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Macbeth en el Cine La obra de
William Shakespeare siempre ha sido objeto de revisionismo cinematográfico.
Algo así como una dadora de argumentos desde donde los cineastas más
reconocidos (Laurence Olivier, Kenneth Branagh, Al Pacino) han adaptado la
obra del prolífico dramaturgo ingles a la gran pantalla. Desde la
tragedia de “Enrique V” (1953) de Laurence Olivier, pasando por
la comedia parodia de “Mucho Ruido y Pocas Nueces” (1993) o “Sueño
de una Noche de Verano” (1997) de Branagh, quien también adapto su
propia versión de “Enrique V” (1988) y “Hamlet”
(1992). Al Pacino por su parte, concreto su debut directorial en el
documental “En Busca de Ricardo III” (1996), una libre adaptación
de la obra de Shakespeare también fruto de múltiples transposiciones.
Sin embargo hay un nombre que a lo largo de la historia del cine aparece
unido a la figura y a la obra de Shakespeare: Orson Welles, profundo
admirador del dramaturgo su carrera actoral comenzó en la compañía de
teatro Mercury cuando a mediados de los '30 realizo adaptaciones de
Shakespeare: “El Rey Lear”, “El Mercader de Venecia”, “Romeo y
Julieta” y “Julio Cesar”. Ya dentro del terreno cinematográfico, su
recurrencia se intensifico con muy personales, arriesgadas y violentas
adaptaciones de “Othello”, “Campanadas de Medianoche” y
“Macbeth”. Luego de esta introducción al fenómeno de las transposiciones literarias que han sido objeto de impacto en la obra de Shakespeare en el cine, quisiera centrarme en la tragedia de Macbeth y analizar sus tres grandes clásicas adaptaciones al cine proveniente de cineastas con estéticas bien definidas dentro del cine de autoría y provenientes de latitudes y tradiciones fílmicas opuestas: el ya mencionado Orson Welles, Roman Polanski y Akira Kurosawa. Tres adaptaciones con concepciones bien distintas, pero igual de brillantes de un clásico de la literatura llevada a cabo por tres de los cineastas más grandes de todos los tiempos. Macbeth es una
de las obras más populares de William Shakespeare. Es una tragedia en
cinco actos, en prosa y en verso, que fue compuesta probablemente en 1606
y estrenada poco después. No se publicó hasta 1623. Macbeth es una
tragedia acerca de la traición y la ambición desmedida.. Está
libremente basada en el relato de la vida de un personaje histórico, el
rey Macbeth de Escocia del siglo XI. Macbeth resulta se una propuesta muy
interesante de Shakespeare, ya que nos encontramos ante el dilema de la
normalidad y anormalidad de Lady Macbeth y sus demás personajes que
interactúan dentro de toda esta trama de asesinatos e intrigas por el
trono de Escocia. Orson Welles
hizo su “Macbeth” (1948) en un mes, dicen; con un presupuesto
ridículo y decorados de cartón piedra, armó una obra magistral que
todavía impresiona por su fuerza dramática y la nitidez con que la obra
de Shakespeare llega hasta nosotros. El texto teatral de La tragedia de
Macbeth resulta tan vívido, tan expresivo, que a la fuerza había de
llamar la atención de un cineasta como Welles, explosivo y vital como
pocos. Welles contó con sólo 23 días de rodaje y un presupuesto nimio,
totalmente ridículo, de 75000 dólares para llevar a cabo su adaptación.
