Biografía de Javier Por Oscar, su papá...
Y
pensar que cuando era chico, nunca fue de ésos que andan todo el santo día con
la camiseta de la Selección Argentina puesta...
Javier empezó a jugar al fútbol en Alianza, un club de la Liga de San Lorenzo,
acá en Santa Fe. Y era delantero. Igual que yo, que jugaba de nueve en la
Reserva del Newell's campeón del Metro del 74, y después pasé por Argentino
de Rosario. La cuestión es que después Javier se fue a Barrio Vila, en el 95,
y lo dirigí tres años: en ese entonces los padres hacían su aporte en los
clubes. Como delantero, Javi era velocidad, potencia y buen remate. Pero a mí
me parecía que debía jugar de cinco, por su justeza, porque levantaba la
cabeza y ponía la pelota donde quería... Ahora descubren este aspecto de su
juego, pero desde los 10 años que entrega la pelota así, con una precisión
infernal. La cuestión es que de entrada no tuve su aprobación total, pero
ahora todo ya se convirtió en una simple anécdota.
El tercer año en Barrio Vila lo hizo en juveniles, ya en cancha de 11. Recuerdo
que me dijo: "Quiero algo más, llegar a ser alguien, lograr algo. Me
quiero ir a Buenos Aires, adonde tenga la posibilidad de ser jugador de fútbol".
Era su ilusión, lo dijo como cualquier chico que sueña con ser futbolista. Y
ni siquiera sabía en qué categoría: en la C, en la D, en Primera... No le
importaba. Se había fijado esa meta y no había nada que se lo sacara de la
cabeza. Bueno, se fue a Renato Cesarini. No quiso intentar probarse ni en Newell''s
ni en Central porque había demasiados jugadores y desconfiábamos. La cuestión
es que estuvo entrenándose en Renato, vio cómo se manejaba la preparación física,
lo técnico, le gustó el ambiente y me anunció: "Me quedo". En ese
momento le aclaré que Cesarini jugaba los torneos de la liga rosarina, y no los
de la AFA. "No importa, porque si juego bien acá, alguien me va a
ver", me contestó. Eso, a los 13 años, es tener en mente un proyecto, es
tener convicción. Como cualquiera que dice que quiere estudiar medicina y que
se mata para recibirse. Es así, un profesional. Me acuerdo de que cuando
fuimos, el Indio Solari me llevó a un costado y me dijo convencido: "Este
va a ser el cinco de la Selección". Yo me largué a reír...
Su relación con la Selección se dio como él imaginaba. Un día llegó Hugo
Tocalli para observar a varios chicos y se ve que Javier le gustó, porque lo
convocó enseguida al Sub 15. Y eso que recién arrancaba en Renato Cesarini.
Entonces, al año siguiente apareció River y se lo quiso llevar, pero tuvo que
esperar hasta el otro, y entonces sí Javier decidió que era lo mejor para
continuar con una mejor formación. Entró en Séptima, y salieron campeones
contra Independiente, en cancha de Vélez, me acuerdo como si fuera ayer. Después
otra vez lo convocaron a la Selección, esta vez al Sub 17 para el Sudamericano
en Perú, en el 2001. Fueron subcampeones y Javier volvió a River, a la Sexta,
pero estuvo cuatro o cinco partidos nada más porque ahí nomás lo llamaron
para el Mundial de Trinidad y Tobago. Y al regresar, directamente lo pusieron a
jugar en Reserva.
Al principio lo tomó como una aventura, pero fue concretando sus sueños de a
poco. Y a nosotros, la verdad, nos cuesta caer. Verlo con la camiseta argentina
en todos los juveniles, el Sub 17, el Sub 20, el Sub 21, el Preolímpico Sub 23
y ahora en la Mayor con tanta continuidad, sin saltearse ninguna categoría... A
veces me sorprendo porque es algo que me cuesta explicar. Porque la sensación
es como si estuviera usando una camiseta de un club, algo familiar. Y que ahora,
a los 20 años, tenga la chance de jugar nada menos que en los Juegos Olímpicos
después de ser titular en la Copa América... Cuesta asimilarlo. Pero lo lleva
en la sangre, no hay otra interpretación. Y a eso hay que sumarle haber
debutado en River, jugar la Copa Libertadores. Estoy seguro de que el destino
tiene un porcentaje alto en todo esto, pero siempre que le agregues capacidad,
temperamento, personalidad, entrega y sacrificio. Porque muchos lo sueñan, pero
a pocos se les termina dando. ¡Si Javier debutó antes en la Selección Mayor
que en su club! No sé cuántos casos así se habrán dado en el mundo. Tres,
cuatro, no más. Y esta situación no es algo que sólo debe estar descolocándome
a mí.
La sensación es estar viviendo el sueño que él siempre soñó. No pensé que
estaría donde está ahora, porque hay un montón de jugadores con un currículum
bastante más grande, y asombra que un técnico se la juegue con un pibe que
tiene pocos partidos en Primera. Javier sabe muy bien que eso debe retribuirlo
con creces, demostrar que estaba a la altura. Y ahora, la medalla de oro sería
como el éxtasis para todo futbolista. Yo soy un tipo muy futbolero, hincha del
fútbol bien jugado. Miro los partidos y saco mis conclusiones. No subo el
volumen si lo alaban ni lo bajo si lo matan. Sé cuándo juega bien, mal o
regular. Incluso, después de los todos partidos siempre llama a casa para
saludarnos y me pide una opinión, aunque Javier la tiene clara y se da cuenta cómo
anduvo. Eso sí: siempre le pregunto si dejó todo en la cancha.
Me llena de orgullo que hablen bien, aunque yo siempre le voy a ver un defecto,
siempre, nunca va a ser perfecto. Es algo con lo que siempre lo toco como para
que no crea que hizo todo bien. Pero afortunadamente, por su forma de ser, nunca
piensa que fue el mejor ni que hizo el partido de su vida. Siempre dice que hay
que dar más, desde chico, desde que juega al fútbol. De nueve, sí. Pero a
esta altura, me parece que está más que claro que no fui su descubridor por
haberle cambiado el puesto cuando era pibe. En realidad, Javier se descubrió
solo.