
EL CHE QUE CONOCÍ
Ulises Estrada Lescaille
Conocí al Comandante Ernesto Che Guevara a finales de 1961. Mis relaciones
con él estaban basadas en las tareas que entonces cumplía como segundo
jefe del Departamento (MOE), del Viceministerio Técnico del Interior (Inteligencia),
dirigido por el comandante Manuel Piñeiro Losada, conocido como "Barbarroja".
El Che era entonces ministro de Industrias, y en su despacho del ministerio
o en su residencia, una vez concluido el trabajo del día, a altas horas
de la noche o muy temprano en la mañana recibía a dirigentes y combatientes
revolucionarios de los Movimientos de Liberación Nacional y partidos políticos
de la izquierda latinoamericana, que venían a Cuba a intercambiar opiniones
sobre la situación en sus países de origen y la penetración de Estados
Unidos… Se interesaban en conocer, además, las experiencias cubanas en
la guerra de liberación y la lucha contra las agresiones norteamericanas,
y recabar nuestra ayuda material y política al combate que libraban para
alcanzar el poder político.
Con gran respeto a las opiniones de sus interlocutores, el Che les relataba
los principales acontecimientos históricos que habían servido de antecedentes
y el desarrollo de la guerra que condujo a la victoria del primero de
enero de 1959 en Cuba. Él mantenía sus posiciones de principio, aunque
ello fuera motivo de discrepancia.
Conversaban sobre la situación política, económica y social latinoamericana,
las condiciones objetivas y subjetivas para la lucha, cómo podían combinarse
estrategias de combate en cada país.
Aunque fui testigo de muchas de estas entrevistas y cumplí misiones en
el exterior encomendadas por él, nunca imaginé que un día estaría a su
lado, en el combate que libró en el año 1965 en el Congo Leopoldville
(hoy República Democrática del Congo), junto a los guerrilleros del Consejo
Supremo de la Revolución y contra la dictadura de Moisé Tshombe; ni que
luego lo acompañaría en un pequeño e importante espacio que definiría
el futuro de su vida revolucionaria.
El Che se había unido a Fidel en México en la expedición del yate Granma
e incorporado a la lucha armada en la Sierra Maestra como médico. El rigor
de la guerra y sus condiciones personales lo convirtieron desde el primer
combate en un guerrillero sagaz, valiente que ganaba en experiencia cada
día en el desarrollo táctico de la guerra de guerrillas. Ascendido a comandante
por los méritos acumulados, le correspondió, designado por el Comandante
en Jefe Fidel Castro, junto a Camilo Cienfuegos encabezar la invasión
del Ejército Rebelde desde el oriente al occidente del país. Su contribución
a la derrota definitiva del poderío militar de la dictadura de Fulgencio
Batista fue significativa, principalmente con las batallas libradas en
varias ciudades de la provincia central del país por ambos Comandantes
guerrilleros y la toma de Santa Clara, su capital.
Desde los primeros momentos del triunfo revolucionario, el Che dedicó
grandes esfuerzos a la formación político-ideológica de la juventud cubana,
en función de crear la semilla de un hombre nuevo, como él le llamaba,
despojado de reminiscencias nocivas, solidario, con amor y dedicación
a la patria, sin egoísmos, con honradez, modestia y un genuino sentimiento
internacionalista, martiano ante el dolor ajeno.
Como ministro, compartía sus responsabilidades con las de comandante del
Ejército Rebelde. A pesar de padecer una enfermedad que lo hostigaba permanentemente,
el asma, se crecía y redoblaba sus fuerzas físicas para promover el trabajo
voluntario, otro de los conceptos fundamentales que constituyó en empeño
de todos en el país.
Convencido de que la disciplina y la responsabilidad individual y colectiva
actuaban como mecanismos de estímulo en la conciencia del hombre, impulsó
la compulsión social como mecanismo generador de conciencia patriótica.
En el vestíbulo del Ministerio de Industrias, como en el de otros organismos,
figuraba un mural en el que aparecían los trabajadores destacados en la
emulación socialista, pero era algo exclusivo que en este ministerio aparecieran
también los ausentistas del mes, en un intento por movilizar a los más
rezagados a mejorar su actitud ante el trabajo.
Se propuso ser un ejemplo de las virtudes que preconizaba para el hombre
nuevo, el hombre del año 2000. El capitán Orlando Pantoja Tamayo "Olo",
jefe del Departamento MOE y su compañero de lucha de la columna invasora,
quien murió heroicamente en la guerrilla boliviana, lo definía como un
hombre exigente pero justo, incapaz de ordenar la ejecución de una tarea
que él mismo no estuviera en condiciones de cumplir, de exigir una conducta
de la que él mismo no fuese ejemplo.
Recuerdo que en una ocasión me preguntó: "¿Por qué ustedes no participan
en el trabajo voluntario? ¿Por qué no vas a cortar caña?" Esa era la imagen
que tenía no sólo de mí, sino también de los compañeros que nos dedicábamos
al trabajo clandestino. Traté de explicarle el tiempo y esfuerzo que debíamos
dedicar a las tareas que cumplíamos, y recuerdo como si fuese ahora mismo
que me dijo en forma muy convincente que el hombre no podía formarse como
un revolucionario verdadero si no era capaz de participar integralmente
en todas las tareas posibles de la revolución, no importa cuán importante
fuera el trabajo específico que estuviese realizando.
