estimó que la explosión fue de un kilotón, equivalente a mil toneladas de TNT. Como referencia histórica hay que apuntar que la bomba atómica que destruyó la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y causó cerca de 80 mil muertes, equivalía a entre 15 mil y 20 mil toneladas de TNT.

Ese dato seguramente no es desconocido para Ki-Mon, un diplomático de 62 años graduado en Harvard y con 36 años de carrera, de los cuales dedicó la última década a misiones vinculadas con la ONU. El ministro era el candidato único para ocupar el puesto: luego de intensas negociaciones tras bambalinas, en las últimas dos semanas otros seis oponentes se retiraron de la contienda.

Promovido por una millonaria campaña de relaciones públicas con el lema “menos promesas” y “más logros”, Ki-Mon se convertirá en diciembre en el octavo secretario general en los 61 años de historia de la ONU. Será el segundo asiático que asume el cargo: el primero fue el birmano U-Thant, quien estuvo al frente de la institución de 1961 a 1971, en plena “guerra fría”.

Al conocerse su designación, Ki-Mon manifestó en Seúl su malestar por la prueba atómica y declaró que “no tolerará” armas nucleares en la región. El futuro secretario general heredará una organización que cuenta con nueve mil empleados y deberá gestionar un presupuesto anual de más de dos mil millones de dólares. También tendrá que atender 18 operaciones de mantenimiento de la paz en todo el mundo, con más de 90 mil cascos azules, cuyo presupuesto se eleva a cinco mil millones de dólares. Nada de eso parece suficiente para enfrentar los retos del futuro. El mantenimiento de la paz mundial cada día se parece más a una hipócrita utopía.

 

La hoguera de las vanidades

    El Salón Oval de la Casa Blanca dista mucho de ser, por estos días, un lecho de rosas. Cuando faltan tres semanas de las elecciones legislativas del 7 de noviembre, es posible que el presidente George W. Bush, los miembros del gabinete y muchos políticos republicanos tengan la sensación de que han posado sus traseros sobre un hormiguero.

En 21 días, en las llamadas “elecciones de mitad de período”, se renovarán todos los diputados y una tercera parte de los senadores. El trasfondo de los comicios no puede ser más desfavorable para el partido en el gobierno... aunque en Estados Unidos nunca se sabe, tomando en cuenta las impredecibles consideraciones de los votantes, ubicados entre los más despolitizados del mundo.

Hasta el momento, Washington no puede anotarse un solo punto a favor. Cuando aún persisten los ecos del escándalo protagonizado por el legislador republicano Mark Foley, un soltero católico de Florida acusado de acoso sexual a menores, el Pentágono informó el lunes que las bajas de la coalición militar en Irak superan las tres mil, de las cuales 2.767 pertenecen a las tropas estadounidenses, mientras que Gran Bretaña perdió 119 soldados e Italia a 32.

El 18 de octubre el ejército anunció la muerte de diez efectivos en diversos incidentes registrados en Irak el día antes, una jornada inusualmente sangrienta para las tropas estadunidenses. La información se divulgó en un momento en que el apoyo de los norteamericanos a la guerra ha llegado a su nivel más bajo: según una encuesta de CNN, sólo un 34 por ciento de los entrevistados respalda la ocupación de ese país.

Bush acaba de promulgar la Ley de Comisiones Militares 2006, considerada como un cheque en blanco para la comisión de torturas contra detenidos, juicios militares injustos y una interpretación caprichosa de la Convención de Ginebra. Algunos especialistas en leyes indican que el decreto podría enfrentar problemas en los tribunales. El senador republicano Arlen Specter, de Pennsylvania, declaró que esa medida hacía “retroceder 900 años” el estatuto jurídico estadunidense, por la supresión del hábeas corpus.

De remate, James Baker, ex secretario de Estado en la presidencia de Bush padre y responsable de un grupo bipartidista que asesora al gobierno sobre posibles alternativas a la estrategia de Estados Unidos en Irak, ha adelantado que su informe –que se conocerá después de las elecciones legislativas– no tendrá una “fórmula mágica” y que “nadie debe hacerse ilusiones”.

 

Un führer ruso en el gabinete israelí

 

La nueva pesadilla de los palestinos, los israelíes moderados y los países vecinos del Estado Judío tiene nombre y apellido: se llama Avigdor Lieberman y es el líder del partido ultranacionalista Yisrael Beitenu (Israel es Nuestro Hogar), integrado mayoritariamente por emigrados rusos.

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, anunció el 23 de octubre que la organización de extrema derecha se sumaba al gobierno de coalición y que Lieberman sería designado viceprimer ministro al frente de una nueva cartera, Asuntos Estratégicos, a la que algunos analistas de prensa ya denominan irónicamente como “el ministerio encargado de la amenaza de Irán”. Además, con el ingreso de once diputados del partido Yisrael Beitenun a la Knesset (parlamento), Olmert logró una favorable mayoría de 78 diputados sobre 120 en la cámara.

