Carlos J. Rodríguez MansillaUn país efímero |
Efímero, según el diccionario, es lo que dura un solo día. Hay fiebres efímeras en medicina y flores efímeras en botánica. Argentina es un país efímero. Todo dura un día en la Argentina. Todo se agota en un día. Los romanos construyeron acueductos que hoy se usan, luego de dos mil años, y dictaron leyes que hoy se aplican. Luego de dos mil años. No es nuestro caso. La Generación del ’80, brillante en muchos aspectos, aprovechó el boom del esquema agroexportador en sociedad con Inglaterra. Llovían divisas y el país crecía. Pero, como buenos argentinos, nos íbamos a París a “tirar manteca al techo” en los lujosos cabarets reservados a aristócratas europeos. Se vivía el hoy, sin pensar en mañana. Pero, un estadista como Carlos Pellegrini advirtió que esa abundancia y ese jolgorio eran efímeros, que el país no podría ser eternamente “el granero del mundo” y que era necesario industrializar la Argentina para tener un futuro entre las primeras naciones del mundo. Lo dijo, proféticamente, en 1890. Desde las primeras décadas del siglo XX surgieron otras voces que instaban a los argentinos a ser artífices de nuestro destino. El General Enrique Mosconi, con su lucha por el petróleo y por YPF; el Almirante Segundo Storni inculcando la necesidad de contar con un “poder naval” (producciones, transportes propios y mercados); el General Manuel Nicolás Savio impulsando la producción de acero como base de la industria metalúrgica nacional; e innumerables trabajos sobre la necesidad de explotar el gas y el carbón como recursos estratégicos, y de que los argentinos fuésemos dueños de nuestros servicios de transportes y telecomunicaciones. En 1940, Alejandro Bunge publica su obra titulada “Una nueva Argentina”, trabajo de investigación científica sobre la realidad socio-económica del país, y a la vez programa para elaborar un país renovado. Bunge planteaba, hace más de sesenta años, la necesidad de planificar el futuro argentino. Una asignatura aún pendiente. La ley de la involuciónComo respondiendo a una ley de involución, en vez de progresar retrocedimos. Hace algo más de una década, se celebraba en el país el retroceso, en medio de la euforia efímera del “uno a uno”, del televisor comprado en cuotas y del viaje a Disneylandia. El entonces Presidente Carlos Menem, designaba a María Julia Alsogaray interventora de ENTEL (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), con la misión de “privatizarla”. La interventora contó con el asesoramiento de Mariano Grondona (hijo) y Ricardo Fox. Al asumir su cargo María Julia Alsogaray, ENTEL registraba una deuda de 380 millones de dólares. Al concluir su gestión, la deuda era de 860 millones de dólares. En 1991, la firma Pecom-Nec, proveedora de ENTEL, fue autorizada por María Julia a percibir un pago de diez millones de dólares, cuando en realidad sólo se le adeudaba un millón. Luego de algún escándalo mediático, la empresa devolvió los nueve millones que había cobrado demás... Los ferrocarriles cerraron, por disposición del gobierno. Pero los subtes y los trenes urbanos que unen la Capital Federal con los alrededores, se privatizaron. Subsidiados... La misma película ocurría con el petróleo, el gas, el carbón, los astilleros navales, las fabricaciones militares y la industria nacional. Todo se aplaudía. Nada importaba. Se vivía el hoy. ¿Qué importaba que las fábricas cerraran, si comprábamos heladeras, autos y remeras brasileras, juguetes chinos y radios coreanas? ¿A quién le preocupaba que le estábamos sacando trabajo a un industrial y un obrero argentinos para dárselos, graciosamente, a un industrial y un obrero extranjeros? Luego, claro está, como no podía ser de otra manera, nos sorprendió la desocupación, la miseria, el empobrecimiento de la “clase media”, la proliferación de las villas. Había pasado el “hoy” y había llegado el “mañana”. No aprendemosLa lección fue dura. Pero no aprendemos. Cuando todo aquello hizo eclosión, entramos en emergencia. Y se tomaron medidas de emergencia. Brutal devaluación de la moneda, millones de subsidios a desocupados, retenciones (impuestos) a las agroexportaciones. La nueva paridad cambiaria golpeó duramente al sector asalariado. Las retenciones castigaron al único sector productivo en pie. Pero, claro está, se trataba de una emergencia. Ocurre que esta “emergencia” está durando demasiado. Llevamos años en emergencia, y no se avizora en el horizonte una posibilidad de cambio. Toda nuestra economía gira alrededor de la soja. Lo que, por cierto, es un modelo agroexportador, en pleno siglo XXI, desventajoso con relación al de la Generación del ´80. Seguimos sin planificar. No hay atisbos de un plan de desarrollo industrial en serio, a partir del acero y de la industria metal-mecánica. Se agotan nuestras reservas petroleras, que la empresa española REPSOL explota a voluntad, gracias a lo cual España se sienta en la mesa entre los países con petróleo. Se mantiene artificialmente alta una paridad cambiaria con un dólar a $ 3,12, cuando en realidad todos los estudios indican que la cotización real no supera la de $ 2,45 por dólar. El Banco Central, con Martín Redrado (un “golden boy” de Cavallo) emite pesos y compra dólares para mantener alta la paridad. Con ello se asegura que las agroexportaciones continúen, y que continúe la recaudación por retenciones. Se piensa en la “caja” y en el hoy. Se ventea el gas argentino, mientras Evo Morales nos vende gas boliviano caro. Sube la venta de automóviles cero kilómetros en el país. Pero son fabricados en Brasil. Seguimos sin ferrocarriles, en un país de una enorme extensión territorial. Seguimos sin flota mercante propia, y sin línea aérea de bandera. Basta una sequía para hacer tambalear nuestra economía. Así de frágil es nuestra realidad. La solución al problema de la pobreza, no pasa por repartir preservativos o esterilizar a los pobres. Las escuelas públicas corren el riesgo de convertirse en simples “comedores escolares”. No ver la realidadParecería que la fórmula de la felicidad, pasatista, efímera, pasa por no ver la realidad. Por no querer verla. Por no querer advertir la mediocridad de una dirigencia que hoy es aplaudida y mañana denostada con la misma vehemencia. No advertimos las “maniobras de distracción” urdidas para que no pensemos, y entonces compramos espejitos de colores. Ayer era noticia D’Elía, hoy no se habla más de él. La población se dedica, masivamente, a ver la serie televisiva “Montecristo” o los bailes que organiza Tinelli. El tema reiterado y excluyente de la semana puede ser el nuevo DT de Boca Juniors. La mayoría de los ciudadanos no conoce a sus diputados, a sus senadores, a sus concejales, ni cuales son las leyes que votan o los proyectos que presentan. No son asuntos que interesen. Cualquier observador podría afirmar que somos una sociedad que prefiere vivir de ilusiones antes que afrontar la realidad. Pero, el Mundo avanza, y la Historia no se detiene. Aunque no queremos verlo. Vivir solamente el hoy, sin tener profundas raíces con el pasado que nos dio origen, y sin planificar el mañana, es una característica de pueblos decadentes. ¿Hasta cuándo durará nuestra decadencia? ¿Podremos alguna vez lograr el puesto de liderazgo entre las naciones que soñaron los Padres de la Patria? Dios así lo quiera. |
Fuente:
|