Mario
Roberto Santucho
Por
qué nos separamos de la IV Internacional
Agosto
de 1973
Redactado: Agosto de 1973.
Publicación primera: En argentina,
1973.
En su reunión de julio, el Comité Ejecutivo
del Partido Revolucionario de los Trabajadores votó, ad referéndum de nuestro
VI Congreso la resolución de separarse de la IV Internacional.
Para la mejor comprensión por parte de los
compañeros lectores sobre esta importante decisión, queremos reunir en esta
nota los principales antecedentes de la misma.
El V Congreso de nuestra organización votó.
entre otras resoluciones, el mantenimiento de la adhesión a la IV
Internacional, contra el cual se habían pronunciado varios Congresistas.
Posteriormente, para una mejor comprensión del sentido de este voto, el Comité
Central encargó al compañero Miguel que resumiera en una minuta los puntos de
vista sostenidos por la mayoría en el debate del Congreso, incluyéndose la
misma en el folleto de divulgación de sus resoluciones.
Tomamos de esa minuta algunos párrafos
centrales: "Nuestro punto de vista es que desde la experiencia leninista de
la Tercera Internacional, quedó más clara que nunca la necesidad de un Partido
Revolucionario Internacional que centralizara mundialmente la lucha contra el
capitalismo y el imperialismo, necesidad día a día más apremiante por las
características de la época en que vivimos, con el capitalismo férreamente
centralizado bajo la égida del imperialismo yanqui, la lucha revolucionaria
desenvolviéndose en algunos teatros con contenido y forma internacional
(sudeste asiático) y la notoria interinfluencia de los distintos procesos
revolucionarios, anticapitalistas y antiimperialistas que se desarrollan en cada
país, en cada región y en cada continente".
"El movimiento trotskysta. es necesario
aclararlo, agrupa a sectores heterogéneos. Desde aventureros
contrarrevolucionarios que se sirven de su bandera prostituyéndola hasta
consecuentes revolucionarios".
"...es necesario tener claro que,
efectivamente, la IV Internacional tiene enormes limitaciones y una tradición
escasamente reivindicable".
"Podemos resumirla diciendo que la histórica
tarea de mantener vivo el internacionalismo leninista, de conservar y
desarrollar la teoría y la práctica de la revolución permanente, hubo de ser
asumida en las condiciones de predominio absoluto del stalinismo, por pequeños
círculos de intelectuales revolucionarios cuya marginación real de la
vanguardia proletaria y de las masas -pese a importantes esfuerzos por penetrar
en ellas- impidió su proletarización y otorgó un carácter pequeño-burgués
al movimiento trotskysta. Esta realidad determinó que el opone de la IV
Internacional al movimiento revolucionario mundial se limitara al nada
despreciable de custodio de aspectos esenciales del marxismo-leninismo
abandonados y pisoteados por el stalinismo, y lejos de jugar un rol práctico
revolucionario de importancia, cayera en numerosas oportunidades en puntos de
vista reformistas, ultraizquierdistas e incluso, sirviera de refugio a toda
clase de aventureros contrarrevolucionarios, consecuencia y, a su vez, causa de
la marginación de la que habláramos".
"Mas, el proceso de renovación y
desarrollo a que nos referimos, que demuestra suma pujanza, implica
necesariamente una transformación de la Internacional y de sus partidos en una
dirección proletaria.
Implica un cambio radical en su composición
social, el abandono progresivo de las características pequeño burguesas todavía
dominantes, una participación plena y protagónica en distintas revoluciones
nacionales. El futuro del movimiento trotskysta depende de la capacidad de la
Internacional, de sus Partidos nacionales, para asimilar esta transformación,
realizarla consciente y ordenadamente."[1]
Corresponde ahora analizar si la Internacional y
sus partidos han sido capaces de asimilar y desarrollar esta transformación.
Pero antes nos remitiremos brevemente a los antecedentes de la Internacional.
