Dirección: Lucrecia Martel.

Guión: Lucrecia Martel.
País: Argentina, Francia, Italia y España

Año: 2008.
Duración: 87 min.

Genero: Drama.

Titulo Original: La Mujer sin Cabeza.
Elenco: María Onetto (Verónica), Guillermo Arengo (Marcelo), César Bordón (Marcos), Claudia Cantero (Josefina), Inés Efron (Candita), Daniel Genoud (Juan Manuel), María Vaner (Lala).

Producción: Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Esther García, Verónica Cura, Enrique Piñeyro, Lucrecia Martel, Marianne Slot, Vieri Razzini, Cesare Petrillo y Tilde Corsi.

 

La Mujer sin Cabeza

Por Maximiliano Curcio

 

      Sinopsis: Una mujer, en una distracción mientras conduce, atropella algo. Al cabo de unos días le cuenta a su marido que ha matado a alguien en la carretera. Recorren la ruta pero sólo hay un perro muerto, y amigos allegados a la policía confirman que no hay información de un accidente. Todo vuelve a la calma y el mal momento parece superado, hasta que la noticia de un macabro hallazgo preocupa nuevamente a todos.

    

* * * * / MUY BUENA

 

El drama de “La mujer sin Cabeza” se nutre por medio de decisiones tomadas, de esas que nos bifurcan el camino de lo correcto y lo incorrecto de lo ético, de lo amoral. Lucrecia Martel completa su trilogía (luego de “La Niña Santa” y “La Cienaga”) con un film de corte similar, que explora mundos marginales, que transita atmósferas agobiantes. Esta es la marca registrada de Lucrecia Martel, hoy la directora más emblemática y representativa del cine nacional. Como lo fue alguna vez Maria Luisa Bemberg, gracias a joyas como “Momentos” o “Camila”. Hoy día la recordada Bemberg le ha abierto el camino a una cantidad notable de mujeres que se hacen paso en el camino de la dirección cinematográfica enmarcándose en los estilos que representa el Nuevo Cine Argentino independiente. 

De ese puñado de mujeres sobresalen Anahi Berneri (“Géminis”), Albertina Carri (“Hermanas”), Paula Hernández (“Lluvia”) y Ana Katz (“La Novia Errante”), pero sin dudas se destaca más que nadie la inteligencia de Lucrecia Martel. “La Mujer sin Cabeza”, su tercer opus, se construye de climas abstractos y tonalidades enrarecidas. De esta forma,  Martel utiliza todo su arsenal auditivo y visual para transmitirnos la emocionalidad de la historia, desde el punto de vista subjetivo de su protagonista. Así, encontraremos un rico juego de cámaras, donde los planos secuencia, el espacio fuera de campo, voces en off, primeros planos y enfoques fuera de foco dan identidad al lenguaje que utiliza Martel. A pulso firme, como en sus anteriores films, sabe muy bien dosificar la expresividad que translimite mediante su cámara, una cámara de ritmo lento, de registro pausado, de silencios prolongados, de subjetividad por donde se la mire, dejando a manos del espectador la interpretación de un conflicto desgarrador. 

Así Martel recrea su propio mundo, ese lleno de insinuaciones, de quietudes exasperantes, de sutiles sorpresas que ponen en marcha un drama de gran dimensión emocional, de verdades a medias y de realidades ocultas, también de hipocresías y conveniencias, no es el cine de Martel entonces el convencionalista, comercial o fluido. Su ritmo es pausado, su cámara en mano y montaje casi neorrealista indaga en lo más íntimo de sus personajes y nos deja delante de nuestros ojos ambigüedad por donde miremos. También, mas allá de este estudio del comportamiento humano en situaciones límites, Martel pone el acento en el factor social: la pobreza, el desamparo infantil, los suburbios urbanos. Casi realidades paralelas de este viaje traumático y revelador que emprende su protagonista (una acertada Maria Onetto), una mujer en crisis que deja ver a trabes de si la visión aguda de una Lucrecia Martel sobre una sociedad corrompida y resquebrajada. No queda lugar a dudas, la irrupción de Martel al plano mayor del cine nacional marca no solo un punto de inflexión para nuestro cine en lo ideológico (despojándonos a la fuerza de nuestra actitud machista) sino que nos ofrece a una cineasta joven y talentosa en la plenitud de su creación.
 
 

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