MITOLOGIA EGIPCIA
Las creencias religiosas de los antiguos egipcios tuvieron una influencia
importante en el desarrollo de su cultura, aunque nunca existió entre ellos
una verdadera religión, en el sentido de un sistema teológico unificado. La
fe egipcia estaba basada en una acumulación desorganizada de antiguos mitos,
culto a la naturaleza e innumerables deidades. En el más influyente y famoso
de estos mitos se desarrolla una jerarquía divina y se explica la creación
de la tierra.
La Creación
Segun los relatos egipcios de la creación, al principio sólo existía el
océano. Entonces Ra, el sol, surgió de un huevo (una flor, en algunas
versiones) que apareció sobre la superficie del agua. Ra dio a luz cuatro
niños, los dioses Shu y Geb y las diosas Tefnet y Nut. Shu y Tefnet dieron
origen a la atmósfera. Ellos se sirvieron de Geb, que se convirtió en la
tierra, y elevaron a Nut, que se convirtió en el cielo. Ra regía todas las
cosas. Geb y Nut tuvieron dos hijos, Set y Osiris, y dos hijas, Isis y
Neftis. Osiris sucedió a Ra como rey de la tierra, ayudado por Isis, su
esposa y hermana. Set, sin embargo, odiaba a su hermano y lo mató. Isis
entonces embalsamó el cuerpo de su esposo con la ayuda del dios Anubis, que
se convirtió así en el dios del embalsamamiento. Los poderosos hechizos de
Isis resucitaron a Osiris, quien llegó a ser rey del mundo inferior, la
tierra de los muertos. Horus, hijo de Osiris e Isis, derrotó posteriormente
a Set en una gran batalla erigiéndose en el rey de la tierra.
Dioses locales
De este mito de la creación surgió la enéada, un grupo de nueve divinidades,
y de la tríada, formado por un padre, una madre y un hijo divinos. Cada
templo local en Egipto poseía su propia enéada y su propia tríada. Sin
embargo, la más importante enéada fue la de Ra y sus hijos y nietos. Este
grupo era venerado en Heliópolis, el centro del culto al Sol en el mundo
egipcio. El origen de las deidades locales es oscuro; a algunas de ellas se
las tomó de religiones foráneas, y otras fueron en un origen dioses animales
del África prehistórica.
Gradualmente, se fueron fundiendo en una complicada estructura religiosa,
aunque comparativamente muy pocas divinidades locales llegaron a ser
importantes en todo Egipto. Además de las ya nombradas, las divinidades
importantes incluían a los dioses Amón, Thot, Ptah, Khnemu y Hapi, y a las
diosas Hator, Mut, Neit y Seket. Su importancia se acrecentó con el
ascendiente político de las localidades donde eran veneradas. Por ejemplo,
la enéada de Menfis estaba encabezada por una tríada compuesta del padre
Ptah, la madre Seket y el hijo Imhotep.
De todos modos, durante las dinastías menfitas, Ptah llegó a ser uno de los
mayores dioses de Egipto. De manera semejante, cuando las dinastías tebanas
gobernaron Egipto, la enéada de Tebas adquirió suma importancia, encabezada
por el padre Amón, la madre Mut y el hijo Khonsu. Conforme la religión se
fue desarrollando, sucedió que muchos seres humanos glorificados tras su
muerte acabaron siendo confundidos con dioses. Así Imhotep, que era
originalmente el primer ministro del gobernador de la Tercera dinastía,
Zoser, llegó a ser conceptuado como un semidiós. Durante la Quinta dinastía,
los faraones comenzaron a atribuirse ascendencia divina y desde esa época
fueron venerados como hijos de Ra. Dioses menores, simples demonios, por
ejemplo ocuparon un lugar jerárquico entre las divinidades locales también.
Las Iconografías
A los dioses se les representaba con torsos humanos y cabezas animales o
humanas. A veces el animal o el ave expresaban las características del dios.
Ra, por ejemplo, tenía cabeza de halcón, y el halcón estaba consagrado a él
por su vuelo veloz a través del cielo; Hator, la diosa del amor y de la
risa, tenía la cabeza de una vaca, que le estaba consagrada; a Anubis se le
asignaba la cabeza de un chacal porque estos animales destrozaban las tumbas
del desierto en la época antigua; Mut tenía cabeza de buitre y Thot de ibis.
