Mario
Roberto Santucho
Poder
Burgués y
Poder Revolucionario
Redactado: 23 de agosto de 1974.
Publicación primera: Ediciones El
Combatiente, Argentina, 1974.
El
Poder de la burguesía
La clase obrera y el pueblo argentino han vivido
los últimos años riquísimas experiencias políticas que entroncan en la
historia de nuestra lucha de clases, y aclaran cristalinamente cuestiones
vitales para los intereses nacionales y sociales de las masas trabajadoras
argentinas. Reflexionar sobre estas experiencias, observar el comportamiento de
las clases enfrentadas, comprender en profundidad las particularidades de
nuestra revolución y extraer las conclusiones para guiar la acción
correctamente, es una apremiante responsabilidad de los obreros conscientes, de
los sectores progresistas y revolucionarios en general, de nuestras más amplias
masas trabajadoras.
En el presente folleto intentaremos un sintético
análisis de ciertos procesos centrales de nuestra reciente historia política,
con el ánimo de contribuir a su compresión, de aventar la espesa niebla del
diversionismo ideológico esparcido por la burguesía y la pequeño-burguesía
para ocultar esos aspectos fundamentales, para confundir al pueblo y desviar su
lucha.
Después del período de estabilidad capitalista
posibilitado por la situación económica internacional vigente durante la
Segunda Guerra mundial, período que finalizó aproximadamente en 1952, las
clases dominantes argentinas, acosadas por la persistente y enérgica lucha
popular, han utilizado reiteradamente, por turno, dos formas fundamentales de
dominación burguesa: la república parlamentaria y el bonapartismo militar.
Es sabido que en la sociedad capitalista una
minoría privilegiada de explotadores y burócratas ejerce su dominación de
clase sobre la inmensa mayoría del pueblo. Es sabido que en el gobierno se
turnan ciertos políticos y ciertos militares, ligados todos de una u otra
manera a las grandes empresas, a la oligarquía terrateniente y al imperialismo
y ellos mismos grandes empresarios y oligarcas proimperialistas; Frigerio,
Alsogaray, Krieger Vasena, Salimei, Lanusse, Gelbard, son algunos entre otros
muchos ejemplos. ¿Cómo hacen los burgueses para mantener el control político,
es decir, la dictadura de la burguesía? ¿Cómo se las ingenian para impedir
que las clases trabajadoras, que son mayoría, lleguen al gobierno?
Se sirven de dos sistemas principales, el
parlamentarismo y el bonapartismo militar. Ambos sistemas utilizan
combinadamente el engaño y la fuerza para mantener la hegemonía de la burguesía.
Cuando uno de los sistemas se ha desgastado y las masas muestran de mil formas
su activo descontento, los capitalistas, oligarcas e imperialistas recurren hábilmente
al otro sistema.
El parlamentarismo es una forma enmascarada de
dictadura burguesa. Se basa en la organización de partidos políticos y en el
sufragio universal. Aparentemente todo el pueblo elige sus gobernantes. Pero en
realidad no es así, porque como todos sabemos las candidaturas son determinadas
por el poder del dinero.
Como decía Lenin: "Decir una vez cada
tantos años que miembro de las clases dominantes han de reprimir y aplastar al
pueblo a través del parlamento; tal es la verdadera esencia del parlamentarismo
burgués" [1] . Este carácter
fraudulento, engañoso, de toda elección y todo parlamento no quita que la
clase obrera deba ingeniarse para dar pasos de avance revolucionario en
determinados procesos electorales, no quita que la clase obrera deba ingeniarse
para intentar utilizar el parlamento con fines revolucionarios.
Una política revolucionaria debe saber utilizar
todo tipo de armas, incluso aquellas que han sido creadas y son usadas con
ventaja por la burguesía como el parlamentarismo, para avanzar en la movilización
de masas, para introducir la crisis, la división y la desorientación en las
filas enemigas.
Pero un grave error sería creer que a través
de elecciones es posible encontrar algún tipo de soluciones a los problemas de
fondo de la clase obrera, del pueblo y de nuestra patria. La burguesía
pro-imperialista argentina desgraciadamente ha conseguido varias veces despertar
esperanzas en nuestro pueblo sobre la posibilidad de producir importantes
cambios mediante un proceso electoral.
En los países capitalistas relativamente
estables como EE.UU., Inglaterra, Alemania, etc., la burguesía mantiene su
dominación por la vía parlamentaria. En cambio en países capitalistas de gran
inestabilidad económico-social, como la Argentina actual, la burguesía debe
recurrir constantemente a recambios.
El bonapartismo militar, la otra forma de
dictadura burguesa, muy utilizada por los explotadores argentinos, consiste en
asentar abiertamente el gobierno sobre las fuerzas armadas, a quienes se
presenta como salvadoras de la nación, encargadas de poner orden, de mediar
entre las distintas clases que han llegado a un enfrentamiento agudo; beneficiar
particularmente a ninguna de ellas, de imponer el "justo medio" en los
intereses contrapuestos.
El bonapartismo militar que ha surgido en
nuestro país de golpes militares relativamente incruentos ha sido presentado
con habilidad como intervenciones de las FF. AA. Destinadas a terminar con la
corrupción y la injusticia, destinadas a solucionar los problemas del pueblo y
a sanear la vida económico-social de la nación.
El exitoso golpe militar del 4 de junio de 1943,
coincidente con la coyuntura económica internacional extremadamente favorable,
producto de la Guerra Mundial, abrió un período de prosperidad y estabilidad
capitalista que permitió importantes concesiones a las masas y sirvió magníficamente
a la burguesía para infundir falsas esperanzas en los militares, para difundir
entre las masas la teoría contrarrevolucionaria de la fusión pueblo-ejército
como fórmula para la revolución nacional antiimperialista y popular. La
realidad es que el bonapartismo militar ha sido el sistema más beneficioso para
la burguesía y el imperialismo y más perjudicial a los intereses populares y
de la nación.
Naturalmente que entre estos dos sistemas no hay
una muralla infranqueable, que ambas formas de dictadura capitalista se
entrecruzan y se combinan y que a veces el paso de una a otra se ha dado en
forma gradual.
La primera experiencia Peronista nacida de un
golpe de estado típicamente bonapartista, con la importante característica
especial de apoyarse no solo en las FF.AA., sino también en amplias masas
obreras en proceso de sindicalización, pasó gradualmente a formas
parlamentarias en el curso de la primera presidencia de Perón.
A partir de 1952, la crisis económico-social
comenzó a manifestarse en forma aguda llevando al agotamiento el intento
justicialista. La burguesía exigió mayores sacrificios de las masas, exigió
al gobierno que ampliará los márgenes de explotación capitalista eliminando
las concesiones de la época de bonanzas, y aunque el gobierno intentó
satisfacer esas demandas un fuerte sector militar se impacientó, consideró débil
e ineficiente al gobierno Peronista, y protagonizó el golpe de estado de 1955.
La dictadura "Liberadora" encontró en
las masas enorme resistencia armada y no armada, concretada en grandes huelgas
obreras y en un incipiente y masivo accionar armado urbano. Resistencia muy difícil
de vencer militarmente que llevo a la necesidad de dar un paso nuevamente al
parlamentarismo en 1957, previo acuerdo de la dictadura con los políticos
burgueses que habrían de sucederle, para exterminar en conjunto la resistencia
popular. Así subió Frondizi agitando mentirosamente un programa progresista
que engaño a amplios sectores de masas, que naturalmente no cumplió en lo mas
mínimo desde el gobierno.
Pero nuevamente la presión de las masas fue muy
grande. Saliendo rápidamente de la confusión, nuestro pueblo intensificó la
lucha reivindicativa y política, enfrentó activamente los planes capitalistas
de superexplotación, continuó el accionar armado y urbano y agregó una
intentona rural, que fue derrotada al no llegar a constituir sólidas unidades,
desbarató el plan frondicista de estabilización política en las elecciones a
gobernadores de marzo de 1962 imponiendo en Buenos Aires un gobernador obrero
(Framini) que, aunque no era revolucionario, resultaba inaceptable para la
burguesía en esos momentos.
Nuevamente la burguesía se alarmó. Ante la
crisis, consideró que el frondicismo era incapaz de contener a las masas, y se
lanzó -con Guido- a un nuevo intento bonapartista completamente inconsistente
por la ausencia de líderes y de organización en las fuerzas armadas. Esta
debilidad de los militares los obligó a ceder nuevamente terreno al
parlamentarismo y se concretaron las elecciones presidenciales de 1964 que
llevaron al poder al radicalismo de Illía.
La continuidad e intensificación de la
movilización política y reivindicativa de nuestro pueblo, particularmente de
la clase obrera, quitó todo margen de maniobra a este gobierno populista,
deseoso de hacer algunas concesiones a las masas y dispuesto a dar tímidos
pasos progresistas, pero sin herir e irritar a las clases dominantes, cuestión
a todas luces irrealizable en las condiciones de profunda crisis económica en
que se debatía el país. Ante exigencias de los militares Illía terminó
lanzando la represión, sin conformarlos y sin lograr evitar un nuevo golpe
bonapartista.
Esta vez los militares habían realizado
previamente una profunda reorganización política de las FF.AA. que las
consolidó como el principal partido político de la burguesía. Bajo el
liderazgo de Onganía apoyado unánimemente por la burguesía, incluido el
Peronismo y la burocracia sindical, las FF.AA. contrarrevolucionarias
presentaron un ambicioso plan "revolucionario" destinado a restituir
el orden, aplastar las luchas obreras, garantizar grandes ganancias a las
empresas monopolistas y avanzar así a una trascendente modernización de la
estructura capitalista que lograra estabilidad y desarrollo.
La
Dictadura de Onganía
El golpe militar de Onganía tuvo una
particularidad que es muy importante señalar. Fue esencialmente un golpe
preventivo, dirigido a cortar en su raíz el vigoroso surgimiento de nuevas
fuerzas revolucionarias. Las luchas del proletariado argentino habían alcanzado
un elevado nivel. Varios paros generales, miles de ocupaciones de fábricas,
constantes manifestaciones callejeras y un nuevo intenton guerrillero rural que,
aunque fracasado rápidamente, fue visto con gran simpatía por el pueblo.
