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Norberto Zingoni

EL PERONISMO VIRTUAL

Desde nuestras soledades de rumiantes peronistas históricos uno puede comprobar con cierta alegría (aunque quizá sea más preciso hablar de cierta nostalgia -de nostos: regreso y algós: dolor) que viejos y valiosos compañeros tienen o frecuentan o escriben, como uno, en animosas páginas web donde se cultiva y homenajea al pensamiento nacional centrado en el peronismo. Y puede encontrarse con ellos. Aunque más no sea a través de la red. Podría decirse que una parte del peronismo, una parte valiosa, y gracias a esas páginas, hoy circula por la web. Este peronismo informático es solidario, convocante y no sectario y racano como lo fue el devaluado peronismo oficial de los últimos años. Pero, como todo lo que circula en la red es virtual, a uno lo asalta la duda: ¿seremos eso que dice el diccionario?: virtual: aquello que tiene virtud de producir efecto, aunque no lo produce de presente. O peor: aquello que tiene existencia aparente y no real.

Con la duda cruel de que hayamos dejado de producir efectos presentes y ser sólo apariencia, uno igual se interna en las páginas de este peronismo virtual:

Lo primero que se encuentra son los nombres del peronismo. Los antiguos y queridos nombres del peronismo. Ni doctor, ni ministro, ni diputado mandato cumplido. Nada de títulos. Sólo antiguos nombres y viejas resonancias que lo pasean a uno por lo mejor de su historia personal. Y colectiva.

 Hay algunos merecidos homenajes. Pero se denuncia también que hay  mucho olvido por parte del peronismo oficial de viejos luchadores de la Resistencia peronista. Por caso, conmueve (e indigna) leer la noticia traída por algunas de esas páginas hace pocos días del suicido de uno de esos verdaderos héroes de la Resistencia. Esos valientes cuadros políticos a quienes no pudo doblegar ni dictadura, ni persecución ni peligro alguno pero que sí pudo doblegar la desidia, el olvido y la incuria de tanto encumbrado funcionario que llega a la función en nombre “del peronismo” ignorando que esa representación conlleva una obligación histórica de respetar un pasado honrado –entre otros- por  esos olvidados y humillados compañeros.

Hay también anuncios de algún documental o video hecho por  un hijo o u sobrino de los peronistas virtuales e invitaciones varias a tenidas gastronómicas donde se despuntará el vicio de la compañía y la discusión. Y si uno quiere (y abona el cubierto) puede aceptar la invitación para ir a un conocido restaurante de nombre ambiguo a una comida de reconocimiento al antiguo líder de una de las  agrupaciones del 70. Muchos y muy buenos artículos escritos por los compañeros se amontonan junto a añejas proclamas (proclamas que asoman siempre en tiempos de desconcierto o derrota; como los actuales): “Hay que retomar la conducción de nuestro movimiento”, “como dijo Perón sólo la organización vence al tiempo”, “hay que volver al Modelo para el Proyecto Nacional de 1974”, “Textos para la militancia”, “Perón define”, etc. etc.

Distintas páginas reproducen una  enjundiosa polémica  entre dos historiadores revisionistas uno del campo nacionalista y otro de la izquierda nacional. Uno hace fuerza por el compañero historiador del nacionalismo peronista. Es su amigo desde hace tantos años…pero ¡qué polémica amigo! Y pensar que luego hay que bancarse a Felipe Pigna y a Félix Luna en los medios que supimos regalar…

