Resultado final
Lidia León Esteban
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Centro de Producción
Bibliográfica de la O{nC{e
Pere Iv, 78-84, 1 plta.
08005-B1r35lon1
2003
Obra en un volumen
Lidia León Esteban
Resultado final
:::::::::::
Primera edición:
noviembre de 2001
Editorial:
Miguel A. Salvatella, S.A.
c/ Sant Doménec, 5
08012 Barcelona
Imprime:
GyE{rS{a
I{sB{n: 84-8412-159-3
Depósito Legal:
B-46.614-2001
3
Copyright de la obra: Lidia
León Esteban
Copyright: Editorial Miguel A.
Salvatella, S.A.
c/ Sant Doménec 5, 08012
Barcelona Tel. 932189026
www.salvatella.com
Trabajo subvencionado por una
de las ayudas del fondo para iniciativas culturales de la O{nC{e
en su edición del año 2000.
Prólogo: Miguel Díaz Salabert
Epílogo: María del Pilar Fer nández-Viader
Toda una experiencia vivida...
El principio de la aceptación
y el aprender a vivir frente a una
enfermedad difícil y dura, que en
contrapartida me ha hecho crecer
en muchos aspectos, a valorar la
vida y a tener ilusión por ella.
Actualmente tengo 29 años de
edad, y vivo satisfecha de haber
logrado muchos de los objetivos
que me voy proponiendo a largo de
mi vida. Permítanme citarles una
frase que he podido extraer de
toda esta experiencia: "sólo teniendo ilusiones es posible llegar
a ser feliz".
(5) 5
Prólogo
Los datos epidemiológicos nos
muestran la incidencia, la distribución, o la probabilidad de aparición de
distintas enfermedades y
accidentes. Tras cada número hay
una persona, una familia y un
entorno de relaciones socioafectivas que conviven, se ayudan e
intentan enfrentar las dificultades, las situaciones a veces entre
la vida y la muerte, que provoca
la enfermedad.
Muchas personas padecen discapacidades como consecuencia de
enfermedades degenerativas, que
condicionan, erosionan, mutilan o
modifican las facultades para
vivir con cierto grado de bienestar personal. Son enfermedades
que pueden afectar la movilidad
autónoma, las capacidades senso
riales como la vista o la audi-
ción, provocar trastornos metabólicos que necesitan frecuentes
cuidados, o causar lesiones en las
funciones cerebrales superiores
que afectan a la memoria, el
aprendizaje, el lenguaje, etc.
Mi experiencia como psicólogo
en un equipo de rehabilitación
para personas ciegas y deficientes
visuales dentro de la O{nC{e, me
ha ofrecido la posibilidad de
examinar a más de un millar de
personas que se enfrentan a su
discapacidad y buscan su adaptación de muy diferentes formas. De
ellas he aprendido la gran diversidad de facetas y factores que
intervienen y se manifiestan en el
ajuste a la discapacidad y ellas
han reforzado mi confianza en la
adaptación de las personas a las
tragedias de la vida.
Quiero destacar la experiencia
de Lidia y su familia, su esfuerzo de adaptación, enfrentamiento y
superación ante la neurofibromatosis que le fue diagnosticada a los
17 años de edad, en 1989, y las
(6) 7
consecuencias que han marcado su
evolución personal desde entonces.
En su adolescencia "no sabía
bien por lo que estaba pasando, ni
entendía la gravedad del asunto",
nos explica textualmente. Su familia ha ofrecido desde el principio su total
apoyo y entrega para
ayudar a Lidia a enfrentarse a
los interrogantes que suponía el
desarrollo de la enfermedad, las
intervenciones quirúrgicas y radiológicas, las secuelas incapacitantes y los
esfuerzos de rehabilitación posteriores.
Lidia nos cuenta en sus escritos, realizados como elementos
terapéuticos de autoayuda, la
profunda crisis vital en la que se
vio inmersa. ¿Qué elementos de
seguridad le apoyaban? Se sentía
indefensa ante unas expectativas
que, de un modo progresivo, la
amenazaban a ella, al mundo que la
rodeaba y a su futuro. Podríamos
describirlo como estrés postraumático, depresión, desamparo ante la
discapacidad, erosión del concepto
de sí misma, aislamiento social,
pérdida de autonomía, incapacidad
para usar los códigos de comunicación habituales, etc.
Sus retos son muchos: ¿cómo
desplazarse autónomamente?, ¿cómo
acceder a la información?, ¿cómo
comunicarse con los demás?, ¿cómo
adaptarse a las pérdidas sensoriales y motrices causadas por la
enfermedad y las intervenciones
terapéuticas?
Desde el amor y el apoyo permanente de su familia, Lidia nos
explica la evolución de sus pensamientos y emociones, al tiempo
que relata el aprendizaje de las
nuevas habilidades de comunicación
y de autonomía personal.
Si hablamos de rehabilitación,
Lidia se ha rehabilitado, se ha
desarrollado en su juventud y ha
cursado una carrera universitaria.
Se desplaza sola, se comunica y
hace nuevos amigos, estudia, trabaja, intenta vivir con independencia y
afrontar las dificultades.
(8) 9
Actualmente controla de forma
eficaz su vida y su presente.
Con estas palabras quiero
presentar la historia que Lidia
nos cuenta en sus escritos; los
detalles de su evolución los conoceremos directamente de sus palabras.
Lidia nos enseña una de las
múltiples facetas de la lucha
diaria de millones de personas.
Los demás podríamos seguir preguntándonos: ¿qué podemos hacer
para contribuir a formar una sociedad en la que haya sitio y
bienestar para todos?
Miguel Díaz Salabert
Psicólogo de
la Delegación Territorial
de la O{nC{e en Cataluña
(9) 11
Introducción
En la medida en que fui plasmando por escrito mis experiencias, vivencias
y reflexiones,
surgió la idea de irlas recopilando; pensé que quizá algún día podrían salir
a la luz.
De esta idea inicial ha resultado el libro que presento a continuación,
en el cual todo se
narra cronológicamente. En la
primera parte hago una breve descripción de la aparición y evolución de mi
enfermedad. En un
segundo momento paso a desglosar
el proceso anímico, tras los primeros años de mi continua adaptación a ella.
Hoy por hoy no deseo seguir
escribiendo, pienso que las ganas
surgen cuando uno menos lo espera.
No obstante este libro queda
abierto, puedo continuarlo en
cualquier momento.
Por ahora no tendrá un final,
pues aún no sé cómo acabará todo.
La verdad es que tener que vivir
con esta incógnita sobre mi futuro
no me gusta nada. Pero mi propósito no está en encontrar un final, sino en
reflejar una actitud
ante la vida, y eso es lo que intento.
Mi gran objetivo es que mi
experiencia sea útil para aquellos
que están pasando o hayan pasado
por momentos difíciles, y de esto,
por desgracia, nadie se escapa.
(11) 13
Mi situación
desde un principio
Todo comenzó cuando tenía 14
años, edad en la que me empecé a
desarrollar. Entonces yo llevaba
una vida completamente normal, iba
al colegio, jugaba sin problemas
con mis amigas, practicaba jazz en
un gimnasio, me divertía... En
fin, no tenía ningún impedimento
que obstaculizara mi ritmo normal
de vida.
Fue a partir de ese verano
cuando noté los primeros síntomas.
No eran dolores ni nada por el
estilo, simplemente perdía fuerza
en la pierna izquierda, a la vez
que adoptaba un mal gesto al caminar, algo que se fue acentuando
paulatinamente. Entonces también
apareció mi primer complejo, que
por ser el primero fue el más doloroso. ¡Cómo me miran cuando ando! Luego,
conforme aparecieron
nuevos síntomas y los consiguientes complejos, fui superando los
anteriores; una aprende que hay
cosas por las que no merece la
pena desbordarse, siempre que se
(14) 15
encuentren los medios para luchar,
y éstos no suelen fallar.
Mis padres y yo, preocupados
por la molestia que suponía el
hecho de que fuera perdiendo fuerza en la pierna y no pudiera andar
bien, recurrimos a la opinión
profesional de varios especialistas, los cuales no detectaron
signos de gravedad. Después de
mucho insistir, accedieron a hacerme una resonancia magnética.
Con el resultado de ella, se
llegó a la conclusión de que padecía una extraña y desconocida
enfermedad, denominada neurofibromatosis Ii. Al oír esa palabra
no fui capaz de repetirla, ¿neuro
qué...? Mi madre en seguida me
tranquilizó con unas palabras muy
simples: en mi cuerpo hay unos
bultitos de grasa y simplemente
según donde estén situados pueden
molestar o no, y se han de controlar.
Yo no sabía nada más, y tampoco quería saberlo. Al principio
era bastante cría e infantil y
no le daba mayor importancia a
este asunto; pero en lo más profundo de mi persona la herida cada
vez se hacía más grande. Yo no
era normal, estaba enferma, ¿qué
me pasaba?...
En fin, fueron controlándome:
mientras los bultitos-tumores no
crecieran demasiado todo iba bien.
Entonces estaba en manos de un
médico que no era partidario de la
cirugía y prefirió ver si dejaban
de crecer mis tumores y esperar
hasta que la operación fuera inevitable.
Ese día llegó y se decidió que
me pusiera en manos de un cirujano
para hablar de una posible intervención en la cabeza, que era
donde estaba situado uno de mis
tumores, concretamente el que
había que extraer con más urgencia. Más adelante ya se hablaría
de otras intervenciones; pues
aparte de éste, localizado en el
hemisferio izquierdo del cerebro,
había otros que requerían ser
extirpados cuanto antes. Uno de
(15) 17
ellos, situado en la espalda, no
me permitía seguir mi vida con
completa normalidad. Para mí ése
era el que se tenía que sacar con
mayor urgencia, pues cada vez tenía más problemas para caminar, y
psicológicamente me estaba afectando más día a día. Todo esto
hay que ubicarlo en una mentalidad
de adolescente y pensar en cómo
podía afectarme en una etapa de
tantos cambios.
Cuando entré en el quirófano
para ser intervenida, yo no sabía
a qué me exponía, no tenía ni idea
de los riesgos que entrañaba la
intervención. Sí sabía que era
muy complicada, pero en ningún
momento fui consciente de que lo
fuera tanto. Por esta razón,
pienso que es fácil comprender que
los demás me vieran con mucha
moral y estabilidad anímica, pues,
además de que no queda otro remedio que combatir una situación
como ésta de la mejor manera posible, lo cierto es que yo no sabía
bien por lo que estaba pasando, ni
entendía la gravedad del asunto.
La operación fue difícil,
podría calificarla como la obra de
un artesano: el tumor estaba situado entre dos nervios, el acústico y el
facial. Para extirparlo
tuvieron que incidir en primer lugar en mi pabellón auditivo, la
consecuencia de ello fue una pér-
dida de audición total en el oído
izquierdo, aunque eso no fue demasiada molestia, ya que tenía el
derecho en buenas condiciones.
Pero irremediablemente tuvieron que tratar el nervio facial, y
esto comportó una parálisis permanente en el lado izquierdo de la
cara. Desde un principio, tanto
mis familiares, como amigos y, en
especial, mis padres, lo han sabido encauzar de la forma más adecuada:
actuando con naturalidad,
con un "tacto divino". Ahora me
doy cuenta de cómo unas circunstancias distintas podrían haber
influido en mi persona. Aun así,
es muy doloroso para una chica de
mi edad pasar por todo esto. In (17) 19
conscientemente formé una barrera
en mi interior, donde muchos de
los temas que preocupan a las
adolescentes (chicos, maquillaje...) para mí estaban prohibidos.
