La Princesa del Hielo
Era una de las pocas mañanas soleadas en la caverna de los hombres que
se hacían llamar los amigos del hielo, en aquella época en la que los
humanos convivían con mamuts, ciervos gigantes, leones de las cavernas,
tigres dientes de sable; y el hielo cubría aproximadamente tres cuartas
partes de la superficie terrestre; cuando la compañera del jefe de los
amigos de hielo dio a luz.
-Es una preciosa niña -anunció Za-ben, la encargada de la medicina y
sacerdotisa de la caverna, -pero hay un problema -dijo -la criatura no
ve-.
Amoron, el jefe de la caverna tomó la decisión: -Za-ben, deshazte de la
niña, es una deshonra para la caverna, traerá mala suerte -pero señor,
es sólo una niña y ella no tiene la culpa de haber nacido ciega -es
deshonor para toda la caverna que el hijo de un jefe nazca débil o
enfermo y lo sabes, Za-ben -la llevaré a Monte de Hielo -explicó la
mujer y tomó a la pequeña en brazos saliendo del hogar del jefe.
Poco después se anunció para toda la caverna que el hijo del jefe había
sido un barón, y pero Za-ben había decidido criar a la niñita en contra
de la voluntad del jefe y por lo tanto, a escondidas de éste. En los
lapsos de tiempo en que el jefe salía a cazar, Za-ben llevaba a la niña
con una mujer que tenía suficiente leche para que la amamantara, y se
las arregló para no dejar que muriera la pequeña, que según Za-ben no
tenía mala suerte como todos decían. Ella consideraba que la niña debía
sobrevivir porque presentía que sería una mujer poderosa, después de
todo era uno de los dones de Za-ben descubrir como serían los niños en
el futuro.
Como sucediera la muerte de una de los miembros de la caverna al dar a
luz, cambiaron los bebés y dijeron a la gente que era de la difunta la
bebé que tenía Za-ben en su morada, pero solo la jefa sabía la verdad y
el jefe lo había permitido, sin embargo no quería tener de enemiga a
Za-ben, y la pequeña tenía extraordinaria belleza, sus ojos azules,
aunque sin vida le conferían su característica más destacada, pues
parecía que le habían colocado dos pedacitos de cielo, enmarcados por
unas pestañas color castaño y unas cejas del mismo color; su cabello
rubio sedoso, y aquella piel blanca y aterciopelada, y sobre todo
aquella sonrisita tierna que había conquistado el corazón de la
sacerdotisa.
Nahamy creció en el hogar de Za-ben, enseñada por ésta a conocer su
caverna y a todos los miembros. La caverna era natural, se había formado
de piedra caliza por la acción de los elementos y el tiempo. Las moradas
estaban delimitadas por paredes de piedra caliza en algunas partes; y en
otras por paredes de madera y cuero endurecido sin curtir; dentro estaba
el hogar en el que se encendía el fuego, y se dividían en dormitorios
mediante paredes móviles de los mismos materiales, cuero o madera
hermosamente decorados con dibujos de animales y otras formas. Estos
paneles también representaban escenas de la vida diaria, y en los de los
barones frecuentemente se veían escenas de cacerías. Las puertas eran
generalmente cortinas de cuero o de fibras tejidas.
Los hombres y mujeres participaban en la caza y vestían las pieles de
los animales sacrificados, refinadas y cosidas. Se utilizaban además
para la ropa fibras tejidas como el lino. Las prendas de vestir de
hombres y mujeres eran parecidas, túnicas y capas para el frío, en las
mujeres variaba un poco pues se confeccionaban faldas y toda la ropa
estaba decorada con cuentas, conchas, marfil de mamut y en ocasiones
ámbar.
La ropa era cocida con agujas un tanto toscas, las que perfeccionarían
generaciones posteriores de hombres.
A pesar de vivir con Za-ben, Nahamy no gozaba de una alta posición y de
ser posible, sería la mujer de rango más bajo; probablemente nunca se
casaría ni tendría hijos, pues la gente de la caverna pensaba que
tendrían mala suerte igual que su madre.
No obstante Nahamy era hermosa, bien formada y además inteligente;
conocía los nombres de los aproximadamente 100 habitantes de la caverna
de los amigos del hielo y realizaba tareas como todas las mujeres de la
comunidad, excepto cazar, lo cual la entristecía pues escuchaba a todas
las mujeres que asistían a las cacerías.
-Za-ben -dijo Nahamy -¿por qué no vas a las cacerías? -Nahamy,
hija, ya no tengo edad para cazar, estoy envejeciendo ya, mi oficio es
curar y guiar espiritualmente a la gente de esta caverna-.
-Sabes, Za-ben, algún día quisiera ir a cazar, también me gustaría tener
un bebé como el que tiene Yanila-.
Za-ben guardaba sus comentarios para no herir a la muchacha, pero bien
sabía que por mucho que se esforzara Nahamy tal vez nunca realizaría sus
sueños, pero Za-ben consideraba que la joven era bastante desenvuelta
pues utilizaba un palo a modo de bastón y conocía a la perfección la
caverna y el territorio circundante.
