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EL CHE QUE CONOCÍ

Ulises Estrada Lescaille

Conocí al Comandante Ernesto Che Guevara a finales de 1961. Mis relaciones con él estaban basadas en las tareas que entonces cumplía como segundo jefe del Departamento (MOE), del Viceministerio Técnico del Interior (Inteligencia), dirigido por el comandante Manuel Piñeiro Losada, conocido como "Barbarroja".
El Che era entonces ministro de Industrias, y en su despacho del ministerio o en su residencia, una vez concluido el trabajo del día, a altas horas de la noche o muy temprano en la mañana recibía a dirigentes y combatientes revolucionarios de los Movimientos de Liberación Nacional y partidos políticos de la izquierda latinoamericana, que venían a Cuba a intercambiar opiniones sobre la situación en sus países de origen y la penetración de Estados Unidos… Se interesaban en conocer, además, las experiencias cubanas en la guerra de liberación y la lucha contra las agresiones norteamericanas, y recabar nuestra ayuda material y política al combate que libraban para alcanzar el poder político.
Con gran respeto a las opiniones de sus interlocutores, el Che les relataba los principales acontecimientos históricos que habían servido de antecedentes y el desarrollo de la guerra que condujo a la victoria del primero de enero de 1959 en Cuba. Él mantenía sus posiciones de principio, aunque ello fuera motivo de discrepancia.
Conversaban sobre la situación política, económica y social latinoamericana, las condiciones objetivas y subjetivas para la lucha, cómo podían combinarse estrategias de combate en cada país.
Aunque fui testigo de muchas de estas entrevistas y cumplí misiones en el exterior encomendadas por él, nunca imaginé que un día estaría a su lado, en el combate que libró en el año 1965 en el Congo Leopoldville (hoy República Democrática del Congo), junto a los guerrilleros del Consejo Supremo de la Revolución y contra la dictadura de Moisé Tshombe; ni que luego lo acompañaría en un pequeño e importante espacio que definiría el futuro de su vida revolucionaria.
El Che se había unido a Fidel en México en la expedición del yate Granma e incorporado a la lucha armada en la Sierra Maestra como médico. El rigor de la guerra y sus condiciones personales lo convirtieron desde el primer combate en un guerrillero sagaz, valiente que ganaba en experiencia cada día en el desarrollo táctico de la guerra de guerrillas. Ascendido a comandante por los méritos acumulados, le correspondió, designado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, junto a Camilo Cienfuegos encabezar la invasión del Ejército Rebelde desde el oriente al occidente del país. Su contribución a la derrota definitiva del poderío militar de la dictadura de Fulgencio Batista fue significativa, principalmente con las batallas libradas en varias ciudades de la provincia central del país por ambos Comandantes guerrilleros y la toma de Santa Clara, su capital.
Desde los primeros momentos del triunfo revolucionario, el Che dedicó grandes esfuerzos a la formación político-ideológica de la juventud cubana, en función de crear la semilla de un hombre nuevo, como él le llamaba, despojado de reminiscencias nocivas, solidario, con amor y dedicación a la patria, sin egoísmos, con honradez, modestia y un genuino sentimiento internacionalista, martiano ante el dolor ajeno.
Como ministro, compartía sus responsabilidades con las de comandante del Ejército Rebelde. A pesar de padecer una enfermedad que lo hostigaba permanentemente, el asma, se crecía y redoblaba sus fuerzas físicas para promover el trabajo voluntario, otro de los conceptos fundamentales que constituyó en empeño de todos en el país.
Convencido de que la disciplina y la responsabilidad individual y colectiva actuaban como mecanismos de estímulo en la conciencia del hombre, impulsó la compulsión social como mecanismo generador de conciencia patriótica. En el vestíbulo del Ministerio de Industrias, como en el de otros organismos, figuraba un mural en el que aparecían los trabajadores destacados en la emulación socialista, pero era algo exclusivo que en este ministerio aparecieran también los ausentistas del mes, en un intento por movilizar a los más rezagados a mejorar su actitud ante el trabajo.
Se propuso ser un ejemplo de las virtudes que preconizaba para el hombre nuevo, el hombre del año 2000. El capitán Orlando Pantoja Tamayo "Olo", jefe del Departamento MOE y su compañero de lucha de la columna invasora, quien murió heroicamente en la guerrilla boliviana, lo definía como un hombre exigente pero justo, incapaz de ordenar la ejecución de una tarea que él mismo no estuviera en condiciones de cumplir, de exigir una conducta de la que él mismo no fuese ejemplo.
Recuerdo que en una ocasión me preguntó: "¿Por qué ustedes no participan en el trabajo voluntario? ¿Por qué no vas a cortar caña?" Esa era la imagen que tenía no sólo de mí, sino también de los compañeros que nos dedicábamos al trabajo clandestino. Traté de explicarle el tiempo y esfuerzo que debíamos dedicar a las tareas que cumplíamos, y recuerdo como si fuese ahora mismo que me dijo en forma muy convincente que el hombre no podía formarse como un revolucionario verdadero si no era capaz de participar integralmente en todas las tareas posibles de la revolución, no importa cuán importante fuera el trabajo específico que estuviese realizando.
Sentí que debía responder a la invitación que me hizo, me informé cuándo él iría alo trabajo voluntario y me presenté en su casa el día señalado, antes de salir el Sol. Al verme me preguntó qué hacía tan temprano allí. "Vine para ir con usted una semana a la caña, comandante", le dije con un poco de orgullo. "Has dado el primer paso, ya estás listo para participar en la zafra, y eso es lo importante.
No vendrás conmigo, decide ahora tú cuándo participarás voluntariamente", respondió. Esa fue una de las más grandes lecciones que recibí de él en mi vida revolucionaria.
