Callejeros un culto naciente
Por Natalia Torres | De Diario
La Voz del Interior | Córdoba, 28 de noviembre de 2004
Quizá
a Callejeros se los puede acusar de mucho. De que su sonido peca de excesiva
unidimensionalidad. De que intentan
demasiado acercarse al revival ricotero. De que se les hace difícil abandonar
la comodidad del cliché stone nacional. Pero, al momento de la verdad, el que
habla es el público, y en la noche de viernes no hubo reproches. Solo festejo,
alegría pacífica pero catártica.
|
|
En su visita de setiembre, Callejeros había deslizado la posibilidad de que su nuevo álbum fuera presentado oficialmente en escenario cordobés. Y la promesa se cumplió, con la Vieja Usina tapizada de trapos alegóricos, calentada a fuego lento por las bengalas, y vibrando con las gargantas de 3500 personas (para la repetición del sábado se esperaba casi el doble, ya que esa noche se haría presente el grueso de la hinchada callejera porteña).
Rocanroles sin destino, tal el nombre de la nueva criatura comenzó a sonar desde el principio, cuando las cartas se echaron con Distinto. La puntualidad que vienen demostrando la mayoría de las bandas que han visitado la ciudad últimamentese cumplió a rajatabla: a las 22, el vocalista, “Pato” Santos Fontanet pisaba el escenario, con la pierna ya libre del yeso que había moderado su agite en aquel show de setiembre.
En terreno
seguro
Más allá del título de la canción de apertura, el nuevo material de los de
Villa Celina no se aleja demasiado de la base construida con los predecesores
Sed y Presión. Más allá de alguna pizca reggae y de pequeños ecos murgueros,
las canciones de Rocanroles sin destino siguen al pie de la letra la receta
compuesta por guitarras adscriptas a la escuela Keith Richards, estribillos
pegadizos y letras con oportunas pinceladas irónicas y aroma arrabalero. Y como
Callejeros sabe que les conviene aferrarse a los escalones que los llevaron a la
masividad, los mejores momentos del show tuvieron de fondo canciones como
Vicioso, jugador y mujeriego (cuya letra narra en clave sarcástica la corrupción
de un pastor evangélico) y la infaltable e hiperradiada Una nueva noche fría.
Entre la multitud, las parejas disfrutaban el momento bailando rock and roll al estilo vieja escuela, mientras que los solitarios mostraban su mejor catálogo de pasos Jagger.
Luego de la
primera hora de show, la banda se daría un descanso de unos 15 minutos,
mientras el público cumplía con la consabida visita al baño y al expendio de
cervezas. La segunda mitad de la noche vería a “Juancho” Carbone cambiando
el saxo por el bandoneón para juntar lo nuevo con lo viejo: al estreno de Tan
perfecto que asusta le seguiría Fantasía y realidad. Santos Fontanet
introduciría la última parte del recital metiéndose en la piel de bizarro
director de orquestas, para liderar a los fans en un canto de tablón,
conveniente preludio para Imposible. La banda anunciaba el final, pero aún el
estribillo de Prohibido se hacía presente en los labios de la gente. Callejeros
devolvió gentilezas, agregando el colofón de Ilusión. Las banderas flameaban,
las palmas ardían y el veredicto de la gente estaba redactado: más allá de
todo, el culto callejero crece a pasos de gigante.