Sentí que debía responder a la invitación que me hizo, me informé cuándo
él iría alo trabajo voluntario y me presenté en su casa el día señalado,
antes de salir el Sol. Al verme me preguntó qué hacía tan temprano allí.
"Vine para ir con usted una semana a la caña, comandante", le dije con
un poco de orgullo. "Has dado el primer paso, ya estás listo para participar
en la zafra, y eso es lo importante.
No vendrás conmigo, decide ahora tú cuándo participarás voluntariamente",
respondió. Esa fue una de las más grandes lecciones que recibí de él en
mi vida revolucionaria.
La vocación internacionalista era una de las cualidades inseparables de
su personalidad. Estaba decidido a no descansar ni un minuto en el apoyo
a la lucha de liberación nacional, y aún más, no escatimar esfuerzo alguno
para buscar la posibilidad cierta de ir a combatir a la Argentina, aunque
fuera a morir con un piecesito dentro de sus fronteras, como me dijo durante
nuestra estancia en Praga.
Con ese objetivo, en 1963 organizamos la Operación Sombra (nombre tomado
del personaje de la literatura Don Segundo Sombra), comandada por el periodista
argentino Jorge Ricardo Massetti, el comandante Segundo, y un pequeño
grupo de sus compatriotas, entre ellos, Federico Méndez, el pintor Ciro
Bustos, quien posteriormente tuvo una actitud nada encomiable en la guerrilla
en Bolivia, y el médico Leonardo Werthein, entre otros que se encontraban
en Cuba Me tocó la responsabilidad de hablar individualmente con cada
uno de los argentinos propuestos por Masetti dentro de la colonia de residentes
sobre su disposición a participar en una misión revolucionaria en América
Latina. A los que aceptaban Masetti los entrevistaba y enrolaba en la
Operación.
El Che prestó una atención muy especial a la preparación de este grupo,
cuyo objetivo central era asentar en territorio argentino una columna
guerrillera, a la cual él se incorporaría en su fase de desarrollo.
Para la creación de una red de apoyo logístico en Bolivia, fue designado
Abelardo Colomé Ibarra "Furry", hoy general de Cuerpo de Ejército, Héroe
de la República de Cuba y Ministro del Interior, a quien recibí en La
Paz apoyado por una célula del Partido Comunista de ese país integrada
por Inti Peredo y Rodolfo Saldaña. Al ser expulsado del país por los órganos
de seguridad bolivianos, me sustituyó en apoyo de Furri, el compañero
Juan Carretero, "Ariel", quien junto con Olo Pantoja se trasladó a Brasil
a ajustar los detalles para el ingreso del grupo guerrillero a Bolivia.
José María Martínez Tamayo "Papi", muerto en combate en la guerrilla boliviana,
se trasladó a Bolivia por orientaciones del Che a apoyar a Furry en el
recibimiento de Massetti y su grupo procedentes de Brasil y su posterior
ingreso a la Argentina, procedentes de Brasil, para lo cual compraron
una finca en una zona fronteriza y trasladaron a la misma toda la logística
que ya habíamos introducido en Bolivia.
El Che incorporó al comando guerrillero al capitán Hermes Peña (muerto
en combate con el ejército argentino) y el primer teniente Alberto Castellanos
(quien cayó prisionero y cumplió cuatro años de cárcel en Argentina sin
que llegara a conocerse su identidad como cubano). Ambos oficiales con
el Che en Cuba, y por su experiencia y habían combatido con el Che en
Cuba y figuraban entre sus cercanos colaboradores, razón por la cual les
dio la tarea de asesorar a Massetti en el desarrollo táctico de la guerra
que iniciarían.
Los integrantes de este grupo insurgente recibieron una intensiva preparación
militar, estudiaron la problemática económica y social del pueblo argentino;
los puntos débiles de la dictadura militar y la política a seguir en el
contacto con la población para obtener su colaboración y, en los casos
posibles, lograr su incorporación al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP),
nombre de este movimiento guerrillero.
Una vez ingresada la guerrilla en Bolivia, el Che había seleccionado a
la argentina-alemana Tamara Bunke Bider, para que se estudiaran sus condiciones
políticas y capacidad para asentarla en Bolivia con una personalidad falsa,
y desde ahí, servir de punto de apoyo urbano a los planes que él estaba
preparando para el cono sur latinoamericano.
Una vez concluido el proceso investigativo, el Comandante Manuel Piñeiro
informó al Che de las posibilidades reales de Tamara que a partir de ese
momento se le nombró Tania y preparó con una fachada de etnóloga que le
permitiría viajar por el país, estudiar las formas y el rigor de la explotación
del minero, el campesino y el obrero boliviano; las condiciones geográficas
de las zonas; la situación del gobierno, las Fuerzas Armadas y la burguesía
gobernante, a quienes debía vincularse lo más estrechamente posible.
En el Ministerio de Industrias, el Che le explicó a Tania la misión, reiterándole
la necesidad de mantener a toda costa las comunicaciones impersonales
con Cuba y esperar por un contacto que se le enviaría oportunamente para
ampliarle y clarificarle las tareas que debía cumplir. Allí estaban también
el comandante Piñeiro y Papi, quien la contactó años después para su incorporación
como apoyo clandestino a la guerrilla en Bolivia. En esta entrevista se
me encomendó la responsabilidad de dirigir la preparación técnico-operativa
de Tania.