La vocación internacionalista era una de las cualidades inseparables de su personalidad. Estaba decidido a no descansar ni un minuto en el apoyo a la lucha de liberación nacional, y aún más, no escatimar esfuerzo alguno para buscar la posibilidad cierta de ir a combatir a la Argentina, aunque fuera a morir con un piecesito dentro de sus fronteras, como me dijo durante nuestra estancia en Praga.
Con ese objetivo, en 1963 organizamos la Operación Sombra (nombre tomado del personaje de la literatura Don Segundo Sombra), comandada por el periodista argentino Jorge Ricardo Massetti, el comandante Segundo, y un pequeño grupo de sus compatriotas, entre ellos, Federico Méndez, el pintor Ciro Bustos, quien posteriormente tuvo una actitud nada encomiable en la guerrilla en Bolivia, y el médico Leonardo Werthein, entre otros que se encontraban en Cuba Me tocó la responsabilidad de hablar individualmente con cada uno de los argentinos propuestos por Masetti dentro de la colonia de residentes sobre su disposición a participar en una misión revolucionaria en América Latina. A los que aceptaban Masetti los entrevistaba y enrolaba en la Operación.
El Che prestó una atención muy especial a la preparación de este grupo, cuyo objetivo central era asentar en territorio argentino una columna guerrillera, a la cual él se incorporaría en su fase de desarrollo.
Para la creación de una red de apoyo logístico en Bolivia, fue designado Abelardo Colomé Ibarra "Furry", hoy general de Cuerpo de Ejército, Héroe de la República de Cuba y Ministro del Interior, a quien recibí en La Paz apoyado por una célula del Partido Comunista de ese país integrada por Inti Peredo y Rodolfo Saldaña. Al ser expulsado del país por los órganos de seguridad bolivianos, me sustituyó en apoyo de Furri, el compañero Juan Carretero, "Ariel", quien junto con Olo Pantoja se trasladó a Brasil a ajustar los detalles para el ingreso del grupo guerrillero a Bolivia.
José María Martínez Tamayo "Papi", muerto en combate en la guerrilla boliviana, se trasladó a Bolivia por orientaciones del Che a apoyar a Furry en el recibimiento de Massetti y su grupo procedentes de Brasil y su posterior ingreso a la Argentina, procedentes de Brasil, para lo cual compraron una finca en una zona fronteriza y trasladaron a la misma toda la logística que ya habíamos introducido en Bolivia.
El Che incorporó al comando guerrillero al capitán Hermes Peña (muerto en combate con el ejército argentino) y el primer teniente Alberto Castellanos (quien cayó prisionero y cumplió cuatro años de cárcel en Argentina sin que llegara a conocerse su identidad como cubano). Ambos oficiales con el Che en Cuba, y por su experiencia y habían combatido con el Che en Cuba y figuraban entre sus cercanos colaboradores, razón por la cual les dio la tarea de asesorar a Massetti en el desarrollo táctico de la guerra que iniciarían.
Los integrantes de este grupo insurgente recibieron una intensiva preparación militar, estudiaron la problemática económica y social del pueblo argentino; los puntos débiles de la dictadura militar y la política a seguir en el contacto con la población para obtener su colaboración y, en los casos posibles, lograr su incorporación al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), nombre de este movimiento guerrillero.
Una vez ingresada la guerrilla en Bolivia, el Che había seleccionado a la argentina-alemana Tamara Bunke Bider, para que se estudiaran sus condiciones políticas y capacidad para asentarla en Bolivia con una personalidad falsa, y desde ahí, servir de punto de apoyo urbano a los planes que él estaba preparando para el cono sur latinoamericano.
Una vez concluido el proceso investigativo, el Comandante Manuel Piñeiro informó al Che de las posibilidades reales de Tamara que a partir de ese momento se le nombró Tania y preparó con una fachada de etnóloga que le permitiría viajar por el país, estudiar las formas y el rigor de la explotación del minero, el campesino y el obrero boliviano; las condiciones geográficas de las zonas; la situación del gobierno, las Fuerzas Armadas y la burguesía gobernante, a quienes debía vincularse lo más estrechamente posible.
En el Ministerio de Industrias, el Che le explicó a Tania la misión, reiterándole la necesidad de mantener a toda costa las comunicaciones impersonales con Cuba y esperar por un contacto que se le enviaría oportunamente para ampliarle y clarificarle las tareas que debía cumplir. Allí estaban también el comandante Piñeiro y Papi, quien la contactó años después para su incorporación como apoyo clandestino a la guerrilla en Bolivia. En esta entrevista se me encomendó la responsabilidad de dirigir la preparación técnico-operativa de Tania.
Además, el Che prestó gran atención a los preparativos de la guerrilla de Héctor Béjar que operaría en Perú (Operación Matraca) y de la comandada por el doctor Luis de la Puente Uceda, en el mismo país. Su idea era tratar de extender la lucha armada en América Latina y desde Argentina organizar una guerrilla madre en la cual participaran combatientes de otros países del sur de América, que una vez forjados en la lucha llevaran la guerra liberadora a sus propios países.
La guerrilla de Massetti fue sorprendida por el ejército en una emboscada y tuvo que dispersarse.
Algunos de sus combatientes murieron en este encuentro, unos fueron detenidos y otros, como el propio comandante Segundo, se internaron en las montañas sin que nunca pudiéramos conocer su destino verdadero. Nunca vi al Che tan abatido. A Massetti lo unían fuertes lazos personales y políticos; Hermes y Alberto eran parte de su familia guerrillera. El significado político de este revés, el factor humano, la incertidumbre sobre la situación real por la que atravesaban aquellos hombres, lo llevaron a hacer sus mayores esfuerzos por clarificar los hechos y agotar al máximo todas las posibilidades de ayuda a los sobrevivientes, en caso de que existieran.
En este empeño recibió la cooperación de algunos revolucionarios argentinos, principalmente del matrimonio peronista William y Alicia Cooke, comprometidos en la lucha contra la dictadura de su país e identificados con el pensamiento del Che.