Mas un día la suerte pareció sonreírle a Nahamy: Una mañana, Onavan,
compañero de juegos de Nahamy encontró un cachorro de lobo abandonado,
el cual por el hambre había llegado demasiado lejos, adentrándose en el
territorio de los hombres, puesto que su madre no regresaba a la
guarida. Onavan lo llevó por curiosidad a Za-ben. –Za-ben, mira este
cachorrito de lobo, está enfermo y hambriento -dijo el chico -pero
Onavan, ya sabes que Amoron no permite animales en la caverna -replicó
con gesto disgustado la guía espiritual de los amigos del hielo -podría
traernos buena suerte para la caza -insistió el joven de apenas 16 años
-anda, Za-ben, curemos al lobito -terció Nahamy -por favor, le diremos
al jefe que traerá buena suerte en las cacerías y seguro lo acepta, cree
mucho en la suerte: “cree que yo doy mala suerte”- pensó -está bien,
está bien, pero no les aseguro que sea bienvenido a la caverna, ni mucho
menos que se quede -sentenció Za-ben.
-¡un lobo! -tronó Amoron -Za-ben, primero aceptas a esa chica y ahora…
¡ahora a un lobo! -Cálmate, Amoron, por favor, el lobo es un buen signo
de que tendremos caza suficiente -fueron las palabras de Za-ben a penas
convencida ella misma de éstas.
Pasó el tiempo y el lobito le tomó cariño a la mujer ojos de cielo que
lo quería tanto; además desarrolló un vínculo especial con la joven,
pues a penas la veía salir y le cogía de la túnica con los dientes para
evitarle los obstáculos a su amiga.
Nahamy se ganó el respeto de la mayoría de la gente de la caverna, ya
que ellos pensaban que el lobo había llegado para protegerla de la
crueldad infundada del jefe hacia ella. Incluso el segundo al mando,
quien había perdido a su mujer hacía dos años en un accidente de caza,
consideró secretamente la posibilidad de pedir a Nahamy como compañera,
pero sus esperanzas quedaron frustradas por el jefe de la caverna.
-Za-ben -dijo el jefe -Nahamy ya es una mujer, es hora de enviarla a la
montaña de Hielo, ya no puede seguir con nosotros. “Si es hija mía es la
única oportunidad que tiene de formar una nueva caverna, aunque
sinceramente dudo que alguien la desee como compañera. Aquí no puede
quedarse porque Zaldo ocupará la jefatura” -pensó el jefe, quien muy en
el fondo reconocía a Nahamy como su hija.
.- -aunque con suma tristeza, Za-ben le informó a la joven que había
sido como su hija que llegaba la despedida-, Nahamy dejaría su hogar y
su caverna, para quizá perecer en la montaña del Hielo.
Nahamy lloró pero aceptó resignada. –Za-ben, me iré, pero les demostraré
a todos que no doy mala suerte, formaré mi propia caverna y encontraré a
un hombre que me ame como soy -dijo la joven con determinación. Za-ben
pensó que su hija adoptiva deliraba y cambiando el tema le dijo:
Recuerda, ahora dependes de tu lobo para conseguir comida y si él se
marcha, tú morirás de hambre-.
-Vamos, Blanco, nos vamos a buscar un nuevo hogar en la montaña del
Hielo -dijo Nahamy a su lobo mientras llevaba en paquetes envueltos con
pieles lo indispensable para acampar y ropas de abrigo, además de llevar
un poco de comida de viaje, pastelillos hechos de fruta y carne seca
mezclados con grasa y cereales: trigo o centeno, según lo que se hubiera
recolectado el verano anterior.
Nahamy salió temprano, sin despedirse, pues no le estaba permitido. El
sol primaveral la acompañó la mayor parte del día. Nahamy conocía
perfectamente el camino a la montaña del Hielo, pues Za-ben había
procurado llevarla a la base, aunque no se habían aventurado más arriba.
Nahamy había ideado una cuerda para llevar a su amigo lobuno llamado
Blanco, así el animal no tendría que llevar ocupados sus dientes
prendidos a su túnica. Blanco era el mejor amigo de Nahamy y su única
compañía durante su viaje al glaciar. Za-ben había dejado bien instruida
a Nahamy para que sobreviviera al menos unos días; le enseñó a encender
fuego golpeando dos piedras, y le dio su tienda de cuero para que se
abrigara del frío. Cuando la chica sintió que se hacía de noche, decidió
acampar en un lugar desconocido para ella, y no pudo dormir hasta que el
cansancio la venció, pues se inquietaba a cada sonido extraño que
escuchaba fuera de su tienda, pero en general solo era el viento frío
que ululaba lúgubremente.
Nahamy despertó cuando escuchó el canto de algunos pajarillos a lo
lejos y decidió conocer el territorio con su amigo blanco. A Nahamy no
le fue difícil sobrevivir en primavera, pues Blanco cazaba para ambos
animalillos que encontraba bajando de la montaña helada, y que por ese
tiempo era tolerable; pero cuando llegaron las torrenciales lluvias
Nahamy tuvo que racionar para ella y el lobo lo poco que había guardado,
y empezaba a sentirse muy sola a pesar de la compañía de Blanco, pues
necesitaba personas con quienes charlar, y además le temía al invierno
que, inminentemente, llegaría a su refugio en la montaña de Hielo.