EL
SURGIMIENTO DE LA IV INTERNACIONAL
Después de su expulsión de la Unión Soviética
en 1929, León Trotsky comenzó a dar forma internacional a la oposición que
venía desarrollando contra el stalinismo.
A esta tarea desarrollada por el gran luchador
revolucionario, corresponde atribuirle el mérito de haber mantenido vivas las
banderas leninistas del internacionalismo revolucionario y de la democracia
proletaria, de haber desarrollado una crítica consecuente y generalmente
acertada de los graves errores del stalinismo que contribuyeron a la frustración
de la Revolución en Europa y de haber tratado tesoneramente de construir una
nueva vanguardia proletaria. Pero también cabe señalar en ella un error
capital; que contribuye decisivamente a la frustración de ese proyecto de
desarrollar una nueva vanguardia revolucionaria a escala mundial.
León Trotsky, aferrado a las tradiciones
revolucionarias del marxismo en Europa, no advirtió todo el profundo sentido de
la definición de Lenin, acerca de que "la cadena imperialista se rompe por
su eslabón más débil" y no sacó todas las consecuencias de su propia
teoría de la Revolución Permanente. No comprendió, en suma, que el eje de la
revolución mundial se había desplazado a los países coloniales y
dependientes.
No comprendió que, mientras en Europa la
Revolución se estancaba y retrocedía, en Asia, en cambio, continuaba en
vigoroso ascenso, dirigida por partidos y hombres que, a pesar de militar
formalmente en la III Internacional Stalinista, supieron mantener viva la teoría
y la práctica del marxismo-leninismo, construir sólidas organizaciones
proletarias de vanguardia, y ponerse a la cabeza de las masas oprimidas de sus
países y conducirlas finalmente a la victoria sobre el capitalismo
imperialista.
Sus discípulos chinos, por ejemplo, llamaron
varias veces su atención sobre la correcta dirección de la guerra
revolucionaria por Mao Tsé-Tung, apoyada sobre las masas campesinas oprimidas.
Pero Trotsky lo esperaba todo de los obreros urbanos y desconfiaba de los ejércitos
campesinos dirigidos por el Partido Comunista Chino.
En Vietnam, existió un partido trotskysta,
relativamente fuerte y prestigiado entre las masas, que en 1936 concurrió a
elecciones en Frente Único con el Partido Comunista Indochino. Sin embargo,
poco después se produce la ruptura y los trotskystas vietnamitas llegaron a
enfrentarse abiertamente con el Partido de Ho-Chi-Minh justamente cuando éste
comienza a desarrollar la guerrilla.
Trotsky apenas prestó atención a estos
importantes hechos, mientras dedicaba un tiempo desmedido a las pequeñas
disputas y problemas de sus partidarios europeos, especialmente franceses.
"Los grupos minúsculos que no pueden
ligarse a ningún movimiento de masas no tardan en ser presa de la frustración.
No importa cuánta inteligencia y vigor puedan poseer, si no encuentran aplicación
práctica para una y otra cosa están condenados a malgastar su fuerza en
disputas escolásticas e intensas animosidades personales que desembocan en
interminables escisiones y anatemas mutuos. Una cierta dosis de tales riñas
entre sectas ha caracterizado, por supuesto, el progreso de todo movimiento
revolucionario. Pero lo que distingue al movimiento vital de la secta árida es
que el primero encuentra a tiempo, y la segunda no, la saludable transición de
las disputas y las escisiones a la auténtica acción política de masas."
"Las disensiones similares a ésta, en las
que prácticamente es imposible separar lo personal de lo político, vinieron a
ser una dolencia crónica de la mayoría, si no de la totalidad de los grupos
trotskystas; el ejemplo francés fue infeccioso porque, aparte de otras razones.