Las guerrillas de Béjar y Luis de la Puente fueron derrotadas, con una repercusión nada favorable para la lucha revolucionaria peruana.
Tania cumplió cabalmente las tareas que se le asignaron y encontró la muerte siendo aún tan joven, como ella soñaba, de cara al Sol, luchando por la libertad latinoamericana, fiel a los ideales revolucionarios.
En 1965, luego de un largo recorrido por países africanos, identificado con las ideas de ese gran hombre que fue Patricio Lumumba, el Che recibe la encomienda de marchar al frente de un centenar de asesores militares cubanos que apoyarían al pueblo congolés, cuya vanguardia la integraba el Consejo Supremo de la Revolución dirigido por Gastón Soumialiot y Laurent Kabila, en su lucha contra la dictadura de Moisés Tshombe, principal responsable del asesinato de Lumumba.
Al salir de Cuba, el Che había dejado a Fidel, a quien consideraba su guía revolucionario y amigo, la carta de despedida ante el llamado de "otras tierras del mundo". La campaña internacional cargada de infamias y especulaciones, y la preocupación y dudas de algunos amigos fuera de nuestras fronteras sobre la supuesta "desaparición" del Che, hicieron que Fidel diera a conocer esa carta, a la vez que enviaba al comandante José Ramón Machado Ventura, entonces ministro de Salud Pública, a explicarle al Che la situación existente y la creación del Partido Comunista de Cuba y su Comité Central, del cual, por razones obvias, no formaba parte.
En su recorrido por África, profundizó en sus conocimientos sobre la lucha de liberación nacional que desarrollaban los movimientos anticolonialistas africanos y a muchos de estos les ofreció la ayuda solidaria de Cuba. Esa fue la razón por la que viajé en el barco Uvero a varios países africanos entregando alimentos, ropa, medicamentos y armas a diferentes movimientos revolucionarios, entre ellos el Partido Africano para la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde, dirigido por Amílcar Cabral, otro de los grandes de África.
El periplo concluyó en Dar Es Salaam, República de Tanzania. Allí llevamos la ayuda destinada al Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), al Consejo Supremo de la Revolución (CSR) y suministros para el grupo de asesores militares cubanos en el Congo.
Coincidiendo con el comandante Machado Ventura, entonces ministro de Salud Pública, quien llevaba un mensaje de Fidel para el Che, ingreso al Congo con la misión de hablar con el Comandante Guevara y conocer la situación existente.
En el recorrido por las zonas de operaciones guerrilleras, fui testigo de la miseria en la que vivían los campesinos congoleses, el arraigado tribalismo que convivía con los sistemas patriarcal y feudal, y las creencias oscurantistas. Todos estos fenómenos atentaban contra el desarrollo organizado e integral de la lucha armada, lo que obligó a Che a tomar la decisión de que los internacionalistas cubanos dejaran de ser asesores militares y se convirtieran en combatientes en vez de asesores, como se había acordado con los congoleses, ante la necesidad de combatir contra los mercenarios blancos y el ejército de la tiranía congolesa, como forma directa de entrenar a los guerrilleros en el combate, quienes se encontraban influidos negativamente por una serie de mitos religiosos
Aunque los militares cubanos, sujetos a una ideología revolucionaria internacionalista, estaban dispuestos a cumplir esta difícil misión, a riesgo de sus vidas si era necesario, como algunos lo hicieron, muchos no comprendían por qué se mantenían combatiendo allí, y me decían que solo por Fidel y el Che estaban dispuestos a continuar.
Al hablar con el Che comprendí sus esfuerzos para que los combatientes cubanos tomaran conciencia de la importancia de la acción internacionalista que estaban llevando a cabo, a pesar de las grandes diferencias que existían con respecto a la conducta e idiosincrasia congolesa. Che era alumno y a la vez maestro. Aprendió el principal dialecto del país, el swahili con el joven combatiente Freddy Ilunga, hoy médico en Cuba, con quien se comunicaba en francés, y de esta forma podía comunicarse con la tropa y sus jefes, hablarles de política, de lo que era el mundo que no conocían.
Intimaba con los mugangas (jefes religiosos y curanderos) que tenían una gran influencia sobre los combatientes congoleses, hasta el punto de determinar si iban o no al combate mediante supersticiones fetichistas.
Al salir del Congo, me dirijo a Brazzaville a fin de hacer un canje y obtener dinero congolés, encargo que me había dado el Che. Allí le explico los pormenores de Leopoldville al embajador Jorge Serguera, primeramente, y luego al capitán Jorge Risquet y al comandante Rolando Quindelán, jefes político y militar respectivamente, de la columna de instructores militares cubanos encargados de entrenar y organizar las guerrillas angolanas que combatían en la zona de Cabinda, y las milicias del Congo Brazzaville para defender al gobierno del presidente Massamba Debat, si era invadido el país por las fuerzas militares de Tshombe. Asimismo, preparamos a los guerrilleros de la Unión de los Pueblos de Camerún (UPC) y la entrada al Congo Leopoldville desde Brazzaville de Mukuidi, uno de los jefes guerrilleros congoleses que fue asesinado posteriormente por orden de Mobuto.
Derrocado Tshombe a finales de 1965, a solicitud de La Organización de Unidad Africana (OUA) al gobierno de Tanzania, que nos había brindado todo su apoyo para el tránsito de nuestros hombres y medios por ese país, la misión cubana concluye en el Congo. Los combatientes regresaron a Cuba en aviones que nos facilitó la entonces Unión Soviética, desde Dar Es Salam a Moscú y luego a La Habana.
El Che permanece en Tanzania, durante algunos meses en las más estrictas condiciones de clandestinidad. Su contacto con Fidel desde allá es permanente. Che consideraba que no debía regresar a Cuba luego de haberse hecho pública su carta de despedida, y ante la solicitud reiterada de Fidel, se decide su viaje a Praga, para una estancia temporal hasta definir su futuro accionar.