Temeroso ante el auge de la lucha de masas y los
avances logrados en la conciencia y organización populares, el Partido Militar
suprimió todas las libertades democráticas, dicto una barbara ley
anticomunista, lanzó violenta represión contra toda movilización obrera y
popular ilegalizando sindicatos, encarcelando dirigentes y activistas, ordenando
hacer fuego contra ciertas manifestaciones callejeras. Santiago Pampillon e
Hilda Guerrero de Molina fueron los primeros mártires del pueblo caídos bajo
las balas asesinas de la Dictadura.
Aunque las masas reaccionaron inmediatamente y
resistieron activamente las principales medidas antipopulares iniciales de la
Dictadura, el enemigo logró victorias tácticas aplastando con métodos de
guerra civil las principales huelgas de los primeros meses (estudiantes,
azucareros, portuarios). Debido a ello, declino la movilización de masas a lo
largo de 1967 y 1968.
Pero este relativo paréntesis de la lucha
popular fue llenado por profundos cambios en la mente y el corazón de nuestro
pueblo. Ante la barbarie militar y el estado de indefensión popular, comenzó a
cundir entre los argentinos el convencimiento de que a la violencia de los
explotadores y opresores había que oponer la justa violencia popular. Este
trascendental avance ideológico fue fecundado por la epopeya del Comandante
Guevara, vivida como propia por amplios sectores de nuestro pueblo.
Abrumado por la opresión y la explotación y en
proceso de despertar político e ideológico, el pueblo argentino acumuló odio
a la Dictadura, decisión de luchar con nuevos métodos más contundentes. Todas
estas energías contenidas estallaron a lo largo y a lo ancho del país, en una
inmensa movilización de masas sin precedentes en nuestra patria, iniciada en
Corrientes en mayo del 69 como respuesta al asesinato del estudiante Cabral. Córdoba,
Tucumán, Salta, Rosario, las principales ciudades del país, fueron conmovidas
entre mayo y setiembre de 1969 por formidables movilizaciones antidictatoriales
de las masas.
Fue el principio del fin del Onganiato. La
Dictadura militar queda herida de muerte por las movilizaciones del 69. En junio
de 1970 Onganía fue destituido y reemplazado por Levingston. La lucha popular
se intensificó; surgió impetuosa la guerrilla urbana, y el virrey Levingston
cayó del gobierno tan bruscamente como había ascendido.
A partir del Cordobazo, a partir de mayo de
1969, la lucha antidictatorial del pueblo argentino adquirió considerable
fuerza y efectividad. La aparición de la guerrilla urbana en la lucha de clases
argentina, como fuerza organizada y efectiva, capaz de golpear con dureza al régimen
y sus personeros, dio una nueva tónica a la lucha popular. Comenzó a abrir una
estrecha senda hacia el poder obrero y popular, a mostrar la posibilidad de
encontrar un camino para escapar al enmarañado cerco construido por la burguesía
con engaños y violencias, en el que las clases dominantes han mantenido
encerrado a nuestro pueblo durante decenas de años.
La llamada de la guerra popular como estrategia
para la toma del poder, como camino de la revolución nacional y social de los
argentinos fue encendida en este período y, aunque débilmente, comenzó a
arder ya sin interrupciones. Por primera vez una posibilidad auténtica de
avanzar hacia la solución de los gravísimos problemas de nuestra patria y de
nuestro pueblo, se presentó ante los ojos de los trabajadores argentinos. Ello
llenó de entusiasmo y confianza a las masas y el auge de la lucha popular
adquirió una profundidad y firmeza nunca vistas, ante el pánico de la burguesía.
Fue entonces que el partido militar decidió
retirarse en orden del escenario político. Al borde de la desesperación, los
militares colocaron a su mejor hombre en la Presidencia. Lanusse estableció
contactos inmediatamente con los políticos burgueses, en primer lugar con
radicales y Peronistas, y con su asesoramiento, a través de Mor Roig, planificó
una hábil estrategia defensiva para retirarse convocado en abril de 1971 al
Gran Acuerdo Nacional de la burguesía.
Decía nuestro Partido en abril de 1971:
"El golpe militar que destituyo a
Levingston señala los últimos pasos de la dictadura militar. La aventura
emprendida en 1966 por los militares llega a su termino en medio de la más
profunda crisis. En el transcurso de los casi cinco años que lleva, el gobierno
militar ha sido incapaz de estabilizar la economía burguesa y sus medidas
pro-monopolistas le han valido no solo el odio de los trabajadores y el pueblo,
sino también constantes roces con otros sectores de la burguesía. El estallido
popular de Córdoba fue el golpe de gracia para la deteriorada imagen de la
Dictadura.
La movilización obrera y popular del 15 de
marzo tuvo características especiales la inocultable simpatía demostrada por
las masas hacia los movimientos armados, la existencia de direcciones clasistas
en importantes gremios, el desprestigio de la burocracia y su evidente
incapacidad para canalizar la protesta popular por caminos pacíficos. La
creciente actividad de la vanguardia armada, que empalmó en ese proceso, donde
las masas tomaron como suyos sus emblemas, fue otra característica, tal vez la
más importante, del segundo cordobazo. La posibilidad de la concreción en un
futuro inmediato de un vuelco masivo del proletariado a la guerra
revolucionaria, liderada por esa vanguardia, forzaron a las FF.AA. a dar el
golpe que liquidará la política de Levingston, simple continuación de la de
Onganía, para intentar una nueva salida. Este golpe de timón de la Dictadura
Militar ahora materializada en la figura de Lanusse, es un retroceso de parte de
la misma. Jaqueada por las explosivas protestas masivas de la clase obrera y el
pueblo y por el desarrollo de la guerra revolucionaria, la Dictadura se repliega
y comienza a hacer concesiones.
Con ello se abre un nuevo panorama en el proceso
de las luchas populares" [2]
"Conscientes de la gravedad de la crisis
del capitalismo argentino, temerosos ante la enérgica reacción popular y el
surgimiento de organizaciones guerrilleras íntimamente unidas a las masas, la
camarilla militar gobernante recurrió al GAN, a una propuesta de acuerdo con
los distintos partidos políticos burgueses y pequeño-burgueses, para asentar
en esta base social amplia su política contrarrevolucionaria de represión
brutal a los brotes guerrilleros y a la vanguardia clasista, elementos
principales de la guerra popular de larga duración iniciado en nuestra
patria".
"La camarilla de Lanusse comprende que para
que esa maniobra cuaje, necesita de la participación, del apoyo de todos los
sectores con arraigo popular, principalmente el Peronismo. De ahí los coqueteos
con la Hora del pueblo y el ofrecimiento a Perón de permitir su retorno,
devolver el cadáver de Evita y otras concesiones con las que pretenden llegar a
un acuerdo, incorporar al Peronismo a su política contrarrevolucionaria".
"El Gral. Perón manifiesta que no se
prestara a las maniobras dictatoriales, pero al mismo tiempo, en los hechos, con
el apoyo abierto brindado al paladinismo y a Rucci, a la hora del pueblo y a la
burocracia sindical traidora, entra en esa maniobra, favorece objetivamente los
planes de la dictadura, contribuyendo a confundir a amplios sectores populares
que, hartos de los militares, están dispuestos a aceptar un nuevo gobierno
parlamentario burgués, el retorno a escena de los politiqueros que hace 5 años
repudiará másivamente" [3]
En definitiva el GAN, como se demostró
posteriormente, fue una hábil maniobra de la burguesía para contener con el
engaño el formidable avance revolucionario de nuestro pueblo, engaño que
consistió en un nuevo retorno al régimen parlamentario, esta vez bajo el signo
Peronista, mediante un proceso electoral completamente controlado por las clases
dominantes. El plan burgués fue una vez más tácticamente exitoso y logro
despertar nuevas esperanzas en las masas hacia una salida parlamentaria. Pero
ello no le reportó ventaja alguna, como veremos más adelante, por la
persistencia e intensificación de la lucha popular en sus diversas
manifestaciones.
Sin embargo, es necesario detenernos para
analizar las causas de los repetidos éxitos de la burguesía en mantener su
dominación de clase pasando del parlamentarismo al bonapartismo militar y
viceversa, maniobra repetida reiteradamente.
Desde 1952 el capitalismo argentino vive una
profunda crisis economico-social, sometido a la formidable presión de un pueblo
combativo que no se resigna a la explotación y el sometimiento, que ha luchado
denodadamente en los últimos 22 años. Sin embargo, la burguesía que no logra
estabilizar el país en lo económico-social, ha tenido éxito hasta ahora en lo
político salvaguardando con hábiles maniobras el poder, resorte decisivo en la
lucha de clases.
Sin
opción revolucionaria de poder
La razón fundamental por la que pese a la enérgica
lucha de nuestro pueblo, las clases dominantes no han visto peligrar su dominación
política ha sido la ausencia hasta el presente de una opción revolucionaria de
poder que ofreciera a las masas una salida política fuera de los marcos del
sistema capitalista.
Hasta ahora la clase obrera y el pueblo
argentino no han conseguido darse una fuerza política propia de carácter
revolucionario. Por ello ha estado sometido constantemente a la influencia de
los partidos políticos burgueses y no ha logrado identificar las distintas engañifas
preparadas por la burguesía, cayendo en consecuencia en el error, dando su
apoyo de buena fe a sus propios verdugos.
Naturalmente que la burguesía emplea todos sus
poderosos medios materiales; la prensa, la radio y la TV; sus agentes en el
campo popular; la intimidación y la persecución represivas, el soborno, etc.,
con el objeto de dividir las fuerzas populares, de impedir a toda costa
cualquier avance en la construcción de organizaciones revolucionarias.
Naturalmente que la burguesía emplea todos sus recursos en difundir entre las
masas toda clase de ideas erróneas, de esperanzas en las soluciones y lideres
burgueses tanto políticos como militares. Naturalmente que la burguesía emplea
todas sus fuerzas en calumniar al socialismo, en mentir descaradamente para
crear temor y desconfianza hacia el poder obrero revolucionario.