Además, el Che prestó gran atención a los preparativos de la guerrilla
de Héctor Béjar que operaría en Perú (Operación Matraca) y de la comandada
por el doctor Luis de la Puente Uceda, en el mismo país. Su idea era tratar
de extender la lucha armada en América Latina y desde Argentina organizar
una guerrilla madre en la cual participaran combatientes de otros países
del sur de América, que una vez forjados en la lucha llevaran la guerra
liberadora a sus propios países.
La guerrilla de Massetti fue sorprendida por el ejército en una emboscada
y tuvo que dispersarse.
Algunos de sus combatientes murieron en este encuentro, unos fueron detenidos
y otros, como el propio comandante Segundo, se internaron en las montañas
sin que nunca pudiéramos conocer su destino verdadero. Nunca vi al Che
tan abatido. A Massetti lo unían fuertes lazos personales y políticos;
Hermes y Alberto eran parte de su familia guerrillera. El significado
político de este revés, el factor humano, la incertidumbre sobre la situación
real por la que atravesaban aquellos hombres, lo llevaron a hacer sus
mayores esfuerzos por clarificar los hechos y agotar al máximo todas las
posibilidades de ayuda a los sobrevivientes, en caso de que existieran.
En este empeño recibió la cooperación de algunos revolucionarios argentinos,
principalmente del matrimonio peronista William y Alicia Cooke, comprometidos
en la lucha contra la dictadura de su país e identificados con el pensamiento
del Che.
Las guerrillas de Béjar y Luis de la Puente fueron derrotadas, con una
repercusión nada favorable para la lucha revolucionaria peruana.
Tania cumplió cabalmente las tareas que se le asignaron y encontró la
muerte siendo aún tan joven, como ella soñaba, de cara al Sol, luchando
por la libertad latinoamericana, fiel a los ideales revolucionarios.
En 1965, luego de un largo recorrido por países africanos, identificado
con las ideas de ese gran hombre que fue Patricio Lumumba, el Che recibe
la encomienda de marchar al frente de un centenar de asesores militares
cubanos que apoyarían al pueblo congolés, cuya vanguardia la integraba
el Consejo Supremo de la Revolución dirigido por Gastón Soumialiot y Laurent
Kabila, en su lucha contra la dictadura de Moisés Tshombe, principal responsable
del asesinato de Lumumba.
Al salir de Cuba, el Che había dejado a Fidel, a quien consideraba su
guía revolucionario y amigo, la carta de despedida ante el llamado de
"otras tierras del mundo". La campaña internacional cargada de infamias
y especulaciones, y la preocupación y dudas de algunos amigos fuera de
nuestras fronteras sobre la supuesta "desaparición" del Che, hicieron
que Fidel diera a conocer esa carta, a la vez que enviaba al comandante
José Ramón Machado Ventura, entonces ministro de Salud Pública, a explicarle
al Che la situación existente y la creación del Partido Comunista de Cuba
y su Comité Central, del cual, por razones obvias, no formaba parte.
En su recorrido por África, profundizó en sus conocimientos sobre la lucha
de liberación nacional que desarrollaban los movimientos anticolonialistas
africanos y a muchos de estos les ofreció la ayuda solidaria de Cuba.
Esa fue la razón por la que viajé en el barco Uvero a varios países africanos
entregando alimentos, ropa, medicamentos y armas a diferentes movimientos
revolucionarios, entre ellos el Partido Africano para la Independencia
de Guinea Bissau y Cabo Verde, dirigido por Amílcar Cabral, otro de los
grandes de África.
El periplo concluyó en Dar Es Salaam, República de Tanzania. Allí llevamos
la ayuda destinada al Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), al
Consejo Supremo de la Revolución (CSR) y suministros para el grupo de
asesores militares cubanos en el Congo.
Coincidiendo con el comandante Machado Ventura, entonces ministro de Salud
Pública, quien llevaba un mensaje de Fidel para el Che, ingreso al Congo
con la misión de hablar con el Comandante Guevara y conocer la situación
existente.
En el recorrido por las zonas de operaciones guerrilleras, fui testigo
de la miseria en la que vivían los campesinos congoleses, el arraigado
tribalismo que convivía con los sistemas patriarcal y feudal, y las creencias
oscurantistas. Todos estos fenómenos atentaban contra el desarrollo organizado
e integral de la lucha armada, lo que obligó a Che a tomar la decisión
de que los internacionalistas cubanos dejaran de ser asesores militares
y se convirtieran en combatientes en vez de asesores, como se había acordado
con los congoleses, ante la necesidad de combatir contra los mercenarios
blancos y el ejército de la tiranía congolesa, como forma directa de entrenar
a los guerrilleros en el combate, quienes se encontraban influidos negativamente
por una serie de mitos religiosos
Aunque los militares cubanos, sujetos a una ideología revolucionaria internacionalista,
estaban dispuestos a cumplir esta difícil misión, a riesgo de sus vidas
si era necesario, como algunos lo hicieron, muchos no comprendían por
qué se mantenían combatiendo allí, y me decían que solo por Fidel y el
Che estaban dispuestos a continuar.