Un día de verano se aventuró a explorar más allá del pequeño
glaciar. Caminó durante 7 días deteniéndose sólo para descansar y comer.
Afortunadamente Blanco era muy paciente con ella y la llevaba a donde
ella quería, procurando llevarla por los caminos más fáciles para ella.
Efectivamente, Nahamy no habría sobrevivido sin el inteligente lobo a su
lado. Nahamy sintió que al séptimo día su amigo Blanco se ponía
inquieto, y la razón era que si ella hubiera podido ver, sus ojos se
encontrarían con el comienzo de un río que no estaba congelado, y a su
alrededor había un pequeño bosque de pinos y otras coníferas, y aún más
allá se extendían las fértiles estepas, drenadas por el río que
empezaba justo cuando el glaciar terminaba, pues la gran montaña poco a
poco se descongelaba por los fuertes soles que antaño no calentaban
tanto la Tierra. En las estepas pastaban bisontes y otros venados,
Nahamy se estremeció cuando escuchó a lo lejos el barrito de un mamut
-“no me gustaría estar cerca de ese gigante, podría matarme si lo
enfado, pero, ¡Qué ganas tengo de una buena carne de mamut!” -pensó
Nahamy, imaginando que pronto encontraría a otra gente que la aceptase.
Blanco la llevó vadeando el río que a penas era un arroyuelo, pero que
se ensanchaba a lo largo de su cauce, y se detuvieron en una orilla
antes de que las corrientes fuesen más rápidas. Nahamy dio gracias por
pisar tierra firme, pues creyó que moriría en la montaña de Hielo;
además pensó que habría más probabilidades de encontrar personas. Sin
embargo un temor repentino se apoderó de ella: -Oh blanco, ¿y si no me
aceptan?, ¿y si no quieren dejarte conmigo?, ¡prefiero mil veces
quedarme contigo que ir con ellos!, pero, ¿y si te quieres marchar algún
día con los de tu especie?, oh, ¿qué será de mí? -y por primera vez se
echó a llorar después de vivir tanto tiempo sola, ante la inseguridad de
su vida, y deseando que el destino se dejara revelar, tal vez mediante
un sueño.
Za-ben le había enseñado que pusiera interés en sus sueños,
especialmente en los que creía poder descifrar un mensaje, y
precisamente esa noche despertó muy asustada, pues soñó que un tigre
dientes de sable, al que conocía por las historias de los cazadores,
quienes los avistaban en ocasiones, rugía frente a ella, pero no
amenazadoramente, sino en actitud, según ella, de saludo; y acto seguido
inclinó su enorme cabeza sobre el hombro de ella.
-¡Blanco!, ¡Blanco!, ¿estás ahí? -preguntó alarmada Nahamy, sintiendo
aún como si fuera real al gran felino junto a ella, y respiró más
tranquila cuando sintió en sus piernas el cuerpo del lobo, que se
apretaba contra ella como para tranquilizarla.
El día siguiente a su sueño, Nahamy se quedó con su fuego encendido
aunque el sol brillaba majestuoso; afortunadamente antes de subir al
glaciar había cogido suficientes piedras para hacer fuego, y ahora en su
nuevo hogar en el bosquecillo, ya había encontrado algunas. Aunque
temerosa le ordenó al lobo que fuese a cazar, pues necesitaban comida;
como el animal no era muy grande y cazaba solo, únicamente podía traer
animales pequeños, o cuando mejor le iba arrastraba algún trozo grande
de ciervo que otro animal de mayor tamaño o bien una manada de lobos
había matado anteriormente y dejado sin vigilancia. Ese día, sin
embargo, el lobo tardó más de lo que Nahamy esperaba; pues esperaba
pacientemente que una hembra de alce se apartara un momento de su cría
para llevar a su amiga, ama y compañera de viaje, una suculenta comida:
un venadito casi recién nacido. Blanco se puso contra el viento para que
éste no llevara su olor ni a la hembra ni a la cría, y antes de que la
madre, quien pastaba relativamente cerca se diera cuenta, el
experimentado lobo cortó la vida del pequeño alce, y rápidamente se
dispuso a llevarlo con Nahamy.
Mientras tanto, Nahamy ya preocupada, se alarmó todavía más cuando
escuchó un ruido que provenía del bosque, al parecer cerca de su frágil
hogar, constituido por una tienda de cuero sostenida por estacas de
madera. Era el balido de un antílope que sucumbía al filo de una espada,
pero Nahamy no conocía ese sonido, nunca había cazado ni presenciado una
cacería, así que aterrada por su sueño pidió en silencio que regresara
su amigo Blanco, nunca lo había considerado como su propiedad, sino como
su mejor amigo. Mas la joven sintió tensarse sus músculos cuando escuchó
un grito de triunfo del cazador -no puede ser- dijo en un susurro Nahamy
-los cazadores de Amoron no cruzan la montaña de Hielo, menos en
verano-.