A esta altura del recorrido uno se pregunta  si no nos engancharemos a esta virtualidad para mitigar la soledad. No importa. Lo innegable es que sentimos, otra vez, la cercanía del compañero; aun en la disidencia con lo que uno lee, como por ejemplo:...la relativa facilidad conque el peronismo cambia su rostro, su ductilidad, no tiene que ver sólo con su oportunismo (en un buen sentido) sino conque constantemente se agitan en su seno distintas tendencias “ideológicas”, aun cuando el peronismo, considerado de manera global, no es una ideología en el sentido estricto de la palabra. Estas distintas tendencias “ideológicas” se encarnan en diversos grupos, que sin excepción aspiran ardientemente al ejercicio del poder. Se turnan, conforme al imperio de las circunstancias. Esto responde al carácter movimientista del peronismo y hasta ahora no ha quebrantado su unidad. Tradicionalmente, las tendencias relegadas se encolumnan en forma mayoritaria tras la ocasionalmente dominante. Lo dicho no desmiente que el uso de máscaras, casi siempre poco apropiadas en relación a los auténticos objetivos del movimiento, revele su debilidad. La disidencia es en cuanto a que “no se haya afectado la unidad” con tantos bandazos irresponsables de los últimos tiempos y también que parece afirmarse que padecemos un irrefrenable “oportunismo” de origen. Y uno disiente, respetuosamente,  con lo que afirma el compañero que pareciera que fuera imposible distinguir entre un peronismo de verdad y otro falseado. O que no haya diferencia entre un hombre de bien y un malvado, como decía San Martín de Rivadavia. O que le está bien al peronismo usar máscaras y no hubiera ninguna creencia o idea fuerza original sino que el rebaño sigue a quién tiene el poder (como tantos dicen por estos días). Creo que al menos debiera distinguirse entre un peronismo revolucionario (45-55), otro víctima de la infamia  (45 al  83) y otro totalmente distinto y corresponsable de la decadencia actual (del 83 para acá). Uno coincide más en este punto con otro compañero que critica esta especie de relativismo cultural: Ello hace imposible una valoración jerárquica de los productos culturales al mismo tiempo que nivela todos por el mismo rasero. No se distingue lo bueno de lo malo y se intentan borrar todas las diferencias entre la cursilería y la maestría, lo lícito y lo ilícito, lo sagrado y lo profano, lo cotidiano y lo festivo. Así, la televisión basura está al mismo nivel que el más exquisito de los pintores y los grandes textos literarios perdiendo su valor en sí, son sólo pre-textos para otros textos.

Pero no importa demasiado. Da gusto disentir así. Lo cierto es que, paradojalmente, cuantos menos lugares y promoción del peronismo oficial hay para la discusión y el encuentro más se enganchan los peronistas a la red.
Siguiendo las huellas del mismo compañero que escribió el párrafo anterior uno se deja llevar, encantado,  por los trabajos de este filósofo criollo: Recuerdo cuando yo era muchacho y comenzaba a estudiar filosofía León Dujovne y Risieri Frondizi (que es de la misma cofradía) eran los marajás de Capurtala de la carrera. Con los años se apagó su estrella, sea porque se descubrió que Frondizi copió sus tesis de E. Gilson, sea porque los trabajos de Dujovne eran todos un refrito. Aparecieron luego los Barilko, los Jalfen, los Madanes, los Klimosky que se terminaron cociendo en su propia salsa. Hoy tenemos los Kovaldoff, los Abraham, los Feimann, los Heller, los Aguinis, los Rotzinger, etc,etc. Todo un esfuerzo de publicidad inútil sólo para engrupir a los otarios. La gilada es la consumidora de cultura , en Argentina, a través de los diarios La Nación, Clarín y su hijo putativo Página 12. ¡Al fin!, grita uno, alterando a los de la casa  que sospechan que lo que uno esté mirando en Internet no sea sexo explícito. Al fin alguien que le salga al cruce a esta patota seudo cultural, masculla uno, ahora en voz baja.

El hombre sigue navegando mientras piensa: ¿Tendrá razón Discepolín con aquello de “si aquí ni Dios rescata lo perdido”?, y lee de otro peronauta:

Siguiendo esta línea de razonamiento, el gran interrogante que nos planteamos aquella tarde es si resulta posible que los mismos dirigentes que por mas de 20 años integraron y compusieron un sistema lógico contrapuesto a aquel que le dio sentido histórico al justicialismo, puedan hoy constituirse en impulsores del cambio. Treinta años de experiencia colonial son difícilmente alterables, y mas aún, cuando el desarrollo evolutivo individual de gran parte de dirigentes les constituye un claro impedimento para "volver atrás". En ese sentido, cabe también la duda respecto a si el vaciamiento integral de la estructura partidaria, resulta reversible a fin de reinstalarla en un proceso liberador.

