Misterio
no resuelto
La tartamudéz, con su interrupción característica
en la fluidez verbal, se conoce desde hace siglos. Las descripciones
más antiguas probablemente se remonten a la lentitud del habla
y de la lengua del Moisés Bíblico y a su comportamiento
esquivo relacionado (Éxodo 4, 10-13). La tartamudéz ocurre
en todas las culturas y grupos étnicos (Andrews y col. 1983;
Zimmerman y col. 1983), si bien la frecuencia puede diferir. Si normalmente
sigue siendo un misterio lo que respecta a los pasos en que nosotros
producimos el lenguage normalmente, los trastornos como la tartamudéz
aún no se comprenden claramente.
Sin embargo, los métodos genéticos y neurobiológicos
nos brindan ahora pautas en relación a las causas y mejores tratamientos.
¿Qué
es la tartamudéz?
La tartamudéz es una interrupción en la fluidez de la
expresión verbal caracterizada por repeticiones involuntarias,
audibles o silentes o por prolongaciones de sonidos o sílabas
(Figura 1). Éstas no son fácilmente controlables y pueden
estar acompañadas por otros movimientos y por emociones de naturaleza
negativa tales como temor, verguenza o irritación (Wingate 1964).
Estrictamente hablando, la tartamudéz es un síntoma, no
una enfermedad, pero el término tartamudéz usualmente
se refiere al trastorno y al síntoma.
El desarrollo de la tartamudéz se presenta antes de la pubertad,
usualmente entre los 2 y 5 años, sin daño cerebral aparente
u otra causa conocida ("idioática"). Es importante
diferenciar esta tartamudéz de desarrollo persistente (PDS),
la cual tratamos aquí, y la tartamudéz adquirida. La tartamudéz
neurogénica o adquirida ocurres luego de un daño cerebral
definible, ej. ACV (stroke), hemorragia intracererabral o lesión
de la cabeza. Es un fenómeno infrecuente que se ha observado
luego de lesiones en una variedad de áreas cerebrales (Grant
y col, 1999; Ciabarra y col, 2000).
La presentación clínica de la tartamudéz de desarrollo
difiere de la tartamudéz adquirida en el sentido de que es particularmente
notoria al comienzo de una palabra o frase, en palabras largas o significativas,
o en pronunciaciones sintácticamente complejas (Karniol, 1995;
Narke y col., 2002) y la ansiedad asociada y los síntomas secundarios
son más pronunciados (Ringo y Dietrich, 1995). Además,
en las lecturas repetidas, la frecuencia en la tartamudéz tiende
a disminuir (adaptación) y a ocurrir en las mismas sílabas
(consistencia). Sin embargo, la diferenciación entre ambos tipos
de tartamudéz no es estricta. En los niños con daño
perinatal u otro daño cerebral, la tartamudéz es más
frecuente que en los controles relacionados según la edad y ambos
tipos de tartamudéz se pueden superponer (Andrews y col, 1983).
¿A
quiénes afecta?
La tartamudéz de desarrollo persistente (PDS) es un trastorno
muy frecuente; aproximadamente un 1% de la población la padece.
Aproximadamente 33 millones de personas en los EE UU y 55 millones en
todo el mundo tartamudea. La frecuencia es similar en todas las clases
sociales. En muchos casos la tartamudéz empeora en forma severa
la comunicación, con consecuencias socioeconómicas desvastantes.
Sin embargo también hay muchos tartamudos que, a pesar de este
trastorno, han sido famosos. Por ejemplo, Winston Churchill tenía
que ensayar todos sus discursos públicos hasta lograr la perfección
y también practicaba las respuestas a las posibles preguntas
y críticas para evitar tartamudear. Charles Darwin también
tartamudeaba; es interesante de notar que su abuelo Erasmus Darwin padecía
lo mismo, resaltando el hecho de que la tartamudéz puede ser
un trastorno familiar y posiblemente tenga una base genética.