El cazador era un joven de algunos 21 años, de complexión
atlética y piel bronceada por el sol del corto verano, de vista aguda y
un metro ochenta de estatura. Cerciorándose de que no lo observase otro
carnívoro, se inclinó para retirar su espada del gamo muerto. Tomó
solamente lo que pudo llevar en su mochila de viaje y se dispuso a
encender fuego para asar un trozo de carne, pero se sorprendió al ver
una tienda a lo lejos. Se aseguró de que el fuego quedase bien
encendido, pues ahuyentaba a los animales atraídos por el olor de la
matanza. Cogió una espada limpia por si los habitantes de la tienda no
fuesen amigables, y se dirigió cautelosamente hacia el lugar.
En cuanto Nahamy escuchó pasos que pertenecían a un ser humano sintió
una mezcla de alegría y temor; pero cuando escuchó unos ligeros golpes
en el cuero que cerraba su tienda, abrió, aunque no se dio cuenta si la
persona era hombre o mujer hasta que habló: -Saludos, soy Halem de la
caverna del Tigre Dientes de Sable -y tendió las manos a Nahamy a manera
de saludo, pero ella no lo miraba. Halem iba a sentirse ofendido cuando
la joven al fin habló: -Soy Nahamy de…- -dudó la forma en que debería
decir su nombre ahora, ya no pertenecía a la caverna de los Amigos del
Hielo, la habían desterrado. –Soy Nahamy, antes de la caverna de los
Amigos del Hielo, y te saludo, Halem de la caverna del Tigre Dientes de
Sable.- -Entonces le tendió las manos y él se dio cuenta de su descuido.
Advirtió el defecto de Nahamy, y sus perjuicios lucharon contra su
cortesía. Finalmente tomó las manos de la joven entre las suyas y la
miró. Le pareció hermosísima y súbitamente se hizo una idea del porqué
había sido desterrada de su caverna, y las preguntas se agolparon en su
mente: -“¿Cómo sobrevive?, ¿Quién caza para ella?, ¿Quién la cuida?”-
Por su parte Nahamy examinaba al hombre por el tono de su voz, la
textura de sus manos, la estatura que ella le calculaba. Lo consideró
cortés, pues más de una vez le habían negado el saludo cuando estaba en
la caverna. Era obvio que la gente no querría tener mala suerte por
tocarla, y sin embargo el viajero le brindó el saludo formal, y hablaba
una lengua conocida para ella. Za-ben le había enseñado varias lenguas
habladas por cavernas relativamente cercanas a los Amigos del Hielo y
había sido una suerte para ella conocer la del pueblo de Halem.
Mientras se examinaban mutuamente con las manos entrelazadas aún, los
ojos verde azulados de Halem enviaron a su mente la imagen de Nahamy y
sintió calor, aunque no precisamente por el sol ni por el fuego
encendido dentro de la tienda. Sintió crecer en su interior un afecto
sincero hacia la joven, la primera persona que veía después de seis
meses de viaje. Sus vestimentas eran un tanto diferentes, pues él
llevaba el cuerpo envuelto en una piel de tigre sin adornar, mientras
que el abrigo de la joven era de piel de bisonte adornado con pelo de
mamut.
Ambos se soltaron las manos, pero el joven se sobresaltó al escuchar un
gruñido, e inconscientemente tomó la espada; pero Nahamy se apartó para
contener al fuerte lobo que se acercaba, para asombro de Halem.
-¡Blanco!, no asustes a nuestro visitante, ven, es amigo -y mientras
decía esto llevó una de las manos de Halem que aún tenía cogida, cerca
de la nariz del animal, para que sintiese el olor del hombre, pero
también el propio olor de Nahamy impregnado en él.
Todo fue tan rápido, sin darle tiempo a Halem de reaccionar, y cuando el
animal se calmó un poco, él sintió que la adrenalina le subía a la
cabeza. Nunca en su vida había visto a un lobo domesticado, ni mucho
menos que lo dominara una persona con alguna discapacidad. Cuando volvió
de su asombro, sus prejuicios quedaron opacados por un profundo respeto
y admiración hacia la mujer.
-Blanco es mi amigo -dijo Nahamy -andaba de cacería, él me cuida desde
que me marché de la caverna -¿él te lleva? -preguntó Halem sin poder
contener su curiosidad -sí, él me lleva; tengo una cuerda para atarle.
No le ato fuertemente, sólo lo suficiente para poderlo coger y que me
evite los obstáculos peligrosos-.
-¡Trajo una presa! -dijo Halem -Blanco, trae acá la comida -le
ordenó Nahamy con cariño. Entonces el inteligente lobo, viendo a su ama
complacida con el recién llegado, llevó a los pies de Nahamy su preciada
cría de alce.
-Toma lo que necesites, amigo, pero, ¿Qué has traído? -y como si Halem
hablara por el lobo, dijo -es una cría de alce, me sorprende como la
consiguió; se ve aún muy pequeña- -¡muy bien, Blanco!, ven acá
-dijo Nahamy, invitando al lobo a que apoyara sus patas delanteras en
sus hombros a manera de abrazo lobuno. Así lo hacían desde algún tiempo
atrás, cuando el cachorrillo se convirtió en adolescente; Halem tuvo que
volver sus ojos hacia otro lado, pues al ver que el lobo se recargaba en
Nahamy estuvo a punto de gritar. Pensó que el animal la lastimaría, pero
Blanco siempre era cuidadoso con la mujer a la que amaba y protegía;
quien además le mimaba, le daba cierta libertad y sobre todo, había
sustituido a la manada que le rechazó. En cierto modo, la mujer y el
animal conocían el rechazo, aunque Lobo no lo recordara ya, pues desde
siempre conoció gente, las personas entre las que se crió, pero amaba a
la mujer ojos de cielo que lo necesitaba y era tan cariñosa con él.