Otro factor que contribuye poderosamente a
mantener oculta la necesidad de arrebatar el poder estatal de manos de la
burguesía, es el rol de las corrientes reformistas y populistas como el Partido
Comunista y Montoneros, por ejemplo, que desde el campo del pueblo - y por tanto
escuchados con interés por las masas- difunden también falsas esperanzas
apoyando sin rubores a uno u otro dirigente de la burguesía pretendidamente
" progresista", perdiéndose en el laberinto de la lucha interburguesa
y desviando tras de si a sectores de las masas, lejos del verdadero camino
revolucionario, el camino de la lucha consecuente y constante por la toma del
poder.
Debido a estos factores, a la debilidad de las
fuerzas revolucionarias, al hábil trabajo contrarrevolucionario de la burguesía,
y a las erróneas ideas sostenidas y practicadas por ciertas corrientes del
campo popular, la burguesía ha podido maniobrar con tranquilidad en el campo
político durante los últimos 22 años de crisis económico-social, pasar sin
mayores dificultades del parlamentarismo, conducir con estos movimientos al
pueblo y mantener sólidamente el control de todos los resortes del Estado.
Comprender claramente esta cuestión, saber
identificar las maniobras y trampas que la burguesía emplea para conservar el
gobierno, grabarnos en nuestras mentes y grabar en la mente del pueblo que no
hay solución a los problemas de las masas sin despojar del poder a las
capitalistas, sin destruir su ejercito y su aparato represivo, es la cuestión más
vital en el estado actual del proceso revolucionario argentino.
La lucha de nuestro pueblo registra
fundamentalmente avances en los últimos años. Consignas socialistas han sido
inscriptas profusamente en distintos programas de luchas de las masas; el
sindicalismo clasista recupera numerosos sindicatos de manos de la burocracia
sindical y esta a punto de centralizar su actividad nacionalmente; las masas
pobres del campo y la ciudad crean y desarrollan ligas campesinas y federaciones
villeras; se han fundado y operan prácticamente en todo el país efectivas
unidades guerrilleras urbanas y rurales con lo que se dio un paso fundamental en
el armamento del proletariado y el pueblo; surgió un pujante movimiento
socialista legal y semilegal de características revolucionarias; y finalmente,
la consolidación, desarrollo y maduración de nuestro partido, el PRT, señala
el camino para la solución del principal problema de toda revolución: la
dirección proletaria revolucionaria de la lucha popular en su conjunto.
Todos estos elementos anuncian que los
argentinos estamos hoy día en condiciones de superar el déficit fundamental
que hemos señalado, de dotarnos de una opción revolucionaria que nos permita
arrancar a las masas de la influencia burguesa y encaminarnos con firmeza hacia
la captura del poder hasta voltear a los políticos y militares capitalistas,
destruirles su aparato de dominación (ejercito, policía, parlamento, etc.),
instaurar el poder obrero y popular socialista, y construir un nuevo sistema de
gobierno, un nuevo estado, basado en la movilización y participación de todo
el pueblo para aplastar definitivamente hasta la ultima resistencia del
capitalismo y edificar el justo régimen socialista.
Tercer
gobierno peronista
Triunfantes en las elecciones generales del 11
de marzo, Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, candidatos del FREJULI a
Presidente y Vicepresidente, dirigieron sus primeros pasos políticos a contener
las actividades revolucionarias y la lucha de masas en general sobre la base de
vagas y rimbombantes promesas de cambios "revolucionarios".
Surgido de una campaña electoral pro-socialista
y pro-guerrillera, el gobierno peronista de Cámpora se propuso iniciar su gestión
con algunas concesiones secundarias a la izquierda peronista y una apertura
internacional hacia los países socialistas que le diera un barniz
"revolucionario". Dentro de esas concesiones estaban comprendidas
algunas leyes reclamadas prioritariamente por las masas, en primer lugar la
amnistía a los combatientes y la derogación de la legislación represiva. Pero
el propósito del gobierno peronista era otorgar una amnistía gradual, parcial
y condicionada, que comenzara poniendo en libertad a los combatientes peronistas
y condicionara la de los guerrilleros marxistas a la aceptación de la tregua
por parte del ERP. La dirección burguesa y burocrática del peronismo,
entusiasmada por los 6 millones de votos obtenidos, confiaba irracionalmente en
que nuestro pueblo seria engañado con facilidad y suspendiera su lucha, seguiría
la orientación formulada "de trabajo a la casa y de la casa al
trabajo". El mismo 25 de mayo las masas hicieron trizas todos esos planes
lanzándose a la calle y obligando con el "devotazo" a la inmediata
liberación de todos los combatientes.
Desde ese momento ya se vio que el triunfo táctico
obtenido por la burguesía en el proceso electoral, tras una laboriosa preparación,
no serviría para contener la lucha de masas, aislar a la guerrilla y a la
vanguardia clasista, para destruirlas, y abrir así posibilidades de recuperación
capitalista, objetivos inmediatos centrales de la burguesía argentina y el
imperialismo yanki.
A partir del 25 de mayo las masas ganaron la
calle, obtuvieron nuevos triunfos contra la burocracia sindical, enfrentaron con
energía a las patronales y se movilizaron para exigir distintas soluciones al
gobierno que habían elegido con sinceras esperanzas. Este auge de masas
favorecido por la libertad conquistada, bario un ancho cauce para el desarrollo
de las organizaciones progresistas y revolucionarias. Particularmente las
organizaciones armadas peronistas FAR y Montoneros evidenciaron un impetuoso
crecimiento en el estudiantado y en el movimiento villero, perfilándose como la
corriente interna del peronismo de mayor influencia de masas, e iniciando
actividades en el proletariado fabril.
La vacilación de las masas pequeño-burguesas y
de su vanguardia en el periodo pre y post- electoral fue muy grande;
impresionadas por la masiva propaganda de la burguesía, se inclinaron en
general a aceptar el "progresismo y el antiimperialismo" del gobierno
y a considerar que sus esfuerzos de pacificación y "reconstrucción
nacional", es decir de contención de la lucha de masas, serian coronados
por el éxito.
En esta situación nuestro Partido adopto frente
al nuevo gobierno una línea principista, resistiendo con éxito las presiones
burguesas y pequeño-burguesas. Gracias a esa categórica y clara posición,
nuestra organización queda a los ojos de las masas como consecuentemente
revolucionaria, fiel defensora de los intereses proletarios y populares, libre
de todo rasgo oportunista. Gracias a esa clara posición, que denunciaba sin
ambages las intenciones contrarrevolucionarias del peronismo gobernante y
anticipaba con acierto los rumbos antipopulares que seguiría el nuevo gobierno,
nuestro Partido conquistó la confianza de amplios sectores de masas, aquellos a
los que llegó nuestro pronunciamiento resumido en la declaración
"RESPUESTA AL PRESIDENTE CAMPORA" distribuida profusamente en las
principales concentraciones obreras y populares. Nadando contra la corriente, el
PRT y el ERP crecieron con consistencia y homogeneidad centrando sus esfuerzos
de construcción en proletariado fabril.
En oposición al crecimiento de las fuerzas
populares, el ala fascista del peronismo encabezada por López Rega comenzó a
desarrollar intensa actividad con el Ministerio de Bienestar Social como centro
operativo. Organizando rápidamente bandas parapoliciales, los fascistas
prepararon un furibundo ataque a las fuerzas de izquierda que se concreto el 20
de junio en Ezeiza. El día del regreso de Perón las bandas fascistas, bajo la
jefatura inmediata de Osinde, tendieron una impresionante emboscada a las
columnas de la izquierda peronista que concurrían desprevenidas al recibimiento
de su líder. Decenas de muertos y heridos fue el saldo de este criminal ataque,
punto de partida de una ofensiva general del peronismo burocrático para
desalojar a la izquierda de las posiciones conquistadas en el gobierno, en lo
inmediato, e intentar la destrucción total de las organizaciones armadas
peronistas FAR y Montoneros y corrientes afines.
El paso siguiente fue el desplazamiento de Cámpora,
Righi, Puig, Vázquez, de todos los funcionarios sensibles a la presión de las
masas, mediante el autogolpe contrarrevolucionario del 13 de julio. Si bien
desde su asunción con Cámpora el gobierno peronista había mostrado una clara
orientación burguesa y proimperialista, materializada en el pacto social y
otras medidas antipopulares, a partir del 13 de julio, con el interinato de
Lastiri, tomo un franco cauce derechista.
El comienzo de un formidable despliegue de las
fuerzas progresistas y revolucionarias de nuestro pueblo, amparado en la
legalidad y democracia conquistadas, llenó de preocupación y temor al conjunto
de la burguesía. La dirección burguesa y burocrática del peronismo,
interpretando fielmente las inquietudes de su clase, decidió intervenir rápidamente
con el auxilio y apoyo activo de toda la clase capitalista. El autogolpe del 13
de julio estuvo dirigido en consecuencia a frenar el crecimiento de las fuerzas
progresistas y revolucionarias, a impedir la acumulación de fuerzas
progresistas y revolucionarias, a impedir la acumulación de fuerzas en el campo
popular.
Por eso podemos afirmar categóricamente que la
brusca caída de Cámpora, quien no alcanzo a estar dos meses en el gobierno,
marca la crisis del intento peronista de contener la lucha popular con una política
centrada en el engaño.
Desde el mismo 25 de mayo se vio que nuestro
pueblo no acataría tregua alguna y que por el contrario se lanzaría con
renovados bríos a defender sus intereses con la movilización y el accionar
armado. La conciencia de ese fracaso llevo al peronismo burgués a cambiar su táctica
y plantearse enfrentar a las masas teniendo como eje la represión armada.
Lastiri tomo las riendas del gobierno decidido a "hacer tronar el
escarmiento", con la esperanza de golpear duro y con eficacia. Coloco con
ese fin al General Iñiguez a la cabeza de la policía Federal, ubico en las
policías provinciales a ciertos personajes como García Rey en Tucumán, ordeno
golpear sin contemplaciones, policial y para-policialmente, contra todas las
fuerzas progresistas y revolucionarias.
Esta política de fuerza mostró también su
impracticabilidad rápidamente. La lucha popular no solo no cesó, sino que se
intensificó y los intentos represivos fueron frenados en seco. Tal es el caso
de Tucumán donde el fascista García Rey que se atrevió a detener numerosos
compañeros para atemorizar a las masas, en octubre de 1973, fue enfrentado
exitosamente por la movilización popular que logro la libertad de todos los
detenidos y obligo a la separación de García Rey. Esta reacción del pueblo
tucumano llamó a la realidad al gobierno peronista y lo obligó a ser más
respetuoso y cuidadoso.
