JACQUI BEHREND
LA CARAVANA
(2005)
¡salgamos de acá!
por el camino iluminado hacia la torre
un estallido
y otro y otro
hasta donde no había más estrellas
algunos lo vieron
y los demás estuvieron de acuerdo:
que todo lo que puede suceder se superpone
como lo que se mezcla, se derrama y se transforma en algo nuevo
y aun así retiene algo de la verdad de lo anterior que se deshace
y desde esta perspectiva es tan confuso
como la superposición de un relámpago y un trueno
la caravana cruzó la luz blanca
un campo de luces en la luz del día
por un instante la vimos desde el enredo en los arbustos
cautivados por la migración de las luces
hacia otro lugar
adivinamos lo que no habíamos visto
para imaginar algo mejor
e iniciar un recorrido
entonces las chimeneas se adueñaron del cielo
lo escondieron con su humo
y en el mareo
los pájaros sorprendidos volaron para cualquier lado
Y YA NO SE VIO NADA
quedamos otra vez solos, el destello desapareció
y alguien dijo: ¡hacia la torre!
entonces seguimos así caminando unas dos horas
empujados hacia lo que parecía el borde del planeta
en la escasa luz la torre concentraba
el brillo, la torre se adueñaba del plano
brillaba
en la torre éramos muchos
y el vidrio empañado chorreaba
hacia adentro en la dureza del paisaje
desde ahí
lo veíamos todos:
no era el mundo, era otro lado
cerca del calor despedazado por el viento
a tientas un lugar
para seguir la caravana o desde ahí
observar a la distancia el cielo alambrado de estrellas en la luz blanca
esa noche llovió
entonces hizo falta organizar el recorrido
porque en la torre de control no entrábamos todos
y si trazábamos un mapa con el verde de los bosques el azul
del agua y las carreteras en marrón
alcanzaríamos la caravana
dibujé toda la noche y de eso estuvimos hablando
hasta que el trazado quedó perfecto
parecía una pantalla
a través de la lluvia
la caravana se perdía
y en las ideas no había nada pero la velocidad del recorrido dañaba
la percepción del monte, la caravana, la memoria
un mínimo equipaje para el vagabundeo
y salimos con la maleza rozando los tobillos
casi sin poder
caminar
y esa lejanía del descanso
una belleza tan abstracta
en el terreno húmedo por el peso de la noche
para salir del valle atamos sogas
anudadas parecían hormigas
trepando el hormiguero con equipaje a cuestas
y así salimos hacia lo que parecía un mar pero era el cielo
siguiendo los puntos lejanos de los barriletes:
¡la caravana!
los más chicos se cansaban y hubo que parar para el juego
y desparramando el equipaje entre las hojas del pasto
nos tiramos a avistar
con telescopios
los puntos a lo lejos
de noche los barriletes eran luces
y alguien dijo que parecían ovnis
o estrellas gigantes
suspendidas de hilos colgados de la luna
y la luna se inclinó sobre los barriletes hasta taparlos y nos quedamos
dormidos
¡el alba!
en definitiva se trataba de un viaje
del tiempo que demora el tiempo en cumplir una semana
un día, un mes o la vuelta al mundo entero
el tiempo demorado a la hora de la siesta
o el tiempo para guardar
lo que no sirve
y con lo demás
la espera
porque el viaje no servía para nada si no se llegaba
a alguna parte
y el tiempo del viaje no tenía
relación con lo anterior
y en el fondo la insistencia
de ver las cosas como son
parecíamos exploradores o al menos eso creíamos
siguiendo las lucecitas para escapar del tedio, imaginábamos
la vida en la caravana con camellos, cargamentos, espejitos
el lugar de nuestros deseos
debía estar ahí
pasando las colinas y más allá del bosque
en el centro del universo
donde los pájaros chillaban, encerrados entre las ramas
pero a cada rato la caravana desaparecía como excusa
los barriletes desaparecían
del vagabundeo
y se perdían
nos despertamos con el cielo abierto reflejando más
de lo que podíamos saber
una claraboya quizá en el arenero
camino de luz amarillento
¡UNA SEÑAL!
exploramos el posible terreno de aventura
salimos de las palabras del calor
para entrar en la discusión y llegar al problema:
que la racionalidad del juego en nada se distingue
de la intención de los pensamientos
y seguimos unas horas más
hasta que las razones se deshicieron en el juego
y retomamos el camino
perdidos entre las ramas crecidas y las piedras
¿habían florecido las raíces?
veíamos:
una ciudad marrón en el fondo de la niebla
el río hinchado de lluvia en la luz verde de arbustos
y después la siesta
toda la tarde jugábamos en un rinconcito del campo
y alguien los vio volando a lo lejos:
barriletes relucientes estrellados en la luna de la tarde
algunos agitaban ramas, los demás saltaban, pero algo
había cambiado
¿la caravana?