Al hablar con el Che comprendí sus esfuerzos para que los combatientes
cubanos tomaran conciencia de la importancia de la acción internacionalista
que estaban llevando a cabo, a pesar de las grandes diferencias que existían
con respecto a la conducta e idiosincrasia congolesa. Che era alumno y
a la vez maestro. Aprendió el principal dialecto del país, el swahili
con el joven combatiente Freddy Ilunga, hoy médico en Cuba, con quien
se comunicaba en francés, y de esta forma podía comunicarse con la tropa
y sus jefes, hablarles de política, de lo que era el mundo que no conocían.
Intimaba con los mugangas (jefes religiosos y curanderos) que tenían una
gran influencia sobre los combatientes congoleses, hasta el punto de determinar
si iban o no al combate mediante supersticiones fetichistas.
Al salir del Congo, me dirijo a Brazzaville a fin de hacer un canje y
obtener dinero congolés, encargo que me había dado el Che. Allí le explico
los pormenores de Leopoldville al embajador Jorge Serguera, primeramente,
y luego al capitán Jorge Risquet y al comandante Rolando Quindelán, jefes
político y militar respectivamente, de la columna de instructores militares
cubanos encargados de entrenar y organizar las guerrillas angolanas que
combatían en la zona de Cabinda, y las milicias del Congo Brazzaville
para defender al gobierno del presidente Massamba Debat, si era invadido
el país por las fuerzas militares de Tshombe. Asimismo, preparamos a los
guerrilleros de la Unión de los Pueblos de Camerún (UPC) y la entrada
al Congo Leopoldville desde Brazzaville de Mukuidi, uno de los jefes guerrilleros
congoleses que fue asesinado posteriormente por orden de Mobuto.
Derrocado Tshombe a finales de 1965, a solicitud de La Organización de
Unidad Africana (OUA) al gobierno de Tanzania, que nos había brindado
todo su apoyo para el tránsito de nuestros hombres y medios por ese país,
la misión cubana concluye en el Congo. Los combatientes regresaron a Cuba
en aviones que nos facilitó la entonces Unión Soviética, desde Dar Es
Salam a Moscú y luego a La Habana.
El Che permanece en Tanzania, durante algunos meses en las más estrictas
condiciones de clandestinidad. Su contacto con Fidel desde allá es permanente.
Che consideraba que no debía regresar a Cuba luego de haberse hecho pública
su carta de despedida, y ante la solicitud reiterada de Fidel, se decide
su viaje a Praga, para una estancia temporal hasta definir su futuro accionar.
Nuevamente viajo a Dar Es Salaam desde La Habana, acompañado por el doctor
Luis García Gutiérrez, "Fisín", estomatólogo del Ministerio del Interior
y encargado del enmascaramiento del Che para que no pudiera ser reconocido
en su traslado a Praga. A comienzos de 1966, una vez aprobado por Fidel
el enmascaramiento previsto para el Che, regreso a Dar Es Salaam con la
misión de trasladarlo a Praga con la obligación de garantizar a toda costa
su integridad física.
Colman Ferrer, diplomático cubano en Tanzania y colaborador de la Inteligencia,
quien trabajó durante esos meses con el Che mecanografiándole su diario
de campaña en el Congo, que comenzaba y enmendaba una y otra vez, es el
encargado de preparar con el mayor secreto el viaje a Praga y resolver
todos los trámites en el aeropuerto de Tanzania, para garantizar que el
Che permaneciera en el lugar el menor tiempo posible.
Fui designado por el Che jefe del grupo, que lo integrábamos solo nosotros
dos, a partir de su creencia de que yo tenía más experiencia en el trabajo
clandestino. Sin embargo, un pequeño error durante la espera del vuelo
en un punto intermedio, hizo que me destituyera, asumiendo él personalmente
el mando. Al tomar el avión me devolvió la recién otorgada jerarquía,
encomendándome tomar las medidas necesarias para que no descubrieran su
presencia en la escala en Belgrado, convencido de que podrían informárselo
a la CIA.
En Praga nos atendió el compañero José Luis Ojalbo, nuestro contacto con
los órganos de seguridad checa, quien nos alojó en un pequeño apartamento
situado en una azotea que le habían entregado los checos para el tránsito
de los revolucionarios que clandestinamente viajaban a y desde Cuba. El
apartamento constaba de un cuarto con dos camas, una mesita, una cocinita
y un pequeño baño. Era utilizado con compañeros de menores responsabilidades
políticas, por lo que los checos no podían sospechar que allí se encontraba
el Che.
Yo me encargué los primeros dos días de la limpieza, de hacer el café,
preparar el agua caliente para la yerba mate que él tomaba, y de cocinar
los alimentos ligeros. Esto lo disgustó y me reclamó que el trabajo debíamos
distribuirlo entre los dos, y muy a pesar mío, nos turnábamos en la ejecución
de estas tareas domésticas.
De vez en cuando, en horas de la noche, salíamos con José Luis a algún
restaurante, o dábamos un paseo en auto por la ciudad.
Che me prohibió decirle comandante y me pidió que lo llamara solamente
por el nombre de su pasaporte "Ramón", pues los checos sabían que esa
era una casa que utilizaba la Inteligencia cubana, y podían tener colocados
micrófonos ocultos, y de enterarse quién era él, podría llegar la información
a la CIA.
Me costó mucho trabajo decirle Ramón y tratarlo de tú, de igual a igual,
pero al fin tuve que adaptarme para evitar más discusiones con él y entender
que debíamos tomar todas las medidas de seguridad posibles.
