El instinto Argentino

 

 

 

Cuando ocurrió la catástrofe  de la Tsunami en la navidad del 2004, fueron los animales los que dieron una lección al conocimiento  humano escapando con anticipación de las garras del horror.  Ninguno de ellos necesito entonces saber de sismología , les alcanzo la suma de algunos pocos “indicios” para entender  la magnitud del peligro al que se enfrentaban y ganar sin demora las tierras altas.

 

Así como ellos, muchos argentinos han desarrollado “la propiedad” de interpretar algunos otros “indicios” de la economía nacional, que los saben poner a salvo de los cataclismos económicos a los que por décadas nos han entrenado y acostumbrado a los desastrosos planes administrativos de nuestros gobernantes. Planes algunas veces necios, otras desfachatadamente mentirosos  y otras tantas inspirados por esa siniestra voluntad de delincuencia que auspicia la continua impunidad. Pero siempre alejados del bien común. Siempre ajenos al propósito de reconstruir el objetivo de crear una “Nación”.Desde “El Rodrigazo” hasta la fecha, el Estado se ha convertido en el enemigo numero uno del esfuerzo de los contribuyentes. Tarea que ya lleva mas de 30 años de ininterrumpida tenacidad. Perseverante, continua, inquebrantable aun sobre la supuestas diferencias de las ideologías de los personajes.

 

Si es cierto que el impuesto vuelve al“pueblo”,evidentemente los contribuyentes no se encuentran inscriptos en el concepto “pueblo”.La voluntad de sobrevivir y salvaguardar el propio patrimonio ha impulsado el desarrollo de mecanismos intuitivos de defensa que asombrarían al propio Darwin.

 

Un café vuelve a costar un dólar. Una inflación “galopante” en la construcción, vestimenta y alimentos. El Banco Central sigue emitiendo moneda y los políticos pensando en inventar nuevos impuestos para exprimir el esfuerzo ajeno lo mas aprisa posible ( a valor dólar si es posible). Marcando así el camino de un resultado ya conocido ya vivido y sufrido.

 

La tierra volverá a temblar. Pero antes de ello, los economistas volverán a dibujar hermosas curvas en los pizarrones para convencernos de que nunca estuvimos mejor que ahora. Pero el instinto no reconoce formulas matemáticas ni prolijos argumentos. Jamás  subordinado a la caprichosa “intención” humana. El instinto, padre de la auto-conservación, se maneja con sus propios códigos. Y así como con los animales de Indonesia  y Tailandia puede que sean muchos mas los argentinos que esta vez, alcancen a tiempo las tierras altas antes de que la “ola” de la devaluación arrase las costas. 

 

                                                  Carlos Eduardo Vasile

                                                       DNI: 12200803

 

 

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