Villar, Sobisch, las piñas y las sanciones sociales
El primero que sintió en sus tobillos el rigor de los botines con puntera reforzada fue el goberna, allá por los comienzos de su actual gestión. En San Martín de los Andes le tiraron un par de patadas, le dieron unos empellones, y comentan las malas lenguas que hubo un dedo indiscreto que le propinó un sutil tratamiento de proctólogo. Sobisch se hizo la víctima (de hecho lo fue) pero le duró poco el melodrama. Ahora fue el turno de Villar quien se las vio de figurillas para huir de los muchachos que lo persiguieron con un par de mangueras gastadas de tanto golpear bombos sindicales. También voló alguna que otra toscas, de esas que los chicos tienen reservadas para los ratis. Es que, en definitiva, Sobisch, Villar y la yuta son parte de la misma cosa, esto es, la clase dirigente opresora y anti-obrera que sólo sirve a los intereses de los peces gordos. Sobisch, el imprentero, es un desclasado. Villar también. La yuta también. Y cuando la cosa viene de pelea, de ponerle el cuerpo, las ambigüedades se resuelven, se desvanecen y las contradicciones sociales aparecen en toda su magnífica claridad. Cuando la cosa viene de disputar el poder en la calle, no hay lugar para terceras posiciones. Se está de un lado o se está del otro. Villar y Sobisch escogieron estar del lado de los poderosos y por eso recibieron el tratamiento que todos conocen. Hasta aquí, la descripción del asunto. Conviene por un momento detenerse a penar si esta descripción es susceptible de un análisis valorativo. Desde luego que sí. Lo primero que puede decirse entonces es que, como cuestión de principio, toda violencia es mala. Pero los principios no pueden juzgarse en abstracto y hay que mirar la situación concreta, la circunstancias, las justificaciones y los efectos. Empecemos por atrás. El efecto de la “golpiza” a Villar no pudo ser más inconveniente para los dirigentes sindicales.
Le regalaron a un impresentable un espacio de víctima que no se merece. Al perseguidor lo convirtieron en perseguido, al represor lo convirtieron en reprimido, al victimario lo erigieron en víctima. Y, para colmo, lo pusieron a la par de la otra infame víctima: Sobisch. Ahora, los dos son hermanos de penas, y pueden mostrar al mundo sus heroicos magullones (se comprenderá que estamos exagerando, porque en ningún caso hubo lesiones). Más eficaces que los golpes fueron las pintadas en las paredes contra Massei y su banda. Porque la sanción social es la que permanece intacta y demanda rectificaciones. Al gran perdedor del 14 de octubre, Villar, lo rescataron de la derrota y le restituyeron una legitimidad que el pueblo se había ocupado de arrebatarle a voto limpio. En definitiva, a juzgar por sus efectos, la agresión a Villar no sirvió para nada. Ahora bien, estuvo justificada? Esto ya es mucho más difícil. Si uno se atiene al principio de la no violencia, no hay justificación posible. Pero hay formas de explicarla y de atenuarla. Si nos atenemos a un análisis causal de las cosas, la cadena de causalidad reconoce un único responsable: el propio Villlar. Fue él quien desafió a los sindicalistas en el comunicado contra el dirigente Sagredo. Recordemos cómo culminaba ese comunicado. “Con amenazas o sin ellas, haremos lo que tengamos que hacer y veremos quién se atreve a impedirlo”. Si esto no es un convite a resolver la cuestión a las trompadas, qué es? Si, entonces, se rastrea el origen del episodio, está claro que la incitación a la violencia la hizo el propio Villar como queda demostrado en la frase mencionada más arriba.
En una carta de lectores, otro impresentable, Juan Carlos Helou, le decía a Villar: "Villar: no trate más de idiotas a la militancia y a sus correligionarios. Acepte que Ud. es ineficiente, que no sabe o no es capaz de hacer oposición, que no tiene proyectos alternativos, pero es muy hábil para seguir ocupando su banca pese a que fue vergonzosamente aplastado en las urnas, cuando se habla en los comités o en los mitines empleando terminología engañosa. Luego se pagan las consecuencias como en esta oportunidad. La única verdad es la realidad y esto Ud. lo tiene que agregar a su agenda". La oportunidad a la que se refiere Helou es el 14 de octubre, pero bien puede aplicarse a la persecución y fuga del jueves a la noche. En fin, Villar buscó las trompadas para salvarse del infierno más temido por todo político: el olvido. Por eso es el principal responsable de lo que le ocurrió. Y al que le gusta el durazno, que se aguante la pelusa. Pero hay más. Si Villar sabe que Sagredo es de la segunda línea de ATE, por qué no hizo lo que debe hacer todo político que se precie de tal?, es decir, ignorar las amenazas e insinuaciones. Por qué no abrió una línea de diálogo con Fuentes y los que realmente cortan el queso en el ámbito sindical. Esto no puede haber sido un error de apreciación. Villar no puede ignorar el ABC de la política de la pequeña aldea. Si decidió confrontar con Sagredo es porque buscaba la violencia y la tuvo.
Si se echa un vistazo a las circunstancias del hecho, otra vez es Villar quien sale mal parado. Villar ha sido co-responsable, por acción u omisión, de todos los descalabros del gobierno nacional y provincial. Como opositor ha sido un fiasco, y como oficialista otro tanto. No puede decir Villar que no es parte del gobierno que preside De la Rúa. Lo es, y tanto, que tardó muchos meses en insinuar algunas críticas a la política económica de Cavallo. Es más, Villar pactó con Quiroga, delarruísta de la primera hora para poder rosquear las candidaturas nacionales. Villar ha violentado el programa con el que llegó a su banca, ha violentado su propia historia (que ahora rescata para darle más dramatismo a su situación de víctima), ha violentado los intereses de su clase, ha violentado sus propias convicciones. Todo esto, Villar, también es violencia. O Ud. cree que sólo es violento el que le pega a su mujer, mientras que el que la putea, le miente, la engaña, la maltrata, la ningunea, no lo es? Ahora su amigo Radonich corta el diálogo con los sindicatos. Esto es otra gran mentira: el diálogo lo cortó Villar al hacer gala de una prepotencia igual a la que denunció por parte de Sagredo. Villar escribió, vale reiterarlo: “Con amenazas o sin ellas, haremos lo que tengamos que hacer y veremos quién se atreve a impedirlo”. Si esto no es un epitafio para el diálogo, qué carajo es?
El genocidio planificado que está llevando a cabo el gobierno del que Villar y Radonich forman parte es mucho más violento que un par de manguerazos (si es que los hubo). Y no es cierto que los sindicalistas se equivocaron de enemigo como alguien insinuó por ahí. Hace unos años Villar podía ser contado entre los buenos, pero ahora se pasó decididamente al bando de los peores. Los elogios de Jorge Sapag y la condescendencia de Gorosito (responsable de múltiples violencias, entre ellas la muerte de Rubén Arias, se acuerda Villar?) son síntomas de que son todos parte de una misma horda. El lector de Intrusos, Omar Barros, no puede ser más acertada. Gracias a estos tipos y tipas (no olvidar que Rita Santarelli fue partícipe necesaria de la provocación de Villar) canallas como Seineldín baten récords de audiencia en la radio del IADEP. El fracaso de Villar no afecta sólo a los sindicatos. Villar, Radonich, Massei, etc. serán los principales responsables del colapso de lo poco que queda de las instituciones democráticas.
LOS INTRU.