En el tiempo en Praga fui testigo del intercambio de mensajes entre el
Che y Fidel, que llegaban por vía secreta o a través de Papi, que servía
de enlace. No sé exactamente cuándo se llegó al acuerdo de que el Che
iría a Bolivia, pero participé en sus conversaciones con Papi, bien cuando
iba o venía de La Paz o de La Habana.
El Che debía viajar primero a Cuba, pero esa era una decisión muy difícil
para él porque ya se había despedido públicamente de Fidel y del pueblo
cubano.
Pasaba el tiempo jugando ajedrez, o bien él leía, siempre con un tabaco
entre sus labios. Yo jugué ajedrez solo una vez con él y noté me dejó
ganar para entusiasmarme a aprender, pero no me convenció. Me gustaba
escuchar música de los únicos dos discos que teníamos: uno de Miriam Makeba,
que le gustaba mucho, y otro de Los Beatles, que al principio le disgustaba,
pero luego de oírlo varias veces llegó a gustarle tanto que me pedía se
lo pusiera.
Hablábamos de tantas y tantas cosas que no tendría espacio para mencionarlas.
La guerra en la Sierra Maestra, el papel de Fidel, que fue quien le enseñó
las ideas socialistas, la victoria, la etapa del sectarismo, las perspectivas
del Ejército Rebelde…
La discriminación racial y la autodiscriminación de muchos negros en Cuba;
la necesidad del desarrollo industrial como forma única de consolidar
la Revolución. "Mientras los refrescos que hacemos sepan a jarabe medicinal,
no habrá Revolución o las cabecitas de los fósforos se peguen en los dedos
al rallarlos, no podremos construir el socialismo" me decía.
El antimperialismo era una divisa inseparable en todo el accionar de su
vida. En una ocasión pedí me compraran cigarrillos y José Luis me trajo
unos norteamericanos. Mientras fumaba, el Che me observaba constantemente
hasta que me preguntó por los cigarrillos, al mencionarle la procedencia
me dijo en un tono jocoso: "¿No podías fumar unos cigarros menos imperialistas?"
Los cambié por cigarrillos ingleses y entonces me dijo: "Bueno, esos al
menos son menos imperialistas."
Las salidas nocturnas quizás cambiaron las perspectivas de mi vida revolucionaria.
En los restaurantes en las afueras de la ciudad a los que acudíamos esporádicamente,
las camareras se fijaban mucho en mí, les llamaba la atención lo negro
de mi piel y el abundante pelo que adornaba mi cabeza, que me tocaban
una y otra vez.
Un día el Che habló conmigo y me dijo que ahora el negro era más importante
que el blanco, que a él ni lo miraban, pero que por llamar yo tanto la
atención podían descubrirlo. Entonces me orientó pedir otro compañero
a Piñeiro que fuera blanco, cosa que comprendí, para que lo acompañara
en Praga: entonces llegó Juan Carretero, "Ariel", a reemplazarme, y luego
Pachungo, Pombo y otros de su tropa.
Cuando ya Papi viajaba a Bolivia a iniciar los preparativos de la guerrilla,
yo regresé a La Habana. Por mucho que insistí, el Che no me aceptó como
voluntario en esa aventura revolucionaria.
Ramón trató de convencerme que yo le era más útil a Piñeiro con mi experiencia
conspirativa, que a él con mi poco conocimiento de la vida guerrillera.
A pesar de mis esfuerzos para persuadirlo, su decisión prevaleció y no
pude contribuir a escribir esa parte tan importante de la historia de
América.
Filosofía de la asamblea
popular
José Pablo Feinmann
Uno de los sentidos más fascinantes y sin duda actuales del concepto
"asamblea" es el que se deriva del ejercicio de la democracia directa.
Ante el deficiente funcionamiento de las estructuras representativas de
la democracia (representación legislativa, judicial, ejecutiva, parlamentaria),
el pueblo se nuclea en tanto asamblea y desde este nucleamiento ejerce
la democracia sin mediaciones. De esta forma, el pueblo (que, en verdad,
se constituye en tanto "pueblo" a partir de la asamblea) denuncia que
la "política representativa" ha devenido "oligarquía política", traicionando
el mandato democrático que se le había confiado. El pasaje que la clase
política realiza de la 'representación' a su sustantivación oligárquica
ocurre cuando deja de representar al pueblo y se consagra a representarse
a sí misma y a sus grupos financieros. (El grave riesgo de la política
institucional en el capitalismo es que necesita financiarse - sobre todo
para las 'campañas electorales- y ese financiamiento lo obtiene de las
empresas, las cuales, al otorgarlo, condicionan tanto a los políticos
que logran someterlos a sus intereses. Podríamos decir: "Dime quién o
quiénes financiaron tu campaña y sabremos para quién o quiénes gobernarás".)