La insidencia de la tartamudéz de desarrollo persistente (PDS)
es de aproximadamente el 5% y su tasa de recuperación es de hasta
casi el 80%, dando una frecuencia de PDS de aproximadamente un 1% de
la población adulta. Como la recuperación es considerablemente
más frecuente en niñas que en niños, la proporción
hombre-mujer aumenta durante la niñéz y la adolescencia
para alcanzar 3 ó 4 hombres por cada mujer en la adultéz.
No está claro hasta que grado esta recuperación es espontánea
o inducida por medio de una terapia precoz. También, no existe
una buena forma de pronosticar si un niño afectado se recuperará
(Yairi y Ambrose, 1999).
La presencia de miembros de la familia afectados sugiere un componente
hereditario. El promedio de concordancia es de aproximadamente el 70%
para los mellizos monocigóticos (Andrews y col, 1983; Felsenfeld
y col, 2000), aproximadamente del 30% para los mellizos dicigóticos
(Andrews y col, 1983; Felsenfeld y col, 2000) y del 18% para los hermanos
del mismo sexo (Andrews y col, 1983). Teniendo un promedio de recuperación
alto, bien puede ser que las anormalidades observadas en los adultos
reflejen una recuperación deteriorada más que las causas
de la tartamudéz (Andrews y col. 1983).
Teorías
que cambian
Durante siglos, se ha propuesto una variedad de teorías sobre
el origen de la tartamudéz y sobre los métodos de tratamiento
adecuados. En la Grecia antigua, las teorías se referían
a la sequedad de la lengua. En el Siglo XIX, se pensaba que las anormalidades
del aparato del habla producían tartamudéz. De esta forma,
el tratamiento se basaba en una cirugía "plástica"
amplia, a menudo llegando hasta mutilaciones e incapacidades adicionales.
Otras opciones de tratamiento eran pesos en la lengua o prótesis
bucales (Katz, 1977) (figura 2). En el Siglo XX se pensaba principalmente
que la tartamudéz era un trastorno psicogénico. Por lo
tanto, se utilizaban métodos psicoanalíticos y terapias
del comportamiento para solucionar posibles conflictos neuróticos
(Plankers, 1999). Sin embargo, los estudios de los rasgos de la personalidad
y las interacciones niño-padre/madre no detectaron modelos psicológicos
consistentemente asociados con la tartamudéz (Andrews y col,
1983).
Otras teorías consideran a la tartamudéz como un comportamiento
aprendido que resulta de reacciones externas desfavorables, usualmente
del padre/madre, a la falta de fluidez normal de la niñez (Johnson,
1955). Mientras este modelo no pudo explicar los síntomas centrales
de la tartamudéz (Zimmermann y col, 1983), bien puede explicar
los síntomas secundarios (Andrews y col, 1983) y la intervención
precoz guiada por parte de los padres puede prevenir la persistencia
en la adultez (Onslow y col, 2001). La severidad de la tartamudéz
de desarrollo persistente (PDS) es claramente modulada por excitación,
nerviosismo y otros factores (Andrews y col, 1983). Esto ha llevado
a un modelo de dos factores de tartamudéz de desarrollo persistente
(PDS). Se cree que el primer factor causa el trastorno y es más
probablemente una anormalidad estructural o funcional del sistema nervioso
central (SNC), mientras que el segundo factor refuerza el primero, especialmente
a través de la prevención al aprendizaje. Sin embargo,
uno debe ser cuidadoso en denominar al último factor "psicogénico)
o "psicológico", ya que la neurociencia ha demostrado
que el aprendizaje no es simplemente "psicogénico"
sino que conlleva a cambios medibles en el cerebro (Kandel y O'Dell,
1992).
En algunos casos, la excitación realmente mejora el tartamudeo
en lugar de empeorarlo. Por lo tanto, algunos tartamudos famosos han
"tratado" su tartamudéz colocándose así
mismos en esa situación. Como anécdota, el actor americano
Bruce Willis, que comenzó a tartamudear a los 8 años,
se unió a un club de drama durante la escuela secundaria y su
tartamudéz se esfumó en frente a la audiencia.