Y optaba por no darles importancia, y evadirme de ellos, tendiendo a ser
infantil y despreocupada
en el tema.
Anteponiendo la meta de continuar siendo feliz, una fuerza interior me
empujaba con coraje y
decisión a reanudar mi camino en
la vida. El siguiente tumor que
me extirparon fue el de la espalda, el que más me preocupaba, pues
no me permitía caminar con normalidad. Yo pensaba que al extirparlo
mejoraría mi estado físico y
podría caminar mejor, pero mis
dificultades motoras siguieron
igual que antes, sólo que con un
tumor extirpado y los síntomas a
los que luego dio lugar.
Entonces comenzó una época
larga de descanso, de hospitales y
de fracasos; y se me aconsejó
ponerme en manos de un fisioterapeuta para estimular zonas dañadas
de mi cuerpo y reforzar otras.
Esta época la recuerdo como
una parte de mi enfermedad más
tranquila, feliz y relajada. Me
encontraba bastante bien y a pesar
de que tenía mis propias limitaciones, podía llevar una vida
normal: empezaba una carrera,
continuaba conduciendo, salía de
juerga... Lo cierto es que este
período se me hizo corto.
No había pasado un año cuando
uno de mis médicos nos ofreció la
alternativa de irradiar otro tumor
de la cabeza (un tipo de radiocirugía, a través de la cual se puede detener
el crecimiento de un
tumor e incluso reducirlo). Nos
dijo que no comportaba más que un
minúsculo porcentaje de riesgo,
que la posibilidad de que me quedara sorda o sufriera otros efectos
secundarios era muy pequeña;
me hicieron ver que se trataba de
una alternativa excelente.
Al principio, dio la impresión
de que aquella irradiación que me
(19) 21
aplicaron en Madrid no fue mal:
no era la típica operación, y fue
muy rápido todo. Volví a casa con
la determinación de llevar una
vida normal. Esto, si no me equivoco, fue en noviembre. Pasaron
unos meses y, en febrero, durante
mi época de exámenes, surgieron
las primeras secuelas ocasionadas
por la irradiación.
Las molestias se acentuaban,
cada vez oía menos (hasta el punto
de no oír nada), se me dormía la
zona irradiada, empezaba a notar
desequilibrios generales... Aun
así logré terminar el primer cuatrimestre del curso. En poco
tiempo mi calvario aumentó, hasta
el punto de que ya ni siquiera podía dar un paso sin la asistencia
de otra persona. En breve, el
bastón se convirtió en mi mejor
amigo. No había asimilado todo
esto cuando me sobrevino una úlcera en el ojo derecho, otro de los
efectos de la irradiación, con lo
cual mi capacidad de comunicación
con los demás quedó reducida a la
escritura, pues en el ojo izquierdo padezco una grave miopía, la
cual me imposibilita la lectura
labial.
En un primer momento, estos
síntomas no me afectaron en exceso
emocionalmente, porque los médicos
insistían en que no eran permanentes, sino transitorios. Yo, que
confiaba en ellos con los ojos
cerrados, convencida de que volvería a estar como antes, decidí
esperar. Pasaron las semanas y
nada cambió; los médicos no sabían
qué decir ni qué pensar. Yo fui
poco a poco desmoronándome, si
bien no cejé en mi empeño, tenía
que vencer a esta enfermedad y no
rendirme, luchar por salir adelante, pese a que cada día me costaba
más.
Estaba realmente enfadada con
los médicos. Me habían decepcionado, se equivocaron del todo, nada de lo que
prometieron salió como ellos habían dicho. Es más, si
ahora pudiera escoger rechazaría
de plano la irradiación.
(21) 23
Esta etapa resultó, francamente, muy dura; no obstante, el
apoyo de mi familia y mi capacidad
para afrontar la enfermedad fueron
mi principal ayuda. Nos hablaron
de otra posible vía, que si bien
médicamente no es tan reconocida,
yo creo que la supera y con mucho:
la medicina alternativa. Al principio no fue fácil; sin embargo,
el hecho de seguir este tratamiento ha fortalecido mi persona en
todos los sentidos. Lo que verdaderamente me ha ayudado a entender, a
combatir y a aceptar mi
situación, ha sido el hecho de
analizar y expresar por escrito
mis sentimientos.
:::::::::::
(23) 25
pcccccccccccccccccccccccccc4
l Bloque primero %
l Algunas de mis cartas %
v-------------------------
(25) 27
Vaya ánimos
Un día de septiembre de 1994
Hola, Helena:
Chica, yo creo que luchar, ya
lucho; es probable que no sea lo
suficiente, pero Dios sabe que lo
intento, y me cuesta, sobre todo
porque la fatalidad me atrapa como
una tormenta. Lo único que me
faltaba es que me atacara al ojo
también. Estoy tremendamente
asustada, esto sigue evolucionando, ¿nunca parará? A veces me
pregunto: ¿por qué a mí? ¿Por qué
he tenido que ser yo? Me muero de
ganas por ser la Lidia de antes.
Me gustaría normalizarme un poquito, poder salir, ir a mi aire.
Eso cada vez lo veo más difícil.
¿Sabes? Cuando lo tienes no
lo valoras y cuando te falta no te
imaginas cuánto lo echas de menos.
Veo que podéis hacer cosas, para
vosotros son cotidianas y os resultan insignificantes, jugáis a
tenis, camináis sin problemas,
estudiáis y leéis con facilidad...
Yo, sin embargo, estoy atada, no
puedo hacer muchas de esas tareas
sencillas que la gente realiza sin
dificultad. Hay días en los que
se me cae el alma a los pies y me
deprimo mucho. Pero tengo la gran
suerte de estar rodeada por una
familia y unos amigos sencillamente "geniales". Y como dice Raúl:
"me vais dando constantemente
inyecciones de moral".
Ya no le pido a Dios caminar,
oír o ver como antes, sólo pretendo que todo esto pare, si es que
puede ser; sólo le pido vivir sin
depender tanto de los demás. Ha
habido cambios en mi vida que me
importan relativamente poco (bueno, no tan poco), como la parálisis facial
que padezco, seguir
este estricto régimen, mi falta de
equilibrio, problemas visuales.
¡Mientras no me impidan seguir
(26) 29
una existencia normal!
Te diré que la gente le da
mucha relevancia a cosas que, en
realidad, no la tienen; lo importante es seguir el ritmo de la vida. Yo, a
medida que he ido avanzando por el terreno escabroso de
mi enfermedad, he ido restando importancia a cosas que antes eran
vitales para mí. Y esto no se
aprende hasta que uno no pasa por
un momento verdaderamente duro.
Helena, necesito desahogarme,
tú me estás abriendo las puertas,
te lo agradezco tanto... Parece
que el escribir es una excelente
terapia. Tienes razón, quizá tu
padre me ayude a entender algunas
cosas. Me gustaría que también él
leyera mis reflexiones y dialogara
conmigo, lo necesito.
13 de octubre de 1994
Hola a los dos:
Acabo de llegar del médico y
me han informado de que el trasplante se hará ya mismo, en cuanto
tengan una córnea disponible.
Ahora dicen que a lo peor mi
visión no será tan satisfactoria
como habían indicado y que en ese
caso tendrán que hacer un pequeño
arreglo (¿esto no se acaba nunca?). Cada vez tienen que hacerme
más remiendos, ¿te das cuenta? No
dejo de pensar en la posibilidad
de que mi ojo no responda al trasplante como es debido. Me da
miedo perderlo. Sé que aún me
quedaría el otro ojo, pero con una
grave miopía; y francamente, no sé
si sabría acostumbrarme a este
nuevo grado de visión. Ya es
bastante duro ser sorda...
Dadas mis circunstancias,
ahora tengo un miedo horroroso a
la incomunicación con los demás.
Siento una gran necesidad de
(30) 31
comunicarme con vosotros. En
muchas ocasiones me siento sola,
aislada del mundo, hundida en mi
propio vacío.
Sin embargo, frente a este
gran miedo, algo me está abriendo
nuevas puertas al mundo: un nuevo
sistema de comunicación entra en
mi vida, estoy aprendiendo el
lenguaje de los signos, y al mismo
tiempo estoy enseñándoselo a los
de casa, y ya puedo comenzar a
"chapurrear" con mis padres, hermanos, y algún que otro amigo, y
cada día es más fácil la comunicación con ellos.
Me estoy dando cuenta de que
el primer y gran paso para relacionarme con los otros lo he de
dar yo. Sistemas de comunicación
hay muchos, lo que verdaderamente
hace falta son ganas.
Aun así el vacío está ahí, y
las barreras de comunicación son
muchas... Es un esfuerzo considerable y muchas veces no lo consigo.
Me pregunto si todo esto que
estoy sintiendo es demasiado fuerte. Y me asusta. Ultimamente
estoy enojada con todo, y quienes
lo pagan son aquellos que tengo
más cerca y a quienes más aprecio.
Tampoco me sale un diálogo digno
con Dios, no sé qué decirle...
Sé que no te gustará oír esto,
tío, pero lo cierto es que no
acabo de entender que Dios me
quiera tanto, tal y como dices.
Tío, pensar estas cosas no me
gusta. Antes debo conocer mejor
ese mundo trascendental y aprender
qué significa tener fe. Creo que
poco a poco la estoy perdiendo, y
no es justo perderla en cuanto
asoma el primer problema.
(33) 33
4 de diciembre de 1994
Hoy no me hagáis mucho caso,
aparte de esta bajada de moral,
estoy realmente disgustada. A
veces no aguanto la actitud de los
médicos. Se comportan como si no
tuvieran sentimientos, para ellos
somos meros objetos. ¡Pues no,
somos personas de carne y hueso!
Nos gusta que nos traten como
tales, que nos expliquen las cosas
y también, si no es mucho exigir,
que tengan un poco de "tacto" al
decirlas. Esta disposición más
humana hacia nosotros ayuda y nos
da confianza; es muy necesaria.
Lástima que los propios médicos
no se percaten de ello.
Se puede decir que estoy en la
cuerda floja. En cuanto a moral
se refiere, voy subiendo y bajando
a una velocidad de vértigo. Tengo
razones para estar así, aunque
admito que mis cambios de humor
son inaceptables. Del mismo modo
es inadmisible que sean ellos los
que rijan mi conducta, debo moderarme.
Estoy cansada, confusa, enfadada, harta... He pensado varias
veces por qué tengo que llevar
este régimen. Es bastante duro y
me deprime un montón. Y aunque me
digáis que me encontráis mejor, el
sacrificio que realizo no me satisface, no veo una solución ni
inmediata ni a largo plazo.
(35) 35
12 de diciembre de 1994
Puede que me escuche demasiado. Es difícil asimilar lo que me
está pasando, estoy bastante confundida. Hay aspectos de mí que
van mejorando; en cambio, otros
siguen igual, como las secuelas de
la dichosa irradiación, que según
los médicos, en teoría, tendrían
que haber desaparecido; yo cada
vez confío menos en sus palabras.
Reconozco que no tengo una idea
clara de mi estado, es una verdadera incógnita.
No dejo de recordar cómo estaba hace un año y medio. Ya sé que
soy un poco "masoca", pero esos
recuerdos me vienen con frecuencia
a la memoria. Son reminiscencias
de lo bien que estaba; yo no lo
valoraba. Podía hacer muchas cosas: ir a la universidad en mi coche y a mi
aire, salir e ir de
fiesta con los amigos, actividades
y deportes variados... En fin,
tenía lo que se llama una vida
normal. Ahora eso lo echo en falta, principalmente porque a medida
que los meses pasan veo más cruda
una mejoría.