Una vez que los "representados" advierten que no son "representados" sino
que aquéllos a quienes han elegido para "representarlos" representan a
otros, pueden hacer dos cosas: 1) Nada, o lo mismo que nada: mirar televisión
y ser cómplices pasivos de la fiesta entre la "oligarquía política" y
el poder económico y recibir las migajas de ese banquete en tanto observan
cómo "los demás", los "pobres", se deslizan a la "extrema pobreza" y creen
que "eso" a ellos jamás les pasará. 2) Constituir asambleas de ejercicio
directo de la democracia. No es otra cosa lo que está ocurriendo en nuestro
país. Nada, pues, más legítimo que la 'asamblea' para responder a una
situación de irrepresentatividad. La política deviene "oligarquía política"
cuando se privatiza, cuando se torna un cuerpo cerrado en sí mismo, no
permeable a las bases sociales que le dieron mandato. Ocurre que los partidos
políticos llegan al poder por medio de costosísimas campañas políticas,
las cuales son financiadas por grandes empresas que no tienen los mismos
intereses que los votantes que esos partidos prometen representar. De
este modo, los partidos, durante sus campañas, prometen a los votantes
lo que los votantes desean, pero saben que harán lo que sus financistas
les digan: porque los votantes votan una sola vez y los financistas ponen
dinero todos los días. La mejor defensa de los votantes, la herramienta
que les permitirá "seguir votando", es la "asamblea", pues en ella serán
ellos los que se representarán a sí mismos, y ellos no están financiados
por nadie. O sí: por ellos mismos, de aquí que serán "sus" intereses los
únicos que habrán de defender. La "asamblea", entonces, es el ámbito de
unión de los "irrepresentados", de los "no financiados", o de los "autofinanciado,
de los que saben que la "democracia representativa" ha devenido "oligarquía
político-financiera" y, por tal motivo, no pueden confiar en ella, no
pueden ya "delegar" la democracia sino ejercerla directamente. Este "ejercicio
directo" de la democracia es la asamblea. Acudir a la asamblea es acudir
en busca de "otros", que son "otros" porque son subjetividades libres,
pero -a la vez forman un "nosotros" en la "asamblea", que es, así, un
espacio de intersubjetividades libres, y la "intersubjetividad" es la
forma práctica, actuante, potente de la subjetividad. Nunca estamos solos
en la "asamblea"; somos "yo", pero somos "los otros" y con los otros somos
'todos'. Somos una totalidad: la asamblea nos totaliza. A partir de los
'80, en textos y cursos, Michel Foucault buscó "nuevas formas de subjetividad",
que habrían de surgir de fórmulas vinculantes ajenas al circuito de la
representación político-institucional: "La amistad o la solidaridad son
esos vínculos que se sustraen a las mediaciones jurídicas, a la ley, la
regla o la institución. De modo que es gracias a estas relaciones que
una multiplicidad cualquiera, inclasificable o irrepresentable, resulta
posible" (Dardo Scavino, La filosofía actual, Paidós, pág. 201). Surge
de aquí la posibilidad de una ética, que radicaría en la "práctica" de
esas relaciones cuyo marco escapa a lo jurídico, a lo institucional. El
espacio totalizador de la "asamblea" es el espacio en el que una "ética"
puede constituirse. ¿O no es la asamblea el lugar de la amistad y la solidaridad?
Primero somos "amigos" constituidos en exterioridad (la agresión de un
Poder que ha dejado de representarnos es la que nos convoca) y luego somos
"amigos" en el interior de una praxis política autoconvocante. También,
digámoslo, de una "rebelión". Ir a la "asamblea" es ejercer un movimiento
inicial de negación: hemos dejado de ser "representados", hemos salido
del "hogar" -donde un desocupado es un humillado y un ocupado un televidente
pasivo y algo bobo- y ocupamos, junto a otros, un espacio en el que ya
no somos lo que éramos, en el que negamos lo que habían hecho de nosotros.
Un desocupado, en la asamblea o en el piquete, ya no es un humillado,
recuperó una identidad y hasta una ocupación, ya que ahora tiene la ocupación
de representarse a sí mismo, de representar a los irrepresentados, de
formar parte de una totalidad que lo "emplea", lo "contrata". Hay un texto
de Foucault en el que se postula que la filosofía es rechazar lo que somos
y buscar lo que podríamos llegar a ser. Hay un texto -anterior por cierto
al de Foucault- de Sartre, un texto del célebre Prólogo al libro de Fanon,
en el que se afirma: "No nos convertimos en lo que somos sino mediante
la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros". Los dos,
hoy, nos sirven. Los dos le dicen al poder de la no-representación: "Ya
no somos lo que éramos, somos la negación de aquellos ciudadanos pasivos
que los aceptaban resignadamente, eso que éramos era lo que ustedes habían
hecho de nosotros, esto que hoy, en esta asamblea somos, es lo que nosotros
hemos hecho de nosotros mismos, y este nuevo ser niega lo que éramos y,
en esa negación, los niega a ustedes". De aquí una de las lecturas posibles
del "que se vayan, todos" del asambleísmo. No es la postulación de la
anarquía, es la asunción por la asamblea y en la asamblea de una creatividad
política sin políticos. El "asambleísmo" es policlasista; la asamblea
no es "obrera" ni es un "consorcio ampliado" de argentimedios. El lunes
28 de enero, los piqueteros fueron recibidos -en su manifestación hacia
la Capital- por los comerciantes que antes les temían, ya que "esos negros
van a romper todo". Ahora les dieron comida, café con leche, mate cocido.
