1. Por iniciativa del Papa Juan Pablo II estamos celebrando "El Año de la Eucaristía", que se prolongará hasta finales de octubre próximo. De un tiempo a esta parte el Papa ha venido llamando la atención de manera insistente sobre la importancia y el significado de la Eucaristía parada vida de la Iglesia y de los cristianos. Nosotros, desde aquí y unidos a toda la Iglesia, queremos responder a este deseo haciendo lo posible por vivir con la mayor intensidad la inmensa riqueza del misterio eucarístico. Por eso le hemos dado un relieve especial en la programación del Plan Pastoral de este año.
2. Será una excelente oportunidad para poner todo nuestro Interés en vivir en toda su plenitud la verdad de la Eucaristía: intensificar nuestro conocimiento, profundizar en sus contenidos, como sacrificio, como acción de gracias,, como memorial, como presencia real, como banquete pascual, como fuente de caridad, como prenda de la gloria que nos espera... Así será verdaderamente una fuente riquísima en el desarrollo de nuestra pastoral y de nuestro apostolado. Lógicamente también en nuestra vida cristiana personal. Porque el encuentro con Jesús eucarístico nos asimila a su vida, a su estilo y a sus mismos sentimientos. Y nos transforma en él, como afirma S. Agustín.
3. Esto se hará realidad si todos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, ponemos atención esmerada en los diversos aspectos que abarca el misterio de la Eucaristía. Por ejemplo:
· La asistencia y celebración digna de la misa como centro de la vida cristiana. Esforzándonos por celebrarla y participarla con devoción y decoro, con reverencia y dignidad, como banquete sagrado v "abismo de la santidad de Dios".
· el vivir plenamente el domingo como "día del Señor" y como "día de la Iglesia"
· esmerarnos en nuestras comuniones, efectuándolas con una buena preparación y con el mayor fervor y devoción posibles.
· el culto fuera de la misa, que debe ser este año un objetivo especial en el que se impliquen los grupos
· las confesiones frecuentes para purificarnos y reconciliarnos con Dios y con todos los hombres y para vivir en plenitud la vida de la gracia.
· la fiesta del Corpus Christi, que debe tener este año un relieve especial y que será ocasión para que toda la comunidad proclame su fe en la presencia real y le dé el culto que se merece.
· intensificarla devoción y cercanía a la Virgen María como madre nuestra y de la Iglesia. Ella nos irá educando para configurarnos con su Hijo como lo hizo ella.
En fin, procuremos durante este año avivar, con estas y otras posibles acciones sencillas, nuestra fe en la presencia real del Señor y en la importancia que tiene la Eucaristía en nuestra vida cristiana.
4. Para conseguir estos objetivos exhorto a todos los fieles:
· a los sacerdotes: para que se esmeren en instruir al pueblo de Dios siguiendo las directrices del Papa en todo lo relacionado con este "Año de la Eucaristía". Y a que nosotros mismos nos esmeremos en celebrar con toda dignidad la misa de cada día como si fuera la primera, la última y la única, como la fuente esencial de nuestro ministerio.
· a los consagrados, religiosos y religiosas: para que vivan e intensifiquen en su consagración la experiencia profunda de la amistad con el Señor y llenen sus vidas de sentido y plenitud,
· a las familias: para que se esmeren en descubrir el misterio que encierra las Eucaristía como algo necesario para transformar sus hogares en santuarios de vida y de amor verdadero.
· a los jóvenes: para que descubran en todo su esplendor y belleza lo que significa ser amigo de Jesús, que se quedó con nosotros para acompañarnos, guiarnos y animarnos a superar las dificultades del camino.
· a la comisión de liturgia: para que nos ayude, siguiendo las normas publicadas por ta santa sede, a comprender, estimar, vivir y amar cada día más y mejor este augusto sacramento.
· Finalmente a todos sin excepción: niños, jóvenes, hombres y mujeres, sanos y enfermos, pobrees y ricos... para que nos esmeremos en descubrir en la Eucaristía la fuente inagotable de nuestras vidas y la fuerza que nos obliga a las obras de caridad y llena nuestro camino de esperanza. Si lo hacemos así habremos dado un paso muy significativo e importante en nuestra vida cristiana, personal, familiar y social. Que la Virgen María nos acompañe.