Welles vivió años turbulentos en Hollywood, sus disputas por la libertad
autoral con los estudios y su fama de enfant terrible le ganaron numerosos
detractores, muchos de sus proyectos quedaron a mitad de camino y otros
tantos se estrenaron con bajo perfil, en este caso el publico rechazo al
film ni bien estrenado y la critica le dio la espalda, quitándole crédito
al hecho de haber rodado con tanta rapidez y así y todo obtener
resultados tan brillantes. El principal método de Welles en la adaptación
basó en una escenografía rudimentaria, de cartón piedra, con armaduras
y pieles totalmente rupestres, y cuernos y coronas de lo más estridentes
y estrafalarias. De alguna manera el film de Welles es puramente teatral,
ya no sólo por la falta de escenarios, si no por la adecuación de los
pasajes, e incluso, por la tremenda focalización que Welles realiza sobre
el propio Macbeth mucho más marcada que en la obra de Shakespeare,
llegando prácticamente a borrar a los demás personajes, del que aún
sigue sobresaliendo, obviamente, Lady Macbeth, aunque en un grado
ligeramente inferior al de la obra escrita, donde uno llega a sentir
piedad por su trágico destino. Todo el metraje
de la película recae sobre sus hombros (hay muy pocas escenas en las que
no aparece) y a Welles se le ve suelto entre tanta maldad y asesinato,
disfrutando de un personaje a su medida, que por otra parte, se
conoce muy bien. Su interpretación, contenida y estridente por igual,
adornada por su maquillaje y su indumentaria vikinga, hacen del Welles de
Macbeth el más feroz de todos los llevados a la gran pantalla.
Seguramente, si Welles hubiera dispuesto de más dinero y tiempo habría
hecho una obra significativamente diferente, pero las circunstancias
fueron las que fueron, y pese a las pésimas condiciones del rodaje, a
Welles le acabó quedando una excelente adaptación de la historia, y por
tanto es digno de tantos elogios como cualquiera de sus otros films. “Trono de
Sangre” es una película de Akira Kurosawa basada en el clásico de
William Shakespeare "Macbeth", se desarrolla en el Japón
feudal. Continúa la tradición del aclamado director japonés en retratar
el periodo de guerras civiles. Contando con su particular estilo narrativo
y con la potencia de unos actores que no defraudan, la película se
enmarca en el marco de otras dos grandes obras que comparten contexto histórico,
pero desde luego una temática bien distinta, la muy conocida, "Los
Siete Samurais" y la no tan popular "La Fortaleza
Escondida". Brutal y de
naturaleza bien distinta a la obra original, “Trono de Sangre”
(1957) de Akira Kurosawa, posiblemente la menos fiel a la obra de
Shakespeare, pero sin duda la más terrible a nivel psicológico y con una
Lady Macbeth tan fría y distante que incluso su delirio final deviene en
satisfacción para el espectador. Kurosawa además, variaba de manera
radical el final de la obra, al ser Macbeth asesinado en vez de por
Macduff (con lo cual no adaptó una de las partes más sangrientas de la
obra: aquella en que Macbeth acaba con la mujer e hijos de McDuff; todo lo
contrario a lo que haría Polanski en el futuro), por sus propios hombres
que habían dejado de creer en él. Es una asimilación
perfecta a la historia y la cultura japonesas de una obra dramática
occidental, una apropiación con la que Kurosawa logra devolvernos -una
vez le ha dado los rasgos de cuento japonés- un film universal que en
nada desmerece de la historia original, convirtiéndola, por obra de su
genio fílmico, en visible y comprensible que rompe con la milenaria
tradición de la historias feudales y sus códigos de respeto y honor.