Si aceptara mi nuevo estado,
todo sería más fácil. Me cuesta,
pero dentro de mí aún hay algo que
me da esperanzas de poder restablecerme, aunque éstas sean mínimas.
(37) 37
18 de diciembre de 1994
Ahora que la Navidad está a
la vuelta de la esquina, confieso
que no sé cómo reaccionaré cuando
tenga que cantar villancicos o
cuando llegue el momento de la
alegría y la jarana navideña.
Me gustaría estar lo más contenta posible, pensar en lo que
"Ella", la Navidad, significa:
ayudar a los demás a ser felices y
olvidarme un poco de mi situación.
No permitiré que el no poder oír
los gritos de fiesta me deprima,
ya que eso no es necesario; si una
quiere, esos gritos y ese alborozo
se llevan dentro.
Ése es el reto que me propongo
estas Navidades: ser feliz, intentar no deprimirme, pensar en
los otros y no tanto en mí. Voy a
intentarlo. También trataré de
acercarme más al Niño Jesús,
procuraré entenderlo mejor.
La verdad es que me doy cuenta
de lo egoísta que puedo llegar a
ser: veo mi problema como único,
como si fuera el centro del universo y el resto girara alrededor,
y no es así.
La falta de autonomía, esa
sordera, esa inestabilidad... me
están cambiando. No me gusta mi
nuevo carácter exigente y egoísta.
He pasado de poder hacerlo todo a
no poder hacer casi nada, y eso me
obsesiona.
Debo no cruzar la línea,
aprender a que los otros se liberen un poco más de mí, intentar
ser menos dependiente de ellos.
Sé que me prestan su ayuda de
buena gana, no obstante entiendo
que esto canse y lo evitaré siempre que sea posible.
No me puedo pasar el tiempo
lamentando no estar como antes, he
de aprender a vivir así; he de
avanzar sin mirar atrás y sacarle
partido a mi vida.
No es fácil, en absoluto; pero
tengo un gran tesoro dentro de mí
que me da ilusión y ganas de vi (39) 39
vir. Sólo enganchándome a las
ilusiones puedo ser feliz.
Si con el cuerpo no llegas a
más, el estado de ánimo y la capacidad de lucha pueden compensar
ese vacío.
1 de marzo de 1995
Tú, tío, sobre todo tú, me
estás haciendo crecer. Me has
ayudado enormemente, en especial a
entender un poquito más al de allí
arriba. Es cierto que, religiosamente hablando, no soy una buena
practicante, pero pienso que el
objetivo no es ése: a mi manera
hablo con Dios; pese a que aún
estoy enojada con Él, cada día lo
entiendo un poquito más, creo que
para Él mi vida tiene un sentido,
aunque no sé cuál, no me cabe duda
de que lo tiene, pues deseó mi
nacimiento.
Tenías razón Helena, esto de
escribir es una excelente medicina. Incluso me sorprende el tener
tanto que contaros. Ni siquiera
había pensado en los beneficios
psicológicos que puede aportarme.
Aunque me asuste, todo eso está
ahí, carcomiéndome las entrañas, y
debo sacarlo de mi interior; cuan (42) 41
do lo hago, me quedo más tranquila
y aliviada, me quito un peso enorme de encima. Es como si al escribir
explotara algo dentro de mí
que me reanimara. Algo que me
ayuda a valorar lo que tengo, y me
da coraje para seguir luchando y
marcarme nuevos objetivos.
Os preguntaréis a qué se debe
esa subida de ánimos tan repentina.
Ultimamente hasta yo misma he
visto un pequeño cambio y no sólo
físico, sino anímico. Están pasando cosas que me dan más fuerza
e ilusión para seguir adelante.
No es sólo el hecho de estar
aprendiendo el lenguaje de los
signos (hecho realmente importante), hoy he tomado una importante
decisión: reanudar mis estudios y
acabar mi carrera de Educación
Social. ¿Cómo lo haré? La
O{nC{e me instalará en un ordenador de la Universidad un programa que me
permitirá trabajar
con el resto visual que tengo.
Con eso y el asesoramiento necesario de los profesores, la concluiré. Debido
a mi doble discapacidad auditiva y visual, mi ritmo de trabajo también será
diferente al de mis antiguos compañeros. No obstante, aún me queda un
año para disfrutar de su compañía
y aprovecharé algunos descansos
para cruzar algunas palabras con
ellos, ya sea con el ordenador o
con libreta (aquí la gente suele
ser muy maja y solidaria).
El otro jueves también pasó
algo que me sorprendió gratamente:
tuve el primero de mis contactos
con el mundo del sordo, pues aparte de las clases que se me dan de
lenguaje de los signos, aún no me
había relacionado nunca con ellos.
Fue mi primera visita a una asociación de sordos. Este primer
contacto no fue precisamente con
gente sorda (mi nivel en el lenguaje de los signos es todavía muy
bajo), sino con alumnos oyentes,
que como yo están aprendiendo esta
lengua. Hacía tiempo que no me
(43) 43
ocurría algo semejante, la comunicación entre nosotros era muy natural y
bastante aceptable, además
eran chicos y chicas jóvenes. Me
encontré muy a gusto con ellos, y
el ambiente resultó muy agradable.
Llegué a casa contenta y con ganas de volver.
Todo esto me ha animado bastante para no desviarme del rumbo
que me he marcado: ser lo más
feliz posible; soy consciente de
que merece la pena perseverar en
el empeño. No me voy a rendir.
Algo que no debo
olvidar
Hay algo de este primer período que no queda reflejado directamente y
que, si bien no lo he
demostrado, lo aprecio, y mucho.
Se trata del apoyo constante que
he notado por parte de mi familia,
en concreto, la más cercana (padres y hermanos). Aprender a
llevar una situación como la mía
no es fácil. No sólo es difícil
para mí, también lo es para ellos.
En la dinámica familiar, ha supuesto muchos cambios. Eso implica un esfuerzo
extraordinario y, a
pesar de que se haga totalmente a
gusto, sin un mal gesto ni un
reproche, es un "esfuerzo". Yo a
veces he dado por supuesto que lo
razonable es que se desvelen por
mí, no lo he valorado bastante y,
en consecuencia, he sido demasiado
exigente.
(45) 45
Desde un principio, mi familia
me ha tratado con total normalidad
y, con más o menos dificultades,
han intentado integrarme de la
mejor forma posible. Les reconozco el mérito y les agradezco que
día a día lo vayan haciendo mejor.
Yo sé que eso se demuestra no
sólo de palabra, sino con hechos.
Y también sé que gusta oírlo.
Lo más probable es que ya
sepan lo complacida que estoy con
ellos. Si es evidente que no lo
exteriorizo en la justa medida con
palabras, sí lo hago con hechos.
Yo sé que estas cosas gusta oírlas.
:::::::::::
(47) 47
pcccccccccccccccccccccccc4
l Bloque segundo %
l Mi diario %
v-----------------------
(49) 49
Algunos de
mis proyectos
Ultima parte de 1995
Durante esta temporada he ido
viviendo el problema con renovado
optimismo. A ello ha ayudado una
mejora considerable en mí, en
numerosos aspectos. Supongo que
esta mejora habrá incrementado mis
ganas de hacer cosas, al tener más
facilidades y recursos.
En el fondo, subyace una cuestión que me afecta, aunque siga
pensando que debo esforzarme al
máximo para olvidarlo y actuar con
normalidad. Con esto me refiero a
la falta de autonomía a la que me
arrastra mi escasa estabilidad y
equilibrio: el no poder hacer muchas de las cosas que me gustaría
hacer y requerir con frecuencia la
ayuda de los demás. Eso al principio cuesta, ya veremos con el
tiempo. A partir de ahora buscaré
el mayor número de soluciones posible para que la inserción en mi
entorno sea completa.
Es difícil afrontar esta nueva
realidad, salir a la calle y querer seguir con mis actividades
rutinarias, si prescindo de la
ayuda de los demás. Tengo que
partir de la idea de que, en general, la gente suele ser solidaria.
En efecto, pedir ayuda es incómodo, pero hoy por hoy es la única
solución para mí y debo acostumbrarme a ello. Yo sé que resulta
mucho más fácil ofrecerla.
(51) 51
Primera parte del año 1996
Poco a poco me voy dando cuenta de que es indispensable estar
bien tanto física como anímicamente. Por un lado, el estar un poco
peor en lo físico ha repercutido
en mi posterior estado de ánimo (o
quizá al revés).
Mi mejora física se va notando
día a día: el seguir con el régimen está dando resultado, aunque
me está costando lo mío. No es
fácil mantenerlo, ver que los
demás comen lo que les da la gana.
De vez en cuando una pequeña
licencia no va mal, yo lo agradezco; si bien por la cuenta que me
trae sólo ha de ser eso "una pequeña licencia de vez en cuando".
El efecto inmediato de esta
mejora física es la mejora anímica, que también va evolucionando
positivamente. La postura egocéntrica, que se reflejaba de manera
tan notable en la primera época,
se va diluyendo en las páginas del
pasado. Cuesta mucho eliminarla
por completo; no obstante, poco a
poco... Aun así, reconozco que me
está costando mucho.
Sí, empiezo a mejorar; pero
ello implica, en mí, nuevas preocupaciones: día a día tengo una
mayor necesidad de autonomía e
independencia. Intento buscar
recursos para la consecución de
este fin. Muchas veces no lo
consigo (tiendo a querer hacer más
de lo que puedo). Es duro aceptar
mi nueva situación; no dejo de
considerar que todo puede acabar
algún día, cosa que hace que en
momentos puntuales no sepa valorar
todos mis pequeños avances. Creo
que tengo que aprender a vivir tal
y como estoy en este momento, y
sólo así evolucionaré de una manera global.
Una faceta de mi vida a la que
le voy concediendo más trascendencia es el tema de la comunicación:
tengo bastante miedo a la soledad,
que ahora es una característica en
(52) 53
mí. Puede que los oyentes no lo
entendáis, puede que haga falta
vivir en la condición de sorda
para comprender mis palabras y mis
temores. Yo intento combatirla, y
por ello pienso que es imprescindible que me relacione con el
mayor número de personas y a través de distintos medios (ampliar
mi círculo de anteriores amistades, crear otros nuevos, estrechar
la relación con familiares con los
que antes apenas intimaba...),
algo que ya comencé a practicar en
mi anterior época.
Todo esto ha de partir de mi
propia persona, yo he de ser la
que dé el primer paso. Entonces
supongo que la gente se percatará
de mi necesidad de comunicarme, y
actuará en consecuencia o, al
menos, se lo planteará. Ya he
tomado mi primera decisión al
respecto: dar a leer las peripecias que he vivido durante estos
años pasados. Así he comenzado a
poner en práctica lo que yo consi
dero indefectible para combatir la
soledad.
Del mismo modo, me estoy interesando por el mundo de los sordos, que
puede que sea el mío, no
es fácil aceptarlo. Para integrarse en él hay que tener mucha
fuerza de voluntad, pues la gente
es diferente y los sistemas también. Lo principal es no correr,
sino ir integrándose paulatinamente. Por ahora pretendo aprender
bien el lenguaje de los signos
que, ante la necesidad de comunicarme con otras personas, puede
ayudarme en muchas ocasiones.