París era ahora el centro del trotskysmo internacional. Las personalidades, por
regla general, tenían tan poco peso, los motivos de disensión eran tan
insignificantes y las disputas tan tediosas, que ni siquiera la participación
de Trotsky les confieren suficiente importancia para que merezcan un lugar en su
biografía".[2]
El principal biógrafo de Trotsky refleja así,
con toda precisión, las características del trotskysmo en la época de su
surgimiento y que constituiría en él un mal endémico. Lo que le falta
precisar a Deutscher, aunque se desprende claramente de sus palabras, es la raíz
de clase de estas características. Ellas constituyen una manifestación clarísima
del individualismo pequeño-burgués, propio de los intelectuales
revolucionarios no proletarizados por el desarrollo del partido. Por esta razón
encontramos, como señala acertadamente Deucscher, tales características en los
comienzos de codo movimiento revolucionario, cuando los intelectuales
constituyen la mayoría o la totalidad de la militancia.
Pero cuando la vanguardia obrera penetra en sus
filas, imprimiéndole su sello de clase, la organización y sus componentes no
obreros se proletarizan y se produce la "saludable transición a la acción
política de masas".
El trotskysmo no pudo concretar tal transición
por las razones ames apuntadas. Mientras Trotsky concentraba sus esfuerzos en
Europa y "tales fruslerías devoraban gran parte de su tiempo y de sus
nervios", en China, en Vietnam, en Corea, las masas se batían firmemente
contra el imperialismo, forjando en la guerra sus organizaciones proletarias. ¡Cuánto
más útil hubiera sido allí el aporte de Trotsky, su invalorable experiencia,
atesorada en años de militancia revolucionaria, templada en la Revolución de
Octubre y la Guerra Civil!
Así, agobiado por el triple peso del retroceso
de las masas en Europa, la persecución stalinista y sus propios errores, el
trotskysmo siguió desarrollándose al margen de la práctica real de la lucha
de clases.
Y en esas circunstancias surge, precisamente, la
IV Internacional, fundada en 1938. Dejemos hablar otra vez a Deutscher:
"Durante todo el verano de 1938 Trotsky se
mantuvo ocupado en la preparación del 'Proyecto del Programa' y de las
resoluciones para el 'Congreso Constituyente' de la Internacional. En realidad
éste fue sólo una pequeña conferencia de trotskistas celebrada en la casa de
Alfred Rosiner en Perigny, una aldea cercana a París, el 3 de setiembre de
1938. Estuvieron presentes 21 delegados que decían representar a las
organizaciones de 11 países."
"Naville rindió el 'informe sobre los
progresos realizados' que debían justificar la decisión de los organizadores
en el sentido de proclamar la fundación de la Cuarta Internacional. Sin proponérselo,
sin embargo, Naville reveló que la Internacional era poco más que una ficción:
ninguno de sus llamados Ejecutivos y Burós Internacionales había sido capaz de
trabajar durante los últimos años. Las 'secciones' de la Internacional
contaban con unas cuantas docenas o, a lo sumo, uno? cuantos centenares de
miembros cada una."[3]
Mientras vivió Trotsky, la IV logró mantener
cierta unidad de acción. Después de su asesinato, el 20 de agosto de 1940, las
disputas y escisiones se hicieron interminables y atomizaron a la organización.
No obstante, tras el XX Congreso del PC soviético,
en el que el propio Khruschev denunció los crímenes de Stalin, el trotskysmo
experimentó un cierto reflorecimiento.