De todas maneras, la orientación represiva
gubernamental se mantuvo desde entonces dando origen a distintas medidas, a la
promulgación de una nueva legislación represiva más brutal aun que la de la
dictadura militar, al encarcelamiento de gran cantidad de combatientes y
activistas de los cuales más de un centenar sufren prisión en estos momentos
en las cárceles de la burguesía; al apaleamiento y hasta el baleamiento de
manifestaciones con el saldo de numerosos muertos y heridos.
Pero esta nueva política, lejos de contenerla,
exacerbó la lucha de nuestro pueblo. Las manifestaciones continuaron, las
huelgas continuaron, las operaciones guerrilleras continuaron. Todas las
amenazas y medidas represivas que tomó el gobierno después de la nueva elección
presidencial de los siete millones de votos, no lograron atemorizar al pueblo ni
detener su lucha. Inútiles fueron los discursos amenazantes, inútiles las
designaciones de torturadores y asesinos como Villar y Margaride, inútiles los
gigantescos operativos policiales. Las fuerzas progresistas y revolucionarias se
afirmaron, se consolidaron, aceleraron su desarrollo y dieron efectivas y
demoledoras respuestas en todas las formas de lucha.
No solo en el terreno democrático el gobierno
peronista tomó claramente una dirección antipopular. La política económica y
social siguió desde el 25 de mayo una coherente línea proimperialista y
promonopolista. La ley de inversiones extranjeras favorece al capital
imperialista; la política de exportación favorece al capital imperialista; la
política de carnes favorece a los grandes ganaderos; la proyectada ley del petróleo
favorece a las compañías multinacionales. Pese a que la economía de nuestra
patria esta dominada por el capital extranjero, este gobierno supuestamente
"antimperialista" no tomo ninguna medida para corregir esta situación.
La política internacional, en cambio, registra
una notable apertura hacia el campo socialista y particularmente hacia la
revolución cubana. Este hecho, positivo en si, en cuanto constituye un
retroceso del imperialismo yanki y del capitalismo latinoamericano frente a la
firmeza de roca del primer estado socialista de nuestro continente, no es extraño
ni opuesto a una política burguesa coherente, no se sale de los marcos de una
política burguesa.
Durante más de 10 años, el imperialismo yanki
y sus socios menores -las burguesías latinoamericanas- aplicaron una feroz política
de aislamiento a la revolución cubana. Total bloqueo comercial, ruptura de
relaciones diplomáticas, fueron las armas empleadas por la contrarrevolución
para aislar a Cuba de los demás pueblos latinoamericanos. Pero superando todas
las dificultades del pueblo cubano, bajo la correcta dirección de su partido y
del Comandante Fidel Castro, contando con la insustituible ayuda del campo
socialista, avanzo exitosamente en la consolidación de su revolución, en la
edificación del socialismo, demostrando en los hechos que un pueblo unido y
organizado, claro en sus objetivos revolucionarios, determinado a vencer las
peores dificultades, es capaz de triunfar a agresiones, bloqueos y aislamientos.
Ante la consolidación definitiva de la revolución
cubana, el imperialismo yanki y las burguesías latinoamericanas tienden a
cambiar de línea, a suspender el bloqueo y reanudar relaciones diplomáticas.
En esa nueva línea general abre el camino la burguesía argentina. En cuanto a
la actitud frente a la Unión Soviética, China y además países socialistas,
no difiere sustancialmente de la que aplicaron los gobiernos anteriores,
incluida la dictadura militar.
En síntesis, la política internacional del
gobierno es una política burguesa realista, de coexistencia pacifica, similar a
la que vienen aplicando desde hace años la mayoría de los países
capitalistas, que en cuanto favorece al desarrollo del comercio es también
beneficiosa para los países socialistas. Es más, podemos afirmar sin temor a
equivocarnos que esa política coincide con la orientación general del
imperialismo yanki, que respecto a Cuba ya ha perdido las esperanzas de impedir
la consolidación del socialismo en la heroica isla y tiende a conformarse con
intentar neutralizar su influencia revolucionarias en el continente.
No cabe ninguna duda entonces que la política
del gobierno peronista corresponde claramente a una estrategia
contrarrevolucionaria, antipopular y antinacional tal como lo entiende nuestro
pueblo que, a partir de principios de este año, dirige ya con decisión su
lucha contra la política gubernamental.
Este carácter reaccionario y represivo del
gobierno peronista se ha acentuado a partir de la consolidación del ala
fascista de López Rega. Sin diferenciarse en la política económica, coexistían
en el gobierno dos alas que después de la muerte de Perón intentaron
desplazarse mutuamente. Por un lado el ala fascista encabezada por López Rega
que impulsa un proyecto político de basar la "reconstrucción
nacional" en un estado policial.
López Rega, admirador confeso de Hitler,
Mussolini y Franco, opina que la única forma de salvar al capitalismo argentino
es aplastando militarmente a las fuerzas revolucionarias y estableciendo un
sistema masivo de control policial y represión que impida cualquier
resurgimiento de luchas populares y actividades revolucionarias.
Por otro lado el ala Gelbard, prefería luchar
contra las fuerzas revolucionarias con habilidad, intentando el aislamiento político
de la guerrilla y el sindicalismo clasista y las demás fuerzas consecuentemente
clasistas y revolucionarias. La línea Gelbard tendía a ampliar la base social
del gobierno incorporando más activamente al radicalismo, al reformismo,
particularmente al Partido Comunista e incluso a Montoneros, servirse de ellos
para contener la lucha de masas y lograr la ansiada estabilidad política que
haga posible serios intentos de recuperación capitalista.
Ambos proyectos son irrealizables a corto y
mediano plazo. La lucha de clases argentina se agudiza día a día y se encamina
a grandes choques de clase, a una situación revolucionaria. El proletariado y
el pueblo han iniciado en 1969 un proceso de guerra revolucionaria en respuesta
a la explotación y a la opresión burguesa y ese proceso no se detendrá a
corto ni mediano plazo.
El plan fascistoide de López Rega, que
finalmente se impuso y sé esta aplicando, es irrealizable porque la fuerza del
movimiento de masas no admite hoy día ninguna posibilidad de establecer con éxito
un gobierno policial. El plan de Gelbard -quien capituló ante López Rega y
abandonó a sus aliados- era también irrealizable porque gracias a las
recientes experiencias y al peso adquirido por la vanguardia revolucionaria no
hay posibilidades ahora que nuestro pueblo pueda ser engañado.
Promesas
versus realidades
Al votar masivamente por el peronismo en las
elecciones del 11 de marzo y del 23 de setiembre, el pueblo argentino voto por
un programa progresista estructurado en torno a la consigna "Liberación o
Dependencia", caballito de batalla de la campaña electoral del FREJULI. Es
así que nuestro pueblo esperaba que el gobierno peronista emprendiera un camino
de soluciones antiimperialistas y revolucionarias y esperaba una actitud firme
ante los odiados militares, de quienes se descontaba su oposición a cualquier
medida progresista. Es así que desde el mismo 25 de mayo el pueblo argentino se
moviliza enérgicamente contra los militares, por la liberación de los
combatientes, contra las empresas y la burocracia sindical.
Todas las esperanzas de los argentinos fueron
defraudadas progresivamente en corto tiempo. Las primeras definiciones y medidas
gubernamentales mostraron que los imperialistas no serian tocados. Y a partir
del 20 de junio fue evidente que el gobierno haría todo lo posible por destruir
las fuerzas revolucionarias de nuestro pueblo.
No podía ser de otra manera ya que se trata de
un gobierno burgués, dispuesto a defender incondicionalmente los intereses del
conjunto de la burguesía.
Un gobierno que no solo debe evitar cualquier daño
al gran capital, en primer lugar al gran capital extranjero, sino que tiene como
misión proporcionar condiciones para aumentar las ganancias capitalistas,
proporcionar condiciones para aumentar las ganancias capitalistas. Toda su
verborragia "popular", todas sus promesas
"antiimperialistas" fueron y son en realidad cínicas mentiras para
engañar a las masas.
Esta nueva experiencia nos enseña que no
debemos esperar que los representantes de las clases explotadoras soluciones los
problemas del pueblo. Naturalmente que como políticos prometerán cualquier
cosa y disfrazaran sus verdaderas intenciones, incluso de palabra pueden
pronunciarse contra el capitalismo y por el socialismo, pero serán siempre
fieles a su clase, estarán controlados por ella y harán lo imposible para
mantener y consolidar su predominio y sus ganancias. Aun en el supuesto que un
determinado dirigente burgués, pongamos por ejemplo un alto dirigente peronista
o radical, o un militar de alta graduación se convenciera sinceramente pasándose
a la causa popular (lo que es muy pero muy difícil por no decir imposible), ese
dirigente se vería imposibilitado de concretar ninguna solución porque
inmediatamente seria enfrentado y desplazado por su propio partido, por los
militares, por su propia clase.
Las soluciones a los problemas del pueblo y de
la patria, que son soluciones profundamente revolucionarias, solo pueden
provenir de un nuevo poder obrero y popular revolucionario, que gobierne sin
ataduras, sin otro control que el de la masa del pueblo y sus organizaciones
revolucionarias, que se apoye en la movilización popular y realice sin
dilaciones los profundos cambios que la Argentina necesita.
Reformismo
y Populismo
La lucha por el poder obrero y popular, por el
socialismo y la liberación nacional, es inseparable de la lucha contra el
populismo y el reformismo, graves enfermedades políticas e ideológicas
existentes en el seno del campo popular. El populismo es una concepción de
origen burgués que desconoce en los hechos la diversidad de clases sociales;
unifica la clase obrera, el campesinado pobre y mediano, la pequeña burguesía
y la burguesía nacional media y grande bajo la denominación común de pueblo.