Kurosawa condensa la carga dramática en la pareja protagónica, convirtiéndose
el film en una síntesis de lo que es realmente: el conflicto en el
interior del hombre por la ambición de poder y su incertidumbre del
porvenir. Con esta película,
Kurosawa rompe la linealidad de las historias "ejemplares" de
samurais leales y heroicos para mostrarnos una historia diferente, donde
la traición y la ambición se despojan de todo código de honor al uso, y
lo hace trascendiendo el mayor riesgo de esta historia: que se convirtiera
en una narración teatral declamada por actores vestidos de samurais. Bien
lejos de esto, la cinta es una verdadera película dramática y mantiene
en todo momento el lenguaje fílmico. Por supuesto, nada le falta del clásico
montaje Kurosawa que llega al clímax final con la impactante escena del
desenlace, la perfecta ambientación con una puesta en escena cuidada mas
su impecable manejo actoral para lograr interpretaciones perfectas y sacar
de sus personajes lo mejor. El “Macbeth”
(1971) de Polanski, posiblemente el más endeble, pero también el más
espectacular; es una excelente obra nacida de los infiernos del realizador
, que se ven traducidos en el film en unas brutales escenas difíciles de
aguantar para el espectador (en especial aquella en la que aparecen los
cuerpos ensangrentados de los cuerpos de los hijos de Macduff, tras el
brutal asesinato del primer hijo), incluso de manera muy tosca, como es el
hecho de que el asesinato del rey Duncan sea representado, no estando así
ni en la obra de Shakespeare. Lady Macbeth, es de esos
personajes contra los que su creador no ha podido hacer nada y ha llegado
por sí mismo a convertirse en el principal de la obra. Este privilegio se
lo ha otorgado su maldad. La esposa de Macbeth es la culminación del mal
como agente desestabilizar de un orden cósmico y social que recorre los
dramas de Shakespeare donde los inocentes se ensucian con sangre, y que
viene hasta nosotros a través del cristianismo asociado a toda la temática
de la culpa, el castigo y el arrepentimiento. A Lady Macbeth la hace
diferente el que a ella nunca llega dicho arrepentimiento, si el
castigo de la locura. En “Macbeth”
de Roman Polanski, esta encarnación hermética del mal que desde la
escena del crimen muestra cierta debilidad y sentimientos contradictorios,
frente a la frialdad que por entonces tiene el personaje de Shakespeare.
Es posible que por entonces Roman Polanski se viera interesado por otros
aspectos del mal, con Lady Macbeth, personificación macabra del mal
que resuena desde el principio hasta el final. Desde los primeros atisbos
de conciencia, el ser humano descubre que no debe llevar a cabo ciertos
actos que podría realizar. El reconocimiento de la prohibición
significa el nacimiento del mal en el universo y esta idea ronda el film
de Polanski a lo largo de toda la historia y Polanski se vale de los
recursos visuales mas estilísticos para por medio de metáforas encontrar
paralelismos entre el tormento interno de sus personajes y el clima de
intriga, drama y suspenso que sobrevuela al reinado, algo así como un espíritu
nihilista que se evidencia en ciertos pasajes en monólogos de sus
personajes. Es en la
conciencia humana -y no en mundo, aunque sea éste quien lo sufre- donde
se libra la batalla entre el bien y el mal, entre el ser y la nada. Lady
Macbeth representa la voluntad del mal, la aniquilación del orden, del
cosmos. La locura, el caos y la destrucción es lo que queda tras el paso
del mal. Por eso, unas de las opciones de la libertad humana es la de la
nada, la ruina del ser. Lady Macbeth representa el ciego deseo del mal, el
triunfo de la nada sobre el ser, ya sea por los espantosos actos que
comete como por los que inducen a cometer, y eso puede que asuste hasta al
prófugo Polanski, a pesar de que al final de la obra, el orden se imponga
sobre el caos. Si intentamos
contestar desde el ejemplo de Macbeth, el mal seguiría existiendo a pesar
de lo humano. A él le “llega” desde fuera y si las brujas tienen por
fin algún sentido es éste, ofrecerle el cebo de la profecía. Sin
embargo en Lady Macbeth el mal parece que no va a ella para germinar sino
que lo engendra desde dentro renunciando a su maternidad. Es una
incubadora del mal. A ella sólo la conocemos como maldad, no antes. De
todas formas, en ambos casos, Shakespeare deja clara su interpretación
religiosa y finalmente la culpa y el castigo restablecen el orden, divino.
En lo ilegitimo del
poder de Macbeth está la trasgresión, es la que supone el asesinato
en sí y como medio para ostentar el poder real, que lo es por la gracia
de Dios. Dichas transgresiones siempre son castigadas y así es
reestablecido ese carácter divino del poder real. Respecto al
destino-castigo, Macbeth muere con más dignidad que su esposa en relación
a la proporcionalidad del castigo que reciben. Es absolutamente acertada
la elección de Polanski en relación a los personajes principales de su
película así como para tomar de la obra lo bello es feo para convertirlo
en lo feo lo que es bello” y así dejar en claro que no hay un arte
capaz de descubrir en un rostro lo que encierra el alma humana, tomando
del mundo la apariencia y mostrando el lado del rostro que oculta la
verdad. |
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