En nuestro V Congreso decíamos: "El
resurgimiento del trotskysmo a partir de la defenestración de Stalin en la URSS
se ha polarizado en la IV Internacional a que pertenecemos, quedando al margen
la casi totalidad de los grupos aventureros y contrarrevolucionarios que se
reivindican trotskistas. Reconocidos por el propio Partido Comunista de la Unión
Soviética los aspectos negativos de Stalin, ello constituyó una dramática
confirmación de las raíces sanas y correctas del movimiento trotskysta y
favoreció dos procesos simultáneos: a) la reunificación de la mayoría del
movimiento trotskysta, entonces muy atomizado, debilitado y desprestigiado,
concretada en el Congreso de Reunificación de la IV Internacional de 1963; b)
La revitalización del trotskysmo por la doble vía de un nuevo y más amplio
prestigio, que posibilitó el ingreso a sus filas de la juventud revolucionaria
y del traslado del eje de lucha desde el enfrentamiento y denuncia del
stalinismo (...) hacia la problemática revolucionaria contemporánea".
(Minuta citada).
Las esperanzas que entonces poníamos en la
proletarización y renovación del trotskysmo se han visto frustradas. Las
manifestaciones más claras de esta frustración son tres: la composición de
clase de la IV, la actividad fraccional desarrollada contra nuestro Partido y el
sostenimiento de posiciones teóricas que se apartan del marxismo-leninismo.
PEQUEÑA-BURGUESÍA
Y FRACCIONALISMO
La composición de clase de la IV se puede medir
con facilidad por la composición y orientación política de sus dos partidos más
numerosos: el Socialist Warker's Party (SWR Partido Socialista de los
Trabajadores) norteamericano y la Liga Comunista de Francia (LCF).
El SWP es un partido que cuenta en sus filas con
algunos miles de militantes de origen pequeño-burgués, intelectuales,
profesionales y estudiantes. Su vinculación a la clase obrera es escasa o nula
y su actividad principal se desarrolla en los círculos intelectuales y en los
movimientos "marginales", como el movimiento de liberación femenina.
Constituyen desde hace muchos años el ala derecha de la Internacional. Por otra
parte, no deja de ser significativo en sí el hecho de que el Partido más
fuerte de la Internacional se haya desarrollado en el país mas reaccionario del
mundo, mientras sus fuerzas son insignificantes en todos los países coloniales
y dependientes.
La LCF es una organización de alrededor de
2.300 miembros, un 10 por ciento de ellos obreros, otro 20 por ciento empleados
o profesionales y el 70 por ciento estudiantes. Su única intervención
importante en !a lucha de clases en Francia se registró en las movilizaciones
de 1968.
Un sector de la dirección de este Partido es
precisamente el que desarrolló contra nuestra organización un trabajo
fraccional en 1971 y 1972. Sobre esta última cuestión no nos extenderemos aquí,
puesto que ya hemos publicado un folleto informativo sobre el tema.
Baste señalar que éste culminó con la formación
del grupo que actualmente trata de usurpar e! nombre de nuestro Partido y del Ejército
Revolucionario del Pueblo, añadiéndoles el aditamento "Fracción
Roja".
Más importante es tratar aquí las profundas
diferencias ideológicas que reflejan el carácter pequeño-burgués de la IV
Internacional y constituyen el trasfondo de las actividades contra nuestro
Partido, al mismo tiempo que marcan la imposibilidad de continuar trabajando por
la construcción de una organización proletaria revolucionaria internacional en
el marco de la Cuarta.
A)
DEFINICIÓN IDEOLÓGICA
Para nosotros el socialismo científico, la teoría
revolucionaria del proletariado, ha sido elaborada en lo fundamental por Marx y
Engels. Lenin ha realizado a esta teoría aporres esenciales, especialmente la
teoría científica del partido revolucionario, que justifican plenamente la
designación del socialismo científico como marxismo-leninismo.
MaoTsé-Tung, Ho-Chi-Minh, Giap, Le Duan, KÍm-II-Sung,
Fidel Castro y el Che Guevara han realizado grandes aportes al
marxismo-leninismo, en el curso de su experiencia como dirigentes de la revolución
en sus países, sobre todo en lo que hace a la teoría de la guerra
revolucionaria y a la construcción del socialismo. León Trotsky, también ha
hecho aporres valiosos, especialmente la teoría de la revolución permanente y
la caracterización de la burocracia y del fascismo. Otros aportes menores
podemos encontrar en Antonio Gramsci y otros y en todos los que con aciertos y
errores han luchado y luchamos por el triunfo de la revolución socialista. Pero
ninguno de estos aportes justifica ya el cambio de designación a la teoría
científica de la clase obrera.