Cuando se marcharon de la caverna fue el único amigo que guió a Nahamy y
sin duda, gracias a él sobrevivía.
Halem quedó aturdido, y fue Nahamy quien tomó la palabra: -Perdona mi
descortesía, Halem, si tu deseas quedarte a compartir la comida con
nosotros, estará dispuesta en un momento -será un placer, Nahamy, y si
tú lo permites, puedo compartir con tigo… con ustedes, la carne de un
Gamo que he cazado. Además tengo algunas verduras que recolecté durante
el camino -muchas gracias, Halem, puedes traer lo que tú desees, será
bienvenido.-
Halem salió de la tienda, cortó más carne del gamo y apagó el fuego que
había encendido. ¡Qué agradable era estar en un hogar!, además tendría
la compañía de la chica más maravillosa que había conocido, y del lobo
amigo de ésta.
-“ella no sería capaz de traerle mala suerte a nadie”- -pensó -parece
una mujer excepcional, si me lo permite yo… yo quiero cuidar de ella,
protegerla; aunque todo eso lo hace su lobo, supongo que le hará falta
con quien hablar”-.
Con ese pensamiento Halem regresó a la tienda de Nahamy y entregó los
trozos de carne a la joven, y dejó que ella troceara la carne traída por
Blanco.
-¡Cocinas delicioso, mujer!, yo nunca he cocinado tan bien, muchas
gracias por esta comida -dijo el hombre a Nahamy -Oh Halem, nadie me
había dicho eso, eres muy gentil -respondió Nahamy ruborizándose.
A Nahamy le agradaba la voz y la calidez de Halem, y en el fondo
deseó que no tuviese ya una compañera y un hogar. Ella deseaba tanto un
compañero, tener hijos de éste, amarlos y que ellos la amaran; y una
ilusión pugnaba por crecer dentro de ella: que Halem fuese el elegido
para ella, mas no quería sacar sus conclusiones hasta que hablaran más y
se conocieran mejor, si eso era posible.
Después de comer y beber agua que Nahamy había traído del arroyo esa
mañana, los dos jóvenes charlaron animadamente sobre sus vidas. Nahamy
contó a Halem cómo la había salvado Za-ben, del odio que el jefe le
tenía, de sus pocos amigos y de cómo conoció a Blanco. Le habló además
del día que se marchó y de las penurias por las que había pasado, y de
que por fin encontró su bosque de pinos, que ella conocía los árboles y
objetos con sólo tocarlos y en ocasiones oliéndolos.
Halem la elogió y a su vez le contó su historia: -yo seré jefe de mi
caverna cuando muera mi padre -dijo -pero antes debo probar mi fuerza y
mi valor haciendo un largo viaje y llevar evidencias que acrediten que
soy digno de la jefatura de mi caverna. La gente de la caverna piensa
que para mí es fácil marcharme de casa porque no tengo compañera ni
hijos, pero extraño a mi madre y a mis hermanos -expresó con un dejo de
melancolía Halem.
-Ya anochece, Nahamy, ¿te molestaría que arme mi tienda junto a la tuya?
-preguntó Halem -estaré encantada de que lo hagas, además, Blanco ya no
se muestra hostil contigo. Puedes quedarte con nosotros el tiempo que
quieras -fue la respuesta de Nahamy, la cual no carecía de sinceridad.
Halem le agradeció e instaló su tienda junto a la de Nahamy y Blanco.
Esa noche Blanco durmió entre las dos tiendas, pues quería que su ama
estuviese segura.
Al día siguiente ambos madrugaron, pues habían pasado tanto tiempo solos
que no querían perder más. Comentaron acerca del invierno que se
acercaba, y Nahamy dijo a Halem que sería el primer invierno que pasase
sin su gente.
-Nahamy -dijo él con un tono que denotaba seriedad -quiero pedirte,
quiero invitarte a que vengas conmigo, seguro le agradarás a mi gente…
-pero Halem, ¿y si me dicen que doy mala suerte? -replicó Nahamy con las
lágrimas casi saltando de sus ojos. –No, por favor no digas eso -la
consoló Halem y por primera vez la abrazó. Halem dejó que su amiga
desahogara la pena que había soportado por tanto tiempo. Él le prometió
que nunca más permitiría que la insultaran de esa manera: para mí no has
traído mala suerte, sino al contrario, y no me avergüenza decir que
somos amigos -gracias por aceptarme como soy, siempre te estaré
agradecida; no sabes cuánto me has ayudado -dijo la joven y el abrazo
terminó. Entonces algo sorprendió a la pareja: Blanco había observado la
escena y sin más preámbulo se acercó al hombre cogiéndole la mano entre
los dientes, pero sin lastimarle. Después hizo una especie de gemido
que, según explicó Nahamy era su manera de pedir permiso para apoyarse
en los hombros de alguien. Halem no temió ya y señaló sus hombros. El
lobo apoyó sus garras delanteras en el cuerpo del hombre a lo que Nahamy
se refirió como la forma de Blanco para reconocer y aceptar a Halem. De
ahí en adelante, Halem también sería protegido por el lobo.