Éste es el preámbulo que me
conducirá a la aceptación de mi
estado, y creo que es bueno. Por
ende, pretendo estar más ocupada.
Antes yo estaba todo el día en
casa, sin apenas labor que hacer,
y esto ha comportado pensar más en
mis dolencias y una mayor soledad.
Mis actividades van aumentando, y esto hace que me olvide en
mayor medida de lo negativo, ya
que voy teniendo más parte del
tiempo ocupado: estoy prosiguiendo
(54) 55
con mis estudios en la universidad
(tengo que acabar la carrera), voy
a clases de signos, de logopedia e
informática, y veremos si poco a
poco puedo aumentar mis actividades, desde luego sin llegar a
quemarme.
Llevar este ritmo implica no
olvidar que los demás también
tienen sus trabajos, porque yo
tengo que depender de otra gente
para poder realizar lo que pretendo. Me esforzaré en intentar
hacer las cosas más a mi aire; es
decir, buscaré la forma de que los
otros se desentiendan un poco de
mí, por supuesto dentro de unos
límites: coger taxis, estimular y
ejercitar más mi equilibrio, coger
autobuses sola...
Voy evolucionando
Segunda parte del año 1996
Los objetivos que me proponía
alcanzar en mi anterior etapa
están comenzado a realizarse,
están dando sus frutos. Objetivos
como la "comunicación", "la aceptación de mi estado", "mi independencia",
"el hecho de estar más
atareada"...
¿Sabes, pequeño diario?, esta
última temporada la veo como un
avance en la aceptación de mi
estado. Han influido mis nuevos
entornos que me están marcando
para bien. Y esto me gusta.
Voy afrontando día a día esa
soledad. Por una parte, aprendo a
estar sola; por otra, procuro ampliar todo ese campo relacional.
Las perspectivas que se presentan
son bastante atractivas. Estoy
incrementando lo que antes ya te (57) 57
nía: la relación con los oyentes a
través del correo electrónico,
cartas, visitas... Además, me
estoy abriendo a desconocidos e
interesantes campos de relación.
Así pues, fuera de este círculo
de los oyentes, también he encontrado otras amistades y mundos que
no corresponden concretamente a
éste, sino que se relacionan con
el de los sordos, para mí fundamental.
De esta manera he conocido a
Andrés, con quien estudio informática los viernes y comemos juntos en el
colegio. Es un chico de
mi edad, sordo de nacimiento; nos
llevamos muy bien (esto demuestra
que en ocasiones entre los dos
tipos de sordera, la de nacimiento
y la poslocutiva, no hay incompatibilidad. Podemos ser diferentes, sin
embargo la relación y la
amistad no es una quimera).
De este mundo de los sordos
también he conocido a una chica.
Con ella el trato es distinto
porque es sorda poslocutiva (como
yo) y tenemos la misma enfermedad;
por lo tanto, podemos compartir
vivencias comunes, y es lo que ha
hecho que nuestra amistad crezca.
Nos conocimos yendo juntas a clase de signos, y nos hemos hecho
muy amigas. Voy a su casa a comer
y ella viene a la mía, nos carteamos con fax o mensajes de correo
electrónico... En fin que, pese a
la diferencia de edad (ella tiene
diez años más que yo) y las diferentes formas de vida, nos compenetramos muy
bien.
(61) 59
Ultima etapa del año 1996
Después de unos meses un tanto
ajetreados procurando resolver
muchos de los objetivos planteados, ha llegado el relax correspondiente al
período de vacaciones
y el aparcamiento de mis obligaciones, tareas, asuntos y demás.
Este verano ha dejado una huella que será muy difícil de borrar: "nuestro
gran viaje a Estados Unidos", una experiencia
impresionante y quizá, la última
gran salida de los seis juntos.
Este gran viaje lo hemos sabido
disfrutar por el hecho de que,
aparte de lo que supone un viaje
así, el ambiente entre nosotros ha
sido francamente bueno.
Desde el punto de vista de mi
actual situación, he notado más
mis limitaciones, sobre todo por
el hecho de realizar actividades
tan distintas a las que hago en
Barcelona. Por otro lado, he
disfrutado más de lo que hubiera
imaginado: no me he cansado excesivamente (gracias a mi gran silla
de ruedas que me ha ayudado cuando
estaba agotada) y he visto la gran
mayoría de las cosas (el catalejo
siempre venía conmigo). A quien
debo darle gracias por tanto disfrute y ratos de alegría es a mi
familia. Me he sentido muy querida y amparada por todos.
¿Te has fijado? Aunque con
ayuda, si lo ves como lo veo yo,
son facilidades que se me van
ofreciendo para seguir una vida lo
más feliz y normalizada posible.
Debo admitir que en alguna ocasión he actuado como una "niña
mimada" y no he cooperado lo suficiente. Seguramente he abusado de
mis limitaciones y acaso he exigido demasiado. Esto puede habernos llevado a
algún que otro roce. Por mi parte han predominado
los buenos momentos, alegres y de
buen humor (o al menos eso he pretendido).
(62) 61
En fin, ha sido una experiencia extraordinaria e irrepetible y
estoy contenta porque la guardaré
en lo más profundo de mi corazón.
Noviembre de 1996
Tras un verano relajante, pero
lleno de emociones, he iniciado
una época con más movimiento. La
actividad día a día va creciendo
(me voy sintiendo cada vez más
fuerte). Empiezo esta época con
el mismo o mejor buen pie que la
anterior, sólo que con algunos
cambios, pues la vida va pasando,
y con ella algunos se van y otros
vienen... Mi abuelo es uno de los
que se han ido. Me he quedado
realmente tranquila porque me he
despedido de él "como Dios manda", hasta que nos volvamos a
encontrar. Le escribí unas líneas, que leí en su funeral, y
estoy segura de que en esas circunstancias me habrá escuchado a
su manera. La carta decía así:
(64) 63
Querido abuelo:
Con esta carta pretendo
quedarme más a gusto pudiendo
despedirme de ti como Dios
manda.
Estoy segura, abuelo, de
que ahora me oirás, pero no de
la misma manera; creo que me
entenderás porque lo que te
quiero decir lo diré con todo
mi corazón y todo mi amor.
Puede que en esta última
temporada apenas intercambiára mos unas palabras (yo no te oía
y tú no me entendías). Pero el
amor no se demuestra sólo con
palabras; y me he sentido real mente querida, sólo por el he cho de
que al tomarte la mano y
acariciártela (en el hospital)
cuando tú estabas consciente me
correspondías, me estrechabas
la mía con fuerza, y me diri gías una dulce mirada. Me es tremecía
porque, aunque no ha bía un contacto de palabra, lo
había de corazón.
Abuelo, deseo que entres
con buen pie en ese mundo oscu ro y que encuentres la felici dad que
tanto te mereces.
Yo estoy tranquila, porque,
aunque hayas tenido tus momen tos de mala leche, la alegría,
la generosidad y la bondad han
predominado, y con mucho.
Ahora estoy aprovechando
para despedirme de ti de la
mejor forma posible. Pero,
como bien sabrás, aquí la vida
continúa.
Sí, yo quiero que me guar des un sitio para cuando llegue
mi hora, aunque ayer me hicie ron ver que hay que ser realis ta, que
la vida continúa aquí
abajo, y que hay que luchar y
hacer que todos seamos felices.
Supongo que en esto esta rás de acuerdo, que no querrías
ver a la gente deprimida y que
desearías su felicidad.
Sé que será difícil dejar
de pensar en que tenemos un
abuelo, sé también que de aquí
(65) 65
a un tiempo nos volveremos a
juntar y seguiremos con nues tras partidas al "subastao" y
al "remigio".
Ahora, como ya he dicho
antes, hay que ser realista, y
buscar la felicidad aquí abajo.
Abuelo, me despido y te
deseo otra vez lo mejor de lo
mejor.
Te quiere un montón, tu nieta
La semana pasada me hicieron
una resonancia y, "Gracias a
Dios", los resultados han sido
buenos. Estoy muy contenta, no ha
habido cambios desde hace dos
años. Por ende, día a día estoy
más a gusto con todo y con todos.
Tengo suerte, me siento apoyada permanentemente. Quien más
hace por ello son los de casa, mis
padres y mis hermanos; es a ellos
a quienes no se lo suelo demostrar; y son ellos quienes merecen
el mayor agradecimiento.
Ahora mi objetivo es luchar
con todas mis fuerzas para que mi
situación no empeore (seguir con
ese fastidioso régimen) y hacer lo
que esté a mi alcance por estar y
sentirme mejor. Y creo que estoy
enfilando el buen camino.
En el libro que estoy leyendo,
"Los milagros de Ana Sullivan",
hay una cita que dice lo siguiente: "Una persona con grandes
limitaciones en su vida física no
será capaz de descubrir el caudal
de sus fuerzas ocultas si no se le
trata como a un ser normal."
Estoy totalmente de acuerdo.
Conforme tratan tu problema con
mayor naturalidad, tú también lo
vives de una manera más natural y
te sientes menos "inútil". Pese a
que es duro decirlo así, es la
pura realidad.
Este libro explica cómo Ana
Sullivan consigue educar de manera prodigiosa a Helen Keller,
una niña sordociega. Demuestra
que la cuestión no está en que
seamos útiles o inútiles, sino en
(67) 67
estimular a la persona o no hacerlo. Hay quien tiene iniciativa
para encontrar recursos, y hay
quien requiere que le den un empujón. La sociedad y quienes te
rodean entran en juego actuando
con mayor o menor normalidad frente al asunto.
A medida que lo he ido leyendo, me he ido sintiendo identificada con
Helen en cuanto a la
sordoceguera y en el hecho de que
las dos tenemos formas similares
de ver la vida. Y no pretendo
elogiarme, pero un mismo problema
puedes enfocarlo de diferentes
maneras, tirar hacia delante o
quedarte y lastimarte. Yo estoy
contenta porque gracias a Dios
opté por "avanzar".
Enero de 1997
Durante estas Navidades hemos
pasado unos días maravillosos. He
conseguido hacer algo que en mi
estado ni se me había pasado por
la imaginación: "esquiar". El
mérito ha sido de la cabeza pensante de la familia: "mi padre",
que mediante su invento del esquí
a dúo, lo ha hecho realidad.
He hecho nuevas amistades; me
he encontrado muy a gusto con
todos. Al principio tenía miedo.
Sé que cuanta más gente nos reunimos, es más difícil lograr una
buena comunicación conmigo, y no
lo reprocho porque es absolutamente normal (ley de vida). Lo cierto es que
no ha sido así. Casi
todas las personas con las que estaba han hecho que me sintiera muy
atendida y han logrado que me sintiera cómoda con ellos. No es que
antes estuviera mal, es que poco a
poco la gente se va acercando a mí
y me gusta que me traten de forma
(70) 69
más natural. Y esto es lo que
ahora están haciendo.
De la misma manera que voy mejorando lentamente y todo parece
asimilarse más, van apareciendo
otras preocupaciones. Más bien
son viejas preocupaciones a las
que dejé de dar importancia por la
gravedad que comportaba mi nueva
situación y, en conclusión, por no
aceptarla en absoluto. Se trata
del tema de las relaciones y amistades. En cuanto a las amistades,
francamente estoy contenta; intento tener las máximas y no me da
miedo. Desde que estoy pasando
por esto, me he evadido y no he
afrontado el tema de las relaciones íntimas con alguien. Me refiero a ver a
alguien como algo
más que un amigo. He levantado un
muro en este terreno, he mostrado
una total indiferencia por ese tema y ni lo he franqueado ni he
permitido que lo franquearan.