Esta no es una mera cuestión de nombres, sino
que la IV Internacional, al sostener que el trotskysmo "es el leninismo de
nuestro tiempo", desvaloriza los aportes de otros revolucionarios y maneja
el pensamiento de Trotsky en bloque, negando sus errores. Carecen así de
orientaciones correctas para una serie de cuestiones, especialmente aquellas
relacionadas con la lucha armada.
B)
CARACTERIZACIÓN DE LOS REVOLUCIONARIOS VIETNAMITAS Y CUBANOS
La IV niega el carácter de verdaderos y
completos partidos marxista-leninistas a los compañeros vietnamitas y cubanos.
Nuestros fraccionistas llegaron al extremo de caracterizarlos como
"partidos de base amplia" al estilo del Partido Socialdemócrata Alemán
(!), mientras ponían como modelo de construcción de partido en nuestro tiempo
a la Liga Comunista de Francia. Esto es evidentemente desconocer el abecé del
marxismo, que basa en la práctica toda caracterización. Y a nadie puede caber
duda alguna sobre lo que vietnamitas y cubanos han hecho en el terreno de la práctica
revolucionaria.
C)
LUCHA DE CLASES EN EL PARTIDO
Este es un punto complejo e importante, en el
que se entremezclan en un solo haz, los métodos de construcción de una
organización verdaderamente proletaria, el centralismo democrático y los
medios de conocimiento del Partido.
Empecemos por esto último. Un Partido
revolucionario, para ser tal, debe conocer la realidad en la que se mueve. La
fuente de ese conocimiento, como lo han enseñado reiteradamente Marx, Lenin y
todos los revolucionarios, es la propia práctica, la actividad transformadora
del mundo. O sea, en el caso de los revolucionarios, la actividad destinada a
transformar las estructuras de la sociedad.
La práctica está, a su vez, orientada por la
teoría, por el marxismo-leninismo, que no es otra cosa que la acumulación del
conjunto de las experiencias prácticas de la Revolución y de los elementos de
análisis científicos de la sociedad, que surgen del conjunto de la práctica
social.
Pero, a su vez, la teoría, el
marxismo-leninismo, no es un método abstracto, una herramienta que sirva para
cualquier uso, al modo en que por ejemplo, se utilizan las notas musicales
indistintamente para escribir un tango o una zamba.
La utilización correcta de la teoría depende
del "punto de vista" con que se aplica. Sólo ubicándose en el punto
de vista del proletariado la clase a que corresponde tal ideología y teoría
científica de la revolución, se puede obtener el resultado correcto.
Ahora bien, en el curso de la actividad
revolucionaria, ante una cuestión cualquiera, surgirán entre los compañeros
opiniones diferentes. Esto es lógico y justo. Esas diferencias de opinión
reflejan las diferentes experiencias de cada compañero. Es muy natural que
frente a un determinado problema no opinen lo mismo un obrero tucumano que uno
cordobés, un compañero que trabaja en una gran fábrica, que el que lo hace en
un pequeño taller, el de un frigorífico que el de una planta química.
La confrontación de esas diferencias de opinión,
a través de una discusión franca, amplia, sin trabas de ningún tipo, permitirá
entonces capear la realidad en todos sus matices, arribar a una opinión común
más justa, más correcta, más rica. Por eso se dice que el Partido es el
"intelectual colectivo" de la Revolución. Este es el polo de la
democracia en el centralismo democrático, el aspecto que permita la elaboración
justa de la línea partidaria con el aporte de todos los compañeros.