Nahamy pensó que era un buen augurio y esa noche se prepararon para
partir al día siguiente. Nahamy guardó en su mochila la poca ropa que
tenía, además de los utensilios para cocinar y comer; también puso en
los paquetes la preciosa sal que Za-ben le había regalado, y se alegró
de que Halem viviese cerca del mar, pues allí nunca faltaría la sal como
en la caverna de los Amigos del Hielo. Empacó sus piedras para hacer
fuego, unas pocas hierbas medicinales ya secas, y sus cosas para tejer.
Ya por la mañana Halem, Nahamy y Blanco abandonaban el bosque de pinos
que otrora había sido su hogar. El cielo estaba azul, soplaba un viento
frío del norte y los viajeros apuraron el paso, pero lo que vieron Halem
y Blanco y lo que escuchó Nahamy los paralizó; el bosque de pinos sería
modificado por uno de los parientes más pequeños del mamut: el
mastodonte. Una manada de cinco ejemplares devoraron las ramas de los
pinos y otros árboles coníferos. Los viajeros se marcharon conmovidos
del lugar, llenos de un temor y respeto hacia las grandes bestias que,
aunque ellos las cazaran no dejaban de admirarlas, y mientras el trío se
alejaba los mastodontes abrevaban en el río que comenzaba como un
arroyo, el arroyo en el que Nahamy se lavaba y bebía, el mismo que la
hacía dormir con su dulce corriente en sus noches de soledad.
Esta vez Halem no condujo a sus amigos por la montaña del Hielo, sino
que dio un rodeo para no tener que pasar por el territorio de los Amigos
del Hielo, pues él había pasado por ahí al comienzo de su viaje. Ahora
regresaba a casa después de su prueba; regresaba con la mujer amada y un
lobo que los protegía, pero los jóvenes aún no se declaraban su amor, y
el primero en notar esa afinidad fue el lobo, pues Halem había insistido
a Nahamy que dejase descansar un poco a Blanco de la cuerda.
-Nahamy, Blanco necesita un poco más de libertad, yo se que él te guía
con gusto, pero yo también quiero guiarte, ¿te parece que un día camines
de mi mano y otro de la cuerda de Blanco? -¡oh sí!, Halem, ¡es una
excelente idea! -expresó la chica con una radiante sonrisa, y soltó la
cuerda de Blanco para tomar la mano de Halem.
Los primeros días de viaje los acompañó un clima tolerable, aunque las
noches eran demasiado frías y Nahamy y Halem tuvieron que hacer de ambas
tiendas una sola para conservar el calor, y también el fiel Blanco
dormía con ellos, pues desde pequeño se acostumbró a dormir bajo techo,
pero sí podía soportar a la intemperie. Se quedaba con los humanos
simplemente porque eran su familia; ahora Halem era de su familia.
Halem le describía a Nahamy las llanuras por las que atravesaban. Eran
predominantes los altos pastos, los árboles estaban intercalados y
abundaban los herbívoros.
-¡Mira Nahamy!, ¡los mamuts están pastando relativamente cerca de
nosotros!, ¡los escuchas? -¡sí!, ¡y también escucho caballos! -así es,
si viniéramos en una partida de caza nos habríamos llevado un caballo, o
quizá hasta un mamut -explicó Halem a Nahamy -yo nunca he salido en una
partida de caza -dijo Nahamy entre dientes -conmigo lo harás, mañana he
de cazar algo para alimentarnos -dijo Halem atrayendo a la joven hacia
sí. Últimamente él pensaba en la posibilidad de confesarle sus
sentimientos a Nahamy, pero temía que su gente no la aceptase y fuese
entonces un amor imposible. Además estaba Kindala, la preciosa joven que
había conocido en la caverna de Nahamy, precisamente un día después de
que ella se marchara. Era hija del jefe Amoron, y lo que Halem ignoraba,
hermana de Nahamy, y únicamente Nahamy la rebasaba en hermosura, pues
tenía el carácter más dulce que Kindala. Súbitamente recordó que quizá
habrían llevado a Kindala a vivir en la caverna del Tigre Dientes de
Sable si ambas familias hubiesen concertado el matrimonio al regreso de
Halem.
A mitad del viaje Nahamy sintió que su amigo Halem estaba desanimado.
Antes sólo hablaba del retorno a casa y ahora se le notaba retraído y
conversaba poco. -¿Te sucede algo malo, Halem? -interrogó la muchacha
con gesto de preocupación- -no, Nahamy, es sólo que… es monótono viajar
tanto tiempo-.