Al no diferenciar con exactitud el rol y posibilidades de estas diversas clases,
tiende constantemente a relacionarse, con prioridad, con la burguesía nacional
y a alentar ilusorias esperanzas en sus lideres económicos, políticos y
militares, incluso en aquellos como Gelbard, Carcagno o Anaya, íntimamente
ligados a los imperialistas norteamericanos. La corriente popular más
importante gravemente infectada con la enfermedad populista, es Montoneros. Su
heroica trayectoria de lucha antidictatorial se ha visto empañada por la
confianza en el peronismo burgués y burocrático, que ha causado grave daño al
desarrollo de las fuerzas progresistas y revolucionarias en nuestra patria.
Con el profundo y sincero aprecio que sentimos
por esa organización cimentado por la sangre de nuestros héroes comunes que se
entremezclara en Trelew, pensamos que es obligación de todo revolucionario dar
con franqueza la lucha ideológica, reflexionar en conjunto sobre la experiencia
de su apoyo a Perón y al peronismo burgués y combatir las latentes
expectativas en Carcagno, Gelbard u otros lideres de las clases enemigas.
A partir de su inevitable ruptura con el
peronismo burgués y burocrático que ha comenzado a concretarse definitivamente
en las ultimas semanas, Montoneros tiende y tendera cada vez más a retomar
lazos con las organizaciones progresistas y revolucionarias, entre ellas con
nuestro partido. Tiende y tendera cada vez más a reintegrarse a su puesto de
combate, a enfrentar con las armas en la mano al gobierno y las fuerzas
policiales y militares de la burguesía y el imperialismo. Pero ello no implica
un cambio de fondo en la concepción populista. De ahí que al mismo tiempo que
saludamos la nueva orientación Montonera, estamos convencidos de la necesidad
imperiosa de combatir intensamente la enfermedad ideológica y política llamada
populismo, para exterminarla definitivamente del campo popular, principalmente
Montoneros, la más afectada por esa temible enfermedad burguesa.
Cuando a principios de 1973 la dirección de FAR
caracterizo entusiasmada al Gral. Perón como líder revolucionario y calculo
que el gobierno peronista -denominado por ellos gobierno popular- llevaría
adelante una política consecuentemente antiimperialista y prosocialista,
nuestra organización planteo a estos compañeros:
"Estamos en presencia de un claro plan del
enemigo consistente en el acuerdo entre la Dictadura Militar y los políticos
burgueses, con el objeto de salvar al capitalismo, detener el proceso
revolucionario en marcha. Para ello, el conjunto de la burguesía pretende
volver al régimen parlamentario y de esa manera ampliar considerablemente la
base social de su dominación, reducida estrictamente a las FF.AA. durante el
Onganiato, aislar a la vanguardia clasista y a la guerrilla, para intentar su
aplastamiento militar. La ambición de la burguesía es detener y desviar a las
fuerzas revolucionarias y progresistas en su avance, y llegar a una estabilización
paralela del capitalismo argentino. Este plan es irrealizable a corto y mediano
plazo porque la crisis económico-social, así como la potencia actual de las
fuerzas revolucionarias progresistas, lo impedirán. Sin embargo, el plan
enemigo pese a su elementalidad encierra ciertos peligros, fundamentalmente el
que motiva la presente carta, debido, pensamos, a la juventud, debilidad política
e inexperiencia de sectores de la vanguardia revolucionarias".
"...el éxito fundamental que ha comenzado
a lograr y que debemos enfrentar con todas nuestras fuerzas, es poner una cuña
en las organizaciones armadas, comenzar a tener una influencia cierta en las
organizaciones armadas peronistas y en sectores de la juventud peronista,
dirigida a detener y desviar su accionar a partir de la consumación de la farsa
electoral".
"Analizando vuestra evolución como
organización revolucionaria, basados en el conocimiento surgido de la actividad
en común, pensamos que vuestra actitud tiene un significado profundo y que
encierra serios peligros para el desarrollo futuro de las fuerzas
revolucionarias en nuestro país. Pensamos que la negativa a firmar con nosotros
es una concesión de Uds. A las presiones macartistas y derechistas del
peronismo burgués, y que es una cara de la moneda que tiene como reverso
vuestro apoyo incondicional y activo a los políticos burgueses del peronismo y
del integracionismo a los Campo, Solana Lima, Sivestre Begni, etc.".
"Esto es motivo de honda preocupación para
nosotros, no solo por las trabas que coloca en el desarrollo político militar
homogéneo de las organizaciones armadas, los avances hacia la unidad, sino
porque muestra Uds. En una vacilación inexplicable, ante la posibilidad de
suspender las operaciones militares a partir de la instauración del nuevo
gobierno parlamentario que planea darse la burguesía."
Lamentablemente, estas sanas y justas
observaciones no fueron escuchadas y la política de FAR-Montoneros se tiño de
apoyo al gobierno contrarrevolucionario y antipopular y de una línea general
divisionista en el seno del pueblo, tendiente al irrealizable propósito de
aislar a nuestra organización.
Si recordamos hoy esto es porque el enemigo
presentará en el futuro una nueva engañifa, posiblemente de tipo peruanista,
con Carcagno a la cabeza, por ejemplo, y levantando el programa del FREJULI o
quizás otro mucho más radicalizado. Para eludir ese nuevo canto del cisne es
impresindible comprender el error cometido ante el GAN, rectificar esa línea
proburguesa, erradicar la enfermedad del populismo.
El reformismo a su vez reniega en los hechos de
la vía revolucionaria para la toma del poder, no tiene fe en la victoria de la
revolución socialista, desconfía de la capacidad revolucionaria de las masas,
y busca en consecuencia avanzar en la obtención de ciertas mejoras por la
llamada vía pacífica, consiguiendo progresivamente que tal o cual sector burgués
que denominan "progresista", acepte concesiones a la masas, el
efectivo ejercicio de las libertades democráticas, algunas mejoras en el nivel
de vida del pueblo, etc. Pero como enseña el marxismo-leninismo y la
experiencia práctica, las libertades y las reivindicaciones hay que sacárselas
a la burguesía con enérgicas luchas.
El Partido Comunista, que es la organización
popular mas destacada por la enfermedad reformista, roído por ella, desde
muchos años atrás, fue inconsecuente y timorato en el periodo de la lucha
antidictatorial, y aunque no adoptó una actitud negativa en los primeros meses
del gobierno peronista, abriéndose a un acercamiento con las fuerzas
revolucionarias, a partir del 12 de junio, cayo en la capitulación total
volcando todo su peso en apoyo del ala Gelbard del gobierno y dando la espalda
simétricamente a las fuerzas revolucionarias y a la lucha popular en general.
El pacifismo, el temor a la justa violencia revolucionarias la desconfianza en
la potencialidad y capacidad de la lucha de masas, la capitulación antes los
lideres burgueses, el cretinismo parlamentario, son las formas de manifestación
de la perniciosa enfermedad del reformismo que caracteriza en general la
actividad del Partido Comunista, y la política de su dirección, que los lleva
en determinados momentos a atacar a las fuerzas y actividades revolucionarias,
sumándose al coro contrarrevolucionario de la burguesía. En la ineludible
lucha ideológica contra el cáncer del reformismo, que afecta al Partido
Comunista, no debemos olvidar en ningún momento que todos nuestros esfuerzos
deben estar orientados a acercar a estos compañeros a las filas
revolucionarias, que se trata de una organización popular compuesta por
excelentes compañeros, sinceros luchadores socialistas, que pueden y deben ser
librados de la enfermedad reformista.
La elevación del nivel de conciencia de la
vanguardia proletaria y una constante prédica clarificadora entre las más
amplias masas armarán al proletariado y al pueblo política e ideológicamente
para combatir y matar enfermedades populistas y reformistas, erradicarlas
definitivamente del campo popular, y curar a las organizaciones y compañeros
afectados por ellas recuperandolas íntegramente para la causa obrera y popular,
la causa de la liberación nacional y el socialismo, la causa de la guerra
popular revolucionaria.
Situación
Revolucionaria y doble Poder
Las tendencias de la lucha de clases argentina
que se venían marcando cada vez más nítidamente apuntando hacia el fin del
proyecto populista, y el comienzo de un período de grandes enfrentamientos de
clase, han comenzado a cristalizar a partir del mes de julio de 1974. Perón, líder
de masas, pese a su intransigente defensa de los intereses capitalistas,
conservaba aún alguna influencia sobre sectores de nuestro pueblo. Poseía
autoridad, experiencia y habilidad para mantener a flote el desvencijado barco
del sistema capitalista en el tormentoso mar de la lucha obrera y popular, y había
logrado restablecer trabajosa y precariamente el equilibrio con la maniobra táctica
del 12 de junio. Por eso es que su muerte colocó a la burguesía ante la
necesidad de adoptar de inmediato definiciones políticas - que explotadores y
opresores deseaban postergar aún por unos meses- con la consiguiente agudización
de la crisis interburguesa.
Este fenómeno, un notable impulso del auge de
las masas; y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas revolucionarías, políticas
y militares, se combinan para configurar el inicio de una etapa de grandes
choques de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria en
nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de grandes luchas a
partir del cual comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo
de la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar victoriosamente
el poder a la burguesía y al imperialismo.
Pero apertura de una situación revolucionaria,
o lo que es lo mismo, la existencia de condiciones que hacen posible el
derrocamiento del capitalismo y el surgimiento del nuevo poder obrero y popular
socialista, que librará definitivamente a nuestra patria del yugo imperialista
y traerá la felicidad a nuestro pueblo trabajador, no quiere decir que ello
pueda concretarse de inmediato. Necesariamente se deberá atravesar un período
de duras y profundas movilizaciones revolucionarias, de constantes combates
armados y no armados, de incesantes avances de las fuerzas revolucionarias, de
movilización y efectivo empleo de la mayor parte de los inmensos recursos y
potencialidades de nuestro pueblo trabajador. Ese período - qué debe contarse
en años- será mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu
de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y el pueblo, del grado de
resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del
temple, la fuerza y capacidad del Partido proletario dirigente de la lucha
revolucionaria.
Prepararnos para resolver correctamente los difíciles
problemas que han de plantearse en la situación revolucionaria que se aproxima,
consiste en analizar objetivamente las características de nuestro país, la
experiencia de nuestro pueblo, la dinámica de la lucha de masas, y en
esforzarnos por conocer al máximo la experiencia internacional, es decir, la
forma en que otros pueblos encararon y resolvieron cuestiones similares a las
que se, nos presentarán.