Comerciantes que -al fin- entienden que el sistema que los obliga a echar
a un empleado es el mismo que más tarde los dejará a ellos en la calle,
fundidos. Así, podríamos decir -manejándonos con términos del lenguaje
político argentino- que en la asamblea "la gente" se vuelve 'pueblo',
ya que forma parte de una totalidad. Prefiero seguir usando estos términos
y no introducir el de "multitud" de los italianos Negri y Virno, ya que
sería confusional para nosotros. Nuestras asambleas se definen como "populares",
no como "multitudinarias". Sí podemos decir -con Toni Negri- que en la
"asamblea" está la "potencia", y que la "potencia" es constituyente. Negri
toma el concepto spinociano de "potencia", porque ella define al ser por
la acción. Si "ser es actuar", el que va a la 'asamblea' va en busca del
ser porque va en busca de la acción. Se define como sujeto libre por medio
de su praxis libre. Y hay en esto (aunque Negri y Virno, demasiado spinozistas,
corren el riesgo de no poder asimilarlo) un movimiento dialéctico: si
para ser lo que ahora soy tuve que negar lo que era... eso se llama dialéctica.
La filosofía puede abrirse a cuantos filósofos desee y hasta incluirlos
en un nuevo encuadre. La Argentina de hoy lo es. Somos la cara del fracaso:
el de nuestras clases políticas sometidas al poder económico por medio
de las recetas del Fondo. Y somos la cara del horizonte, de la posibilidad:
un gesto airado, nuevo, ruidoso, en la lucha contra la globalización del
capital financiero.

UN TEXTO DE 1977, OTRO DE 1995
De Ancla a la confesión
Los asesinatos de Rodolfo Walsh, Eduardo Suárez y Patricia Villa, el secuestro
de Lila Pastoriza, el exilio de Carlos Aznares y Lucila Pagliai desmantelaron
la Agencia de Noticias Clandestina. Del grupo de periodistas reunidos
por Walsh para quebrar el bloqueo informativo de la dictadura sólo quedaron
su compañera, Lilia Ferreyra, y Horacio Verbitsky. La publicación de ANCLA
se reanudó el 10 de agosto de 1977, con el despacho que se reproduce en
esta página. Dieciocho años después, el 3 de marzo de 1995, Verbitsky
publicó en este diario la primera confesión de uno de los perpetradores
de la guerra sucia militar contra la sociedad argentina, el marino Adolfo
Scilingo, quien narró cómo quitó la vida a 30 prisioneros indefensos.
A continuación, ambos textos.
El capitán Scilingo recibe en la Casa Rosada al ex secretario de Estado
de Estados Unidos, Alexander Haig.
Por Horacio Verbitsky
El capitán de Corbeta Adolfo Francisco Scilingo, ex jefe de automotores
de la Escuela de Mecánica de la Armada y compañero de promoción del capitán
de fragata Juan Carlos Rolón, denunció ante la Justicia por encubrimiento
al jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Enrique Molina Pico. En
una carta-documento, Scilingo había exigido que Molina Pico "informara
a la ciudadanía y en especial a los señores senadores, cuáles fueron los
métodos que la Superioridad ordenó emplear para detener, interrogar y
eliminar al enemigo durante la guerra contra la subversión y, en caso
de existir, el listado de los mal llamados desaparecidos." Ante la falta
de respuesta formuló la denuncia criminal, la primera que un oficial de
las Fuerzas Armadas presenta contra un superior a raíz de la guerra sucia.
La causa está llamada a producir una profunda conmoción en la Armada,
que aún no ha superado el impacto de las declaraciones ante el Senado
de los capitanes de fragata Rolón y Antonio Pernías.
En octubre del año pasado, Rolón reveló al Senado que todos los oficiales
de la Armada habían intervenido en las operaciones clandestinas. El capitán
de fragata Antonio Pernías dijo a los senadores que los tormentos a los
prisioneros eran la herramienta del trabajo de inteligencia. Pero hasta
ahora ningún protagonista había revelado qué pasaba con las víctimas luego
de los interrogatorios. Según Scilingo, entre 1500 y 2000 detenidos en
la Escuela de Mecánica de la Armada fueron arrojados con vida al Océano
Atlántico desde aviones de la Marina de Guerra y la Prefectura Naval durante
los años 1976 y 1977, por órdenes impartidas orgánicamente a través de
la cadena de comando de la Armada. Los organismos de derechos humanos
calcularon entre 4000 y 5000. Scilingo nunca fue mencionado por sobrevivientes
ni llevado a juicio. Antes de la denuncia criminal contra Molina Pico,
había escrito cartas al ex dictador Jorge Videla, al ex jefe de Estado
Mayor de la Armada, almirante Jorge Ferrer y al presidente Carlos Menem,
solicitándoles que se informara al país sobre el tema. Ninguno le contestó.
En la carta a Ferrer, Scilingo decía que en la Escuela de Mecánica de
la Armada "me ordenaron actuar al margen de la ley y me transformaron
en delincuente".
Una muerte cristiana
Scilingo sostiene que como toda la Armada participó en esos operativos,
el Senado no debería impedir los ascensos de Rolón, Pernías y Alfredo
Astiz. Añade que otros oficiales que hicieron lo mismo fueron ascendidos,
entre ellos quien le impartió a él las órdenes. Pero no reivindica aquellos
asesinatos, por los que se siente culpable. Tampoco se considera un arrepentido
sino alguien cuya perspectiva de los hechos cambió a raíz de la actitud
vergonzante de sus superiores. En uno de los vuelos perdió pie frente
a la portezuela abierta y estuvo a punto de caer al vacío. Ese episodio
lo perturba en sueños, pero los análisis practicados en el Hospital Naval
indican que no padece ningún trastorno psiquiátrico. Aunque está retirado,
sigue razonando en términos institucionales, como un hombre de la Armada.