levantamos campamento para seguirles el vuelo
hacia la caravana
trazando un mapa por el cielo
por la mañana las voces en el aire de la mañana
alguien los había visto y corrimos como un rayo:
barriletes encasillados entre las ramas
y hubo que entrar al río, chapotear
en el río
porque los barriletes siguieron el curso río abajo
así con el agua a las rodillas
con caracoles pegados a las rodillas
para salir del mundo y entrar en otro lado
a discutir los planes, las palabras
a hablar del río, del día
y de los barriletes
todo el día esperando la noche estrellada
para hablar de esas cosas y otras más que surgieran
porque la explicación no era más
que la solución al problema del tiempo
escuchábamos en el pasto
pero el viento atrapaba las palabras, los ruidos caían por las laderas
y al final
nos dejábamos de entender
el temor a las palabras y tanto caminar inundó el sueño, la
impaciencia
desplazaba las voces como un trompo en la noche que iba y venía
entre estrellas
se estremecía
nos cansamos de escuchar
nos sentíamos alambrados
cercados por la luz de la caravana
pensé que el cerco del viaje no era más que una demora
para pensar en otras cosas
y así encerrarnos en el desperdicio del tiempo para después
llegar
a un pensamiento mejor
o simplemente a otro lugar
hacía días que viajábamos, la caravana era una mancha
y el tiempo sólo servía para contar
hablar de la verdad en la falsedad del viaje, de la caravana
o intentar la explicación para soportar la velocidad de las palabras
y el deseo
que se alejaba y cambiaba con el color del día
porque las mutaciones que sufre un viaje de esta naturaleza
cuando se lo ve a la distancia con el gris del tiempo
lo desnaturalizan de toda conciencia
el movimiento de la tarde no es el mismo que el de la mañana
y con los años
el recorrido parecía una mentira
una desconexión momentánea con la realidad
que sin embargo existe
la explicación no resuelve los problemas que nos llevan a la trampa
y en eso habíamos caído en el vagabundeo
la caravana no existía
ni podía existir sino como historia
un modo de entender el mundo y especular sobre lo obvio
en el descanso
nos tapábamos las orejas para no escuchar
de nuevo un sonido perfecto
porque a cada instante repensábamos el viaje:
si la velocidad del viento era inútil, ¿cómo habíamos
llegado?
este lugar, la inquietud
porque era la inquietud lo que nos movía
a lo lejos un telón casi perfecto moviéndose hacia una nueva
forma
y la impresión de estar siguiendo una caravana
para esperar después la llegada de otra
y caernos de ese círculo hasta entrar en otro
a veces nos despertábamos
dando vueltas las ideas de anteanoche
como cuando en el choque de la discusión
uno sigue argumentando hasta llegar a lo mismo
y vuelve a enrollarse en el pasto: nos enrollamos hasta entendernos
porque era cuestión de ejercicio
pero si la verdad se hace lentamente
era cierto que algo había cambiado
aun si no era más que la temporalidad del recorrido
de eso se trataba: un recorrido habitual
buscando la explicación perfecta
para esa verdad
cada vez más aislados, la luz de los barriletes a lo lejos
nos habíamos olvidado, que es lo mismo que decir
que ya no podíamos pensar
en todo eso que nos preocupaba allá enredados
la mañana anterior
cansados como un remolino a la altura del mar
como un ciclón, pero dado vuelta
eso no importaba en el verano
pasábamos así algunas horas y llegábamos a más
conclusiones
que se podían desprender
de las otras
conclusiones de un fin de semana también en el pasto
en casa, como de chicos
trepando y pensando que se podía soñar
con el pasto
enredado en los balcones
así contra el viento
las canciones de un domingo
quizá otro día sería distinto
no tan triste
el misterio se alejaba sin aclararse
como una enorme llanura de ovejas que abandonan su forma individual
para convertirse en otra
o un hormiguero vacío entre las tejas
que deja de ser un hormiguero
es como decir que no había nada
pero no era así:
porque un hormiguero vacío sigue siendo un hormiguero
lo mismo con las ovejas y así
llegábamos a más conclusiones para argumentar
mientras esperábamos un día más fácil
ciertamente era un recuerdo
una interrupción de la experiencia a la que nos remontábamos
y recordábamos la caravana como un momento de verdad
había tiempo para volver
a una seguridad, mejor cobijados
del dolor del tiempo por las historias
que nos contábamos para entretenernos
queríamos entrar en nuestros sentidos
llegar a una definición perfecta
escondida del bosque de flores que contemplábamos
momentáneamente perdidos no podíamos competir
aunque sí buscar la forma
de enfrentarnos a la duda
pero eso fue el verano pasado
el anterior
o simplemente otro que no recuerdo
sentados sobre las piedras
la tormenta ya lejos
nos preguntábamos por las promesas, los recuerdos y lo antitético
de la percepción
podíamos quedarnos horas e intentar definiciones
o intentar hacer de eso un lugar
pero no sabíamos cómo