Lic. Santiago Boland“Ustedes no pueden conquistar Irlanda” |
Una terrible belleza ha nacidOEn tiempos de globalización creciente, cuando la mentalidad dominante está signada por el hedonismo y los otrora supremos intereses de las naciones tienden a diluirse en meras transacciones comerciales, puede sonar absurdo conmemorar una revolución fallida hace noventa años que terminó con la vida de sus protagonistas. No son tiempos en que dar la vida por los propios ideales sea una propuesta atractiva, aunque registremos veinte jóvenes muertes por día en las rutas, o novecientas al año por riñas; muertes gratuitas, inútiles. Hasta los recientes informes sobre su nivel de vida, los argentinos poco sabían de Irlanda. El nombre de algún grupo musical, de algún cantante, el café irlandés, alguna marca de cerveza. Temas culturales pocos, Halloween, San Patricio. El Halloween, hizo que brujos vernáculos se mimetizaran en una fiesta que no entienden, ajena a nuestra cultura, pero "cool". El Saint Patrick's Day devino en la oportunidad anual de una borrachera a precios módicos... El diecisiete de marzo, en la Avenida de Mayo, vi varios pibes pintados de verde. ¿Sabrían la sangre irlandesa que costó poder usar el verde en Irlanda? ¿Los siglos de lucha por la libertad? ¿El dolor que costó? Lo dudo. Por eso quiero evocar a los héroes de la Pascua del '16, a la epopeya que los tuvo por protagonistas, al pueblo que los originó y los interpretó al menos en su muerte sacrificial que libró a sus hijos de la opresión y el dominio extranjeros. Irlanda no surgió ayer. Fue poblada seis mil años antes de Cristo. Hace cinco mil años ya se destacaba su pueblo, los Beaker, por su cultura. A partir del siglo sexto fue invadida por los celtas, que moldeaban el hierro y moldearían las culturas de todos los demás invasores. Ni el Cristianismo con Paladio y Patricio, ni los vikingos de Thorgest, ni los normandos de Strogbow, ni los colonos plantados por Cromwell pudieron evitar la celtificación. Y cuando cayó el orden gaélico, tras la batalla del Boyne, cuando Guillermo de Orange derrotó a los jacobitas, los invasores se asimilaron al creciente sentimiento nacional. Los protestantes "plantados" echaron raíces y en 1792, O'Brien, protestante y descendiente del primer Alto Rey, fundó "Irlandeses Unidos", para liberar Irlanda de Inglaterra. Varias rebeliones fueron la consecuencia. La mayor fue la de 1798 y fue ahogada en sangre. Se colgó a los rebeldes en la Cruz del Mercado y tal represión incrementó el sentimiento de unidad nacional, más allá de las diferencias religiosas. No alcanzó, entonces con perseguir católicos, siendo que los protestantes también se sentían irlandeses. El Parlamento Irlandés integrado sólo por protestantes fue suprimido, el Act of Union de 1800 anexó Irlanda al Reino Unido. El siglo XIX trajo la emancipación de los católicos, la propiedad de la tierra y varios proyectos de Home Rule, el autogobierno de Irlanda. Fue el éxito de la lucha política de O'Conell, de Parnell. Pero también trajo la Gran Hambruna, el holocausto, con sus millones de muertos y la emigración masiva. El crecimiento económico favoreció sólo a los pocos terratenientes e industriales de Belfast y sus alrededores, descendientes de los colonos protestantes plantados por los Tudor y opositores al Home Rule por miedo a quedar en desventaja en una Irlanda autónoma y católica. En 1912 la aprobación del Home Rule era inminente. Sir Edward Carson, para resistir su vigencia por la fuerza, fundó los Voluntarios de Ulster. En respuesta, los republicanos crearon los Voluntarios Irlandeses. La Gran Guerra trajo la suspensión del Home Rule, al menos mientras durara. Fueron suficientes motivos para que la convicción de la Hermandad Republicana Irlandesa se afirmara: sólo por la fuerza los ingleses cederían su poder. El clero se oponía, el pueblo era indiferente, ellos siguieron. La Rebelión de Pascua fracasó antes de empezar: sus líderes lo sabían. Eamon de Valera se opuso al alzamiento, Padraig Pearse confió a su madre: "llega el día en que me ejecutarán"; Connolly también lo reconoció a los suyos. A pesar de todo, el lunes de Pascua 24 de abril de 1916 grupos de Voluntarios Irlandeses y del Ejército Ciudadano Irlandés marcharon a tomar puntos estratégicos de la ciudad de Dublín. El plan era simple: tomar los puntos clave, quebrar el control británico y resistir lo más posible. ¿Y después? Después el pueblo se alzaría en todo el país, los británicos verían que Irlanda era indominable, los alemanes llegarían en ayuda de los rebeldes. Los rebeldes intentaron cercar a las escasas fuerzas británicas en el centro de la ciudad. El Cuartel General se estableció en la Oficina General de Correo, el GPO. Padraig Pearse asumió el Comando Supremo y James Connolly dirigía las operaciones militares. Eamonn Ceannt comandaba el grupo que ocupó el South Dublin Union, un simple caserío. The Four Courts, sede de los tribunales, fue tomada por la brigada de Eamon Daly. El parque St Stephen lo ocupó el comandante Michael Mallin, con la Condesa Markiewicz como lugarteniente. Los ingresos a la ciudad desde el puerto de Kingstown los cubría el batallón de Eamon de Valera desde el Molino de los Boland. A las 12:04, Padraig Pearse, desde las escalinatas del GPO, escoltado por Voluntarios Irlandeses proclamó la República de Irlanda a un público que lo escuchaba atónito. A la una de la tarde se