Hola, queridos amigos:      

Quizás el motivo de este mensaje podrá parecerles nimio, pero no es de ese modo para mí, porque a pesar de vivir en una sociedad atrapada parte por el “corralito” financiero y otro resto por la pobreza y la indigencia, apenas con un pequeño sector de la población que concentra todos los privilegios y nos empuja a todos los demás a la miseria... ¡sigo priorizando la VIDA por sobre esos aspectos que aparecen tan excluyentes y a la vez tan desechables para el hombre actual!      

La VIDA, así con mayúsculas, abarca todo lo creado por Dios capaz de recrearse y proyectarse más allá de la apariencia. Desde el propio Hombre, máxima expresión inteligente de la Creación en el mundo, hasta el más pequeño e intrascendente yuyito, la VIDA dice “¡presente!” a cada momento y en todo lugar. Tan acostumbrados estamos a este don divino que, por lo general, dejamos de percibir su importancia y hasta olvidamos que sin la VIDA que nos rodea no seríamos quienes creemos ser. El verdor y las diferentes tonalidades de la vegetación alegran nuestra existencia y nos ayudan a renovar diariamente nuestra Esperanza. La presencia de los demás animales que denominamos “inferiores” hace más grata nuestra estancia en el planeta y casi nos sería imposible imaginarnos sin ellos cerca nuestro.      

La muerte, esa irremediable circunstancia de la VIDA que representa la culminación de los ciclos vitales individuales y hasta grupales, es aceptada de diferentes maneras según las convicciones religiosas o filosóficas de los hombres, aunque mal vista cuando se produce forzando a la propia Naturaleza, como ocurre durante las guerras o actos criminales en tiempos de paz. Vivimos temiendo perder la VIDA, pero a diario matamos y nos arriesgamos a morir, quizás porque nuestros propios miedos nos empujan a actitudes suicidas.      

Los bosques son talados, demasiado a menudo, sin planes de reforestación que mantengan el equilibrio y calidad del aire que respiramos. No sólo alteramos el paisaje y el clima, sino que extinguimos esa VIDA sin que nos percatemos de la gravedad de nuestros actos. En la cima de nuestra omnipotencia jugamos a ser dioses destructores de todo lo creado por el Dios del Amor, sin comprender que por cada árbol derribado se nos escapan miles de bocanadas de oxígeno indispensables para la continuación de la raza humana. Cada árbol, cada planta, cada hierba... es una OBRA de Dios Padre, que nosotros somos incapaces de reproducir a partir de la “nada”, pero aun así preferimos imaginar que tan fácilmente como matamos podríamos “producir” VIDA. Apenas clonando, que no es más que imitar lo hecho utilizando su propia substancia preexistente, podemos “acercarnos” a la imagen exagerada de “productores” de VIDA que algunos tienen de sí mismos, pero jamás ningún hombre poseerá la potestad de generar VIDA como Dios lo ha hecho y hace constantemente. Sin embargo y a pesar de tan contundente realidad, continuamos atacando y consumiendo sin escrúpulos aquellas riquezas naturales que nos fueron dadas para sobrevivir y proyectarnos indefinidamente hacia el futuro.      

El agua cristalina que discurre por entre las rocas bajando del deshielo de las altas cimas... es nuestra HERMANA. El agua que llena los ríos surcando territorios... es nuestra HERMANA. El agua que desciende de las nubes en infinidad de gotas para empapar la tierra... es nuestra HERMANA. El agua congelada en témpanos flotantes y cascarones recubriendo la superficie de los polos... es nuestra HERMANA. Sin agua en nuestros organismos seríamos apenas una cuarta parte de lo que somos, aunque eso es imposible pues la carencia de tan imprescindible elemento nos privaría de subsistir. Y entonces... ¿por qué nos cuesta tanto amar y en consecuencia proteger a nuestra HERMANA agua?      

Cada brizna de hierba, cada pétalo, cada hoja... es una maravillosa chispa de VIDA. Cada planta, cada flor, cada árbol... es un HERMANO nuestro. Sin ellos seríamos huérfanos cadáveres secos...      

Amo profundamente, visceralmente, filosóficamente, religiosamente... a mis HERMANOS. Y mañana uno de ellos será “ejecutado” en nombre de cierto derecho al progreso. Un nuevo vecino ha decidido construir su vivienda en los fondos de su terreno y para ello necesita que mi HERMANO árbol, que vive en un lateral del terreno de mi casa sea derribado, asesinado, aniquilado... y con él cientos de hermosas y alegres criaturas que todos los días de mi VIDA me cantaron sus poesías de Amor volando por entre las ramas del álamo cincuentón. Los más bravos vientos ni las tormentas más fuertes han podido con la resistencia de mi árbol; nunca una rama fue desgajada y en consecuencia jamás ninguna de las aves que lo habitan perdió su hogar. Siempre nos obsequió su sombra y el frescor susurrante de las brisas de amaneceres y atardeceres durante décadas, sin pedirnos nada a cambio, absolutamente nada...      

Mañana mi HERMANO será muerto por la peor de las enfermedades: la indiferencia e indolencia del hombre. Mañana mi HERMANO dejará de cobijar las miles de pequeñitas, palpitantes y multicolores aves que convivieron con nosotros tanto tiempo. Mañana mi HERMANO será madera yerta, sin verdor ni cantos ni brisas ni sombra. Mañana yo seré un poco mi árbol, porque algo en mi interior yacerá para siempre al lado de los restos de mi HERMANO ejecutado. Mi árbol y yo, ambos uno, lloraremos en silencio la apatía espiritual de quienes se niegan a reconocerse parte de la Madre Naturaleza.      

Perdón, HERMANO árbol, por no saber defender tu derecho a la VIDA. Perdón, HERMANO mío, por no retribuir tu generosa entrega faternal. Perdón, HERMANO, por no estar a tu altura... ¡ya que sólo soy un hombre!  

ModuS 22/02/2002

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