Nuevamente viajo a Dar Es Salaam desde La Habana, acompañado por el doctor Luis García Gutiérrez, "Fisín", estomatólogo del Ministerio del Interior y encargado del enmascaramiento del Che para que no pudiera ser reconocido en su traslado a Praga. A comienzos de 1966, una vez aprobado por Fidel el enmascaramiento previsto para el Che, regreso a Dar Es Salaam con la misión de trasladarlo a Praga con la obligación de garantizar a toda costa su integridad física.
Colman Ferrer, diplomático cubano en Tanzania y colaborador de la Inteligencia, quien trabajó durante esos meses con el Che mecanografiándole su diario de campaña en el Congo, que comenzaba y enmendaba una y otra vez, es el encargado de preparar con el mayor secreto el viaje a Praga y resolver todos los trámites en el aeropuerto de Tanzania, para garantizar que el Che permaneciera en el lugar el menor tiempo posible.
Fui designado por el Che jefe del grupo, que lo integrábamos solo nosotros dos, a partir de su creencia de que yo tenía más experiencia en el trabajo clandestino. Sin embargo, un pequeño error durante la espera del vuelo en un punto intermedio, hizo que me destituyera, asumiendo él personalmente el mando. Al tomar el avión me devolvió la recién otorgada jerarquía, encomendándome tomar las medidas necesarias para que no descubrieran su presencia en la escala en Belgrado, convencido de que podrían informárselo a la CIA.
En Praga nos atendió el compañero José Luis Ojalbo, nuestro contacto con los órganos de seguridad checa, quien nos alojó en un pequeño apartamento situado en una azotea que le habían entregado los checos para el tránsito de los revolucionarios que clandestinamente viajaban a y desde Cuba. El apartamento constaba de un cuarto con dos camas, una mesita, una cocinita y un pequeño baño. Era utilizado con compañeros de menores responsabilidades políticas, por lo que los checos no podían sospechar que allí se encontraba el Che.
Yo me encargué los primeros dos días de la limpieza, de hacer el café, preparar el agua caliente para la yerba mate que él tomaba, y de cocinar los alimentos ligeros. Esto lo disgustó y me reclamó que el trabajo debíamos distribuirlo entre los dos, y muy a pesar mío, nos turnábamos en la ejecución de estas tareas domésticas.
De vez en cuando, en horas de la noche, salíamos con José Luis a algún restaurante, o dábamos un paseo en auto por la ciudad.
Che me prohibió decirle comandante y me pidió que lo llamara solamente por el nombre de su pasaporte "Ramón", pues los checos sabían que esa era una casa que utilizaba la Inteligencia cubana, y podían tener colocados micrófonos ocultos, y de enterarse quién era él, podría llegar la información a la CIA.
Me costó mucho trabajo decirle Ramón y tratarlo de tú, de igual a igual, pero al fin tuve que adaptarme para evitar más discusiones con él y entender que debíamos tomar todas las medidas de seguridad posibles.
En el tiempo en Praga fui testigo del intercambio de mensajes entre el Che y Fidel, que llegaban por vía secreta o a través de Papi, que servía de enlace. No sé exactamente cuándo se llegó al acuerdo de que el Che iría a Bolivia, pero participé en sus conversaciones con Papi, bien cuando iba o venía de La Paz o de La Habana.
El Che debía viajar primero a Cuba, pero esa era una decisión muy difícil para él porque ya se había despedido públicamente de Fidel y del pueblo cubano.
Pasaba el tiempo jugando ajedrez, o bien él leía, siempre con un tabaco entre sus labios. Yo jugué ajedrez solo una vez con él y noté me dejó ganar para entusiasmarme a aprender, pero no me convenció. Me gustaba escuchar música de los únicos dos discos que teníamos: uno de Miriam Makeba, que le gustaba mucho, y otro de Los Beatles, que al principio le disgustaba, pero luego de oírlo varias veces llegó a gustarle tanto que me pedía se lo pusiera.
Hablábamos de tantas y tantas cosas que no tendría espacio para mencionarlas. La guerra en la Sierra Maestra, el papel de Fidel, que fue quien le enseñó las ideas socialistas, la victoria, la etapa del sectarismo, las perspectivas del Ejército Rebelde…
La discriminación racial y la autodiscriminación de muchos negros en Cuba; la necesidad del desarrollo industrial como forma única de consolidar la Revolución. "Mientras los refrescos que hacemos sepan a jarabe medicinal, no habrá Revolución o las cabecitas de los fósforos se peguen en los dedos al rallarlos, no podremos construir el socialismo" me decía.
El antimperialismo era una divisa inseparable en todo el accionar de su vida. En una ocasión pedí me compraran cigarrillos y José Luis me trajo unos norteamericanos. Mientras fumaba, el Che me observaba constantemente hasta que me preguntó por los cigarrillos, al mencionarle la procedencia me dijo en un tono jocoso: "¿No podías fumar unos cigarros menos imperialistas?" Los cambié por cigarrillos ingleses y entonces me dijo: "Bueno, esos al menos son menos imperialistas."
Las salidas nocturnas quizás cambiaron las perspectivas de mi vida revolucionaria. En los restaurantes en las afueras de la ciudad a los que acudíamos esporádicamente, las camareras se fijaban mucho en mí, les llamaba la atención lo negro de mi piel y el abundante pelo que adornaba mi cabeza, que me tocaban una y otra vez.
Un día el Che habló conmigo y me dijo que ahora el negro era más importante que el blanco, que a él ni lo miraban, pero que por llamar yo tanto la atención podían descubrirlo. Entonces me orientó pedir otro compañero a Piñeiro que fuera blanco, cosa que comprendí, para que lo acompañara en Praga: entonces llegó Juan Carretero, "Ariel", a reemplazarme, y luego Pachungo, Pombo y otros de su tropa.
Cuando ya Papi viajaba a Bolivia a iniciar los preparativos de la guerrilla, yo regresé a La Habana. Por mucho que insistí, el Che no me aceptó como voluntario en esa aventura revolucionaria.
Ramón trató de convencerme que yo le era más útil a Piñeiro con mi experiencia conspirativa, que a él con mi poco conocimiento de la vida guerrillera. A pesar de mis esfuerzos para persuadirlo, su decisión prevaleció y no pude contribuir a escribir esa parte tan importante de la historia de América.

