
ENTREVISTA A EDUARDO
GALEANO
Argentina,
víctima "obediente"
(Tomado de La Jornada)
Jaime Aviles
- Desde la banda oriental del río de La Plata, a 40 kilómetros
de Buenos Aires, lleno de una tristeza que no pretende ocultar pero que
lo nutre de hallazgos y revelaciones en el terreno del lenguaje, Eduardo
Galeano observa la crisis terminal de Argentina, un país, dice, "víctima
de la doctrina universal que aceptó, cumpliendo con todo lo que le mandaron"
y al que "ahora, encima, castigan por obediente". En la Casa de los Pájaros,
donde vive con Elena Vilagra en el barrio Malvín, caminando con su perro
Morgan por las breves colinas que bajan a la playa, cenando con sus amigos
en un restaurante italiano, en cuyos muros aparece retratado junto a Antonio
Skármeta, Joan Manuel Serrat o José Saramago, charlando, en fin, con La
Jornada hasta altas horas de la noche en el sótano de un antiguo molino
habilitado como bar, el escritor uruguayo reflexiona en voz alta, con
palabras lentas, que a veces alarga para subrayar su importancia dentro
de la frase.
-Argentina hizo todo lo que le ordenó el FMI y está destruida. ¿Cuál es
la lección para México?
-No es sólo una lección para México, sino para el mundo, pero en general
yo diría que no se crean el cuento: hay que tener un poco más de cuidado;
los discursos del poder no expresan, ocultan, disfrazan. La lección es
que no hay que seguir comprando ese discurso que conduce al exterminio,
no sólo de las economías nacionales, sino que además tiene horrorosas
consecuencias y no sólo económicas. Un discurso que no se traduce sólo
en un empobrecimiento masivo y en una concentración ofensiva de la riqueza,
en la bofetada, el cotidiano insulto, que es la ostentación del poder
de unos poquitos en medio del desamparo de tantos...
-¿Cuáles son las consecuencias no económicas?
-Primero, el desprestigio de la democracia. Ahora se la identifica con
la corrupción, con la ineficiencia, con la injusticia, que es lo peor
que podría pasarle a la democracia. Al fin y al cabo, democracia significa
"poder del pueblo" y hasta qué extremos ha sido humillada esta palabra,
que ha terminado por convertirse en antónimo de justicia. Mucha, muchísima
gente cada vez más lo siente así, sobre todo entre los jóvenes. La democracia
es una cueva de ladrones que no sirve para nada y que no hace más que
lastimar a los pobres. ''Esta es la visión de la democracia que está teniendo
una inmensa cantidad de gente, por lo menos en los países latinoamericanos,
y ésta es la consecuencia cultural más grave, porque hay una cultura democrática
que hace posible que el ejercicio de la democracia sea algo más que un
juego de sombras chinas en la pared''. -Un caldo de cultivo para el fascismo...
-Otro daño tremendo son las grandes lastimaduras que ha sufrido todos
estos años la cultura de la solidaridad. Los lazos solidarios sociales
tienen expresiones culturales nacidas del vínculo con los otros. En un
sistema que predica el egoísmo y lo practica, la cultura de la solidaridad
está siendo muy mal herida. Hoy por hoy la cultura que predomina es la
del sálvese quien pueda y cada quien a lo suyo, y el que caiga que se
joda. Y eso también me duele muchísimo. Te cuento cosas que me duelen
de la realidad cultural actual y que se traducen en un cambio de lenguaje:
hay una jodida actualización del diccionario.
-Le pregunto por la melancolía que prevalece en países como Argentina
y Uruguay, formados básicamente por inmigrantes nostálgicos de Europa.
-Sí -acepta-, éstos son países que tienen una población de inmigrantes
en su abrumadora mayoría, y allí es interesante anotar que eso está en
el fondo de una perplejidad universal ante la magnitud de una crisis como
la que está sufriendo Argentina, que es una verdadera tragedia. Perplejidad
universal porque no se entiende cómo es posible que ocurra esto en un
país blanco, bien nutrido, sin problemas de explosión demográfica, pero
el hecho en sí cuestiona las teorías de antropólogos, sociólogos, politólogos
y otros ólogos que identifican, por ejemplo, subdesarrollo y pobreza con
explosiones sociales, cosas, nos dicen, que suceden en las regiones oscuras
del planeta, las regiones condenadas de antemano a padecer la pobreza
por su color de piel debido a mestizajes que no dieron buenos frutos.