Creo que estoy equivocada, es un
campo muy bonito y tengo derecho a
entrar en él. Pienso que con el
tiempo podría encontrar a alguien
al que amara con locura y que me
correspondiera, que me hiciera
comprender que lo que no acepto de
mi persona no es tan esencial.
Pero también hay que tener la
cabeza sobre los hombros y admitir
que nada es fácil, aunque tampoco
existen quimeras inalcanzables.
El secreto está en ser lo más
natural posible, no buscar nada;
si se presenta la oportunidad,
Dios dirá.
(73) 71
Mayo de 1997
En este último período he
sobrepasado mis expectativas. La
gente se da cuenta de que me estoy
recuperando, y supongo que también
observan que estoy más animada.
Se puede decir que mis progresos
alcanzan niveles que jamás hubiera
concebido: empezando por mi estado
de salud. Esto me ha llevado a
una subida de energías, a aumentar
mis ganas de avanzar y de encaminarme hacia mi gran empeño que,
despacito, voy consiguiendo: "desarrollar un grado razonable de
autonomía".
En concreto, en este camino
hacia mi autonomía, estoy cumpliendo unas metas y planteándome
otras. He iniciado un programa de
rehabilitación visual, cuya finalidad es que pueda circular sola
por Barcelona. Está claro que no
podré ir a donde se me antoje, pe
ro al menos estudiando anticipadamente un itinerario lograré hacer
sola y con transporte público muchos de los recorridos en los que
hasta ahora necesitaba la ayuda de
un taxi o la de mi madre. Además,
con este programa aprendes a encontrar diferentes recursos para
que te sea más fácil conocer y superar las dificultades. Te hace
ver tus limitaciones y entender
desde un principio que si no aprecias en su justa dimensión la magnitud de
tus problemas, no serás
capaz de dar pistas a los que te
rodean para que comprendan tus dificultades y puedan ayudarte.
Aunque parezca contradictorio,
sin la ayuda de los demás, una
nunca será autónoma. La verdad es
que con este curso de rehabilitación estoy aprendiendo a vivir mejor con mi
problema, viendo la necesidad de que los otros tengan
más conocimiento de él y tomando
mayor conciencia de ello.
Estoy en el trecho final de mi
carrera: una etapa que invita a
pensar. ¡Hay tanta injusticia en
(74) 73
el mundo! Creo que todos somos
aptos para ayudar y podemos hacerlo si nos lo proponemos; hay tantos
rincones en los que intervenir... Lo que ocurre es que se
requiere un alto grado de sensibilidad para ayudar a los demás, y
hoy en día esto no abunda. Es
cierto que, ahora para mí, asumir
el rol de educadora social no es
nada fácil, pero no pienso "tirar
la toalla"; si no es profesionalmente, será de manera voluntaria.
Así, estamos intentando avanzar en el área del Gam N{eF{i
(Grupo de Ayuda Mutua de la
Neurofibromatosis), cuya finalidad, por el momento, es darnos
apoyo mutuo y recibir información
acerca de la enfermedad, y poco a
poco ir divulgándola. Hace poco
que todo este Proyecto-G{aM se
ha creado, y somos realmente pocos
los iniciadores (nuestra enfermedad es desconocida y con una incidencia muy
baja), pero con el
tiempo esperamos crecer y desarro
llar nuestra gran finalidad. Es
un lugar donde no ves que seas la
única con esa horrible enfermedad,
donde te sientes escuchada, puedes
hablar de tus problemas, porque
los otros afectados están pasando
por algo similar, y esto es reconfortante: hace falta desahogarse. Pero a
partir de aquí, también me gustaría hacer ver que no
se trata de buscar alternativas
para aguantar mejor, sino de conseguir metas porque lo deseas, y
aprender a vivir con tus problemas. Y nos pasaremos la vida
aprendiendo, pero si lo deseamos
iremos avanzando.
Las circunstancias de la vida
también hacen que, en una persona,
sus relaciones interpersonales se
encaminen hacia un lado o hacia
otro.
Esa obsesión que tenía por
estar continuamente rodeada de
amigos se está calmando. Voy
aprendiendo a disfrutar de mis
ratos en soledad; los saboreo más
y siempre tengo el tiempo ocupado.
Me encanta escribir a los demás,
(76) 75
mis propios escritos, me gusta
leer, sentarme y tener un espacio
para organizar mis cosas, a veces
me siento a ver la televisión...
Además estoy conociendo un mundo
que intuyo que para mí va a ser
muy interesante: Internet. La
red me permite conocer a mucha
gente, y no encuentro traba alguna
en la comunicación, es como si
soñara que oigo, por decirlo de
alguna manera.
Al igual que vas encontrando
nuevos recursos que te permiten
ampliar todo este marco de relaciones personales, otras relaciones que para
mí eran importantes
pueden desaparecer; pues al igual
que las circunstancias van cambiando, también cambian las amistades.
Sí, estoy aprendiendo a vivir
con esto. Todavía me queda un
largo sendero por recorrer: caerme
y levantarme... No obstante, lo
fundamental es que bajo las limitaciones queda la esperanza. Es
cierto que los objetivos varían,
pero la ilusión no debe perderse
nunca. Uno tendrá un tipo u otro
de ilusiones, depende de sus posibilidades ante la vida; lo realmente
valioso es tenerlas, sólo
con ellas se llega a ser feliz.
(79) 77
Un día de junio de 1997
Creo que en esta fecha ha
ocurrido algo que va a dar un
vuelco a mi vida: hasta hoy yo
tenía miedo a cambiar mi entorno.
Hoy he visto que no se trata de
cambiarlo, sino de ampliarlo.
Puedo tener los mismos amigos de
antes, y seguro que los conservaré
como he hecho hasta el presente,
pero ahora necesito también el
apoyo de otros amigos con quienes
no tenga conflictos en la comunicación. Ya hace tiempo que tenía
la idea de ir entrando en el mundo
de los sordos y mezclarme entre
ellos. Me habían dicho que podía
formar un grupo de amigos y que,
francamente (sin dejar de lado a
los otros), encontraría un buen
apoyo entre gente sorda como yo
con quien me pueda comunicar.
Estuvimos hablando con mi profesora de signos, y me comentó que
probara a relacionarme con sordociegos, como sordociega que soy,
porque aparte de que se lo pasan
muy bien entre ellos, es un grupo
que responde a mis necesidades.
Hay guías intérpretes de signos
para todos, y ante cualquier dificultad, te acompañan y te ayudan,
o sea, que ya lo tienen en cuenta.
Además, el que menos tiene problemas de sordera y de visión.
Pedí que me avisaran cuando
este grupo, el de sordociegos de
la F{eS{oC{a, hiciera su próxima salida o excursión. Hoy he
hecho esta primera actividad. La
verdad es que estaba muy asustada.
Hacía tiempo que tenía en mente
abrirme a nuevos amigos, pero creé
un muro que no es fácil de derribar. Parece que estoy empezando a
abrir una brecha.
Ésta ha sido una experiencia
gratificante, algo diferente, no
sé cómo explicarlo. Con esta
salida me he encontrado tan a
gusto... No existen apenas trabas. Es cierto que preciso mucha
práctica, porque cuando había una
(80) 79
conversación en grupo no me enteraba de nada. He podido comunicarme con
gente (a pesar de que lo
he hecho, aún no sé cómo), y me he
sentido atendida y aceptada en todo momento. Sobre todo era con
los guías intérpretes, con quienes
más me comunicaba, pues con ellos
al ser oyentes y conocer el lenguaje de los signos, era bastante
fácil entenderme. Mi problema en
sí no ha desaparecido, pero se lo
ha tratado con mucha normalidad, y
quizá sea esto lo que me ha llenado tanto. He llegado a casa loca
de contenta y deseando reunirme
otra vez con ellos. El día 15
saldremos juntos nuevamente.
El secreto de esta vida es no
esconder nada de nada, conviene
dejar las cosas claras. Eso es lo
que he hecho yo, es una nueva
teoría. Si tratas tu situación
con normalidad y no la ocultas,
todo es más sencillo, te reciben
tal y como eres. Si no te llegasen a aceptar es que aquella per
sona no merece la pena, y es mejor
saber esto desde un principio que
llevarse un desengaño.
(83) 81
Otro día de junio
Mi relación con el grupo de
sordociegos de la F{eS{oC{a va
resultando. Tienen mucha paciencia, pues necesito mucha práctica
y aún soy lenta para entenderme
con ellos. Con unos es fácil
comunicarse; con otros es bastante
más complicado, pero con ganas y
esfuerzo lo lograré. Los que
hasta la fecha conozco son muy
majos y me encuentro muy a gusto
con ellos.
Sin embargo, en este asunto
hay un pequeño inconveniente, y
digo pequeño porque si lo comparamos con los pros resulta una menudencia. Se
trata de la falta de
estabilidad y equilibrio que tengo. Cuando estamos haciendo una
visita, paseando..., cuando no
estamos sentados o apoyados, mi
comunicación con los sordos es
nula, no puedo mantenerme firme y
hablar con las manos, apenas tengo
estabilidad. En estos momentos me
siento mal, porque, pese a que
puedo hablar con intérpretes,
necesito también ir entrecruzando
signos con mis compañeros y amigos
sordos. Lo bueno es que casi
siempre hay un rato para sentarse
y comentar la jugada, y si no lo
hay lo buscamos.
Tal vez allí esté aprendiendo
a aceptarme un poco más a mí misma. Dentro de este grupo hay
alguien que me está ayudando mucho. ¿Será porque los dos valoramos las cosas
de una manera parecida?, ¿porque tenemos problemas
visuales y de sordera? No lo sé,
el caso es que hablar con él es
una delicia. Quizá me sienta a
gusto porque cuando estoy con él
mis dificultades desaparecen.
(85) 83
27 de junio de 1997
Hoy es un día señalado: "he
acabado la carrera". No de manera
legal (eso será en septiembre),
pero lo que son trabajos, ya puedo
decir que los he acabado. En
verano podré desconectar de todo
esto y descansar. El descanso al
que me refiero no será ni total ni
por mucho tiempo; pues como el año
que viene comienzo una nueva etapa
formativa, los pocos conocimientos
informáticos que he adquirido en
este curso deben estar asimilados
(aunque no pienso romperme el coco
estudiando).
Por lo que se refiere al descanso en el campo de la Educación
Social, me gustaría que fuera pasajero. Ahora puede que no, pero
en el futuro voy a echar de menos
el contacto con ese mundo. Como
ya he dicho otras veces, no me
rendiré. Buscaré un espacio para
continuar en contacto. Sé que es
difícil y que hacerlo con remuneración no es factible. Mi idea es
trabajar de contable por las mañanas, y como dispondré de las tardes libres,
podré ocuparlas haciendo lo que a mí me gusta: trabajar de educadora social.
Probablemente será en calidad de voluntaria: no me importa si por las
mañanas, trabajando de contable,
logro una mínima independencia
económica. Incluso sé que no
podré elegir el ámbito en el que
trabaje. Lo que está claro es que
sólo podría trabajar con personas
sordas, ya sea con aquellos que
tienen problemas sociales, o haciendo compañía... Me da igual,
todo me gusta.
(87) 85
Un día de julio de 1997
Ultimamente se va viendo que
todo mi marco relacional se está
ampliando. Día a día aumenta en
mí la necesidad de conocer a más
gente, de abrirme a los demás.