-Sí, es verdad, estoy cansada de viajar tanto, pero vale la pena si
llegaremos con la gente a la que amas -dijo Nahamy y sintió que su
compañero oprimía con fuerza su mano, al parecer estaba nervioso y
Blanco también- -¿Qué ocurre, Halem?- -Nahamy, ya no soporto más, tengo
que contarte algo- -si, dime, te escucho, ¿deseas caminar o que nos
detengamos?- -es mejor que hagamos un alto- -dijo él y se sentaron en el
suelo, mientras que Blanco exploraba los alrededores.
-Bien- -comenzó Halem- -durante mi recorrido visité la caverna a la que
perteneciste y me quedé un tiempo allí, casé con ellos, conocí a la
gente pero tú ya no estabas en el hogar de Za-ben. También conocí a
Kindala y… cuando estuve en la caverna me acompañaban aún miembros de mi
pueblo. Entonces mis compañeros llevaron a mis padres la noticia de que
Kindala sería una buena compañera para mí, pues pasábamos mucho tiempo
juntos y tu sabes, muchas veces nuestros padres planean muchas cosas,
especialmente cuando se es hijo de un jefe. Quizá cuando volvamos a casa
Kindala me espere…-
-¡Eso quiere decir que se unirán?- -inquirió Nahamy- -si los
jefes están de acuerdo, sí- -Me… me alegro por ti, Halem, serás muy
feliz con Kindala, todos decían que es una chica preciosa- -dijo Nahamy
sintiendo que el corazón se le hacía pedazos, sin darse cuenta que el
hombre ya no la miraba, pues los ojos de Halem estaban anegados en
lágrimas. La amaba y ella parecía no corresponderle, según él. Con qué
facilidad aceptaba su unión con otra, ¿por qué no protestaba?, ¿Por qué
no se entristecía?
Pero Halem se equivocaba. Esa noche Nahamy no compartió la tienda con
Halem argumentando que ya no hacía tanto frío y quería estar con Blanco
en su tienda, además le dijo a Halem que él necesitaría prepararse para
su matrimonio, pues sólo les quedaba menos de la mitad de camino para
llegar a la caverna del Tigre y que seguramente a Kindala no le
agradaría que él compartiese su tienda con la mujer que había sido
desterrada de la caverna de los Amigos del Hielo. La última frase la
escupió con un tono orgulloso que Halem desconocía y que, sin embargo,
le dio una señal que descubriría más tarde, ya que por el momento estaba
anonadado y la mujer se imponía a pesar de su debilidad y a sus 18 años
irradiaba seguridad al hablar.
Cuando Nahamy estuvo ya en la tienda, abrazó a Blanco y dio rienda
suelta a su dolor: -¿Cómo pude pensar que Halem me amaría?, ¡oh,
Blanco!, ¿Por qué lo amo tanto?, ¡No quiero que se una con Kindala!, ¿a
caso Amoron me arrebatará al amor de mi vida?, Blanco, él nos echó de
casa y ahora su hija…- -Nahamy ya no pudo continuar, se arrojó sobre las
pieles de dormir y el lobo estuvo lamiéndole la cara hasta que se quedó
dormida entre sollozos, pero allí estaba aquél sueño tan extraño: el
tigre dientes de sable se apoyaba sobre ella con las garras enfundadas
como lo hacía Blanco.
Después un hombre la tomaba en sus brazos y le decía que la amaba. El
joven era Halem, pero era real. Se despedía de ella porque pensaba que
después de todo no lo necesitaba. Bien podía Nahamy encontrar otra gente
que la aceptara, pero él no podría vivir con otra mujer estando Nahamy
en su caverna; era su Nahamy, la única mujer que deseaba por compañera y
que ahora estaba fuera de su alcance nada menos que por su cobardía,
porque no le dijo cuanto la amaba, porque no se atrevía a llegar a casa
con una mujer con un defecto tan evidente a los ojos de su pueblo. Pero
ahora, ahora quería arreglar las cosas, no quería perderla y decidió
hablarle con la verdad, pues si bien le había dicho la verdad, le había
ocultado su amor y se quedó con ella, no podía soportar el vacío que le
producía estar sin Nahamy y sin poderse contener más la abrazó mientras
dormía y le confesó su amor.
Nahamy despertó aferrándose, según ella al lobo que se había quedado
consolándola la noche anterior, pero Blanco le había cedido el lugar a
Halem quien dormía tranquilamente con la cabeza de Nahamy acomodada en
su pecho. –Halem, ¿Qué haces aquí?- -preguntó Nahamy cuando se dio
cuenta a quién estaba abrazando- -¿Dónde está Blanco?- -Blanco está
bien- dijo el hombre despertándose- -no te apartes, Nahamy, únicamente
he venido a decirte que te amo, que no quiero unirme a Kindala,
entiende, mujer, tú eres a quien yo quiero por compañera, poco me
importa que la gente de tu caverna te haya desterrado, para mi el que no
veas no significa que me traerás mala suerte, te amo por tu sinceridad,
por tu valor, por tu fuerza de voluntad, porque tú tienes lo que a
muchos que podemos ver nos falta. Tú tienes un lobo que te guía porque
le das amor, puedes hacer tantas cosas. Nahamy, ¿Quieres unirte conmigo
y que juntos formemos un hogar?- -Halem, ¡Es lo que más deseo en la
vida!, yo también te amo desde el primer momento, porque tú no me
negaste el saludo, no me rechazaste, me aceptaste como soy y hasta me
invitaste a tu casa. Además te hiciste amigo de Blanco, me describías
las cosas y siempre te he amado porque eres el hombre que siempre soñé;
por eso no quería que te unas a Kindala, pero si ese era tu deseo yo no
te lo impediría, sólo deseo tu felicidad- -mi felicidad está contigo,
Nahamy mía- -dijo el joven estrechándola y besándola con ternura, a lo
que ella correspondió con el mismo amor.
