Observaciones sobre la interioridad y el cuerpo
-Máximo Lameiro-
"Man has no Body distinct from his Soul
for that call'd Body is a portion of Soul discern'd by the five Senses"
William Blake
La modernidad ha torcido de tal modo la comprensión de la relación entre el
ser singular -el alma- y el cuerpo, que ha terminado por instalar en el
sentido común la idea de que el ser, cada ser, habita o vive dentro de su
cuerpo, cuando no que ese cuerpo explica y determina al alma.
Esa concepción desviada es correlativa, a su vez, del modo de comprender el
mundo propio del hombre moderno. Modo de comprender que podría definirse,
muy sintéticamente, como la tendencia a la objetivación de dicho mundo.
Objetivación que pasa a ser así la condición previa para que algo merezca
ser considerado como real. Y objetivación que define a su vez, por
exclusión, el campo de aquello que desde ese momento será considerado lo
subjetivo; y a lo cual se le niega el carácter de realidad en sí.
Dentro de este contexto cultural el cuerpo es concebido como una estructura
objetiva primaria en relación al ser del cual es cuerpo. Las relaciones
entre ambos, a partir de ahí, pueden pensarse de diverso modo pero la
primacía del cuerpo sobre el ser singular ha sido establecida; al punto de
que se hace necesario un considerable esfuerzo de crítica para legitimar una
concepción que ponga en cuestión la perspectiva instalada como paradigma por
el pensamiento objetivista.
Pero como la modernidad no es un todo homogéneo, con respecto al tema del
alma y el cuerpo, como respecto a tantas otras cosas, han brillado en ella
esporádicamente ciertos pensamientos excepcionales como por ejemplo los de
Swedenborg y William Blake.
En particular Blake ha expresado de un modo muy claro y sugestivo su
concepción del asunto al decir que "{...} lo que llamamos Cuerpo es la
porción del Alma discernible por los cinco sentidos".
Y si bien ese reclamo de Blake no estaba dirigido contra el objetivismo
moderno sino contra la tradición religiosa y filosófica que separaba el alma
del cuerpo denigrando a éste último, lo cierto es que para nuestros fines su
observación resulta totalmente pertinente ya que pone el acento en lo que
consideramos esencial.
Pensar que el cuerpo no es algo distinto del alma sino la parte de la misma
que nos es accesible mediante los cinco sentidos, implica recuperar la
primacía del alma sobre el cuerpo sin caer por eso en ningún idealismo
abstracto, puesto que no se está negando la corporalidad ni reduciéndola a
la categoría de un desecho sino sólo corrigiendo la distorsión objetivante
que llevó a invertir sus relaciones.
Pero ni el cuerpo es distinto del alma, ni es su fundamento, ni tampoco es
un lugar donde habitamos sino que es la forma mediante la cual nuestro ser,
cada ser, expresa y realiza ciertas posibilidades propias que sólo podrían
realizarse bajo esa forma, la forma corporal.
El cuerpo es así una creación nuestra, tan nuestra como esas imágenes que se
nos presentan con toda la fuerza de la "objetividad" durante el sueño.
Tal como sucede con el cuerpo, al contenido onírico de nuestros sueños no
podemos manipularlo a capricho sino que se presenta como una realidad que se
nos impone y en la que estamos involucrados sin elección. Sin embargo,
¿podríamos decir que los contenidos del sueño nos son ajenos? ¿Podemos
pensar que son exteriores a nosotros? Es evidente que aunque nos imponen su
forma los sueños son totalmente interiores a nosotros mismos.
Pues bien, a nuestro juicio, Blake no nos está diciendo en su verso algo
distinto con respecto al cuerpo: así como el sueño es aquella parte, o aquél
aspecto, de la experiencia psíquica del estado de sueño que nos es accesible
en la vigilia mediante el recuerdo, el cuerpo es la parte o el aspecto de la
experiencia total del alma que nos es accesible en la conciencia ordinaria
mediante los sentidos físicos (externos e introceptivos).
El cuerpo, cada cuerpo, es interior al ser mismo. Pero lo interior y su
correlato, lo exterior, no designan en este contexto relaciones espaciales
ni lógicas sino cualitativas: lo interior es lo íntimo, y como la raíz del
árbol permanece interno y oculto, y lo exterior es lo expreso, y como la
hoja del árbol permanece exterior y visible hasta que se desliga de su
fundamento y muere.
Quienes quieren rescatar a cualquier precio la objetividad del cuerpo que
conocemos por los sentidos, el cuerpo material, debieran preguntarse ¿qué es
un cuerpo sin ser interior? ¿qué es un cuerpo sin alma?