produjo una carga de Lanceros contra el Correo. Rechazados, sufrieron las primeras bajas. El martes los ingleses ocuparon el Trinity College, que los Voluntarios no habían tomado por falta de tropa. La represión formal empezó recién el miércoles. Eran veinte británicos por cada rebelde, la cañonera Helga, desde el Liffey, bombardeaba el Liberty Hall, sede de los sindicatos, ya evacuada. La artillería, desde el Trinity College, cañoneaba la ciudad sin discriminar objetivos. Cuando vieron que no era un simple caso policial, los ingleses atacaron a mansalva, sin proteger a la población civil. Al atardecer, el centro de Dublín ardía... y ese día empezaron las atrocidades. El coronel Bowen-Colthurst ejecutó a Francis Sheehy-Skeffington, un conocido pacifista; a dos periodistas probritánicos, Thomas Dixon y Patrick McIntyre; a un jovencito que capturó y a Richard O'Carroll, un político del Sinn Fein. En todas partes veía sinnfeiners. La inteligencia británica había atribuido al Sinn Fein, por entonces un pacífico partido monárquico, la rebelión. De Valera emboscó a los refuerzos desembarcados en Kingstown, les produjo grandes bajas, los demoró, pero el número pudo más y forzaron el paso. El comandante Mallin y su tropa dejaron St Stephen y ocuparon el Real Colegio de Médicos. El jueves llegó el General John Maxwell, nuevo comandante en jefe. La Ley Marcial le daba plenos poderes, sus órdenes eran terminar con el alzamiento de inmediato. Sus tropas, cuando vieron que el Ejército Republicano no usaba uniforme, balearon cuanto varón se ponía a tiro. Los defensores del South Dublin Union debieron abandonar la posición. El Molino de los Boland atacado, resistió. La Oficina del Correo Central, en llamas, sufría intenso bombardeo. Allí Connolly sufrió una primera herida y la ocultó, otro ataque le destrozó el pie y debió recurrir a la morfina para resistir el dolor y seguir peleando. Aun con la ciudad en llamas, los tiroteos en las calles, la falta de provisiones y de agua corriente, no se rindió ninguna posición. El viernes el edificio de la Oficina del Correo Central estaba aislado, reducido a sus paredes, y ardía. Connolly ordenó a las mujeres combatientes la retirada. Más tarde Pearse, Connolly y sus efectivos lo evacuaron. El bombardeo inglés de las ruinas del edificio vacío continuó. La batalla final se dio cerca de Four Courts. Doscientos irlandeses resistieron el ataque de cinco mil británicos, de sus blindados, de su artillería. Estos tardaron veintiocho horas en avanzar ciento cincuenta metros. El South Staffordshire Regiment se cubrió de vergüenza: asesinó a tiros y a bayoneta a los civiles refugiados del tiroteo y del bombardeo en sótanos aledaños. El sábado a la mañana Connolly, Plunkett, Clarke, Mac Diarmada, Padraig y Willie Pearse se reunieron en una pescadería, en calle Moore Nª 16. Decidieron parlamentar. La razón clave, salvar el resto de las fuerzas revolucionarias y evitar más víctimas civiles. Pearse había visto una familia masacrada por los ingleses al salir de su casa destrozada con bandera blanca. El Brigadier General Lowe exigió la rendición incondicional y Pearse caminó calle arriba a reunírsele. A las 15:45 firmó la orden de rendición incondicional. De Valera fue el último en rendirse. Había sostenido su posición en el Molino de los Boland hasta último momento y producido el mayor daño al enemigo. Sería el único de los líderes en sobrevivir para ver a Irlanda Libre. Los jefes fueron sometidos a Corte Marcial en la prisión de Kilmainham. Las sentencias eran previsibles. De las noventa condenas a muerte setenta y cinco fueron conmutadas por cadena perpetua. Las quince que se cumplieron se hicieron públicas sólo después de la ejecución. En la madrugada del tres de mayo, a las 3:30, fueron ejecutados Padraig Pearse, Thomas Clarke y Thomas MacDonagh y sus cuerpos arrojados a un pozo con cal. El 4 de mayo cayó Willie Pearse, por el único cargo de ser hermano de Padraig. Con él Ned Daly, Michael O'Hanrahan y Joe Plunkett, severamente enfermo. El cinco John MacBride cayó. Plunkett y MacBride contrajeron matrimonio en prisión poco antes de morir. Plunkett con Grace Gifford, MacBride con Maud Gonne. El ocho se reanudaron las ejecuciones. Fueron fusilados Eamon Ceannt, Con Colbert, Michael Mallin y Sean Heuston, el nueve Thomas Kent. El doce ejecutaron a Sean Mac Diarmada y James Connolly, atado a una silla. Gravemente herido no podía mantenerse en pie. Maxwell, enviado a derrotar la República de Irlanda, fue su máximo propagandista. Vivos fueron ignorados por el pueblo irlandés, denostados por la gente de Dublin. Muertos fueron héroes nacionales, exaltados en la medida en que se conocían las circunstancias de los fusilamientos y la dignidad y valentía con que sostuvieron sus convicciones ante la farsa de las Cortes Marciales, sin defensor, alguna de quince minutos. O ante el mismo pelotón de fusilamiento. El alegato de Padraig Pearse ante la Corte Marcial, el dos de mayo de 1916, al leerse, estremece, parece escucharse su voz diciendo: "Ustedes no pueden conquistar Irlanda. Ustedes no pueden extinguir la pasión irlandesa por la libertad. Si nuestras acciones no fueron suficientes para ganar la libertad, entonces nuestros hijos la ganarán mediante mejores acciones". W.B.Yeats, Nobel de Literatura, en su Easter, 1916, definió lo ocurrido: "Todo cambió, todo cambió rápidamente. Una terrible belleza ha nacido". |