Como ya se hacía tarde llamaron a Blanco y esta vez apuraron la marcha,
felices pero tensos. No sabían como enfrentarse a los jefes que
probablemente estarían enfurecidos, pero no les importaba demasiado,
estaban enamorados y dispuestos a unirse aunque todas las cavernas lo
desaprobaran.
El viaje llegó a su fin y la mujer que esperaba a la puerta de la
caverna del Tigre Dientes de Sable gritó: -¡Padre, Halem ha regresado!-
-hija, ya tienes aquí a tu prometido- -mira, padre, ¡Viene con una mujer
y un lobo!- -Amoron se paralizó, obviamente no podía ser, Nahamy estaba
muerta, él la había desterrado a la Montaña de Hielo. Mientras Amoron
pensaba la gente se congregaba para ver al hijo del jefe que regresaba,
y se admiraban de la mujer que conducía a un lobo y a quien Halem
llevaba de la mano, la cual no carecía de belleza y se notaba que
estaban enamorados.
El jefe del pueblo del Tigre fue el primero en recibir a su hijo e
invitó a pasar a Nahamy, pero Amoron se interpuso: ¡NO!, ¡esta mujer no
puede entrar a la caverna del Tigre Dientes de Sable!, ¿Es que no la
ven?, ¡les traerá la mala suerte!- -Amoron- -replicó el padre de Halem-
-es amiga de mi hijo y en mi caverna será bienvenida- -¡pero tu hijo se
casará con Kindala!- -te equivocas, Amoron- -respondió decididamente
Halem- -me casaré con la mujer que ustedes han despreciado, a quien han
dejado sin Hogar y a quien han culpado de traer mala suerte y eso no es
verdad, no es más que una superstición, un prejuicio que no es válido…
-Nahamy contenía a duras penas a Blanco que estaba a punto de saltar al
cuello de Amoron. El animal defendería a su ama, lo haría contra todo y
contra todos- -¡Padre!- -dijo Kindala- -¡NO puedes obligarnos a Halem y
a mí a unirnos porque yo amo a Onavan!, y además yo siempre quise a
Nahamy como a una hermana… -¡Cállate!- gritó Amoron y desenfundó su
espada dispuesto a tacar a quien se pusiera en su camino. Entonces
Blanco se safó de la mano de Nahamy y se abalanzó sobre el jefe, quien
no pudo hacer nada mas que asestarle un golpe al lobo, lo que lo
enfureció más y cerró sus mandíbulas justo en la yugular del malvado
jefe, pero Nahamy llamó: -¡Déjalo, Blanco!, ¡Es mi padre!- -y los
presentes vieron con asombro como el animal se detenía y que a Amoron
aún le quedaba vida. Lo levantaron y le atendieron en la caverna del
Tigre Dientes de Sable, pero el viejo jefe ya no se recuperaría. Sin
embargo, llamó a Nahamy: -Hija, espero que algún día puedas perdonarme
lo que te hice. Realmente debí darte la jefatura de nuestra caverna a
ti, pero la ignorancia me cegó. Tu lugar está entre los jefes. Hija,
consiento la unión entre tú y Halem, dale muchos hijos y espero que de
verdad puedas perdonarme, y si no lo haces yo no te lo reprocho- -Padre,
ya te he perdonado, te perdoné desde hace mucho, y me alegra que me
llames hija- dijo Nahamy y abrazó a Amoron por primera y última vez,
pues el jefe cerró sus ojos.
Pasado el tiempo de luto se celebró el matrimonio de Halem y Nahamy
y Kindala y Onavan, también recién casados vinieron a desearles
felicidad a la pareja, y le aguardaba una sorpresa a Nahamy.
-Mi niña, he venido a dar mi bendición a tu matrimonio- -Za-ben!- dijo
Nahamy y se arrojó en brazos de su madre adoptiva, ya anciana pero su
abrazo tenía una fuerza increíble- -gracias por cuidar a Nahamy, Za-ben,
creo que nos iremos a fundar una nueva caverna más cerca de los Amigos
del Hielo- -dijo Halem con una amplia sonrisa –Me alegro mucho, hijo,
pues tu compañera siempre quiso fundar una caverna y yo siempre supe que
lo lograría; pero lo importante es que se aman y que se respetan, les
deseo que así sea todo el tiempo.
Tiempo después Halem y Nahamy fundaron su propia caverna, con seguidores
de los Amigos del Hielo y del Tigre Dientes de Sable. Llamaron a su
nuevo pueblo los Amigos del Tigre.
Blanco fue aceptado por una manada de lobos pero volvió después e un
corto tiempo. Halem y Nahamy tuvieron un hijo sano y fuerte, el futuro
jefe de su caverna.
Fin.
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