Gastón dice que no se cruzaría nunca de vereda y que Huracán es su segunda casa: "Jamás jugaría en San Lorenzo. Hay valores más importantes que la plata".
Es cosa de ídolos. A los que la hinchada
los elige y los pone en su lugar preferido no se cambian de camiseta así nomás.
En una de las primeras notas que Antonio Mohamed hizo para la televisión, le
respondió al periodista: "Prefiero jugar gratis en Huracán a hacerlo en
San Lorenzo por un millón de dólares". ¿Diabluras de un adolescente de
17 años? "No, pasa el tiempo y cada vez lo confirmo más", se ríe
hoy el Turco. Pero no es el único en la lista.
Otro de los mimados por la tribuna que da a la calle Luna ahora está en España,
en Sevilla. Durante su visita a Argentina recibió al Suple en su casa, pero la
charla siguió después de su partida vía telefónica. "Yo no podría
jugar nunca en San Lorenzo. Hay valores que van más allá de la plata",
contestó sin dudar Gastón Casas. El dice que es "Made in Parque
Patricios", que en el barrio no se perdonan los cambios de veredas.
"Allá es un asunto serio el clásico. Mis amigos de San Lorenzo, no me
aceptaban mis camisetas del Globo, recién ahora les doy las del Betis. No
festejaban mis goles... Y a mí me pasa lo mismo. Sabés que se puede perder
cualquier partido, pero con ellos (por el Ciclón), no".
Un viernes de marzo del 95 estaba en su casa viendo la televisión y sonó el
teléfono. La llamada era para citarlo a la concentración de Primera porque un
delantero se había lesionado. A la tarde siguiente no entró, pero siguió
sentado junto a Héctor Cúper tres partidos más y debutó con Racing. Los dos
encuentros que siguieron también entró, pero después volvió a la Cuarta.
Pasaron nueve técnicos. Omar Larrosa tuvo que meter mano a las Inferiores
porque se quedó sin plantel y lo puso de nuevo en el equipo. La Chancha se fue
y llegaron López y Cavallero.
—Ellos te ponían de carrilero.
—Sí, al principio fue muy difícil porque desde mi debut, nunca había tenido
continuidad. Me dieron la posibilidad de jugar. Tenía que elegir entre hacer de
carrilero o seguir como siempre.
—Al comienzo la gente te insultaba.
—Uff, en un partido contra Independiente pifié un penal, a los dos minutos me
sacaron y fui a hablar con la dupla. Los hinchas querían que yo hiciera goles
pero en esa posición no podía meterlos. Todos me puteaban y yo no salía de
casa en toda la semana salvo para ir a entrenar. Tenía que explicarles a todos
que yo en el equipo no estaba para meterla.
—¿Y cómo la diste vuelta?
—En ese Apertura 98, contra River, perdíamos 3 a 1, en el segundo tiempo me
pusieron de nueve, hice un gol y ganamos 4 a 3. Al otro partido, con Argentinos,
pensé que me iban a poner, pero no fue así. Contra River fue el único partido
que jugué en mi posición con López y Cavallero. Igual tengo un grato recuerdo
porque son buena gente y estaban convencidos de que yo les servía ahí.
—¿Cuando llegó Babington le dijiste que no jugarías en otro puesto?
—No hizo falta. Carlos vino y me dijo que me quería de nueve. En el primer
torneo la empecé a meter, aunque ya estábamos casi condenados a descender.
Después jugamos el campeonato del ascenso. El Inglés me pidió que me quedara
y, a pesar de que varios se fueron, a mí me salió bien.
—¿Te pidieron perdón los hinchas?
—Muchos. Y eso hizo que no me fuera. Babington me bancaba y yo sentía que era
mi casa. Si me iba era como que me irme peleado con mis viejos. Sabía que podía
rendir. Era un desafío difícil porque por ahí no subíamos. Me querían River,
Independiente y además tenía otras ofertas.
—¿Qué es lo que más te acordás del ascenso?
—En ese campeonato fue fundamental el vestuario. Al técnico (Babington) lo
criticaban y salimos a apoyarlo. Carrizo, Moner y Erbín eran tres tipos de
experiencia que llegaron y siempre tuvieron la palabra justa. Me acuerdo del
partido contra Defensa y Justicia, que nos fuimos perdiendo 2 a 0 al entretiempo
y lo dimos vuelta (termino 3 a 2) porque ellos nos convencieron de que podíamos.
Hoy se prepara para el comienzo de la Liga española con el Betis. Su llegada a
Sevilla había sido complicada porque tampoco lo ponían de nueve y porque después
una fractura de peroné lo tuvo parado siete meses.
—¿Cuando llegaste al Betis el técnico también te puso en otra posición?
—Sí, parecía una broma. Igual que en Huracán, tuve que bancármela al
principio jugando en lugar que no me gustaba. Pero después, el destino me dio
la razón y convencí a todos metiendo goles.
—¿Y si ahora te llama Bielsa para ponerte de carrilero en la Selección?
—Es difícil porque en la Selección uno quiere jugar de lo que sea. Pero no
creo que hoy un técnico que me conozca me haga jugar de eso. No tiene mucho
sentido.
—¿Qué cosas de la Argentina no se consiguen allá?
—El potrero. En España, desde chiquitos les inculcan un trabajo de gimnasio
muy profesional. No les gusta que tires un caño y arriesgues la posesión de la
pelota. A veces piensan que un caño es una gastada. Igual, el público me
entiende y lo festeja.
—¿Vas por el club cuando estás en Buenos Aires?
—Como ando cerca, voy a la sede. Mis primos juegan ahí, mi tío trabaja allá,
soy del barrio, estoy muy ligado... Veo los partidos cuando estoy allá. No
puedo dejar de pensar en lo que pasa en Huracán. Aprovecho para mandarles un
abrazo a los muchachos y para decirles que van a salir de este momento tan
complicado.
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