¿Es
la tartamudéz un trastorno sensorial, motor o cognitivo?
Los sujetos que tartamudean como grupo difieren de los grupos control
que hablan con fluidez mostrando, en promedio, resultados de inteligencia
algo inferiores en las tareas verbales y no verbales y demoras en el
desarrollo del habla (Andrews y col, 1983; Paden y col, 1999). Sin embargo,
los resultados de inteligencia disminuidos deben ser interpretados cuidadosamente,
ya que la tartamudéz muestra una desventaja educativa escolar
de varios meses (Andrews y col, 1983). Los síntomas asociados
comprenden demoras en las tareas que requieren una respuesta vocal (Peters
y col, 1989) y en las tareas bimanuales complejas tales como enhebrar
un hilo en una aguja (Vaughn y Webster, 1989), mientras que muchos otros
estudios sobre los tiempos de reacción sensorial-motor proporcionaron
resultados inconsistentes (Andrews y col, 1983).
Las alteraciones del feedback auditivo (ej. feedback auditivo demorado,
feedback de frecuencia alterado), las diversas formas de otros estímulos
auditivos (ej. lectura al unísono) y la alteración del
ritmo del habla (ej. habla regulada en el tiempo) proporcionan una reducción
rápida y marcada de la frecuencia de la tartamudéz, la
cual ha aumentado sospechas de un proceso auditivo deteriorado o un
establecimiento del paso rítmico en los sujetos que tartamudean
(lee, 1951; Brady y Berson, 1975; Hally Jerger, 1978; Salmelin y col,
1998). Otros grupos también han informado un inicio discordinado
y demorado de los modelos de articulación complejos en los sujetos
que tartamudean (Caruso y col, 1988; van Lieshout y col, 1993). La idea
de que la tartamudéz podría ser una forma de distonia
-contracciones involuntarias del músculo producidas por el SNC-
específicas a la producción del lenguaje (Kiziltan y Akalin,
1996) no estuvo sustentada por un estudio sobre la excitabilidad de
la corteza motora (Sommer y col, 2003).
Sin embargo, la neuroquímica puede vincular la tartamudez con
trastornos de una serie de estructuras involucradas en el control del
movimiento, los ganglios basales. Se asoció un aumento de la
dopamina neurotransmisora con los trastornos de movimiento tal como
el síndrome de Tourette (Comings y col, 1996;Abwender y col.
1998), el cual es un trastorno neurológico caracterizado por
movimientos corporales repetidos e involuntarios y por sonidos vocales
(tics motores y vocales). De esta forma, al igual que el síndrome
de Tourette, el tartamudeo mejora con una medicación antidopaminérgica,
ej. neurolépticos tales como el haloperidol, risperidona y olanzamina
(Brady, 1991; Lavid y col, 1999; Maguire y col, 2000) e informes anecdóticos
sugieren que se acentúa o aparece bajo trataqmiento con medicación
dopaminérgica (Koller, 1983; Anderson y col, 1999; Shabed y Jankovic,
2001). Por lo tanto, se ha realizado una hipótesis sobre la hiperactividad
del sistema neurotransmisor dopaminérgico para contribuir con
la tartamudéz (Wu y col., 1995). Si bien los antagonistas de
dopamina tienen un efecto positivo en la tartamudéz, todos ellos
tienen efectos colaterales que les ha impedido ser el tratamiento de
primera línea para la tartamudéz.
Lecciones
para la imagen del cerebro
Considerando los informes sobre la tartamudéz adquirida luega
de un traumatismo cerebral (Grant y col, 1999; Ciabarra y col, 2000),
uno podría pensar que un análisis de la lesión
(es decir, preguntarse dónde todas las lesiones que conllevan
a la tartamudéz se suporponen) podría ayudar a encontrar
la ubicación de una anormalidad vinculada con la tartamudéz.
Lamentablemente, las lesiones que conllevan a la tartamudéz son
amplias y no parecen seguir un modelo de superposición. Aunque
se ha observado lo contrario, un ACV talámico luego del cual
la tartamudéz fue "curada" en un paciente (Muroi y
col, 1999).