Veo lo enriquecedor que es relacionarse con los otros y no levantar barreras
que impidan estas
amistades.
Estoy introduciéndome en Internet. Se puede utilizar de
tantas maneras... Mi objetivo es
conocer gente, disfrutar y hacer
amigos. Es un medio fantástico
para mí, que soy sorda, porque no
hallo obstáculo alguno en lo que
se refiere a la comunicación y es
menos complicado conectar con tu
interlocutor. Claro está que sólo
con Internet no se consolida una
amistad, pero para mí es el medio
ideal para iniciarla. El recurso
de la "sinceridad" lo he tomado
como base de los contactos. Sí,
desde un principio he optado por
aclarar mi situación. Así todo es
más sencillo y auténtico.
Este tipo de relaciones, quieras o no, te hacen pensar. Soy
una chica normalita y en mi cabeza
ronda lo mismo que en las de los
demás. El secreto está en ser
natural y dejarse llevar. Yo por
ahora no me encuentro a gusto para
ir más allá de una bonita amistad
y, francamente, creo que va a ser
difícil que un chico descubra el
atractivo suficiente en mí. En
fin, he levantado un muro infranqueable a mi alrededor en lo que
se refiere a este tema e inconscientemente tiendo a evadirme.
Quizá pienso así a causa de no
aceptarme; teniendo en cuenta mi
condición actual, es bastante
comprensible. Hace falta sentirse
aceptada por alguien, y yo a ese
alguien aún no lo he hallado. No
obstante, estoy contenta, porque
el reto de llegar a una buena
amistad se está cumpliendo tal
como yo anhelaba.
(88) 87
Por otra parte, empiezan a
romperse los primeros barrotes:
puedo conversar con naturalidad
del tema "amor". Antes la aprensión era tan fuerte que ni hablaba
de ello. Ahora me resulta un tema
muy natural y poco a poco le voy
perdiendo el miedo. Incluso estoy
superando el temor a que un chico
se me acerque.
El mundo de los sordos es cada
día más interesante para mí y el
contacto es mayor. Estoy dando
los primeros pasos en ese universo
que me resulta tan nuevo y extraño. Alguien, un amigo, me está
ayudando a conocerlo y con el
tiempo espero acoplarme en él. El
reto que me planteo es dominar
mínimamente ese lenguaje de los
signos, pues será una herramienta
básica para participar en las
diferentes actividades, diversiones, etc.
Final de agosto de 1997
El verano ha concluido. Sinceramente, ha ido muy bien. Hemos
pasado de una vida de excursionistas, recorriendo en bici (yo, en
tándem, junto con mi padre) el
Camino de Santiago (desde León
a Santiago de Compostela), a una
vida relajada en Port de la Selva. Total, que la balanza se ha
equilibrado y no ha habido agotamiento. Además, me he encontrado
fuerte para hacer lo que me han
puesto delante. Y el ambiente me
ha sentado de maravilla. He vuelto más saludable.
Tal vez lo que más he echado
de menos es la comunicación con
mis amigos de Internet. Al llegar a casa, encendí el ordenador y
a escribir y recibir mensajes de
correo electrónico (es como un vicio, pero para mí es media vida).
Ya tenía ganas de retornar a
mis obligaciones, a mis tareas
cotidianas. No digo que lo pasara
(92) 89
mal, al contrario, pero tantas
vacaciones, tanto ocio, cansan.
Me gusta estar ocupada a todas
horas. Siento que me falta algo,
algo que más bien lo encuentro
dentro de mi quehacer diario,
durante el curso, pues mantengo
contacto con gente diversa, ya sea
con signos, escribiendo o con el
ordenador.
Con el retorno a mis actividades, tomo más conciencia de mi
mejora; me encuentro más suelta.
Mi vida está dando un vuelco
impresionante, y Dios sabe cuánto
lo valoro. No se puede decir que
se note a pequeños trechos, pero
si nos detenemos a ver la Lidia
de hace un año (o incluso la de
hace medio) entonces sí que se
aprecia ese cambio. Estoy alcanzando un grado de autonomía con el
que no soñaba. Puedo prescindir
(la mayoría de las veces) de los
demás durante mi rutina diaria en
Barcelona (médicos, clases...).
Tomo todo tipo de transporte,
puedo ir caminando por casi la
mayoría de las zonas... ¡Es fantástico!
Me está sucediendo un hecho
hasta cierto punto esperado: cuanto mayor es mi grado de autonomía
y cuanto mayor es el enfrentamiento con la gente de la calle, se
producen más roces desagradables,
que irremediablemente te hieren
sin que tú puedas evitarlo. Yo
intento hacer caso omiso a todas
estas actitudes. En parte lo voy
consiguiendo, pese a que hay situaciones que te duelen, y se te
quedan grabadas en la memoria.
Aunque esta autonomía comporte
alguna preocupación, es incuestionable que merece la pena, y no la
despreciaré. Alguien me ha comentado que debería estudiar los
posibles motivos que impulsan a
las personas a dar esas respuestas
negativas; "podría ser que no se
trate de rechazo, sino de no saber
cómo responder ante ti", de inseguridad, de desconocimiento. Me
aconsejan no concederles mayor
importancia. No lo haré.
(95) 91
Septiembre de 1997
No dejo de pensar en la posibilidad de volver a oír, en cómo
cambiaría mi vida si recobrara la
audición. No me quiero ilusionar
porque ya sé que luego asumir "el
chasco" es duro, pero se me ha
presentado tal posibilidad y tengo
una delicada decisión entre manos:
debo determinar si me someto a la
operación del implante coclear o
no.
No es sólo que desearía la
comunicación que antes tenía, que
ha sido la mía desde siempre, y
que añoro un montón, sino que,
como se va viendo, me voy normalizando en muchos aspectos. Y en lo
que respecta a mi vida cotidiana,
me falta algo muy importante: oír
lo que los otros me puedan decir.
El implante coclear me permitiría
interpretar sonidos externos y,
según esa mayor o menor capacidad
de interpretación, junto con otros
factores, podría permitirme la comunicación oral.
Esta decisión es fundamental
para mí. De su resultado depende
que vuelva a un trato más fluido
con los demás. Entran en juego la
desconfianza, controversias y, en
consecuencia, los miedos, las
dudas... Desconfianza porque hay
que partir del hecho de que ya he
tenido un desengaño al aplicarme
radiocirugía: los médicos me dijeron que en un 99% las secuelas
que me iba a dejar la radiocirugía
eran reversibles, así que se daba
por descontado que los efectos
secundarios eran pasajeros. Aún
estoy esperando a que sus palabras
lleguen a buen término. Por lo
tanto, el recelo hacia ellos se ha
acrecentado en mí. Tengo buenas
razones para poner reparos a esta
operación.
Esta desconfianza me ha llevado a profundizar en el marco general del
implantado. Y esto es un
verdadero lío; es aquí donde hablo
de contraversión: por un lado, es (96) 93
tá la versión de los médicos, la
dibujan de una manera muy positiva
(es eso lo que me da miedo); por
otro, está la versión de los pacientes, quiero informarme bien de
lo que ellos piensan, es en ellos
en quienes más confío. Voy a ir a
una asociación de personas que se
han sometido a este tipo de operación, o sea, que me pondré delante
de la misma realidad.
Concretamente, en mi caso, hay
que tener en cuenta los pros y los
contras: pensar que el nervio
auditivo no lo tengo en perfectas
condiciones (eso es un contra a
tener en cuenta); pero al menos
hay que aceptar que el nervio está
vivo, y ya supone posibilidades
(un pro). Además, otro pro es el
hecho de haber perdido la audición
hace sólo cuatro años, porque eso
quiere decir que aún conservo
memoria auditiva; así que esto es
cuestión de analizarlo con calma,
es otro elemento que actúa en la
decisión.
Es evidente que tras este
proceso surgirán miedos y se me
plantean numerosos interrogantes:
¿oiré lo suficiente?, ¿oiré sólo
ruidos?, ¿hay probabilidades de
llegar a oír sin la necesidad
de leer los labios? Las dudas y
los temores son muchos.
Me figuro que una vez estudiados estos puntos, y no antes,
estaré en condiciones de resolver
si quiero o no quiero operarme;
aunque sigo insistiendo en que no
es una decisión fácil. Seguirá
siendo una lotería, pues no depende sólo de estos factores, sino
que además entra en juego la suerte para ganar más o menos audición. Es
decir, que se trata de
una lotería con más o menos probabilidades de éxito, pero es una
lotería al fin y al cabo. Y la
decisión es mía y sólo mía.
(99) 95
Octubre de 1997
Persisten miedos y preocupaciones frente a la perspectiva de mi
operación. La verdad
es que estoy hecha un lío; ya estoy cansada, me he pasado un mes
entero informándome, comparando y contrastando opiniones. En
lo referente a esta cuestión, hay
desde la visión más negativa hasta la más optimista.
Como las esperanzas son mayores que los hipotéticos fracasos, y como sigo
viendo que esto
es una gran lotería, no me torturaré más y lo probaré, que sea
lo que Dios quiera. El no ya
lo tengo, y riesgos no hay, pues
vamos a por el sí. ¡Ojalá lo
consiga!
En un mes todo habrá pasado.
Bueno, todo no.
Luego, tras operarme, queda
lo más difícil, el proceso de
aprendizaje y el de espera, en
el que la paciencia y la constancia son imprescindibles.
(101) 97
Diciembre de 1997
Sí, ya estoy operada, y parece
que todo ha salido a la perfección. Ahora afrontaré lo más
duro, lo que requiere más paciencia y calma: se trata del proceso
de audición, poco a poco iré viendo si mis dudas se resuelven con
éxito o no. Sé que debo trabajar
mucho, que no sólo es la suerte la
que actuará, que de mí depende en
gran medida que todo salga bien, y
sólo luchando denodadamente se
podrá conseguir, si es que se
consigue.
No pienso quedarme quieta a la
espera de ese "gran día de la conexión de los canales del implante
coclear", determinante para saber
si responderé al estímulo sonoro o
no. Aún queda un mes para ello.
Debo olvidarme, aunque reconozco
que en estos instantes es casi imposible.
Parece que quisiera desconectar del mundo del sordo y volverme
a convertir en oyente. Eso no es
cierto en absoluto. No voy a
negar que, con todas mis fuerzas,
deseo volver a oír (soy sorda
desde hace menos de cinco años).
Pero también confieso que el
mundo del sordo, a medida que lo
voy conociendo, me resulta muy
interesante, y es parte de mí.
Pase lo que pase, quiero seguir
conociéndolo. Y quiero enfocar lo
que he estudiado, Educación So-
cial, en relación con ese mundo.
Las limitaciones que sufro no son
razón suficiente para que "se me
cierren las puertas" en un terreno
en el que creía que no iba a poder
entrar.
Sí, mis problemas pueden formar una primera barrera, pero esta
barrera se puede cruzar (si se
lucha con empeño y voluntad). Es
cuestión de trabajar con verdadero
ímpetu, aceptar tu situación sin
rebajarte y saber que puedes hacerlo. He tenido un primer contacto con un
grupo de niños, na (102) 99
rrándoles en el lenguaje de los
signos un cuento; a pesar de que
en un principio era duro y difícil, he conseguido entrar en ellos
y que ellos entren en mí. Hay que
aceptar, como acabo de decir, que
la primera reacción que yo pueda
causar choca; no es de rechazo,
sino de sorpresa. Si asumes esto,
en seguida te haces con ellos y,
al igual que pueden ser crueles,
son sinceros y no tienen malicia;
o sea, que tienes muchas probabilidades de que entren en ti.
