Rodolfo OliveraLos muros del fracaso |
Historias repetidas El Hombre levantó barreras desde que pisó esta Tierra. Siendo todavía pobre su capacidad de diálogo, el miedo lo atenazó y su primera opción fue alzar muros, paredones y bloquear otras capacidades (adaptación, aceptación, diálogo). Los años pasaron y el mundo evolucionó, pero algunos mantuvieron el perfil prehistórico con los mismos y pobres resultados. Actitud primitiva, si las hay; aún hoy. La idea más nueva viene de los legisladores y militares norteamericanos, avalados por su Presidente. Están convencidos de que una de las mejores soluciones en Irak es levantar un muro en Adhamiya destinado a separar la población sunnita de la chiia, como si se tratase de la mejor alternativa para desalentar una violencia feroz que no han sido capaces de resolver de otro modo. Como era natural, y últimamente frecuente, se ganaron el rechazo de todos. Diputados, dirigentes, militantes y ciudadanos iraquíes de todo pelaje consideraron esta medida como algo absurdo, elemental e inconducente, empezando por el propio Primer Ministro Al Maliki que, abiertamente, desairando al mismo Bush, anunció en público su oposición a la propuesta: "Es un signo evidente de que la política de Estados Unidos y de nuestro gobierno fracasaron en garantizar la seguridad". Más de dos mil personas, incluyendo a los habitantes de la zona “protegida” que se sienten presos en su propia tierra, se manifestaron en las calles de Bagdad, clamando contra lo que consideran un nuevo “castigo colectivo”. El jeque Samme, los imanes de las mezquitas que quedan “atrapadas”, maestros, familias e incluso policías, desfilaron una vez más contra las fuerzas de ocupación. Pero la valla de 5km de largo y 3,6 metros de alto que transforma los barrios de Shamasiya en cárceles, fue considerada una “barrera sectaria” también por la prensa estadounidense (Los Angeles Times, 20/4/07) Los residentes, obviamente, no fueron consultados. El jefe de policía, Majid Fadhil, avisó que “sólo servirá para abortar cualquier esfuerzo de reconciliación”. Bush lo aprobó, las tropas ya comenzaron su trabajo. Una forma más de primitivismo operativo que ahora llaman “nueva estrategia”. Pero no nos sorprendamos, caramba, que para eso están los antecedentes no tan lejanos. Ahí tiene usted el muro en la frontera con México, pomposamente llamado “Iniciativa Valla Segura”, calificado de “lamentable” por la cancillería del país latinoamericano. "Lastima la relación bilateral, es contraria al espíritu de cooperación para garantizar la seguridad en la frontera común, y propicia un clima de tensión innecesaria en la frontera". Palabras textuales del presidente electo, Felipe Calderón, al que los EEUU consideran “un amigo”. Menos mal. Hasta Canadá, socio de ambos en el NAFTA, consideró la medida como “un grave error” (Stephen Harper, Primer Ministro). Se trata de una valla de 1.126 kilómetros, triple, aprobada en el Senado por 83 votos contra 16, lo que clarifica el doble discurso norteamericano: los demócratas bramaron en contra del proyecto y criticaron su costo de siete mil millones de dólares, pero gran parte de la bancada votó a favor, incluida Hillary Clinton. Hace poco, uno de sus aliados preferidos, Israel, cometió el mismo error condenado luego por organismos internacionales, sanción ignorada como tantas otras veces. En 1995 se habló por primera vez de un muro de separación con Cisjordania de casi 350km, de conformidad con la sociedad israelí que voto en un 83% a favor. Sucesivas gestiones (Rabin, Peres, Netanyahu, Barak) mantuvieron y hasta iniciaron la construcción, pese a reclamos airados de la comunidad palestina. Sharon, fiel a su costumbre, fue un poco más lejos, confiscando tierras, reclamando la anexión del 25% de Belén y desplazando la barrera más allá de la “línea verde”. En el 2003 el caso llegó a la ONU, que lo transfiere al Tribunal de La Haya. En julio del 2004 la Corte dictó la sentencia que transcribo para no dar lugar al error: “El muro, en el recorrido elegido, y su régimen asociado, infringen gravemente un número de derechos de los palestinos que residen en los territorios ocupados por Israel y esta infracción es resultado de que este trazado no puede ser justificado por las exigencias militares ni por los requerimientos de la seguridad nacional o del orden público". Más adelante agrega que "la construcción de este muro constituye una ruptura por parte de Israel de las varias obligaciones de aplicación de la ley humanitaria internacional y de los instrumentos de Derechos Humanos". La Comisión de Derechos Humanos de la ONU dictaminó que el muro debía ser destruido y que los palestinos confiscados deberían ser indemnizados. El fallo fue declarado no vinculante; Israel se negó a cumplirlo, EEUU avaló la decisión de su aliado. Hoy por hoy, el muro se sigue construyendo, pero ninguno de los problemas que tenía Israel con sus vecinos se ha solucionado. Es como si nadie hubiese aprendido nada ni siquiera de su propio pasado. Alguna vez, los EEUU calificaron al de Berlín como “El muro de la vergüenza”. En agosto de 1961 el régimen soviético, de conformidad con el gobierno de Alemania Oriental (Eric Honecker y Walter Ulbricht), decidió que había que levantar una “barrera contra el fascismo”. Cientos de personas murieron abrazadas a los alambres de púa, más de 75.000 fueron arrestadas por intentar escapar; otros miles fueron juzgadas por colaboracionistas. Para el momento de la tomar la decisión e iniciar las obras, que tardaron muy poco, Kennedy callaba, Mac Millan se iba de caza y Honrad Adenauer le echaba la culpa a su rival político, Willy Brandt. Para cuando se tomó dimensión de la brutalidad que todo esto representaba, Occidente se escandalizó, Washington calificó a Moscú de las peores formas y hasta una cadena de televisión norteamericana financió la espectacular fuga de 29 personas bajo tierra a cambio de la exclusividad en el relato del hecho. Hoy hacen lo mismo que criticaron. Israel, otro tanto. ¿Tan frágil es la memoria de su pueblo? ¿O quizás el término no sea “frágil” sino “selectivo en los recuerdos”? No pueden haberse olvidado de los muros del ghetto de Varsovia, una de las primeras y mayores brutalidades de las tantas que debieron sufrir en la Europa de las grandes guerras. Cuatrocientas mil personas encerradas, nada entra-nada sale, ni siquiera raciones de comida, recordemos que la provisión diaria aportada por los ocupantes alemanes de Varsovia era menor al 15% de una diera mínima. Protestar era el equivalente a morir. Fue una prisión urbana como quizás nunca había existido en la Historia. Hoy son ellos quienes ponen en práctica el levantamiento de paredones para aislar otra población a la que, previamente, también le quitan las tierras. ¡Ah!, casi me olvido. Hace 500 números atrás, hubo algunos intentos por levantar un muro intelectual por estos pagos. Como en todos los casos, fracasó. |
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