 


Filosofía de la asamblea popular

José Pablo Feinmann

Uno de los sentidos más fascinantes y sin duda actuales del concepto "asamblea" es el que se deriva del ejercicio de la democracia directa. Ante el deficiente funcionamiento de las estructuras representativas de la democracia (representación legislativa, judicial, ejecutiva, parlamentaria), el pueblo se nuclea en tanto asamblea y desde este nucleamiento ejerce la democracia sin mediaciones. De esta forma, el pueblo (que, en verdad, se constituye en tanto "pueblo" a partir de la asamblea) denuncia que la "política representativa" ha devenido "oligarquía política", traicionando el mandato democrático que se le había confiado. El pasaje que la clase política realiza de la 'representación' a su sustantivación oligárquica ocurre cuando deja de representar al pueblo y se consagra a representarse a sí misma y a sus grupos financieros. (El grave riesgo de la política institucional en el capitalismo es que necesita financiarse - sobre todo para las 'campañas electorales- y ese financiamiento lo obtiene de las empresas, las cuales, al otorgarlo, condicionan tanto a los políticos que logran someterlos a sus intereses. Podríamos decir: "Dime quién o quiénes financiaron tu campaña y sabremos para quién o quiénes gobernarás".) Una vez que los "representados" advierten que no son "representados" sino que aquéllos a quienes han elegido para "representarlos" representan a otros, pueden hacer dos cosas: 1) Nada, o lo mismo que nada: mirar televisión y ser cómplices pasivos de la fiesta entre la "oligarquía política" y el poder económico y recibir las migajas de ese banquete en tanto observan cómo "los demás", los "pobres", se deslizan a la "extrema pobreza" y creen que "eso" a ellos jamás les pasará. 2) Constituir asambleas de ejercicio directo de la democracia. No es otra cosa lo que está ocurriendo en nuestro país. Nada, pues, más legítimo que la 'asamblea' para responder a una situación de irrepresentatividad. La política deviene "oligarquía política" cuando se privatiza, cuando se torna un cuerpo cerrado en sí mismo, no permeable a las bases sociales que le dieron mandato. Ocurre que los partidos políticos llegan al poder por medio de costosísimas campañas políticas, las cuales son financiadas por grandes empresas que no tienen los mismos intereses que los votantes que esos partidos prometen representar. De este modo, los partidos, durante sus campañas, prometen a los votantes lo que los votantes desean, pero saben que harán lo que sus financistas les digan: porque los votantes votan una sola vez y los financistas ponen dinero todos los días. La mejor defensa de los votantes, la herramienta que les permitirá "seguir votando", es la "asamblea", pues en ella serán ellos los que se representarán a sí mismos, y ellos no están financiados por nadie. O sí: por ellos mismos, de aquí que serán "sus" intereses los únicos que habrán de defender. La "asamblea", entonces, es el ámbito de unión de los "irrepresentados", de los "no financiados", o de los "autofinanciado, de los que saben que la "democracia representativa" ha devenido "oligarquía político-financiera" y, por tal motivo, no pueden confiar en ella, no pueden ya "delegar" la democracia sino ejercerla directamente. Este "ejercicio directo" de la democracia es la asamblea. Acudir a la asamblea es acudir en busca de "otros", que son "otros" porque son subjetividades libres, pero -a la vez forman un "nosotros" en la "asamblea", que es, así, un espacio de intersubjetividades libres, y la "intersubjetividad" es la forma práctica, actuante, potente de la subjetividad. Nunca estamos solos en la "asamblea"; somos "yo", pero somos "los otros" y con los otros somos 'todos'. Somos una totalidad: la asamblea nos totaliza. A partir de los '80, en textos y cursos, Michel Foucault buscó "nuevas formas de subjetividad", que habrían de surgir de fórmulas vinculantes ajenas al circuito de la representación político-institucional: "La amistad o la solidaridad son esos vínculos que se sustraen a las mediaciones jurídicas, a la ley, la regla o la institución. De modo que es gracias a estas relaciones que una multiplicidad cualquiera, inclasificable o irrepresentable, resulta posible" (Dardo Scavino, La filosofía actual, Paidós, pág. 201). Surge de aquí la posibilidad de una ética, que radicaría en la "práctica" de esas relaciones cuyo marco escapa a lo jurídico, a lo institucional. El espacio totalizador de la "asamblea" es el espacio en el que una "ética" puede constituirse. ¿O no es la asamblea el lugar de la amistad y la solidaridad? Primero somos "amigos" constituidos en exterioridad (la agresión de un Poder que ha dejado de representarnos es la que nos convoca) y luego somos "amigos" en el interior de una praxis política autoconvocante. También, digámoslo, de una "rebelión". Ir a la "asamblea" es ejercer un movimiento inicial de negación: hemos dejado de ser "representados", hemos salido del "hogar" -donde un desocupado es un humillado y un ocupado un televidente pasivo y algo bobo- y ocupamos, junto a otros, un espacio en el que ya no somos lo que éramos, en el que negamos lo que habían hecho de nosotros. Un desocupado, en la asamblea o en el piquete, ya no es un humillado, recuperó una identidad y hasta una ocupación, ya que ahora tiene la ocupación de representarse a sí mismo, de representar a los irrepresentados, de formar parte de una totalidad que lo "emplea", lo "contrata". Hay un texto de Foucault en el que se postula que la filosofía es rechazar lo que somos y buscar lo que podríamos llegar a ser. Hay un texto -anterior por cierto al de Foucault- de Sartre, un texto del célebre Prólogo al libro de Fanon, en el que se afirma: "No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros". Los dos, hoy, nos sirven. Los dos le dicen al poder de la no-representación: "Ya no somos lo que éramos, somos la negación de aquellos ciudadanos pasivos que los aceptaban resignadamente, eso que éramos era lo que ustedes habían hecho de nosotros, esto que hoy, en esta asamblea somos, es lo que nosotros hemos hecho de nosotros mismos, y este nuevo ser niega lo que éramos y, en esa negación, los niega a ustedes". De aquí una de las lecturas posibles del "que se vayan, todos" del asambleísmo. No es la postulación de la anarquía, es la asunción por la asamblea y en la asamblea de una creatividad política sin políticos. El "asambleísmo" es policlasista; la asamblea no es "obrera" ni es un "consorcio ampliado" de argentimedios. El lunes 28 de enero, los piqueteros fueron recibidos -en su manifestación hacia la Capital- por los comerciantes que antes les temían, ya que "esos negros van a romper todo". Ahora les dieron comida, café con leche, mate cocido. Comerciantes que -al fin- entienden que el sistema que los obliga a echar a un empleado es el mismo que más tarde los dejará a ellos en la calle, fundidos. Así, podríamos decir -manejándonos con términos del lenguaje político argentino- que en la asamblea "la gente" se vuelve 'pueblo', ya que forma parte de una totalidad. Prefiero seguir usando estos términos y no introducir el de "multitud" de los italianos Negri y Virno, ya que sería confusional para nosotros. Nuestras asambleas se definen como "populares", no como "multitudinarias". Sí podemos decir -con Toni Negri- que en la "asamblea" está la "potencia", y que la "potencia" es constituyente. Negri toma el concepto spinociano de "potencia", porque ella define al ser por la acción. Si "ser es actuar", el que va a la 'asamblea' va en busca del ser porque va en busca de la acción. Se define como sujeto libre por medio de su praxis libre. Y hay en esto (aunque Negri y Virno, demasiado spinozistas, corren el riesgo de no poder asimilarlo) un movimiento dialéctico: si para ser lo que ahora soy tuve que negar lo que era... eso se llama dialéctica. La filosofía puede abrirse a cuantos filósofos desee y hasta incluirlos en un nuevo encuadre. La Argentina de hoy lo es. Somos la cara del fracaso: el de nuestras clases políticas sometidas al poder económico por medio de las recetas del Fondo. Y somos la cara del horizonte, de la posibilidad: un gesto airado, nuevo, ruidoso, en la lucha contra la globalización del capital financiero.