Avigdor Lieberman considera que la actual “debilidad” de George W. Bush impide a Estados Unidos plantarse ante el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad y sostiene que es Israel el que debe enfrentar a Irán. “Somos nosotros contra ellos”, repite.

Nacido hace 48 años en Moldavia –una región que entonces pertenecía al sur de Rusia, ubicada al pie de la cadena de los Montes Cárpatos, entre Ucrania y Rumania– Lieberman emigró a Israel en la década del 80. En 1999 creó Yisrael Beitenun, que cuenta con un millón de adherentes llegados de la ex Unión Soviética, y en poco tiempo fue calificado como “fascista” y “racista”. El dirigente es partidario de bombardear los territorios palestinos ocupados y deportar a la población árabe para lograr que Israel sea “puro” desde el punto de vista religioso,

En su libro Mi verdad, que muchos comparan con Mi lucha, de Adolf Hitler, Lieberman propone intercambios territoriales y de población entre Israel y la Autoridad Palestina “para crear dos Estados étnicamente homógeneos”. Durante la invasión israelí a Líbano, en julio pasado, pidió la aprobación de una ley para exigir lealtad al Estado judío a todos los ciudadanos, como en las épocas del Tercer Reich alemán.

Antes, en mayo, el dirigente propuso que se ejecutara por “alta traición” a los diez legisladores árabes israelíes que mantenían contactos con Hamas, el grupo que encabeza el gobierno palestino. “La Segunda Guerra Mundial concluyó con los juicios de Nüremberg y con la ejecución de la dirección nazi. Pero no sólo se ejecutó a los cabecillas, sino también a quienes colaboraron con ellos. Deseo que ése sea el destino de los colaboracionistas que hay en esta casa”, dijo Lieberman en el parlamento.

Pero la “pureza” racial, el nacionalismo extremo y la ortodoxia religiosa que impulsa Lieberman tienen su contracara: el actual viceprimer ministro se ha visto implicado en más de un escándalo de corrupción por su relación con las mafias ruso-judías instaladas en el país. Desde luego que Lieberman no es el único. En mayo de 2002, el intelectual estadounidense James Petras publicó un artículo titulado “¿Quién financia al Estado de Israel?”, en el que afirma: “Los acaudalados y poderosos judíos del extranjero gravitan en torno a la órbita de [Ariel] Sharon. Siete de entre los ocho oligarcas billonarios de la Mafia rusa han realizado generosas contribuciones al Estado de Israel y mantienen excelentes relaciones con Sharon y con Shimon Peres”.

Israel recibe enormes sumas de dinero enviadas por magnates judíos de todo el mundo. Una porción considerable de esos aportes termina en las cuentas de los partidos de derecha y extrema derecha, y sirven para financiar los asentamientos judíos en los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza. Pero esta generosidad monetaria no responde sólo a motivos políticos, religiosos o humanitarios: Israel figura en la lista negra del Grupo de los Ocho (G-8) como uno de los principales paraísos internacionales de lavado de dinero.

Unos cuantos millonarios de la llamada “mafia rusa” establecida en Oriente Medio aseguran que descienden de judíos. Entre ellos figura Vladimir Gusinsky, el opulento zar ruso de los medios de comunicación, actualmente buscado por la justicia de su país. Gusinsky, quien se benefició con un pasaporte israelí sin mayores trámites, es socio del traficante internacional de armas Yaakov Nimrodi y dueño del 25 por ciento de las acciones del diario sionista Maariv, de Tel Aviv .

Por el momento hay que descartar que Israel se encamine hacia la paz con los palestinos y sus vecinos. El ex diputado y ex jefe del Mossad, Daniel Yatom, advirtió que la presencia de Avigdor Lieberman en el gabinete “permitirá legitimar sus posiciones extremistas”.

“Cuando muchos amantes de la paz de Israel se horrorizan ante la posibilidad de que un racista como Lieberman integre el gobierno, están olvidando que ya sin él el gobierno de Olmert desarrolla políticas de extrema derecha”, escribió Gideon Levy, columnista del diario Haaretz. “Es preferible un gobierno de extrema derecha con Lieberman pero sin camuflaje antes que un gobierno sin Lieberman que se hace pasar como de centro-izquierda. [...] La participación de Lieberman sólo le quitará la máscara a un gobierno que se embarcó en una guerra sin sentido, que rechaza cualquier acuerdo con Siria, que es cruel con los palestinos y que fortalece las ocupaciones de territorios”.

 

Fuente
http://bambupress.wordpress.com/

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