¿POR
QUE ESTAS TRISTE ALMA MIA?
Meditación
sobre el Salmo 41-42
Horacio
Bojorge
"...En busca de la
fuente que nos mana en el centro
del alma, iban los ciervos de
espumosos ijares..."
J.M. Pemán
Me han dicho "no
tienes alma". Y a menudo he vivido como si fuera un desalmado. De
espaldas a mi alma. He cerrado mis oídos a su voz. La he ignorado. Y, alguna
vez, he dado la razón a los que la negaban.
Y tú, alma mía, por única protesta, te refugiaste en un
silencio pesaroso. Tu pesar, empero, ha subido hasta mí. Tristeza mía bendita.
O, por mejor decir, bendita tristeza tuya. Reclamo discretísimo de mi alma
olvidada. Pupila humedecida de mi alma. Niña desairada que se oculta para
llorar a solas. Tu llanto ha subido hasta mí. ¿Por qué estás triste alma mía? ¿y por qué me conturbas?
*
* *
A
L M A
Mis únicas
tristezas no mentidas
Me suben
desde el alma desdeñada
que
cansada de hablarme y nunca oída
optó por
fin por esperar callada.
Ella se
cubre el rostro, dolorida,
por mi
decir y hacer crucificada;
pues la
dejan mis dichos desdecida
y la dejan
mis hechos, desdichada.
Como una
esposa llora su despecho
confiándolo
al secreto de la almohada
ella llora
sin llanto su reproche.
No alcanzo
a comprender lo que le he hecho,
pero mi
alma, sin decirme nada,
llora el
único llanto de mi noche.
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No voy a discutir con los sabios ni con los filósofos.
Todas las razones del mundo, alma mía, no valen ya para mí lo que una de tus
lágrimas. Ni hay silogismo que pueda contra la evidencia de tu quebranto.
He sido prepotente. Me he calzado contra ti ideas; como
con sandalias de hierro. Pero no es oprimiéndote como el hombre puede recuperar
su perdida unidad interior. ¿Será una nefanda dicotomía este tener dos manos, y dos pies,... y, en fin, estar
plasmado según una imagen simétrica? ¿Y será dualismo esa simetría interior que es capacidad para hablar consigo
mismo, es decir para hablar contigo?
Alma mía, he terminado por descubrir que odiarte es, en realidad,
odiar la reflexión. Olvidarse de ti,
es como traicionar a la mujer de la juventud. Negarte por imperativos lógicos
o, peor aún ideo-lógicos, es racionalizar el adulterio. El nefando adulterio de
ser infiel a sí mismo, que es como raíz de todos los demás.
Si me pongo a pensar qué motivo podría tener para
sacrificarte, encuentro sólo el dicho del Señor: "piérdela por el
evangelio... y la salvarás".
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He sabido que tu respuesta es en verdad la del salmista.
Tú eres en mí el bramido de Dios. Tú, alma mía, me dices con tus bramidos de
silenciosa nostalgia que yo mismo soy sólo una desaforada carrera flechada
hacia mi Señor. Cierva sedienta.
"Como busca la
cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a
Ti, Dios mío;
Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo...."
....¿Por qué te
acongojas alma mía,
y por qué me
conturbas?" (Salmo 41-42)
Es bueno, pues, que te oiga, alma mía. Es bueno que
pregunte solícito por la verdadera razón de tu tristeza. Es bueno que me deje
conturbar por ti.
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"¿Por qué estás triste, alma mía? ¿Y por qué me
conturbas?".
Eso soy. Eso eres. Eso eres en mi. Tú, alma mía, eres lo
que me habla en mí. Mi íntimo interlocutor. Lo que de mí se oye en mí mismo. Y
lo que en la absoluta soledad es aún capaz de acompañarme y dialogar conmigo.
Eres la parte de mí mismo que se alegra o se entristece, que se goza o se
angustia, que se enternece o se irrita. Mi garganta, mi lengua, mis fauces. Lo
que en ellas se anuda o se dilata, se seca o se hace agua, canta o solloza. Tú,
sensibilidad mía. Tú, mi yo necesitado y dependiente. Tú, registro en carne
viva de mis límites. Tú, lo que es herido en mí por toda herida.
Abjuro del camino del desalmado superhombre. Don Juan.
Beatón del culto idolátrico del machismo interior. Si te he obligado, al uso
musulmán, a velarte en mi presencia, a seguirme a distancia, silenciosa, hoy
abjuro de todas las prácticas coránicas respecto de ti, alma mía.
Quiero atender a lo que tú me dices. Y quiero hablarte,
sin interponer barreras entre tú y yo. Eso deseo y pido a Dios. "Dame como
te lo pido concordia de cuerpo y alma"... "Dame como te lo pido vivir
en paz con mi alma"...
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Alma mía, grande ha de ser el sufrimiento de tu sed, que
no logra abrevarse ni saciarse con ninguna criatura. Sólo el Señor puede
pastorearte, cervatilla salvaje. Sólo a El le dices tú: "El Señor es mi
pastor..."
Nadie, ni yo mismo, podría apacentar otra cosa que
ovejas. Nunca a una cierva salvaje como tú. Porque tú, alma mía, eres en mí lo
que se entiende con mi Señor en el huerto cerrado y en el jardín de los
Cantares. Sólo mi Señor puede quitar el sello de la fuente que anhelas. Los
hombres sólo podemos apacentar ovejas, ser pastores de ganados mansos. Pero uno
solo es el Pastor de las almas. Uno solo el Pastor de nuestras almas: a cuya
mano acuden a comer las cervatillas, tímidas, ariscas... espantadizas.
En cuanto a ti, alma mía, en vano te trataría de conducir
por todas las aguadas. En vano te ofrecería las pasturas de mil prados. Tú
siempre estás oliendo el humo de lejanos incendios. Y no conseguirías
reclinarte en paz, en el reposo de ninguna vega. Lejos de tu Señor, como lejos
del río, te agita de continuo el terror de valladares ígneos. Aunque estén en
el otro extremo del mundo, tu timidez los presiente y los aprehende como
inminentes y cercanos. Bramas. Buscas a la carrera, siempre, el camino del
agua. Yo sería para ti un pastor inexperto. Tú buscas por instinto la ruta del
Huerto, donde tu Creador te apaciente en seguro. Entre lirios.
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Pero si no puedo apacentarte, es bueno que te oiga, alma
mía. Bueno que te pregunte: ¿por qué me sobresaltas? Es bueno que siga a la
carrera el rastro de tu huida. Tu instinto me guía con más seguridad que mis
ideas. Estas me ofrecen una red de caminos posibles. Pero también un laberinto,
donde vagar sin fin, tras la agitación de mis caprichos y el jadeo de mis
entusiasmos transitorios. Tú, en cambio, alma mía, tanto por tus terrores como
por tu deseo, me señalas un único camino. La huella de tu prisa es rectilínea.
Elige todos los atajos. Sabe de qué males huye y qué Bien busca.
Es bueno, pues, que te oiga, alma mía. Es bueno que te
pregunte solícito por la verdadera razón de tu tristeza
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