Configurada una situación revolucionaria, de
acuerdo a las enseñanzas marxistas-leninistas, comienza a plantearse en forma
concreta, inmediata, el problema del poder, la posibilidad de que el
proletariado y el pueblo derroquen a la burguesía proimperialista y establezcan
un nuevo poder revolucionario obrero y popular. El momento en que la toma del
poder puede ya materializarse es denominada por el marxismo-leninismo crisis
revolucionaria, que es la culminación de la situación revolucionaria, el
momento del estallido final, momento que debe ser cuidadosamente analizado por
el Partido Proletario para lanzar la insurrección armada con las máximas
posibilidades de triunfo. Pero entre el inicio de una situación revolucionaria
y su culminación en crisis revolucionaria, media un período que puede ser más
corto o más largo en dependencia de las características concretas del país.
En la URSS la situación revolucionaria se inició en febrero de 1917 y la
crisis revolucionaria se presentó en octubre del mismo año.
En España, la situación revolucionaria se
inició en mayo de 1931 y se prolongó durante 8 años en forma de guerra civil
abierta hasta la derrota de las fuerzas revolucionarias. En Vietnam se abrió en
noviembre de 1940 y culminó con la toma del poder en agosto de 1945. Los ritmos
y plazos del desarrollo de la situación revolucionaria están determinados por
distintos factores concretos que hacen al grado de descomposición de la burguesía
y al poderío de las fuerzas del pueblo, ocupando un lugar destacado el papel
del partido revolucionario.
En el curso de la situación revolucionaria nace
y se desarrolla el poder dual, es decir que la disputa por el poder se
manifiesta primero en el surgimiento de órganos y formas de poder
revolucionario a nivel local y nacional, que coexisten en oposición con el
poder burgués. Una forma típica de órganos de poder dual fueron los soviets o
consejos obreros y populares que se organizaron durante la Revolución Rusa,
consistentes en Asambleas permanentes de delegados obreros, soldados y otros
sectores populares, que asumían responsabilidades gubernamentales, en general
opuestas a las intenciones del gobierno burgués. De esta forma las fuerzas
revolucionarias se van organizando y preparando para la insurrección armada,
para la batalla final por el poder para establecer después del derrocamiento de
la burguesía un nuevo poder obrero y popular.
Las experiencias de distintas revoluciones,
principalmente en China y Vietnam, han ampliado el concepto de poder dual y de
insurrección, demostrando que una forma de desarrollo del doble poder puede
darse con insurrecciones parciales, es decir, con levantamientos armados locales
que establezcan el poder revolucionario en una región o provincia, las
denominadas zonas liberadas. De acuerdo a estas experiencias, el proceso de
desarrollo del doble poder en una situación revolucionaria, inseparable del
desarrollo de las fuerzas armadas populares, puede surgir como zonas de
guerrilla o zonas en disputa para pasar después a bases de apoyo o zonas
completamente liberadas y extenderse nacionalmente hasta el momento de la
insurrección general.
El desarrollo del poder dual está en todos los
casos íntimamente unido al desarrollo de las fuerzas militares del proletariado
y el pueblo, porque no puede subsistir sin fuerza material que lo respalde, sin
un ejército revolucionario capaz de rechazar el ataque de las fuerzas armadas
contrarrevolucionarias.
Naturalmente que estas fundamentales
orientaciones del marxismo-leninismo que iluminan con poderosa luz nuestro
camino, no debe ser tomado como esquema simplista. Es simplemente un poderosos
arsenal teórico resultado de decenas de años de experiencias, que debemos
tener como punto de referencia para la formulación de nuestra línea, sin
olvidar que cada revolución tiene sus particularidades y que el
marxismo-leninismo cobra vida y utilidad cuando es aplicado creadoramente a la
situación concreta de un proceso revolucionario determinado.
El poder dual puede desarrollarse en el presente
en nuestra patria tanto en la ciudad como en el campo, siempre sobre la base de
una fuerza militar capaz de respaldar la movilización revolucionaria, y merced
al despliegue multilateral de todas las potencialidades de nuestro pueblo, lo
que significa necesariamente la dirección del Partido marxista-leninista
proletario.
Estamos frente a un enemigo relativamente
fuerte, que cae en la impotencia ante la generalización de la movilización; un
enemigo hábil, bien armado y entrenado; un enemigo relativamente disperso que
adquiere fuerza cuando puede concentrarse; un enemigo brutal y sanguinario; un
enemigo cuya fuerza principal, las FF.AA. contrarrevolucionarias, tiene el talón
de Aquiles del servicio militar obligatorio, que hace posible un rápido y
demoledor trabajo político en la masa de soldados; un enemigo políticamente débil,
con serias disensiones internas y enmascarado aun en la "legalidad"
parlamentaria.
Contamos con un poderoso y combativo movimiento
de masas vertebrado por el proletariado industrial, extendido en todo el país,
con experiencia de lucha; contamos con una amplísima vanguardia proletaria
inclinada hacia la revolución, ávida de ideas socialistas y deseosa de contar
con una sólida organización revolucionaria; contamos con un estudiantado
combativo y un campesinado pobre dispuesto a luchar; contamos con fuerzas
urbanas y rurales, aun pequeñas pero bien organizadas y relativamente
fogueadas; contamos con numerosas y extensas organizaciones de masas que
engloban a la mayor parte de los trabajadores del país; contamos finalmente con
un aguerrido partido revolucionario que crece y se consolida diariamente, aunque
aun esta limitado por distintos déficits, fundamentalmente su debilidad numérica
y su limitada vinculación con las masas proletarias y trabajadoras en general.
A partir del Cordobazo y basándose en
experiencias anteriores menores nuestro pueblo tiende a insurreccionarse
localmente, tiende a movilizarse aquí y allá, tomar sectores de ciudades y
poblaciones, erigir barricadas y adueñarse momentáneamente de la situación
rebasando las policías locales y provinciales.
Por eso podemos afirmar que en la Argentina, en
un periodo inicial, el doble poder ha de desarrollarse en forma desigual en
distintos puntos del país, es decir que han de surgir localmente formas y órganos
de poder obrero y popular, permanentes y transitorios, coexistiendo con el poder
capitalista, enfrentándolo constantemente bajo el formidable impulso de la
movilización de masas.
Formas
de Poder local
El problema práctico que nuestro pueblo debe
resolver a partir de la nueva situación, es lograr paso a paso la acumulación
de fuerzas necesarias para la lucha final por el poder estatal que debemos
arrancar de manos de la burguesía. Esa fundamental cuestión se resolverá en
la situación revolucionaria que comenzamos a vivir, con el desarrollo del poder
dual, tanto en su forma general de oponerse a ciertos planes del gobierno burgués
e imponer las soluciones obreras y populares a determinadas situaciones en base
a enérgicas movilizaciones de masas, llegando de esa manera a la constitución
transitoria de órganos de poder a nivel general, como en su forma de poder
local, manifestación principal del poder dual, en todo el próximo periodo,
punto de partida sólido para una gigantesca acumulación de fuerzas
revolucionarias.
La lucha popular es desigual. Se desarrolla
parcialmente, en un lugar de una manera, en otro de otra; en un lugar en un
momento, en otro en otro momento. Necesitamos que todas esas luchas que se dan
en distinto tiempo y lugar y con una fuerza y alcances diferentes, den siempre
por resultado un aumento de la fuerza de todo el pueblo, que se vayan
acumulando, hasta el momento que sea oportuno lanzar el ataque final, en todo el
país y con todas las fuerzas disponibles, para llevar al triunfo la insurrección
armada obrera y popular.
Pongamos un ejemplo. En una fabrica grande se
inicia una lucha reivindicativa o antiburocratica, que enseguida choca no solo
con la empresa y la burocracia sindical, sino también con la policía, con el
Ministerio de Trabajo, en una palabra con el gobierno burgués y sus fuerzas
represivas. El sindicato o comisión interna que dirige la lucha, moviliza a
todos los trabajadores, gana un primer conflicto y amplia su fuerza. Si esa
lucha se mantiene ahí, inevitablemente tendera a debilitarse porque como es
aislada, el enemigo puede combatirla pacientemente. Después de un tiempo, en el
curso del cual se dan nuevas movilizaciones, la "santa alianza"
enemiga (empresa, burocracia, fuerzas represivas y gobierno) lanza su
contraofensiva y mucha s veces la vanguardia obrera, influida por el
espontaneismo, el populismo, el reformismo, o simplemente por falta de orientación
política, es derrotada por no animarse a luchar, a veces, o por dar una batalla
desesperada. En cambio, actuando correctamente, en el caso que damos como
ejemplo hipotético, el sindicato o Comisión interna clasista, al hacer
conciencia de la situación revolucionaria que vivimos, comprenderá que el eje
de sus esfuerzos debe dirigirse a acumular fuerzas. De esa manera, ante el
primer triunfo, se preocupara inmediatamente para tomar los demás problemas de
la población, acercarse a las organizaciones villeras y barriales, a otros
sindicatos y comisiones internas, y fundamentalmente participara y alentara a
los activistas a participar en la construcción de las fuerzas revolucionarias,
las células del PRT, las unidades del ERP, el Frente Antiimperialista.
Ello ha de llevar enseguida al surgimiento de
formas de poder local, a encarar la solución soberana de los distintos
problemas de las masas locales. Avanzar hacia el desarrollo del poder local,
primero enmascarado y después abierto, como veremos enseguida, es el paso que
media entre la lucha parcial de masas y la insurrección general, paso que es
necesario dar desde ahora en todos los lugares en que sea posible.
Constituir órganos abiertos de poder local no
puede ser un hecho aislado ni espontáneo. El enemigo en cuanto tenga
conocimiento de que en un barrio, en una localidad o una ciudad el pueblo se ha
organizado por sí solo y comienza a resolver a su manera los problemas de la
producción, de la salud, de la educación, de la seguridad pública, de la
justicia, etc., lanzará con furor todas las fuerzas armadas de que pueda
disponer con la salvaje intención de ahogar en sangre ese intento de soberanía.
Por ello el surgimiento del poder local debe ser resultado de un proceso
general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en
el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular comiencen las
masas a tomar la responsabilidad de gobernar su zona. Esa multiplicidad y
extensión del poder local dificultará grandemente las posibilidades represivas
y hará viable que unidades guerrilleras locales de pequeña y mediana
envergadura defiendan exitosamente el nuevo poder.