Pero esto es a condición de que realmente
"se quiera" llegar a una opinión común, que todos los que participan
en la discusión lo hagan desde "el punto de vista proletario",
atendiendo al interés superior de hacer avanzar a la Revolución.
Cuando la discusión "se empantana",
cuando las diferencias se vuelven irreductibles y devienen en duros
enfrentamientos de tipo personal, entonces esto quiere decir que alguna de las
panes "no quiere" realmente llegar al acuerdo. Y si no quiere llegar
al acuerdo, esto refleja un "interés social", un punto de vista
"no proletario", que tiene su base material en intereses burocráticos
o pequeño-burgueses, que son introducidos en la organización por sus elementos
no proletarios o, excepcionalmente, por elementos obreros que se han desclasado.
De esta manera esos elementos se transforman en correa de transmisión de las
presiones de clases hostiles es sobre la organización del proletariado, de esa
manera la lucha de clases en el conjunto de la sociedad se refleja como lucha de
clases en el seno del lamido.
Cuando se llega a este punto, las
contradicciones en el seno de la organización ya no pueden resolverse por la vía
habitual, la discusión, la autocrítica y la crítica, sino que es necesario
resolverlas mediante una enérgica liquidación de estas corrientes no
proletarias: primero derrotándolas ideológica y políticamente, para así
"curando el mal, tratar de salvar al enfermo", y en caso de persistir
en sus posiciones antiobreras, expulsadas sin contemplaciones del seno de la
organización como se extirpa un tumor para que no infecte a la mayoría sana
del organismo.
No es siempre fácil detectar acertadamente y a
tiempo, cuándo las diferencias de opinión se transforman en lucha de clases en
el seno del Partido.
Es necesario orientarse permanentemente por la
opinión de los obreros, consultar el mayor número de opiniones posible para
tener una visión más amplia y justa de la realidad. Y la piedra de toque para
diferenciar las corrientes de opinión sanas de las tendencias fraccionistas y
antipartidarias es precisamente la práctica, el respeto del centralismo democrático
en sus dos aspectos: amplia libertad de discusión en la elaboración, rigurosa
disciplina centralizada en la acción.
Si ante un problema más complejo que otros una
minoría no tiene argumentos suficientes para convencer de sus posiciones a la
mayoría, y no está a su vez convencida de las posiciones de ésta, la actitud
correcta es acatar la disciplina de la organización, continuar desarrollando la
militancia tenazmente con la línea que en ese momento detenta la mayoría.
En la práctica, entonces, los compañeros de la
minoría podrán comprobar la validez de las opiniones y si fuera acertada la
opinión de la mayoría, rectificar la propia suya. Si, por el contrario, en la
práctica se demostrara como justa la opinión de la minoría -lo que ha
sucedido a veces en la historia de la revolución- será entonces en esa misma
práctica, ejercida de una manera leal y respetuosa de la disciplina partidaria,
cómo la minoría tendrá oportunidad de demostrar la corrección de sus
posiciones y logrará oportunamente la rectificación de la línea.
Esto es posible, precisamente sobre la base,
como hemos señalado, de un común punto de vista proletario, de la intención
de todos, mayoría y minoría, de servir únicamente a los intereses de la
revolución.
Cuando una de las partes tiene un interés
social ajeno al interés de la clase obrera, cuando está situada en un punto de
vista no obrero, sólo entonces cristalizan las diferencias en tendencias
fraccionistas, se viola la disciplina y la legalidad partidaria y se debita la
lucha de clases en la organización.
Hasta aquí, en apretada síntesis, la posición
leninista sobre la lucha de clases en el seno del partido, que nuestra
organización ha mantenido teórica y prácticamente de manera consecuente.
La IV Internacional, por el contrario, opina que
esta posición es "burocrática", "stalinista", que se
utiliza el rótulo "pequeño-burgués", para perseguir a los compañeros
dentro del Partido. Reclaman, en consecuencia, la libertad de constituir
permanentes tendencias diferenciadas en el seno de la organización, que
discutirán sus distintas opiniones de manera permanente ante la "opinión
pública" del Partido.