Uno deja por un momento la computadora y motivado por  lo que acaba de leer piensa que tuvo tres candidatos peronistas a presidente  en las últimas elecciones presidenciales y relee, medio masoquista uno, el recorte del periódico que guardó de una patética audiencia judicial en la cual se discutía el uso de los símbolos partidarios entre esos tres peronismos para esa elección presidencial y recuerda cuando otros compañeros dejaron acéfalo al Partido pocos minutos después de ser electos autoridades. Y se acuerda, incluso, de aquel impresentable ministro que se fue a Europa a afiliar (afiliarnos) al peronismo (con la anuencia del entonces Presidente de la Nación) a la internacional de la  Democracia Cristiana. Y de aquellos otros que  promovieron el coito (y las relaciones carnales, que son lo mismo) con la sinarquía, ¡justo con la sinarquía venir a perder! Y sigue pensando que  cualquier día de estos su viejo movimiento sea adscrito a la internacional socialista o chavista. Por suerte, para explicar tanto desatino, está la web y uno cliquea la concurrida página de otro peronista virtual: el peronismo actual es un peronismo a la carta. Según quién tenga el poder decide qué somos. Somos apenas un franquiciado. No por nada la jueza Servini de Cubría es la verdadera presidente de nuestro Partido…

Todo esto parece darle la razón a Discépolo y al compañero que dudaba en su artículo sobre la posibilidad de reconstruir nuestra organización partidaria.

El decano de los peronistas virtuales (y quizá decano del peronismo) nos ilustra con una original institución del derecho romano (la Perduelis) destinada a paliar la corrupción en “El que no coimea es un gil”:

Entonces encontraron una formula sabia, para todo el Imperio, para castigar a los que robaban o eran cómplices de perjuicios al estado. Así fue dictada la Ley de los Perduelis. Consistía en exigir al candidato dar una lista firmada de familiares y amigos que se solidarizaban con su honradez y asumían recibir el mismo castigo en caso de cometer excesos el gobernante. Y las penas no eran menores, pues consistía en la condena a muerte y la expropiación de todos sus bienes.

Luego de leer el trabajo entero uno suspira, levanta la vista, se toma el enésimo mate, con cuidado de no tirar el mate dentro del teclado, como ya ha ocurrido, y piensa: Nuestros escritos en las páginas web del peronismo virtual, ¿podrán competir con la generación de burócratas oficiales cultores del “sin plata no se puede hacer política”; y  ejecutores del: “hay que hacer caja”? Vaya uno a saber, pero, cualquiera sea la respuesta, uno ya está decidió: seguirá escribiendo, y yendo a los homenajes y participando de cuantas de estas queridas páginas lo inviten o le publiquen. Pero uno piensa también que le está faltando algo de acción y que entre el tiempo que queda entre el tratamiento de la próstata y  buscar a los nietos del colegio le vendría bien algo de acción. Una puteadita, al menos. O un par de shots a la puerta del burócrata ése que ya van tres veces que lo hace atender por la secretaria. ¡Ese pelotudo que no quería afiliarse al peronismo por miedo, ahora no lo atiende a uno! Un poco de acción, aunque más no sea para ser escuchados. ¡Ser escuchados! Y cuando está llegando la hora de darle al enter e irse a cenar uno se encuentra con esto: Creo por lo tanto que ser No violentos, no implica no ser agresivos sino todo lo contrario. Creo que debemos alimentar nuevamente nuestra vieja agresividad, que debemos comenzar a levantar la voz, que debemos levantar la voz bien fuerte, que debemos comenzar a hacernos temer por esos funcionarios progresistas apropiados hasta ahora impunemente de las herencias populares y de nuestras banderas. Creo que debemos dejar de hacer amansadoras en los antedespachos y comenzar a patear puertas. Que nos teman, total estamos cerca de los setenta y pronto seremos inimputables. ¿Qué tenemos que perder? En esta Democracia tutelada no se nos reconoce como viejos sabios, no tenemos dónde brindar la experiencia de la extensa historia que vivimos, no podemos tener siquiera un rol menor en el sistema del desarrollismo progresista, así como tampoco tienen un lugar los jóvenes en la sociedad del progreso consumista, y son excusas las que refieren a su obstinada indiferencia. Aliémonos con ellos. Nuestro viejo nacionalismo puede casarse con el autonomismo de los jóvenes, para generar nuevas esperanzas.

Uno juega el último solitario, apaga la computadora, y se dice: sí, el mejor peronismo es el peronismo virtual.

Fuente
Correo Electrónico zingoni@ctv.es

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