Un cuerpo sin alma no es un cuerpo, es un cadáver. Y el proceso de desorden,
disgregación y disolución final del cuerpo físico tras la muerte, la
completa pérdida de su entidad e identidad, es lo suficientemente indicativo
de que el cuerpo en tanto cuerpo no es otra cosa que aquello que lo sustenta
e informa íntimamente y que se sustrae a los sentidos físicos: el alma.
En ese sentido la frase de Blake, aunque apunta a combatir el idealismo del
alma y el ascetismo derivado del mismo, nos advierte también que el cuerpo
que consideramos "objetivo" es el alma misma considerada en uno de sus
desarrollos exteriores; justamente aquél desarrollo que conocemos mediante
los sentidos físicos.
Ese desarrollo exterior del alma que llamamos cuerpo no puede ser
considerado irrelevante, ni mucho menos puede considerase "malo", pero no
tiene su fundamento en sí mismo. La putrefección cadavérica que sobreviene
cuando se separa el cuerpo exterior de su fundamento interior es la imagen
más cruda y clara de la irrealidad e insustancialidad del cuerpo "objetivo".
Así, lejos de pensar que el cuerpo es un receptáculo del ser, ni mucho menos
su causa, podríamos afirmar, en términos de una geometría simbólica y
cualitativa, que el cuerpo está dentro de nosotros. Lo generamos a partir de
nosotros mismos como la araña genera la tela de la que se sirve para
desplazarse, aparearse y cazar.
Replicar a esa idea diciendo que los materiales y fuerzas biológicas a
partir de los cuales desarrollamos el cuerpo han sido tomados de un mundo
que aparentemente nos precede y nos rodea, no es una objeción válida para
nosotros; pues ella se funda en la perspectiva que justamente estamos
rechazando. A esa perspectiva podríamos oponer las atinadas palabras de
Jaspers quien consideraba que lo humano como tal está siempre antes y como
trasfondo de todo proceso natural:
"Todas las dependencias mundanales y los procesos biológicos de desarrollo
afectan, por decirlo así, a la materia del hombre, no a él mismo."
Esas 'dependencias', entre las cuales están los procesos biológicos de
formación del cuerpo material, están subordinadas al hombre, a su ser, y no
a la inversa.
La humanidad del ser, en tanto ser singular o alma, es anterior e interior a
su corporificación en el orden material. Orden que, precisamente, nos es
accesible mediante los cinco sentidos.
Como enseñaba Swedenborg hay un mundo u orden interior y una proyección o
mejor dicho una prosecución exterior de ese orden. La proyección exterior de
ese orden es lo que habitualmente consideramos 'mundo' o realidad objetiva;
e incluye no sólo los cuerpos visibles sino también las representaciones
socializadas -la cultura- sobre nosotros mismos, sobre los otros y sobre el
mundo.
El mundo u orden interior no es interior en un sentido espacial, obviamente,
y por lo tanto no está a un lado o al otro de las cosas exteriores sino que
mantiene con las mismas la relación de un principio originario con respecto
a sus desarrollos ulteriores. Mientras que el mundo exterior equivale, en
algún sentido, a aquello que Schelling llamó 'la copia muerta' del verdadero
mundo o mundo de los arquetipos.
El mundo exterior es el lugar de la guerra, la soledad y el malentendido
porque en ese plano, el de la exterioridad, la propia identidad y la
relación con los otros está siempre marcada, en mayor o menor medida, por el
antagonismo y la exclusión.
Al contrario de lo que sucede en el mundo exterior, en el mundo u orden
interior la alteridad no supone separación ni fricción entre los seres
relacionados entre sí. En el orden interior la alteridad supone
interpenetración de cada ser en el otro. La identidad interior no se
determina por oposición a la identidad de los otros sino que la supone y la
incluye de manera inherente.
La caída, en sentido bíblico, supone esa exteriorización de nosotros mismos
y por lo tanto de nuestras relaciones de alteridad. Por eso el Génesis
enseña que Adán y Eva estaban desnudos pero no sintieron vergüenza hasta que
lo supieron. Sin pretender de ningún modo realizar una hermenéutica bíblica
(tarea que nos queda demasiado grande) podemos reconocer que si se
avergonzaron cuando supieron que estaban desnudos es porque tras la caída
sus cuerpos quedaron expuestos, es decir exteriorizados. Hasta ese entonces
el cuerpo y la identidad de cada uno era interior a sí mismo y a ambos; y
por lo tanto no les causaba turbación puesto que no se hallaban separados.