La piedra de toque para caracterizar estas
corrientes no es ya para ellos la práctica misma de la organización, sino el
debate permanente, la "continua discusión de ideas" con la única
salvedad de un formal acatamiento de la minoría a la mayoría, llegando incluso
a expresar públicamente las diferencias.
Consecuentemente, nuestros fraccionistas exigían
como condición para ingresar al Partido, un elevado nivel teórico, a fin de
poder participar en sus permanentes debates internos. Trababan así el ingreso
de cuadros obreros, que, aunque conozcan perfectamente por su práctica sus
intereses de clase y estén dispuestos a luchar por ellos, a causa de su
explotación no pueden tener grandes conocimientos teóricos antes de ingresar
al Partido y sólo en su seno pueden adquirirlos.
Esta posición no es marxista, no es
materialista dialéctica, sino idealista y tiene una raíz de clase claramente
pequeño-burguesa.
El intelectual pequeño-burgués, que no sufre
en carne propia la explotación y se acerca a la revolución a partir de una
posición humanista, moviéndose por ideas, tiene una fuerte tendencia a
enamorarse de las ideas por las ideas mismas, a manejarlas de una manera
abstracta en la discusión permanente.
Al obrero, en cambio, que experimenta día a día
la explotación, le interesan la discusión y las ideas pero de una manera
concreta, como forma de mejorar su práctica para acabar más pronta y
eficazmente con la explotación de su clase y de toda la humanidad.
D)
ELABORACIÓN TEÓRICA
Para nosotros, como para todo marxista serio, la
teoría, en cualquier terreno, sólo puede surgir de la práctica. Ya Marx señalaba,
en sus "Tesis sobre Feuerbach": "Los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo." (Tesis XI. Publicadas como apéndice en eI libro de Engels
Ludwig Fewerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). La teoría
revolucionaria, en consecuencia, sólo puede surgir de la práctica
revolucionaria y su elaboración sólo se puede realizar en el Partido
revolucionario.
La IV Internacional, por el contrario enfatiza
el aspecto del análisis, sosteniendo que se puede conocer y elaborar teoría al
margen de la práctica y que esa es precisamente la función de una dirección
revolucionaria internacional.
Por cierto que nosotros también sostenemos como
un deber de internacionalismo revolucionario conocer, opinar e
"intervenir" en las revoluciones de otros países, intercambiando
experiencias y apoyo moral y material, coordinando la lucha contra el enemigo
común. Pero esto sólo puede hacerse sobre la práctica de la revolución en el
otro país.
O sea que, mal podemos opinar nosotros sobre el
Congo, por ejemplo, si no existe un Partido hermano congolés en cuya práctica
podamos basarnos para conocer y opinar.
CONCLUSIÓN
Como vemos, todas las importantes diferencias
apuntadas hacen a aspectos capitales de la lucha revolucionaria. Por otra parte,
todas ellas están íntimamente relacionadas y tienen una única raíz de clase:
el carácter pequeño burgués de la IV Internacional, su negativa a
proletarizarse. Teniendo en cuenta esto y todos los demás aspectos que hemos
resumido aquí, nuestro Partido ha tomado la resolución que mencionamos al
comienzo de esta nota.
Esta ruptura no debilita sino que fortalece
nuestra inquebrantable decisión de luchar por la construcción de una nueva
Internacional revolucionaria, aportando a esa tarea todo lo que esté dentro de
nuestras modestas fuerzas.
NOTAS
1-
Destacado por El Combatiente.
2-
Isaac Deutscher, El Profeta Desterrado,
pp. 65-66.
3-
Isaac Deutscher, obra citada, pp 379-380. El autor ha tomado los datos de
"Los Archivos", de Trotsky