Pero contra esas interpretaciones racistas de la desdicha humana se producen
episodios como este de la Argentina y no se explican cómo pudo ocurrir.
-Pero Argentina tiene todo -le recuerdo-, agua, petróleo, trigo, carne,
un territorio gigantesco y vacío. Algunos sectores de izquierda piensan
que podría salvarse sola. Galeano descarta la idea.
-Eso es impracticable. Sólo no se salva nadie. La única salida para los
países latinoamericanos para no perderlo todo o recuperar parte de lo
que se ha perdido es que seamos capaces de unirnos. En América Latina
los presidentes se reúnen pero no se unen; hacen esas cumbres, intercambian
discursos, posan para la foto, pero no son capaces de unirse para hacer
frente juntos a la banquería internacional que nos gobierna, a la usura
de la deuda externa que nos está estrangulando, al derrumbe de los precios
de todo lo que vendemos. Si los presidentes se unieran quizá se podría
hacer algo para no asistir con fatalismo a esta suerte de imposición universal
de la desdicha como destino al que pretenden condenarnos. Pero allí tienes
otro aporte al nuevo diccionario.
-¿Cuál?
-El nuevo nombre de la dictadura financiera es comunidad internacional;
cualquier cosa que hagas para defender lo poco que te queda de soberanía
es un atentado contra la comunidad internacional, no un acto de legítima
defensa contra la usura que practica la banquería que gobierna el mundo
y a la cual cuanto más le pagás más le debés. Por eso, en un país como
Argentina está desmantelado todo, la economía, el estado, la identidad
colectiva de la gente que ya no sabe quién es, para qué es, de dónde viene
o a dónde va. Hay un vaciamiento espiritual que simétricamente corresponde
al vaciamiento material de un país saqueado hasta las telarañas. POR LAS
PRIVATIZACIONES, ARGENTINA PERDIO SU ECONOMIA; URUGUAY TAMBIEN VIVE HORAS
DIFICILES Uruguay tiene 3 millones de habitantes y una decepción profunda.
Está en el centro del verano y todavía no llegan los turistas de Buenos
Aires que solían traer los dineros necesarios -alrededor de 5 mil millones
de dólares anuales- para que el país sobreviviera hasta la próxima temporada
vacacional. Esos recursos están hoy congelados al otro lado del río de
La Plata, dentro del corralito bancario que secuestró los ahorros y los
sueldos de los depositantes argentinos, y "acá también va a estallar una
crisis tremenda, eso está en las tapas de los libros", asegura el taxista
que me conduce de nuevo a la Casa de los Pájaros, donde viven Elena Vilagra
y Eduardo Galeano. La entrevista se reanuda en el pequeño jardín de su
acogedora vivienda. Hace muchísimo calor, bebemos cerveza, comemos fainá,
fritura de masa condimentada con especias, y hablamos al amparo de las
plantas y las flores y los árboles de esta "selva" en que la esposa del
escritor uruguayo ha volcado su imaginación y dedicaciones desde que la
pareja regresó del exilio en Cataluña, a mediados de los 80, al final
de la dictadura militar.
-Estamos a la orilla de uno de los ríos más anchos del mundo, que baña
dos expresiones de una misma cultura. ¿Por qué en Uruguay no ha sucedido
lo mismo que en Argentina? Galeano se remonta al comienzo de la historia:
-Hay algunas diferencias importantes entre Uruguay y Argentina dentro
de lo que podría ser un cuadro de cosas compartidas. Una historia común
que se rompe a partir de la desintegración del espacio colonial que fue
el virreinato del río de La Plata. Son diferencias que provienen de las
tempranas reformas que acá se hicieron en la época de don José Battle
Ordóñez, un hombre con un impulso tremendo de cambio y un precursor para
su tiempo (de 1904 en adelante); un visionario que colocó a Uruguay a
la vanguardia del mundo en muchos aspectos. Cuesta imaginarlo ahora porque
estamos a la retaguardia en tantas cosas, pero este país fue el exitoso
laboratorio de una serie de transformaciones sociales, políticas, económicas,
culturales que ahora son asombrosas vistas a la distancia. Por ejemplo,
la nacionalización de los servicios públicos y después la puesta en marcha
del Estado como motor industrial. Milagro en país chico
-¿Qué tipo de reformas?