En los que hablan con fluidez, el hemisferio cerebral izquierdo dominante
del lenguaje es activo durante el habla y las tareas del lenguaje. Sin
embargo, estudios precoces sobre la lateralización EEG ya sugirieron
un dominio hemisférico anormal (Moore y Haynes, 1980) en los
tartamudos. Con la aparición de otras técnicas no invasivas
de imagen cerebral como la tomografía con emisión de positrones
(PET) y la IRM, es posible visualizar la actividad cerebral de los tartamudos
y comparar éstos modelos con los pacientes control que hablan
con fluidez. Después de los importantes teorías que vinculaban
a la tartamudéz con un desbalance de la asimetría hemisférica
(Travis, 1978; Moore y Llaynes, 1980), un importante estudio PET (Fox
y col., 1996) informó una activación aumentada en el hemisferio
derecho en la tarea del lenguaje en los tartamudos de desarrollo. Otro
estudio PET (Braun y col, 1997) confirmó este resultado, pero
agregó un detalle importante al estudio previo: Braun y sus colegas
encontraron que la actividad en el hemisferio izquierdo era más
activa durante la producción del habla (tartamudez), mientras
que la activación del hemisferio derecho estaba más correlacionada
con el habla fluida. De esta forma, los autores llegaron a la conclusión
de que disfunción principal está ubicada en el hemisferio
izquierdo y que la hiperactivación del hemisferio derecho podría
no ser la causa de la tartamudez, sino un proces compensatorio. Se observó
un proceso compensatorio similar luego del ACV (stroke) y la afasia,
donde un hemisferio derecho intacto pude por lo menos compensar parcialmente
una pérdida de función (Weiller y col, 1995). La hiperactivación
del hemisferio derecho durante el habla fluida se ha confirmado más
recientemente por medio de IRM (Neumann y col, 2003).
Los estudios PET y de IRM tienen una resolución espacial alta,
pero debido a que ellos indirectamente señalan la actividad cerebral
a través del flujo sanguíneo, su resolución temporal
es algo limitada. La magnetoencefalografía (MEG) es el método
de elección para investigar la secuencia temporal de la actividad
cerebral. Por lo tanto la MEG se utilizó para investigar la lectura
de palabras únicas de los que tartamudean y de los controles
que hablan con fluidez (Salmelin ycol, 2000). Es importante destacar
que se informó que los tartamudos habían leído
la mayoría de las palabras únicas con fluidez. Sin embargo,
los datos mostraron una diferencia clara entre los tartamudos y los
controles. Mientras que los controles activaron las áreas cerebrales
frontales izquierdas comprendidas en la planificación del lenguage
antes que las áreas centrales comprendidas en la ejecución
del habla, este modelo estuvo ausente, aún invertido, en los
tartamudos. Este fue el primer estudio para mostrar directamente una
correlación neuronal del trastorno del tiempo del habla hipotético
en los tartamudos (Van Riper, 1982).
Así, los estudios funcionales de neuroimagen han revelado dos
hechos importantes: (i) en los tartamudos, el hemisferio derecho parece
ser hiperactivo y (ii) parece existir un problema en el tiempo entre
la corteza frontal izquierda y la central izquierda. La última
observación también se ajusta a varias observaciones que
han mostrado que los tartamudos tienen leves anormalidades en las tareas
de coordinación complejas, sugiriendo que el problema está
ubicado alrededor de las áreas cerebrales motoras y premotoras
asociadas.
¿Existen anormalidades estructurales que se equiparan con las
anormalidades funcionales?. El primer estudio anatómico para
investigar este tema utilizó exploraciones de RM de alta resolución
y encontró anormalidades de áreas del habla-lenguage (áreas
de Broca y Wernicke) (Foundas y col, 2001). Además, estos investigadores
informaron anormalidades en el modelo de girification(¿?). La
girificación es un procedimiento de desarrollo complejo y las
anormalidades en este proceso son una indicación de un trastorno
del desarrollo.