Al contrario del espiritualismo abstracto que criticaba Blake, en el relato
bíblico no se trata de que antes de la caída Adán y Eva no tuvieran cuerpos,
pues es claro que los tienen y que además esos cuerpos son interiores el uno
al otro. Ya que no sólo Eva fue extraída del cuerpo de Adán sino que éste
llama a aquella "hueso de mis huesos y carne de mi carne". El estado edénico
no suponía la existencia de almas en un estado incorporal sino seres y
cuerpos que no eran exteriores entre sí y por lo tanto no tenían nada que
temer u ocultar el uno del otro.
Un alma, un ser singular, exteriorizada en un cuerpo material y un yo
psicológico es un alma que ha perdido su referencia más interior. Y por ello
deambula por el mundo buscando soportes materiales y simbólicos que la
confirmen en una identidad consigo misma que siempre se le escapa justamente
por estar proyectada, como ego y como cuerpo, hacia el exterior de sí misma.
En fin, y para ir terminando, recordemos que la relación entre el mundo
exterior y el orden interior es, como ha señalado el budismo desde hace
milenios, análoga a la relación entre el contenido de un sueño y el ser del
soñante. Cuando el soñante despierta el sueño desaparece.
Si despertamos a nuestra interioridad el mundo exterior obviamente no
desaparece en su manifestación aparente; pero pierde aquello que lo hace más
temible y dañino: el carácter de exterioridad irreductible con que se
presenta a la conciencia ordinaria.
Comprender interiormente es comprender que el cuerpo, el mundo y nuestros
semejantes están incluidos en nuestro propio interior. Y en nuestro ser
interior no hay lucha, ni oposición, ni separación, porque la identidad
interior no es opuesta a la identidad de los otros seres sino que la supone.
Por lo tanto en la interioridad hay paz.
Claro que mantenerse en esa lucidez supondría haber alcanzado un grado de
comprensión más propio de un iluminado o un santo que de un hombre común.
Pero los hombres comunes no tenemos razón para desesperarnos, pues en esto,
como en todo, hay grados. Y cualquier grado de avance en dirección a nuestro
propio ser interior es ya una gran bendición.
Uno de esos grados de acceso a lo interior es, como señala una tradición
platónica que ha llegado viva hasta hoy, la contemplación de la belleza.
Pues la belleza es la manifestación sensible de la interioridad de los seres
y las cosas. Y por lo tanto su cultivo constituye una vía, tan hábil como
cercana, para trascender la doble ilusión que considera real sólo a lo que
ha sido objetivado, e irrealiza a todo el resto al reducirlo a lo subjetivo,
es decir a lo contingente individual.
Máximo Lameiro
maxlameiro@fibertel.com.ar
Buenos Aires, Enero 2007
Algunas referencias:
El verso de Blake que utilizamos de epígrafe y al cual nos referimos luego,
está tomado de su obra Matrimonio del Cielo y el Infierno. Puede encontrarse
en idioma original en: Dark Lyrics
Nuestro amigo Enrique Eskenazi ha publicado un trabajo titulado "Plotino y
la psicología", donde se exponen ideas afines, en algún sentido, a las aquí
expresadas. Se puede acceder en: Centro Enrique Eskenazi - Plotino. Dicho
sea de paso, esa web tiene un interesante material de lectura de y sobre
importantes autores desde el renacimiento hasta la actualidad.
Las palabras de Jaspers están tomadas de "La fe filosófica", tercera
conferencia "El hombre", Ed. Losada, Bs.As.
La idea, de inspiración platónica, del mundo manifiesto como copia muerta
del verdadero mundo en Schelling, está expuesta en su "Bruno", Ed. Orbis -
Hispamérica.
Swedenborg ha escrito sobre el hombre interior y el hombre exterior a lo
largo de toda su obra visionaria y teórica, por lo cual para conocer sus
ideas al respecto puede uno dirigirse a cualquier parte de la misma. Una web
excelente con muchísimo material gratuito de Swedenborg en inglés es:
Heavenly doctrines
Acerca de la concepción platónica y neoplatónica de la belleza hay tanto
material accesible para cualquiera que lo busque, que aquí sólo queremos
llamar la atención sobre el lugar que dicha concepción ocupa en obra de
Henri Corbin. Al respecto puede leerse, entre otros, su ensayo "Maniqueísmo
y la religión de la belleza", incluido en "El Imán oculto", editorial
Losada.
La idea de que la existencia corporal es sólo una entre indefinidas
posibilidades de realización de un ser, ha sido tratada por René Guenón en
"Los estados múltiples del ser", Obelisco Ediciones; y en "El hombre y su
devenir según el Vedanta", CS Ediciones.
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