-Una tempranísima ley de divorcio de 1908, mi abuela, por ejemplo, era
divorciada, y reformas sociales fundamentales como la educación laica,
gratuita y obligatoria, incluida la educación física; Uruguay se llenó
de campos de deporte, lo que explica este milagro de que hayamos sido
campeones del mundo en fútbol antes de que existiera la copa Jules Rimet,
en las olimpiadas del 24, del 28 y después en el primer campeonato mundial
del 30, algo notable para un país tan chiquito que tiene menos habitantes
que Ciudad Nezahualcóyotl. Pero fue posible porque el Estado expresaba
de veras a la comunidad en su conjunto, no era sólo una máquina inventada
por pocos para hacer papilla a los demás. De algún modo esto es lo que
estuvo, creo, detrás del plebiscito que se hizo hace algunos años. No
recuerdo la fecha pero en plena euforia de las privatizaciones en América
Latina, cuando estaban vendiendo hasta los obeliscos, aquí se hace un
plebiscito y 73 por ciento de la población vota en contra de las privatizaciones;
entonces los monopolios públicos siguen siendo públicos, teléfonos, luz,
todo lo que corresponde a la actividad estatal. Acá la gente no se creyó
ese cuento de que las privatizaciones iban a servir para liberar al país
de la deuda externa, esa soga que todos tenemos atada al pescuezo, y fue
un acierto porque en Argentina, Brasil, México, Chile, donde todo se privatizó,
no sólo no hubo libre competencia sino monopolio privado y la deuda externa
se multiplicó en medio de una avalancha de capital proveniente de la venta
de los servicios y recursos públicos. Ese plebiscito nos salvó de caer
en lo mismo.
-¿Cómo describes la situación de tu país?
-Uruguay está viviendo horas muy difíciles, la globalización nos ha golpeado
muchísimo, la industria está arrasada, poco queda del Uruguay que me hizo
y me formó, pero a pesar de eso el país todavía tiene algunas defensas
posibles que Argentina no tiene por la sencilla razón de que perdió su
economía; si no hay cierto control de los recursos económicos básicos,
la soberanía termina reduciéndose a un himno, a una bandera.
-Decías que la tragedia de Argentina, una sociedad blanca, culta y bien
comida, es hoy el ejemplo de lo que le puede pasar a cualquier sociedad
culta y bien comida.
-Lo de Argentina hizo estallar las costuras de los esquemas en que el
pensamiento único trata de encerrar a la realidad. Pero es sólo un caso.
Otro ha puesto en evidencia de manera lastimosa la ignorancia que el llamado
mundo occidental, porque habría que ver hasta dónde es occidental, tiene
respecto del mundo islámico, de una cultura que abarca más de mil millones
de personas y que es víctima de una fabricación de mentiras a escala industrial
para desprestigiarla. Yo soy escritor, o me gusta creer que lo soy, y
escribo en una lengua que tiene miles de palabras que provienen del árabe
y las uso todo el tiempo. Eso me obliga a ser muy cauteloso a la hora
de descalificar a esa suerte de "oscura amenaza" a que los medios están
tratando de reducir al Islam. Como viví mi exilio en España, puedo dar
fe de ese incesante homenaje al agua que es la cultura islámica, por oposición
al sombrío mundo de las catedrales del que yo provengo, porque tuve una
infancia muy católica, pero eso no me impide abrir los ojos y tratar de
ver a los demás, a los otros, a los que creen distinto, opinan distinto,
sienten distinto. (El historiador estadounidense Arnold J.) Toynbee advierte
que las sociedades en decadencia tienden a la uniformidad y las sociedades
en ascenso tienden a la diversidad. Cuando una sociedad empieza a declinar,
a caerse, a quedarse muda, repite siempre las mismas palabras, sufre una
crisis de las ideas que se manifiesta en la repetición...
-Deja de pensar con ideas propias, ¿no?