La movilización de las masas apunta en nuestro
país en esa dirección. La actividad consciente de los revolucionarios hará
posible que el proceso de surgimiento y desarrollo del poder local, punto de
partida para disputar nacionalmente el poder a la burguesía proimperialista,
evolucione armónicamente, exitosamente.
A partir de la lucha reivindicativa está hoy
planteado en Argentina, en algunas provincias, en algunas ciudades, en algunas
zonas fabriles y villeras, la formación de órganos embrionarios de poder
popular. Pero, en general en lo inmediato no es conveniente dar un paso que
atraerá rápidamente la represión contrarrevolucionaria. En esos casos puede
avanzarse enmascarando hábilmente tras distintas fachadas el ejercicio del
poder popular. En una villa, por ejemplo, bajo el enmascaramiento de la Asociación
Vecinal, pueden organizarse distintas comisiones que encaren el problema de la
salud, de la educación, de la seguridad, de la justicia, de la vivienda, etc.,
con una orientación revolucionaria, mediante la constante movilización de toda
la villa, teniendo como objetivo central la construcción de sólidas fuerzas
revolucionarias políticas y militares. En un pueblo de Ingenio Azucarero igual
papel podría jugar el Sindicato. Pero esto sólo como pasos iniciales de los
que habrá que pasar en el momento oportuno a la organización de una Asamblea o
Consejo local que se constituya oficialmente como poder soberano de la población
de la zona.
En el campo, donde la presencia directa del
estado capitalista es relativamente débil, el desarrollo del poder local será
más rápido y más efectivo, en cuanto estará en condiciones de brindar desde
el comienzo sustanciales mejoras a las masas. Pero su enmascaramiento será más
difícil y recibirá inicialmente los más feroces ataques del enemigo.
Establecer órganos de poder local en el campo sólo será posible con el
respaldo de unidades guerrilleras medianas capaces de rechazar exitosamente los
ataques del Ejército Contrarrevolucionario.
Unidad
y movilización popular: el frente antiimperialista
No hay posibilidades de avanzar sólidamente en
el desarrollo del poder local sin constantes avances en la unidad y movilización
más amplia de las masas populares. Este es un problema crucial que será
resuelto mediante una sabia combinación de avances en la movilización política
de masas por abajo con una correcta política de acuerdos entre las distintas
organizaciones obreras y populares6.
La movilización patriótica y democrática de
las más amplias masas del pueblo argentino tiene ya una importancia
fundamental. Aprovechando todos los resquicios legales, la lucha democrática,
patriótica, antiimperialista, constituye un segundo frente desde el que se
hostigará al régimen capitalista-imperialista desplegando con energía la
violencia política de todo el pueblo, impulsando la intervención de las más
amplias masas en la lucha revolucionaria, garantizando la íntima vinculación
de las fuerzas políticas y militares clandestinas con el conjunto del pueblo
trabajador, fuente inagotable de recursos morales y materiales para las
necesidades de la guerra popular. La unidad y movilización patriótica de todo
el pueblo requiere la construcción de una herramienta política orgánica que
la centralice, organice, impulse y oriente. Es el Ejército Político de las
masas, el Frente Antiimperialista que es necesario organizar en el curso mismo
de la movilización, como propulsor y resultado de la intensa actividad política,
legal, semilegal y clandestina de las más amplias masas populares.
Este Frente Antiimperialista, a partir de
experiencias como la del FAS, debe enraizar orgánicamente en las masas con su
política patriótica y revolucionaria, contener en su seno la mas amplia gama
de organizaciones representativas, partidos y corrientes políticas socialistas,
peronistas, radicales, cristianos, etc., sindicatos y agrupaciones sindicales
antiburocráticas, centros y federaciones estudiantiles, uniones, ligas y
federaciones campesinas, asociaciones y federaciones villeras y barriales,
federaciones de aborígenes, organizaciones juveniles y femeninas, comisiones de
solidaridad con los presos, etc. etc.
No es ésta una tarea sin dificultades. Requiere
partir de un amplio espíritu unitario, solidario y de servicio incondicional a
la causa del pueblo. Pero la heterogeneidad social del Frente Antiimperialista
producirá sin duda dificultades y luchas interiores que necesitan un
tratamiento paciente y constructivo. Unidad frente al enemigo y lucha ideológica
y política en el interior de la alianza, es una característica esencial del
Frente Antiimperialista porque desde el momento que agrupa o tiende a agrupar al
conjunto del pueblo, a la clase obrera, la pequeña burguesía urbana, el
campesinado pobre y los pobres de la ciudad, y en ciertos períodos hasta
sectores de la burguesía nacional media, contra el enemigo común, no puede
evitarse una aguda lucha de clases en su seno. Pero esta lucha de clases tiene
un carácter ideológico y político pacífico, que puede y debe resolverse sin
la ruptura de la unidad; es una contradicción no antagónica en el seno del
pueblo que puede y debe solucionarse mediante la crítica, la autocrítica y la
educación revolucionaria. Sin embargo tiene una importancia capital, porque sólo
la hegemonía del proletariado en la conducción del Frente Antiimperialista
puede garantizar la persistencia de una correcta línea de movilización de
masas y desarrollo del poder local en el marco de la victoriosa política de
guerra revolucionaria.
Ese mismo Frente Antiimperialista que debemos
construir a partir de la experiencia del FAS y otras organizaciones similares,
es quien deberá motorizar la organización del poder local, tomando en sus
manos, a partir del consenso popular, la organización de las masas de la zona y
la construcción de los consejos o asambleas soberanas con delegados de los
distintos sectores de la población. Para ello se requiere pericia, preparación,
intercambio de experiencias y un trabajo revolucionario bien organizado que
prevea las distintas cuestiones relacionadas, que forme los cuadros necesarios,
etc. etc. El Frente Antiimperialista debe reunir y organizar los inmensos
recursos de las más amplias masas y colocarlos al servicio de la lucha
revolucionaria por el poder, del desarrollo del poder local, hacia la preparación
de la victoriosa insurrección general del pueblo argentino.
La unidad y movilización patriótica de nuestro
pueblo se agigantará paralela al desarrollo de la lucha reivindicativa de las
masas y de la creciente envergadura de las actividades revolucionarias
clandestinas políticas y militares. El conjunto de estas luchas, que
interrelacionadas constituyen la aplicación de una línea de guerra
revolucionaria, permitirán poner de pie a centenares de miles de argentinos que
apoyados por millones constituirán una poderosa fuerza revolucionaria capaz de
derrotar a los capitalistas, a sus fuerzas armadas contrarrevolucionarias y
despojarlos definitivamente del poder. Capaz de establecer un Gobierno
Revolucionario Obrero y Popular, de destruir en sus cimientos el sistema de
explotación y opresión burgués-imperialista, e iniciar la construcción de la
Nueva Patria Socialista, abriendo así un largo período de libertad y felicidad
para nuestro querido pueblo.
La
construcción del Ejército del Pueblo
Después de más de tres años de combate
urbano, nuestro pueblo ha iniciado la construcción de unidades guerrilleras
urbanas y rurales estructuradas en una perspectiva de fuerzas regulares. A
partir de esa experiencia y de los recursos acumulados, los argentinos estamos
hoy en condiciones de avanzar con rapidez en la construcción de un poderoso ejército
guerrillero.
En un primer período inmediato que posiblemente
lleve varios años, debemos abocarnos a la organización de unidades locales
pequeñas y medianas, a nivel de compañía, batallón y regimiento, íntimamente
unidas al desarrollo del poder local, capaces de enfrentar triunfalmente, con el
apoyo de la población, cualquier ataque de las fuerzas represivas. De esas
unidades locales han de surgir en el futuro, las brigadas y divisiones del Ejército
Revolucionario del Pueblo regular que respaldará la victoriosa insurrección
general del pueblo argentino.
Como parte del ejercicio soberano del poder por
el pueblo en determinadas zonas, se crearán milicias de autodefensa obreras y
populares que al encargarse progresivamente por sí solas de garantizar
efectivamente la defensa de su zona ante los embates represivos, harán posible
que las compañías, batallones y regimientos guerrilleros se liberen de sus
obligaciones locales y avancen en su transformación en brigadas y divisiones
regulares, brazo de acero del pueblo revolucionario. La formación de las
milicias de autodefensa, fuente asimismo de combatientes y cuadros militares
para las fuerzas regulares, es un problema serio, delicado, que exige una política
prudente, reflexiva, consistente. Los espontaneistas, con su irresponsabilidad y
ligereza característica gustan plantear sin ton ni son ante cada movilización
obrera y popular por pequeña y aislada que sea, la formación inmediata de
milicias de autodefensa. Naturalmente que para ellos es sólo una palabra con la
que pretenden colocarse a la izquierda de nuestro Partido en el terreno de la
lucha armada y no existen riesgos de que lleguen a concretarlo. Pero sectores
proletarios y populares de vanguardia, plenos de combatividad, pueden caer bajo
la influencia de esta hermosa consigna y llegar a la formación apresurada de
tales milicias exponiéndose y exponiendo prematuramente a sectores de las masas
a los feroces golpes de la represión con resultados contraproducentes. Las
milicias de autodefensa son parte esencial en el armamento obrero y popular,
constituyen sólidos pilares en la edificación de las fuerzas armadas
revolucionarias, pero por su amplio carácter de masas sólo pueden surgir de
una profunda y total movilización del pueblo en zonas de guerrilla o zonas
liberadas.
En la construcción de las fuertes unidades
guerrilleras del presente, esfuerzo que se nutrirá del generoso aporte de la
clase obrera y el pueblo, tienen responsabilidad fundamental las actuales
organizaciones y grupos armados, principalmente nuestro ERP que cuenta con mayor
experiencia de combate. Unificar los esfuerzos de edificación guerrillera
luchando contra la dispersión, el sectarismo y el individualismo es una tarea
que tenemos por delante y que correctamente solucionada facilitará la formación
de las unidades necesarias, al centralizar todos los recursos disponibles.