UN TEXTO DE 1977, OTRO DE 1995
De Ancla a la confesión

Los asesinatos de Rodolfo Walsh, Eduardo Suárez y Patricia Villa, el secuestro de Lila Pastoriza, el exilio de Carlos Aznares y Lucila Pagliai desmantelaron la Agencia de Noticias Clandestina. Del grupo de periodistas reunidos por Walsh para quebrar el bloqueo informativo de la dictadura sólo quedaron su compañera, Lilia Ferreyra, y Horacio Verbitsky. La publicación de ANCLA se reanudó el 10 de agosto de 1977, con el despacho que se reproduce en esta página. Dieciocho años después, el 3 de marzo de 1995, Verbitsky publicó en este diario la primera confesión de uno de los perpetradores de la guerra sucia militar contra la sociedad argentina, el marino Adolfo Scilingo, quien narró cómo quitó la vida a 30 prisioneros indefensos. A continuación, ambos textos.

El capitán Scilingo recibe en la Casa Rosada al ex secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haig.

Por Horacio Verbitsky

El capitán de Corbeta Adolfo Francisco Scilingo, ex jefe de automotores de la Escuela de Mecánica de la Armada y compañero de promoción del capitán de fragata Juan Carlos Rolón, denunció ante la Justicia por encubrimiento al jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Enrique Molina Pico. En una carta-documento, Scilingo había exigido que Molina Pico "informara a la ciudadanía y en especial a los señores senadores, cuáles fueron los métodos que la Superioridad ordenó emplear para detener, interrogar y eliminar al enemigo durante la guerra contra la subversión y, en caso de existir, el listado de los mal llamados desaparecidos." Ante la falta de respuesta formuló la denuncia criminal, la primera que un oficial de las Fuerzas Armadas presenta contra un superior a raíz de la guerra sucia. La causa está llamada a producir una profunda conmoción en la Armada, que aún no ha superado el impacto de las declaraciones ante el Senado de los capitanes de fragata Rolón y Antonio Pernías.
En octubre del año pasado, Rolón reveló al Senado que todos los oficiales de la Armada habían intervenido en las operaciones clandestinas. El capitán de fragata Antonio Pernías dijo a los senadores que los tormentos a los prisioneros eran la herramienta del trabajo de inteligencia. Pero hasta ahora ningún protagonista había revelado qué pasaba con las víctimas luego de los interrogatorios. Según Scilingo, entre 1500 y 2000 detenidos en la Escuela de Mecánica de la Armada fueron arrojados con vida al Océano Atlántico desde aviones de la Marina de Guerra y la Prefectura Naval durante los años 1976 y 1977, por órdenes impartidas orgánicamente a través de la cadena de comando de la Armada. Los organismos de derechos humanos calcularon entre 4000 y 5000. Scilingo nunca fue mencionado por sobrevivientes ni llevado a juicio. Antes de la denuncia criminal contra Molina Pico, había escrito cartas al ex dictador Jorge Videla, al ex jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Jorge Ferrer y al presidente Carlos Menem, solicitándoles que se informara al país sobre el tema. Ninguno le contestó. En la carta a Ferrer, Scilingo decía que en la Escuela de Mecánica de la Armada "me ordenaron actuar al margen de la ley y me transformaron en delincuente".

