
Bienaventurados los que llegan a mi hogar en busca de
refugio, y también solo aquellos que lleguen en busca de placer y
divesión.
Los que desconocen mi persona, solo remitanse
a juzgar mi capacidad y no mi conducta, mi ortografía y no mi lenguaje, mi
país y no mi patria; aquellos que desconfiando de mi mensaje mal interpretan mi
idea, solo sean, al menos, capaces de reconocer su ignorancia.
A los amigos bienvenidos, a los
enemigos (hace tanto que no los veo) pasen y siéntanse como en casa.