Porque construir una fuerza militar como la que necesitamos, más aún en las
condiciones de dominación capitalista y frente a un enemigo relativamente
poderoso, es una tarea realizable pero difícil y compleja. Es una tarea
perfectamente realizable como nos ha demostrado la experiencia al llegar ya a la
constitución de compañías que con su logística (servicios) incluyen más de
un centenar de combatientes y tienen mayor capacidad de combate que las unidades
similares del ejército opresor, y como nos demuestra la gloriosa experiencia
vietnamita en que en un país de 15 millones de habitantes frente a un ejército
de ocupación de más de un millón de hombres, lograron liberar más del 90
porciento del país, defender esas zonas liberadas con milicias de autodefensa y
construir poderosas divisiones que aniquilaron -sin contar con aviación- a las
mejores tropas norteamericanas obligando a retirarse derrotado al ejército
contrarrevolucionario más poderoso de la tierra. Pero si bien es posible,
requiere grandes sacrificios, enormes recursos y mucha destreza, requiere el
aporte decidido de la clase obrera y el pueblo, la unificación de los esfuerzos
revolucionarios, una correcta política de masas y una sabia línea militar de
masas. En una palabra requiere la activa participación de amplios sectores de
la clase obrera y el pueblo, el aporte de distintas corrientes populares y la
firme dirección de un partido marxista-leninista de combate.
El
Partido Revolucionario de los Trabajadores
"Si la guerra de liberación del pueblo
vietnamita ha sido coronada por una gran victoria, ha sido gracias a los
factores que acabamos de enumerar, pero ante todo porque fue organizada y
dirigida por el Partido de la clase obrera: El Partido Comunista Indochino hoy
convertido en Partido de los Trabajadores de Vietnam. Fue éste el que, a la luz
del marxismo-leninismo, procedió a un análisis certero de la sociedad
vietnamita y de la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros, para
definir las tareas fundamentales de la revolución nacional democrática popular
y decidir el comienzo de la lucha armada y la línea general de la guerra de
liberación: la resistencia prolongada, la libertad por el propio esfuerzo.
Resolvió certeramente los diversos problemas planteados por la organización y
la dirección de un Ejército Popular, de un poder popular, de un Frente
Nacional Unido. Inspiró al pueblo y al ejército un espíritu revolucionario
consecuente e inculcó a toda la nación la voluntad de superar todas las
dificultades, soportar todas las privaciones y llevar hasta el fin la larga y
dura resistencia"7 .
Los argentinos contamos también con el núcleo
fundamental de un Partido similar, del partido proletario de combate que llevará
al triunfo nuestra revolución antiimperialista y socialista. Es el PRT, forjado
en nueve años de dura lucha clandestina, antidictatorial, antiimperialista y
anticapitalista, que cuenta hoy día con sólida estructura nacional, varios
miles de miembros activos, varios centenares de cuadros sólidos, tradición y
experiencia de combate, correcta línea política estratégica y táctica,
marcadas características y moral proletaria y una profunda determinación de
vencer afrontando todos los sacrificios necesarios. Pero nuestro Partido
encuentra aún grandes dificultades para cumplimentar eficazmente su misión
revolucionaria. Ello se debe principalmente a insuficiencias en la penetración
orgánica en el proletariado fabril, débil composición social que alcanza a sólo
a un 30 porciento de obreros fabriles, insuficiente habilidad profesional en la
ejecución de las tareas revolucionarias y limitado número de miembros
organizados. En el curso de las presentes y futuras luchas del proletariado y el
pueblo, nuestro Partido sabrá conquistar la total confianza de la vanguardia
obrera y popular, despertar y canalizar la decisión revolucionaria de los
mejores hijos de nuestro pueblo para superar sus limitaciones actuales y
responder cabalmente a sus responsabilidades, ejecutar con honor su papel de
motor, centralizador y dirigente del conjunto de la lucha revolucionaria.
La construcción del PRT, tarea capital de todos
los revolucionarios argentinos, principalmente de los obreros de las grandes fábricas,
pasa por el desarrollo de las zonas y de los frentes fabriles. Formar células
en las grandes fábricas, influir o dirigir la lucha reivindicativa del
proletariado, llegar constantemente con hábil propaganda de Partido al conjunto
de los obreros fabriles, incorporar y organizar en el Partido decenas de obreros
en cada fábrica grande, es el punto de partida actual para el sano e impetuoso
desarrollo necesario, para que el PRT esté en condiciones de jugar su rol
dirigente y organizador. De las grandes fábricas saldrán el grueso de los
principales cuadros y dirigentes de nuestro Partido, como han salido
parcialmente hasta hoy.
Como se ve todo este esfuerzo no depende sólo
de la constancia y voluntad de nuestros militantes; tienen también enorme
responsabilidad los elementos de vanguardia del proletariado, cuya conciencia,
fidelidad a la causa y firme determinación serán decisivos en la construcción
del Partido que necesitamos. Porque el PRT padece de una gran escasez de
cuadros, la disposición de los elementos de vanguardia a organizarse por su
propia cuenta es vital para conseguir rápidos avances en la multiplicación de
nuestras fuerzas revolucionarias. Cada obrero de vanguardia, cada revolucionario
de origen no proletario, cada nuevo compañero que se ligue a nuestra organización,
tiene la responsabilidad de aportar lo máximo de si en su rápida integración
y en la construcción de las células de su frente fabril o de su zona.
Con el cálido respaldo de nuestro pueblo y la
decidida intervención de la vanguardia obrera y popular, el PRT aumentará
sustancialmente sus fuerzas en el próximo período, y se pondrá en condiciones
de dar solución en la práctica a los complejos problemas de nuestra revolución.
Nuestra
revolución triunfará
En este breve folleto hemos visto como se
sostiene la burguesía en el poder utilizando tanto el engaño como la represión,
sirviéndose hoy del parlamentarismo, mañana del bonapartismo militar. Hemos
visto como en la actualidad, fracasado el intento parlamentario peronista, la
burguesía se apresta a intentar un nuevo engaño con un golpe o autogolpe
militar de tinte peruanista. Hemos llegado a la conclusión de que debemos
lograr a toda costa que nuestro pueblo no vuelva a caer en el engaño y en lugar
de abrigar esperanzas en los militares sepa desde el principio que la lucha
revolucionaria debe continuar e intensificarse.
Hemos visto más adelante, que estamos ante la
apertura de una situación revolucionaria en la cual la lucha por el poder
comienza a ser posible. Hemos visto finalmente que el camino para avanzar hacia
la conquista del poder por medio de la insurrección armada general del pueblo
argentino, pasa por el desarrollo del poder dual, por el poder local en las
zonas de guerrillas y zonas liberadas, por la unidad y movilización de todo el
pueblo, por la construcción de un Frente Antiimperialista de masas, un poderoso
ejército guerrillero y un sólido Partido Marxista-Leninista de combate, el
Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Estas sencillas y fundamentales conclusiones que
iluminan nuestra actividad futura; estas inmensas posibilidades y
responsabilidades de la actual generación de revolucionarios argentinos, es una
semilla que germinó regada por la generosa sangre de más de un centenar de héroes
y mártires caídos en el combate, en la tortura o en el frío asesinato
policial y militar. Ellos son la expresión máxima de combatividad y entrega
revolucionarios de nuestro pueblo, del heroísmo del pueblo argentino, que ha
logrado abrir ya un ancho y seguro camino para el triunfo de la revolución
socialista y antiimperialista: el victorioso camino de la guerra popular
revolucionaria.
Nos esperan arduas tareas y grandes sacrificios.
Hemos de lanzarnos a afrontarlas plenos de determinación revolucionaria, de fe
en la capacidad y decisión de nuestro pueblo, de confianza en el seguro triunfo
de nuestra revolución. De hoy en más, menos que nunca, no habrá sacrificios
vanos, esfuerzos desperdiciados, esperanzas frustradas. Sabemos por qué y cómo
combatir, contamos con las herramientas básicas que necesitamos, sólo nos
resta afilarlas y mejorarlas incesantemente, ser cada día más hábiles en su
empleo, conseguir que nuevos y numerosos contingentes de militantes en todos los
puntos del país, utilicen con vigor esas mismas herramientas revolucionarias.
Al igual que en la guerra de la primera
independencia los revolucionarios argentinos no estamos solos. La
responsabilidad de expulsar al imperialismo yanqui de América Latina y derribar
el injusto sistema capitalista es compartida por todos los pueblos
latinoamericanos y cuenta con el apoyo y la simpatía de todos los pueblos del
mundo. Más no solamente por enfrentar al mismo enemigo estamos hermanados.
Nuestro Partido ha llegado ya a la convergencia teórica y práctica, a la
unidad, con el MLN Tupamaros de Uruguay, el MIR de Chile, el ELN de Bolivia, en
la Junta de Coordinación Revolucionaria.
En la mayor parte de los países capitalistas
latinoamericanos sometidos a la dominación del imperialismo yanqui, los pueblos
mantienen una lucha enconada y han acumulado valiosas experiencias
revolucionarias. Es cierto que se han sufrido dolorosas derrotas en la mayoría
de nuestros países. Pero esas mismas derrotas han sido fuente de profundas
reflexiones, de fundamentales aprendizajes, y en el seno de las masas y de sus
vanguardias maduran dinámicos elementos que anuncian la generalización de un
poderoso auge de luchas revolucionarias en varios de nuestros países,
favorecido por la profunda crisis de la economía capitalista latinoamericana.
Tal es el marco en que se librará la lucha
revolucionaria en nuestra patria, enriquecida y apoyada por el desarrollo
paralelo de similares experiencias de nuestros hermanos latinoamericanos.
Como San Martín y Bolívar y como el Che, como
revolucionarios latinoamericanos, los mejores hijos de nuestro pueblo sabrán
hacer honor a nuestras hermosas tradiciones revolucionarias, transitando
gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal camino de la segunda y definitiva
independencia de los pueblos latinoamericanos.
NOTAS
[1]
V.I. Lenin, "El Estado y la Revolución". Obras Completas , Tomo 24, página 56. Edit. Cartago.
[2]
Partido Revolucionario de los Trabajadores (Argentina), Resoluciones del Comité
Ejecutivo de abril de 1971 publicadas en el libro del V Congreso, pagina 161.
[3]
"Una definición contrarrevolucionaria", Editorial de "El
Combatiente" del 29/2/72.