Una muerte cristiana

Scilingo sostiene que como toda la Armada participó en esos operativos, el Senado no debería impedir los ascensos de Rolón, Pernías y Alfredo Astiz. Añade que otros oficiales que hicieron lo mismo fueron ascendidos, entre ellos quien le impartió a él las órdenes. Pero no reivindica aquellos asesinatos, por los que se siente culpable. Tampoco se considera un arrepentido sino alguien cuya perspectiva de los hechos cambió a raíz de la actitud vergonzante de sus superiores. En uno de los vuelos perdió pie frente a la portezuela abierta y estuvo a punto de caer al vacío. Ese episodio lo perturba en sueños, pero los análisis practicados en el Hospital Naval indican que no padece ningún trastorno psiquiátrico. Aunque está retirado, sigue razonando en términos institucionales, como un hombre de la Armada. En la vida civil fue procesado por estafa, cuando una persona que él había presentado a una distribuidora de películas pagó siete videocasetes con un cheque de una cuenta cerrada, por menos de cien pesos. Scilingo canceló la deuda y apeló la decisión judicial. En otra causa se lo investiga por haber adquirido un auto robado, según él de buena fe. El temor de que la Armada divulgara esos episodios para desacreditarlo demoró su decisión de reclamar la verdad sobre los desaparecidos. "Pero entre una cosa y otra, me siento mejor hablando."
Según su relato, la eliminación de los prisioneros mediante un método no contemplado en los reglamentos militares respondió a una decisión orgánica, que fue comunicada a todos los oficiales con destino en el área naval Puerto Belgrano luego del golpe de 1976 por el Comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Luis María Mendía, y en forma rotativa participaron todos los oficiales de la Armada. "Mendía dijo en el cine de la base que los subversivos que fuesen condenados a muerte o que se decidiese eliminarlos iban a volar, y así como hay personas que tienen problemas, algunos no iban a llegar a destino. Y dijo que se había consultado con las autoridades eclesiásticas para buscar que fuese una forma cristiana y poco violenta", explicó Scilingo al autor de esta nota. Al regresar de los vuelos, los capellanes confortaban a los oficiales con citas de los Evangelios sobre la necesaria separación del yuyo del trigal, agregó. El participó en dos de esos vuelos por orden del jefe de defensa de la ESMA, capitán de fragata Adolfo Mario Arduino, quien luego ascendió a vicealmirante y fue Comandante de Operaciones Navales.
-En las conversaciones entre ustedes, ¿cómo se referían a eso?
-Se le llamaba un vuelo. Era normal, aunque en este momento parezca una aberración. Así como Pernías o Rolón dijeron a los senadores que el tema de la tortura para sacar información al enemigo era lo que se había adoptado en forma regular, esto también. Cuando recibí la orden fui al sótano, donde estaban los que iban a volar. Abajo no quedaba nadie. Ahí se les informó que iban a ser trasladados al sur y que por ese motivo se les iba a poner una vacuna. Se les aplicó una vacuna quiero decir una dosis para atontarlos, sedante. Así se los adormecía.
-¿Quién la aplicaba?
-Un médico naval. Después se los subió a un camión verde de la Armada con toldo de lona. Fuimos a Aeroparque, entramos por la parte de atrás. Se cargaron como zombies a los subversivos y se embarcaron en el avión. -¿Usted sigue pensando en ellos con esa palabra o la usa ahora porque estamos grabando?
-Yo le estoy describiendo el hecho como era en ese momento.
-Por eso le cambio el tiempo. ¿Ahora sigue pensando en subversivos? -No.
-¿Cómo lo diría con sus palabras de hoy?
-Cuando yo hice todo lo que hice estaba convencido de que eran subversivos. En este momento no puedo decir que eran subversivos. Eran seres humanos. Estábamos tan convencidos que nadie cuestionaba, no había opción, como dijo Rolón en el Senado. Que el país estaba en una situación caótica, sí. Pero hoy le digo que de otra forma se podría haber solucionado sin problema. Lo pienso hoy y no había ninguna necesidad de matarlos. Se los podría haber escondido en cualquier lugar del país.
-¿Quiénes participaron?
-La mayoría de los oficiales de la Armada hizo un vuelo, era para rotar gente, una especie de comunión.
-¿En qué consistía esa comunión?
-Era algo que había que hacerlo. No sé lo que vivirán los verdugos cuando tienen que matar, bajar las cuchillas o en las sillas eléctricas. A nadie le gustaba hacerlo, no era algo agradable. Pero se hacía y se entendía que era la mejor forma, no se discutía. Era algo supremo que se hacía por el país. Un acto supremo. Cuando se recibía la orden no se hablaba más del tema. Se cumplía en forma automática. Venían rotando de todo el país. Alguno puede haberse salvado, pero en forma anecdótica. Si hubiera sido un grupito, pero no es cierto, fue toda la Armada.
-¿Cuál era la reacción de los detenidos cuando les decían de la vacuna y del traslado?
-Estaban contentos.
-¿No sospechaban de qué se trataba?
-Para nada. Nadie tenía conciencia de que iba a morir. Una vez que decolaba el avión, el médico que iba a bordo les aplicaba una segunda dosis, un calmante poderosísimo. Quedaban dormidos totalmente. -Cuando los prisioneros se dormían, ¿qué hacían ustedes?
-Esto es muy morboso.
-Morboso es lo que hicieron ustedes.
-Hay cuatro cosas que me tienen mal. Los dos vuelos que hice, la persona que vi torturar y el recuerdo del ruido de las cadenas y los grillos. Los vi apenas un par de veces, pero no puedo olvidar ese ruido. No quiero hablar de eso. Déjeme ir.
-Esto no es la ESMA. Usted está aquí por su voluntad y se puede ir cuando quiera.
-Sí, ya sé. No quise decir eso. Hay detalles que son importantes pero me cuesta contarlos. Lo pienso y me rayo. Se los desvestía desmayados y, cuando el comandante del avión daba la orden en función de donde estaba el avión, mar afuera de Punta Indio, se abría la portezuela y se los arrojaba desnudos uno por uno. Esa es la historia. Macabra historia, real, y que nadie puede desmentir. Se hacía desde aviones Skyvan de Prefectura y en aviones Electra de la Armada. Yo, que estaba bastante nervioso por la situación que se estaba viviendo casi me caigo y me voy por el vacío. Patiné y me agarraron.
-¿Cómo llevaban a las personas dormidas hasta la puerta?
-Entre dos. Los levantábamos hasta la puerta.