Hace un año no veía salida
alguna como educadora social.
Estaba equivocada: sí la hay, y
encima trabajando con sordos. Lo
más importante es que el llegar a
esta deducción me demuestra que
estoy cogiendo confianza en mí
misma, veo que lo podré hacer
bien.
Desde la O{nC{e se está
poniendo en marcha un programa
dedicado al niño sordociego y,
aunque en principio será sólo de
forma voluntaria, me podría iniciar como educadora y animadora.
Esta idea por ahora está en el
aire, es sólo una posibilidad,
pero no es una salida enterrada.
(105) 101
12 de enero de 1998
Hola, pequeño diario:
Se volvió la tortilla.
Hoy estoy más cerca del no que
del sí. He pasado por el proceso
de curación postoperatoria. El
lunes, después de la espera, al
fin conectaron los canales de ese
implante. Pues no podía salir
mejor... (estoy hablando irónicamente). Ni por asomo fue como
deseábamos. Aún se está investigando el porqué y se están buscando
soluciones. Ni siquiera los
médicos lo entienden. Mis nervios
no reaccionan frente al estímulo
sonoro de la prueba del otro día.
Sé que todos confían en que
continuaré luchando, en que pase
lo que pase yo no cejaré en mi
empeño (yo también lo creo). Sin
embargo, estoy cansada de tirar
hacia delante sin que el de allí
arriba me eche un cable. Tengo
bien merecido lo que he conseguido; sí, siempre he caminado hacia
delante. Si algo se me han puesto
son trabas. Y yo soy quien las ha
ido derribando; no es falsa modestia. Lo que es indiscutible es
que cada vez creo más en mí. He
hecho tanto... No merezco esto.
No me rendiré, "luchar" es mi
filosofía y tengo la impresión de
que es mi destino, pero una se
cansa... No he de estar enfadada
con los médicos. Soy yo, combatir
mi caso no es "peccata minuta".
Hay quien me dice que era cuestión de intentarlo, de probar. Yo
le doy la razón, al menos no tienes la duda acerca de lo que habría pasado
si no se hubiera probado. A esa persona yo le pregunto: ¿sabes lo que se
siente cuando
te haces grandes ilusiones y te
las tiran por los suelos de golpe? A mí ya me lo han hecho unas
cuantas veces (con la radiocirugía
me decían que lo que ocurriera era
reversible, y mira, aún estoy esperando; el trasplante de córnea
fracasó, y ahora esto...); no sé
(107) 103
si es peor permanecer con la duda
o llevarte un chasco así.
No tengo fuerzas ni para pensar en una posible alternativa;
prefiero proseguir tal y como estoy. Se puede ser aceptablemente
feliz con esta situación (al menos
yo lo estoy demostrando), he alcanzado objetivos impensables para
la mayoría.
Una semana más tarde
Ya ha transcurrido una semana
desde el "gran chasco". Ha sido
dura porque he aguantado en casa,
no me apetecía salir. Suerte que
he tenido a todos pendientes de mí
(correo electrónico, visitas...).
Si no han sido muchas las personas que he visto, han sido las
suficientes y las que yo quería
ver, pues no me apetecía hablar
con cualquiera, y tuve a los que
más necesitaba. Lo de dura lo
digo más que nada por lo difícil
que resulta enfrentarse de nuevo a
las obligaciones cotidianas. Hace
unos días pensaba en el vuelco que
daría mi vida si consiguiera oír.
Comprobar que eso no se cumplirá
duele mucho.
Este malestar es innegable y
no puede desaparecer de repente.
Desde un principio pienso que he
de seguir hacia delante, que como
siempre yo puedo, y que el único
recurso es aceptar que seré sorda,
(110) 105
tal y como comencé a aceptarlo
hasta hace poco.
Principios de febrero de 1998
Fue el viernes pasado cuando
determiné que esta depresión no
podía avanzar más y que debía
poner fin a este estado. Este fin
de semana mi madre y yo nos hemos
quedado solitas. Hemos estado muy
a gusto sin pensar en que hay que
poner buenas caras ni quedar bien.
Nos hacía falta. Ha sido un fin
de semana que mi madre me ha dedicado a mí, ella también lo necesitaba.
Después de este fin de semana
estoy más tranquila conmigo misma.
Esto no es el día del Juicio, la
vida continúa, y quien me ha hecho
darme cuenta, entre otros, es una
persona pequeñita que da unas inyecciones de ánimo que son "la leche". Me
refiero a mi prima Helena, quien me escribió unas cosas
que me hicieron pensar más en lo
que vale la pena. Creo que muchos
tendrían que reflexionar sobre
ello, ahí va la carta:
(112) 107
Hola, ¿cómo te encuentras?
Imagino que regular, es lógi co. Sé que eres muy luchadora,
y que saldrás victoriosa de
este bache, pero entiendo que
ahora debes de estar chafada.
Sé muy bien lo que supone este
tropezón, pero hasta ahora
llevas cinco años viviendo con
esta sordera, y vas aprendiendo
nuevos métodos para hacerla más
llevadera.
Tienes que intentar "acep tar" (sé que es difícil) tu
situación actual. Además, tu
inteligencia y tu fuerza poco a
poco harán que encuentres re cursos que te harán más fácil
sobrellevarla.
Principalmente, quiero que
sepas que estoy a tu lado para
cualquier cosa; ya sabes que
estoy dispuesta a ayudarte
siempre que lo necesites.
Un besote,
Helena
¡!¡Es cierto!¡! Ahora lo tengo bastante más claro: si ser sorda es mi
destino, ¡pues venga! Se
puede mejorar la calidad de vida,
primero tengo que seguir aprendiendo esos signos; la labio-lectura también,
pues de cerca puedo
leer los labios. No volveré a
intentar aprender una lectura
labial de noche, como hacía antes;
de noche ya estoy cansada, y el
ojo se agota y es cuando me lo
cargo. Quiero adentrarme más en
ese mundo de los sordos.
¿Lo ves? Es cuestión de despejar la mente, de "tener ganas de
vivir y buscar medios para lograr
lo que te propongas", y te juro
que aunque parezca que estoy bastante "depre" (que no es que lo
parezca, es verdad, y creo que es
ley de vida), es indudable que
esto no puede alargarse. Si hay
obstáculos, los saltaré; y voy a
llegar lejos.
(115) 109
Finales de febrero de 1998
Empiezo a ser la Lidia que
todos, incluida yo, quieren que
sea. Es doloroso afrontar este
golpe; poco a poco lo voy superando. Y no pienso vivir esperando
otra oportunidad. Mi caso se está
estudiando, puedo aguantar varias
pruebas más y lo haré en favor del
avance de la medicina. Pero está
claro, "mi caso y el implante no
son compatibles". Las esperanzas
tienen un límite y prefiero caminar por la vida tal y como estoy
(que no estoy tan mal) que ir
soñando.
Alguien me dijo que es diferente una ilusión que un deseo.
Es posible tener ilusiones sin
dejar de ser realista; en cambio,
por desear podríamos querer lo imposible. Puede que la gente no
acabe de creer en mi autonomía, y
es comprensible, yo tampoco acabo
de creerlo. Teniendo ilusiones
uno intenta conseguir ciertos
objetivos; quizá yo tenga demasiadas, no lo sé, pero ha sido de
este modo como he conseguido unas
cuantas metas. Si no se prueba,
no se sabe.
Día a día estoy más capacitada
para ser independiente, sólo pido
que se me ayude a serlo, partiendo
de que es lógico que a veces necesite ayuda.
Ahora hay alguien que cree demasiado en mí: "mi padre". A través de él
está en proceso un propósito en el que ya había pensado
antes, si bien no creí poder realizarlo, y tengo la impresión de
que está al caer: la inserción
laboral. Y nada menos que como
secretaria y contable.
Yo prometo dar lo máximo de
mí. Espero que no se me pida
mucho. ¿Lo sabré dar?
(117) 111
Mi situación
en la actualidad
Octubre de 1999
A pesar de mis limitaciones
(de sordera, problemas visuales,
de estabilidad y equilibrio...),
mi estilo de vida ha cambiado
totalmente. El sueño se ha hecho
realidad: soy autónoma e independiente. Vivo sola, trabajo y me
muevo por Barcelona sin gran
dificultad. Tengo amigos y disfruto mucho con ellos.
Además, para mal o para bien,
mi vida se normaliza, y cuanto más
normales somos, más caemos en la
tentación de olvidarnos de las
cosas que realmente son importantes para nosotros mismos y nos
enriquecen como personas: escribir, leer, pensar... Y, en conse
cuencia, no dedicamos ni un minuto
a estas labores.
Estoy frente a una dura enfermedad, rara y desconocida, médicamente
imprevisible. Pero hay algo
que a lo largo de toda mi experiencia queda reflejado, que ni la
medicina sabría explicar y que, en
realidad, para mí es lo más significativo: debemos cuidar tanto
nuestro cuerpo como nuestra mente.
Y el mensaje que quiero hacer
llegar se resume en una línea:
"sólo teniendo ilusiones es posible llegar a ser feliz".
(120) 113
Conclusión a
toda mi experiencia
(121) 115
De lo expuesto hasta aquí se
puede deducir que "me la han jugado", alguno de mis antepasados ha
tenido que haberla hecho muy gorda. Dicen que de todas las experiencias se
saca algo de provecho.
Pues sí, es cierto. Yo puedo
asegurar que de ésta he sacado
bastantes beneficios: he madurado
internamente, he aprendido a valorar la vida, me he dado cuenta de
que mucha gente me adora, he visto
que hay muchas maneras de demostrar que una persona te quiere...
Todo esto se habrá podido apreciar en este proceso.
En fin, que el trago ha sido y
es muy duro, y no sé cómo será en
el futuro. En contrapartida, las
ganas de vivir y la fuerza luchadora aumentan. Tal vez si no hubiera
manifestado estos sentimientos por escrito, no los habría
valorado igual.
He podido ver que he ido pa
sando por cada una de las etapas
del proceso de sufrir una enfermedad complicada, y debo reconocer
que al releer este escrito varias
veces casi caigo en la tentación
de retocar mis cartas, pues me he
asustado de mi bajo estado de
ánimo. No obstante, he creído que
no debía cambiar nada, porque en
esas cartas se reflejan sentimientos que no puedo rechazar y que me
han marcado significativamente.
Esta terapia me ha ido bien, y
pienso que el que lo lean otras
personas también puede servir de
ayuda. A partir de aquí ya no es
preciso ampliar el libro; si continúo, será algo exclusivamente
personal.
(123) 117
El valor de
la amistad
Carta de mi mejor amiga
Lidia me ha pedido que escriba
unas palabras sobre cómo he percibido yo su enfermedad, cómo lo he
vivido desde un punto de vista de
amiga "de siempre" o "mejor amiga", porque así la considero yo.
Así que primero resumiré un poco
la evolución de nuestra amistad.
Ya desde pequeñas habíamos
sido buenas amigas, compartiendo
muchos momentos juntas. Todo
gracias a la amistad que había
entre nuestros padres de ya antes
de nacer nosotras. Durante una
larga época habíamos estado lejos
una de la otra, por motivos familiares, pero manteníamos el contacto por
carta, y algún verano
que otro acabábamos viéndonos y
disfrutando unos días juntas.