Otro estudio reciente investigó la hipótesis de que la
conectividad cortical deteriorada podría conllevar trastornos
del tiempo entre las regiones cerebrales frontal y central observadas
en los estudios MEG (Figura 3). Usando una técnica de IRM nueva,
la imagen de difusión tensora (IDT) que permite la determinación
de la ultraestructura de materia blanca, los investigadores observaron
un área de coherencia del tracto de materia blanca disminuída
en el opérculo Rolándico (Sommer y col, 2002). Esta estructura
está adyascente a la representación motora principal de
la lengua, laringe y faringe (Martin y col. 2001) y el arcuate fascile
inferiore vinculando las áreas del lenguage temporal y frontal,
las cuales forman un sistema de lenguage temporofrontal comprendido
en la percepción y en la producción de la palabra (Price
y col., 1996). Por lo tanto se puede pensar que el trastorno de la transmisión
de la señal a través de la s fibras que pasan el opérculo
Rolándico izquierdo deteriora la integración sensorial
motora rapida necesaria para la producción fluida del habla.
Esta teoría también explica por qué el modelo temporal
normal de la activación entre la corteza premotora y motora está
alterada (Salmelin y col., 2000) y por qué, como consecuencia,
las áreas del lenguage del hemisferio derecho tratan de compensar
este déficit (Fox y col., 1996).
Estos nuevos datos también proporcionan una teoría para
explicar el mecanismo de maniobras comunes que inducen la fluidez como
la lectura en conjunto, el cantar y la lectura metrónoma que
reduce el tartamudeo en forma instantánea. Todos estos procedimientos
comprenden una señal externa (es decir, otros lectores en lectura
en conjuto, la música en el canto y el metrónomo en si
mismo). Todas estas señales externas fomentan el "sistema
de producción del habla" a través de la corteza auditiva.
Instrucciones
futura en la investigación
Existen numerosos y destacados puntos relacionados con la tartamudez.
Si los cambios estructurales en el cerebro producen tartamudez de desarrollo
persistente, la pregunta clave es cuándo aparece esta lesión.
Si bien los síntomas son algo diferentes, sería interesante
encontrar hasta que punto la tartamudez transitoria (que ocurre en el
3-5% en la niñez) está vinculada con la tartamudez de
desarrollo persistente. Es posible que todos los niños que muestran
signos de tartamudez desarrollen una anormalidad estructural durante
el desarrollo, pero esto es transitoria en aquellos que recobran la
fluidez. Si este es el caso, es aún más importante que
la terapia comience tan pronto como sea posible. La pregunta ahora se
puede responder con la metodología actual, es decir usando la
IRM cerebral no invasiva.
Teniendo en cuanta que los niños tienen aproximadamente cuatro
veces menos de posibilidad de recuperarse en comparación con
la niñas, es tentador especular que todos los tartamudos tienen
una leve anormalidad, pero sólo aquellos que pueden usar el hemisferio
derecho para el lenguaje puede desarrollar un habla fluida. La lateralización
del lenguaje es menos pronunciada en las mujeres (McGlone, 1980) y por
lo tanto podría estar relacionada con el hecho de que las mujeres
muestran un índice inferior total en la tartamudéz de
desarrollo persistente. Nuevamente, un estudio de desarrollo comparando
los niños que tartamudean con los controles que hablan fluidamente
y, más importante, estudios longitudinales en estos niños
debe poder responder estas preguntas.
Es improbable que la tartamudez sea hereditaria en una forma simple.
Actualmente, un modelo multifactorial para la transmisión genética
es más probable. Además, aún no está claro
si cierto genotipo produce tartamudez o si sólo representa un
factor de riesgo y que otros factores son necesarios para desarrollar
tartamudez de desarrollo persistente. Nuevamente, esta pregunta podría
responderse en un futuro cercano, ya que el Instituto Nacional de Salud
ha completado la fase de recopilación de datos de una muestra
grande de tartamudos para el análisis de vinculación genética.