-¿Qué cantidad de personas calcula que fueron asesinadas de ese modo? -De 15 a 20 por miércoles.
-¿Durante cuánto tiempo?
-Dos años.
-Dos años, cien miércoles, de 1500 a 2000 personas.
-Sí.
-Usted mencionó dos vuelos en el mismo mes.
-Sí, en junio o julio de 1977. El segundo vuelo fue un día sábado. Siguiendo la teoría de ese entonces de la Armada, también había invitados especiales.
-¿Qué quiere decir invitados especiales?
-Oficiales de la Armada de mayor jerarquía, que no participaban pero que venían en el vuelo para darnos respaldo, por ejemplo capitanes de navío, oficiales superiores de otros destinos.
-¿Ellos qué hacían?
-Nada. Era una forma de dar apoyo moral a la tarea que uno estaba haciendo. Iban sentados y después durante la operación se pararon y estaban ahí mirando.
-¿Qué personal naval iba en cada vuelo?
-En la cabina iba la tripulación normal del avión.
-¿Y con los prisioneros?
-Dos oficiales, un suboficial, un cabo y el médico. En mi primer vuelo, el cabo de Prefectura desconocía totalmente cuál era la misión. Cuando se da cuenta a bordo lo que tenía que hacer entra en una crisis de nervios. Se puso a llorar. No entendía nada, se le trabucaban las palabras. Yo no sabía cómo tratar a un hombre de Prefectura en una situación tan crítica. Al final lo mandan a cabina. Terminamos de desvestir a los subversivos. -Usted, el otro oficial, el médico.
-No, no. El médico les daba la segunda inyección y nada más. Después se iba a la cabina.
-¿Por qué?
-Decían que por el juramento hipocrático.
-¿A nadie le llamaba la atención que una decisión tan grave como quitar la vida a las personas no proviniera de una normativa refrendada en forma responsable?
-No. No existe ninguna fuerza armada donde todas las órdenes se hacen por escrito, sería imposible mandar. El sistema que estaba montado para eliminar a los elementos subversivos era orgánico, tanto podía decir fusilamiento como otro tipo de eliminación.
-¿Nadie preguntó por qué no se firmaban órdenes de fusilamiento y se ejecutaban en forma pública por un pelotón?
-Sí, fue uno de los temas que se plantearon en aquella reunión con Mendía. No se daba a conocer qué pasaba con los detenidos para evitar la información y crear incertidumbre en el enemigo. El tiempo demostró que la razón era otra, porque muchos años después, en los juicios, nadie dijo lo que había pasado. Se puede aceptar no hablar, porque son secretos de guerra, durante un determinado período. Pero terminada la guerra ya esto es historia y pienso inclusive que le hace bien a la República que se sepa no sólo qué se hizo, sino que es obligatorio que se entreguen las listas de abatidos o muertos, por el sistema que sea, para que de una vez por todas se termine con esa situación insólita de desaparecidos. ¿Por qué no se le ha dicho la verdad a la ciudadanía, después de veinte años, si se actuó como Armada Argentina, si estábamos cumpliendo órdenes perfectamente dadas a través de la cadena de comando?
-La mafia de Sicilia también obedecía órdenes de Totó Riina. Cumplir órdenes no califica a una institución.
-Pero si usted está dentro de una organización armada, siempre recibe órdenes, cumple órdenes o da órdenes. En la Armada no hay compañeros, hay más y menos antiguos.
-Pero esas órdenes tienen que ser legales.
-No existen en la Armada órdenes que no sean legales. Ahora, si usted me pregunta qué pienso hoy, es otra cosa, pero en ese momento no tenía ninguna duda.
-¿Hoy qué piensa?
-Si hubieran sido órdenes legales nadie tendría vergüenza de decirle a todo el mundo qué pasó, cómo se luchó. Si usted me exige que defina si actuamos dentro o fuera de la ley, yo creo que actuamos como delincuentes comunes.
-En aquel momento, ¿nadie tuvo un instante de duda sobre la legitimidad de esas órdenes de arrojar detenidos al mar desde un avión en vuelo? La formación cristiana, la educación militar, ¿no entraban en contradicción con esto?
-Los pocos que se fueron de la Armada se opusieron evidentemente a esto. Casi todos pensábamos que éramos traidores, perdón, que eran traidores.
-¿Cuántos conoce que se hayan ido?
-[El capitán de fragata Jorge] Búsico y otro que no recuerdo el nombre. -¿Otros compañeros suyos también se sintieron perturbados?
-En el fondo todos se sentían perturbados.
-¿Pero hablaban entre ustedes?
-Era tabú.
-¿Ustedes iban, tiraban treinta personas vivas al mar, volvían y no hablaban entre ustedes del tema?
-No.
-¿Retomaban la rutina como si eso no hubiera existido?
-Sí. Todo el mundo lo quiere borrar. Yo no puedo. Si lo que yo digo es cierto, que se actuó dentro de las normas militares, cumpliendo órdenes y no hay duda de que todo estaba bien, ¿por qué se oculta? Pero usted me dice que actuábamos como banda.
-Actuaban como banda e hicieron cosas que van en contra de las leyes de la guerra, de las convenciones internacionales, de la moral cristiana, de la moral judía, de la moral musulmana.
-El fusilamiento es otra inmoralidad. ¿O está mejor? ¿Quién sufre más, el que sabe que lo van a fusilar o el que murió mediante este método?
-El derecho de saber que va a morir es de elemental respeto a la dignidad humana, aun en una situación límite.
-En eso estoy de acuerdo con usted. Si yo estuviese del otro lado preferiría saberlo. Tiene razón. En ese momento no lo pensé.
-¿No le parece que el hacerlo de esa manera es, aparte de todo, una enorme cobardía, evitar la mirada de la persona que se va a matar, llevarlos contentos, con engaños, para poder después volver y hacer de cuenta que no pasó nada, para no recordar ni un grito ni una mirada? -Planteado así, puede ser. Que no es un acto normal, hoy no tengo ninguna duda. Yo lo condeno, y no porque me quiera justificar. Creo que es injustificable. Pero también creo que es injustificable seguir ocultándolo. No creo que haya aberración mayor para un padre que tener un hijo desaparecido. Un hijo está vivo o está muerto, pero desaparecido no existe. Y eso es culpa de las Fuerzas Armadas.
-¿Y eso a nadie se le pasó por la cabeza en el momento en que lo hacían? -No.
-Entonces aparte de ser una banda de delincuentes, eran enfermos. Ahora lo dice con toda claridad. Una aberración culpa de las Fuerzas Armadas. -Esta aberración es responsabilidad de las Fuerzas Armadas y ahora también del gobierno, que debe exigirles que den a publicidad el listado de los muertos.


 

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