Path tenía cabeza humana, aunque ocasionalmente se le representaba como un
toro, llamado Apis.
Por su vínculo con los dioses, los animales sagrados eran venerados, pero no
se les rindió culto hasta la decadente Dinastía XXVI. A los dioses se les
reproducía también mediante símbolos, tales como el disco del sol y alas de
halcón que se colocaban en el tocado del faraón.
Culto al Sol
El único dios importante que fue venerado de manera constante fue Ra, jefe
de las deidades cósmicas, de quien los primeros reyes egipcios se
proclamaban descendientes. Surgido en el Reino Medio, (2134-1668 a.C.), el
culto de Ra adquirió el carácter de religión del Estado, y el dios se fue
fundiendo gradualmente con Amón durante las dinastías tebanas, hasta
convertirse en el dios supremo Amón-Ra. Durante la Dinastía XVIII, el faraón
Amenofis III rebautizó al dios del sol Atón, un antiguo término que
significaba la fuerza física solar.
El hijo y sucesor de Amenofis, Amenofis IV, instituyó una revolución en la
religión egipcia al proclamar a Atón el único y verdadero dios. Él cambió su
propio nombre por Akhenatón, con el significado de "Atón está satisfecho".
este primer gran monoteísta fue tan iconoclasta que hizo borrar la forma
plural dios de los monumentos y persiguió de manera implacable a los
sacerdotes de Amón. Aunque ejerció una gran influencia en el arte y el
pensamiento de su época, la religión solar de Akhenatón no consiguió
sobrevivir y Egipto volvió a la antigua e intrincada religión politeísta
después de la muerte de Akhenatón.
Rituales funerarios
Enterrar a los muertos era una cuestión religiosa, y los rituales y
equipamiento funerarios egipcios llegaron a ser los más elaborados que el
mundo haya conocido. Los egipcios creían que la fuerza vital estaba
compuesta de varios elementos psíquicos, el más importante de los cuales era
el ka. El ka, un doble del cuerpo, acompañaba a éste durante toda la vida y,
después de la muerte, se separaba del cuerpo para ocupar su lugar en el
reino de los muertos.
El ka, sin embargo, no podía existir sin el cuerpo; por lo tanto debían
hacerse los esfuerzos necesarios para preservar el cadáver. Los cuerpos eran
embalsamados y momificados de acuerdo con un método tradicional
supuestamente iniciado por Isis, quien momificó a su marido Osiris (véase
Embalsamamiento). Además, encima de la tumba se colocaban las réplicas de
madera o de piedra del cuerpo para que sirvieran de sustitutos en caso de
que la momia fuese destruida. Cuanto mayor fuera el número de dobles
escultóricos, mayores eran las oportunidades de que la persona muerta
resucitara. Como última medida, se erigían tumbas sumamente complicadas para
proteger el cadáver y su equipo. Véase Arte y Arquitectura de Egipto.
Al abandonar la tumba, las almas de los muertos eran supuestamente acosadas
por innumerables peligros, por consiguiente, a los cadáveres se los
enterraba con una copia del Libro de los Muertos donde tenían una guía por
el mundo de los muertos que consistían en encantamientos ideados para
superar estos peligros.
Cuando se llegaba al reino de los muertos, el ka era juzgado por Osiris, el
rey de los muertos, y asistido por 42 demonios. Este libro también contiene
instrucciones sobre la conducta apropiada ante estos jueces. Si los jueces
decidían que el difunto había sido un pecador, el ka era condenado a pasar
hambre y sed o a ser despedazado por terribles verdugos.
Si la decisión era favorable, el ka iba al reino celestial de los campos de
Yaru, donde los cereales crecían dos veces más que la altura de un hombre y
la existencia era una versión glorificada de la vida en la tierra. Todas las
necesidades que el alma pudiera tener en esta existencia paradisíaca, desde
muebles hasta material de lectura, había que colocarlas en las tumbas. Como
pago por la vida después de la muerte y por su benevolente protección,
Osiris requería que los muertos realizaran tareas para él, tales como
trabajar en los campos de cereales. Para eximirse de este deber, en las
tumbas se depositaban unas estatuillas denominadas ushabtis, ya que estas,
en el reino de los muertos, se transformaban en sustitutos de los muertos.
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