-A propósito de lo que pasó el 11 de septiembre, he leído los disparates
más colosales. Por ejemplo, la imposibilidad de los organismos de la inteligencia
estadounidense para actuar en Afganistán porque no tenía personal "especializado
en lengua árabe", pero en Afganistán no se habla árabe, sino pashtún y
otras lenguas. O como tantas veces he oído hablar del "peligro árabe"
y tomaban por ejemplo a Irán, pero Irán tampoco es árabe, es persa. O
cuando se habla de la "religión árabe", pero los árabes son una minoría
dentro del Islam y la inmensa mayoría de la población mundial que cree
en el mensaje de Mahoma no es árabe. Digo esto como ejemplo de las bobadas
que nos repiten cada día hasta que se convierten en verdades imbatibles.
Galeano bebe un sorbito y recuerda:
-Fíjate lo que ocurrió ahora en una universidad de Boston. Un profesor
me escribe para contarme que tomó de La Jornada un artículo mío sobre
el 11 de septiembre llamado El teatro del bien y del mal. Lo metió en
Internet, lo distribuyó entre los demás profesores de su college, pero
uno de ellos lo denunció ante los directivos, éstos lo acusaron de poner
en peligro la seguridad nacional y de allí el caso pasó a los órganos
del Estado, que advirtieron que ese artículo mío podía contener mensajes
subliminales en código, instrucciones terroristas en código. Ahora este
profesor ha tenido que contratar abogados y se ha convertido en objeto
de una persecución digna de los tiempos del Macartismo.
-Entonces -le digo- tú debes estar ya en la lista negra del Pentágono.
-Bueno -replica de mal humor-, yo tengo piel de elefante viejo, pero piensa
en la situación de ese hombre. Este es el clima que se está armando en
el mundo para echar al fuego todo lo que pueda parecer una duda, una disidencia...
Por eso, cada vez es más evidente que hay que inventar algo, un camino
de salida porque estamos chocando contra la pared en todas partes y todo
el tiempo. Y esperar un milagro, como que me crezca el pelo, eso no es
posible. Tenemos que rebelarnos contra esta imposición de la desdicha
como destino y tratar de imaginar algo diferente a partir de ciertas certezas
que todavía nos quedan.

Julio Cortázar
Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,
esta noche continua, esta distancia. Te quiero, país, tirado abajo del
mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos
y esperpentos, de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos, estúpido curdela
inofensivo puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en
la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ring sides.
Pobres negros. Te estás quemando a fuego lento y donde el fuego, donde
el que come los asados y tira los huesos, alandras, cajetillas, señores
y cafishios, diputados, tilingas de apellido compuesto, gordas tejiendo
a dos agujas, maestras normales, curas, escribanos, centroforwards livianos,
Fangio solo, tenientes primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad,
carnavales, obispos, bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos, secretarías,
subsecretarías, jefes, contrajefes, truco, contraflor al resto. Y qué
carajo si la casita era un sueño, si lo mataron en pelea, si usted lo
ve, lo prueba y se lo lleva, liquidación forzosa, se remata hasta lo último.
Te quiero, país tirado la vereda, caja de fósforos vacía. Te quiero, tacho
de basura que se llevan sobre una cureña envuelto en una bandera que nos
legó Belgrano, mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería de pobre. En cada piso hay alguien que
nació haciendo discursos para algún otro que nació para escucharlos y
pelarse las manos. Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,
pobres blancos que viven en un carnaval de negros. Qué quiniela, hermanito,
en Boedo, en La Boca, en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera, en
los ranchos que paran la mugre de la pampa, en las casas blanqueadas del
silencio del Norte, en las chapas de zinc donde el frío se frota, en la
Plaza de Mayo, donde ronda la muerte trajeada de mentira. Te quiero, país
desnudo que sueña con un smoking, vicecampeón del mundo en cualquier cosa,
en lo que salga: tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coraje, puño, viveza y elegancia. Tan triste en lo más hondo del
grito, tan golpeado en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de
la autopsia. Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo
saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga, no te metas, qué vachaché,
dale que va, paciencia. La tierra, entre los dedos, la basura en los ojos,
ser argentino es estar triste, ser argentino es estar lejos, y no decir
mañana porque ya basta con ser flojo ahora. Tapándome la cara, me acuerdo
de una estrella en pleno campo, me acuerdo de un amanecer de Puna, de
Tilcara de tarde, de Paraná fragante, de Tupungato arisca, de un vuelo
de flamencos quemando un horizonte de bañados. Te quiero país, pañuelo
sucio, con tus calles cubiertas de carteles peronistas, te quiero sin
esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos
y amargado. Y de noche.
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