Cuando por fin volvimos a vivir
cerca, nuestras vidas se habían
distanciado un poco, cada una de
nosotras tenía su propio círculo
de amistades. Pero poco a poco
fuimos acercándonos de nuevo,
posiblemente el coincidir en las
clases de "jazz" (baile moderno)
nos ayudó mucho. Desde entonces y
con la aparición de su enfermedad
creo que hemos fortalecido nuestra
amistad, hasta el punto que yo la
considero mi mejor amiga, y sus
inconvenientes físicos no han
impedido que podamos relacionarnos
cono tales. No tenemos una relación diaria, la distancia de las
viviendas, el trabajo, los horarios... nos lo impiden, pero nos
mantenemos en contacto a través
del móvil o del correo electrónico, y aproximadamente cada quince
días nos vemos.
Podría decir un montón de
cosas sobre la evolución de su
estado de ánimo en las diferentes
etapas de su enfermedad. Eviden (124) 119
temente, como habréis podido leer
en su escrito, ha pasado momentos
de todo, pero podría resumir que
en general ha prevalecido su optimismo y las ganas de vivir y una
capacidad de lucha... Mucha gente
la ha apoyado: su familia, los
amigos, las personas que ha ido
conociendo..., pero sobre todo ha
sido su carácter fuerte, y esas
ganas de hacer lo posible por
vivir mejor, lo que realmente ha
hecho que no se derrumbase. Yo,
personalmente, he aprendido mucho
de ella. He podido ver cómo una
persona va cambiando su escala de
valores y su manera de vivir según
las modificaciones que van surgiendo en su propio cuerpo, y esto
en una época ya de por sí con mu-
chos cambios en la persona, tanto
físicos, sociales, personales...,
como es la adolescencia y primeras
etapas de la madurez. Recuerdo
que una de sus primeras preocupaciones era la cojera que iba adquiriendo por
la pérdida de fuerza
en una pierna, más tarde fue la
parálisis facial, y después la
sordera adquirió toda la importancia, junto con la preocupación de
su propia salud. Con todo y con
esto, ella fue desarrollándose
socialmente casi con normalidad,
sin dejar los estudios y haciendo
todo lo posible por llevar una vida normal. Pero poco a poco los
problemas surgían en su cuerpo, y
no le daban todas las satisfacciones y soluciones que esperábamos.
Por lo que buscando tratamientos
alternativos ella seguía adelante,
aceptando poco a poco sus nuevas
limitaciones y buscando otras maneras de solventarlas. De ello,
uno de los valores principales que
ha prevalecido en la evolución de
su enfermedad, y todavía ahora, es
el ser lo más independiente y autónoma posible, en el día a día de
su vida. De momento, gracias a su
esfuerzo, empeño y la ayuda de su
familia lo ha conseguido y lucha
por mantenerlo.
Otro valor importante trivial
para Lidia es "el amor", el que (126) 121
rer a los demás y sentirse querida
por la familia y amigos. Por eso,
siempre tiene una actitud muy
sociable y abierta, dispuesta a
relacionarse con los demás y hacer
nuevos amigos. Y no sólo eso,
sino que también ofrece lo que
tiene e intenta ayudar a los demás. Por eso a veces se comporta
un poco exigente con la gente,
exige una correspondencia de este
amor que ella da, sin pensar que
no siempre se debe esperar algo a
cambio. "Se debe ofrecer lo que
se quiera, y bienvenido será lo
que se recoja." No todos somos
iguales ni valoramos las mismas
cosas. Lidia, como amiga, es
mucho lo que me ha dado, por eso
el corresponderle me surge sin
esfuerzos, no hago nada especial.
Ella, a veces, me agradece nuestra amistad, pero soy yo la que
puede estar más agradecida de
compartirla.
En resumen, sinceramente, creo
que poca gente hubiera podido
llevar una enfermedad tan dura
como la suya de esta forma tan
luchadora como ella lo ha hecho.
Es como si realizara una prueba
muy dura, donde van apareciendo
obstáculos y ella poco a poco los
va superando todos. No sabemos
cuántos le quedan, ni qué grado de
dificultad tendrán, y Lidia lo
sabe mejor que nadie, pero yo
confío completamente en que no se
dejará vencer, y con la ayuda que
podamos ofrecerle, espero que siga
como hasta ahora, con esta entereza y esta fuerza de vida que la
caracterizan.
Belén Tacies Lara
:::::::::::
(129) 123
Epílogo
He conocido a Lidia cuando ya
había desarrollado su enfermedad y
la operación de implante coclear
había fracasado. La conocí cuando
empezó a relacionarse con personas
sordas y sordociegas y se iniciaba
en el aprendizaje de la Lengua de
Signos. Lidia ya había encontrado un grupo de referencia con el
que se identificaba y comunicaba
como un miembro más.
Hablé por primera vez con Lidia en la Universidad de Barcelona hace ya
varios años. Fue durante el primer semestre del curso
1998 cuando invité a Josep M.a
Buscató a impartir una conferencia sobre sordoceguera a un grupo
de mis alumnos de la Facultad de
Formación del Profesorado. A él
le acompañaban Lidia e Isabel.
Lidia participó en aquella
conferencia y he de confesar que
su intervención ante los alumnos
me impactó. También a ellos, como
así me lo señalaron algunos de los
asistentes días después. La sencillez y transparencia con que
Lidia hablaba de su vida personal, de las intervenciones quirúrgicas a las
que se había sometido,
con más o menos éxito, de sus
desánimos y depresiones y de su
lucha por conseguir una vida normalizada e independiente, caminando siempre
hacia la superación,
logró emocionar y hacer vibrar a
aquellos jóvenes. Lidia les decía: "hace escasos años yo era
como vosotros, ...yo estaba bien,
no valoraba la importancia de oír
y ver, de estar sana... Yo era
una estudiante más de estas aulas
universitarias, sin apenas problemas ...ahora ...aquí me tenéis,
...batallando con la neurofibroma
(130) 125
tosis, ... Soy sordociega ...pero
sigo siendo una joven que quiere
vivir como tal... Reivindico mi
autonomía personal y mi independencia, ...quiero trabajar, vivo
sola, en un piso de la ciudad, con
una amiga.", al tiempo que Lidia
presentaba a los jóvenes estudiantes a su formidable amiga y compañera de
piso. Como se comprende-
rá, Lidia se hizo con el auditorio.
Desde entonces Lidia ha venido colaborando conmigo en determi-
nadas asignaturas y cursos y lo
hace exponiendo sus vivencias,
pues estoy convencida de la utilidad que tales vivencias -narradas
por ella misma- suponen en la
formación de los futuros maestros,
particularmente para aquellos que
cursan asignaturas de educación
especial. Estos contactos han
facilitado que poco a poco Lidia
haya ido ampliando su grupo de
amistades, habilidad -por cierto-
para la que está especialmente
dotada.
En la Facultad de Educación
conoció a un grupo de jóvenes universitarias voluntarias del esplai
G{eM{iS, que regularmente organizan actividades para el desarrollo de la
comunicación y la autonomía de niños y niñas sordos y
sordociegos. Lidia conectó pronto
con sus compañeras y se ilusionó
con la facilidad que le caracteriza: "¡Actividades para niños y
niñas sordos y sordociegos, ...los
quiero conocer, ...quiero colaborar, ...yo puedo hacer algo para
ellos...!" Así se expresó cuando
descubrió la dedicación voluntaria
de sus amigas. Pocas semanas más
tarde Lidia era una monitora más
del esplai.
Sin lugar a dudas la presencia
de Lidia en este nuevo círculo de
niños y niñas está resultando muy
provechosa para todos. Con la
pequeña Clara, sordociega de
(131) 127
nacimiento, se embelesa. Inicialmente no se apartaba de ella, con
una actitud de casi adoración.
Más tarde conoció a Cristina,
sorda y con una afectación motórica ocasionada por una parálisis
cerebral. Cristina adora y mima a
Lidia, la toma de la mano para
que camine y no pierda el equilibrio y la busca constantemente
reclamando su atención para jugar.
Parece que Cristina considera a
Lidia como de su propiedad, tal
vez se identifica con Lidia porque, como ella misma, a Lidia le
cuesta caminar, se cansa, ...
Lidia a conocido a Eva y a José, también sordos y con parálisis
cerebral. A Julia y a Ana, las
chiquitinas sordas que aún no
cumplieron el año y son el centro
de atención de los mayores del
esplai. A Alba sordociega como
ella, ...
Lidia es generosa y ha ido
integrándose sin dificultad en el
esplai, ganándose merecidamente su
espacio y asumiendo un rol importante entre los niños y niñas y
entre los monitores. Muchos sábados por la mañana podemos encontrar allí a
Lidia, rodeada de un
grupo de niños y educadoras que
atienden las narraciones de los
cuentos que les explica. Ella se
los prepara concienzudamente y los
presenta en Lengua de Signos, de
manera que los pequeños quedan
pronto apegados a sus historias.
Después conversa con ellos sobre
el contenido del cuento y les da
algunas pautas e instrucciones con
cariño: "José el próximo sábado
explicarás tú la historia. Te la
preparas. ¿De acuerdo?" Lidia se
ha ganado el amor, el respeto y la
adoración de estos niños y niñas,
al tiempo que el afecto y la admi-
ración de cuantos la conocemos.
Estoy convencida de que la
historia personal que Lidia nos
narra en su libro va a ser un
importante documento para muchos
de nosotros. Ante todo, será de
gran ayuda para otras personas que
están viviendo experiencias de
(132) 129
enfermedad y discapacidad similares, pues en sus páginas probablemente se
vean reflejadas. El
libro también tiene un especial
interés para todos aquellos que
nos dedicamos a la educación,
desde los que formamos maestros a
los propios maestros que día a día
asumen esa tarea tan delicada que
es formar personas. Y, por qué
no, igualmente ha de interesar al
gran público, pues su narración
ayudará a comprender las consecuencias de una enfermedad aún
bastante desconocida, como es la
neurofibromatosis, pero sobre
todo, servirá para acercarnos más
a las personas que la padecen,
pues se trata de seres humanos
inteligentes y sensibles, que
rebosan amor y que tienen derecho
a ser respetados y comprendidos y
a ser autónomos en la medida de
sus posibilidades.
Espero y deseo que Lidia
continúe escribiendo su historia y
nos permita compartir la nueva
faceta que ahora está iniciando y
de la cual este libro es un preludio feliz.
No deseo concluir estas líneas
obviando a aquellos que han estado
junto a Lidia, apoyándola, animándola y favoreciendo que ella
fuera reencontrándose a sí misma,
en una nueva faceta, aceptando la
enfermedad y construyendo un espacio propio y una independencia
personal que Lidia reivindica con
fuerza. Se trata de los padres de
Lidia. Su importante papel en
todo el proceso queda reflejado en
las líneas que Lidia les dedica
en este libro. Estoy convencida
que su ejemplo será de mucha utilidad y beneficio a muchos otros
padres y madres de jóvenes con
enfermedad o discapacidad, que se
verán proyectados en las anécdotas familiares que nos narra la
autora.
Por último agradecer a Joan
Salvatella su sensibilidad hacia
estos temas y el reto asumido al
publicar un libro como el que aquí
presentamos, abriendo una línea
(133) 131
novedosa en el mercado editorial
español: la discapacidad abordada
por sus propios protagonistas.
Dra. María del Pilar
Fernández-Viader
Dep. de Psicología Evolutiva
y de la Educación
Facultad de
Formación del Profesorado
Universidad de Barcelona :::::::::::::::
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