En la vida civil fue procesado por estafa, cuando una persona que él había
presentado a una distribuidora de películas pagó siete videocasetes con
un cheque de una cuenta cerrada, por menos de cien pesos. Scilingo canceló
la deuda y apeló la decisión judicial. En otra causa se lo investiga por
haber adquirido un auto robado, según él de buena fe. El temor de que
la Armada divulgara esos episodios para desacreditarlo demoró su decisión
de reclamar la verdad sobre los desaparecidos. "Pero entre una cosa y
otra, me siento mejor hablando."
Según su relato, la eliminación de los prisioneros mediante un método
no contemplado en los reglamentos militares respondió a una decisión orgánica,
que fue comunicada a todos los oficiales con destino en el área naval
Puerto Belgrano luego del golpe de 1976 por el Comandante de Operaciones
Navales, vicealmirante Luis María Mendía, y en forma rotativa participaron
todos los oficiales de la Armada. "Mendía dijo en el cine de la base que
los subversivos que fuesen condenados a muerte o que se decidiese eliminarlos
iban a volar, y así como hay personas que tienen problemas, algunos no
iban a llegar a destino. Y dijo que se había consultado con las autoridades
eclesiásticas para buscar que fuese una forma cristiana y poco violenta",
explicó Scilingo al autor de esta nota. Al regresar de los vuelos, los
capellanes confortaban a los oficiales con citas de los Evangelios sobre
la necesaria separación del yuyo del trigal, agregó. El participó en dos
de esos vuelos por orden del jefe de defensa de la ESMA, capitán de fragata
Adolfo Mario Arduino, quien luego ascendió a vicealmirante y fue Comandante
de Operaciones Navales.
-En las conversaciones entre ustedes, ¿cómo se referían a eso?
-Se le llamaba un vuelo. Era normal, aunque en este momento parezca una
aberración. Así como Pernías o Rolón dijeron a los senadores que el tema
de la tortura para sacar información al enemigo era lo que se había adoptado
en forma regular, esto también. Cuando recibí la orden fui al sótano,
donde estaban los que iban a volar. Abajo no quedaba nadie. Ahí se les
informó que iban a ser trasladados al sur y que por ese motivo se les
iba a poner una vacuna. Se les aplicó una vacuna quiero decir una dosis
para atontarlos, sedante. Así se los adormecía.
-¿Quién la aplicaba?
-Un médico naval. Después se los subió a un camión verde de la Armada
con toldo de lona. Fuimos a Aeroparque, entramos por la parte de atrás.
Se cargaron como zombies a los subversivos y se embarcaron en el avión.
-¿Usted sigue pensando en ellos con esa palabra o la usa ahora porque
estamos grabando?
-Yo le estoy describiendo el hecho como era en ese momento.
-Por eso le cambio el tiempo. ¿Ahora sigue pensando en subversivos? -No.
-¿Cómo lo diría con sus palabras de hoy?
-Cuando yo hice todo lo que hice estaba convencido de que eran subversivos.
En este momento no puedo decir que eran subversivos. Eran seres humanos.
Estábamos tan convencidos que nadie cuestionaba, no había opción, como
dijo Rolón en el Senado. Que el país estaba en una situación caótica,
sí. Pero hoy le digo que de otra forma se podría haber solucionado sin
problema. Lo pienso hoy y no había ninguna necesidad de matarlos. Se los
podría haber escondido en cualquier lugar del país.
-¿Quiénes participaron?
-La mayoría de los oficiales de la Armada hizo un vuelo, era para rotar
gente, una especie de comunión.
-¿En qué consistía esa comunión?
-Era algo que había que hacerlo. No sé lo que vivirán los verdugos cuando
tienen que matar, bajar las cuchillas o en las sillas eléctricas. A nadie
le gustaba hacerlo, no era algo agradable. Pero se hacía y se entendía
que era la mejor forma, no se discutía. Era algo supremo que se hacía
por el país. Un acto supremo. Cuando se recibía la orden no se hablaba
más del tema. Se cumplía en forma automática. Venían rotando de todo el
país. Alguno puede haberse salvado, pero en forma anecdótica. Si hubiera
sido un grupito, pero no es cierto, fue toda la Armada.
-¿Cuál era la reacción de los detenidos cuando les decían de la vacuna
y del traslado?
-Estaban contentos.
-¿No sospechaban de qué se trataba?
-Para nada. Nadie tenía conciencia de que iba a morir. Una vez que decolaba
el avión, el médico que iba a bordo les aplicaba una segunda dosis, un
calmante poderosísimo. Quedaban dormidos totalmente. -Cuando los prisioneros
se dormían, ¿qué hacían ustedes?
-Esto es muy morboso.
-Morboso es lo que hicieron ustedes.
-Hay cuatro cosas que me tienen mal. Los dos vuelos que hice, la persona
que vi torturar y el recuerdo del ruido de las cadenas y los grillos.
Los vi apenas un par de veces, pero no puedo olvidar ese ruido. No quiero
hablar de eso. Déjeme ir.
-Esto no es la ESMA. Usted está aquí por su voluntad y se puede ir cuando
quiera.
-Sí, ya sé. No quise decir eso. Hay detalles que son importantes pero
me cuesta contarlos. Lo pienso y me rayo. Se los desvestía desmayados
y, cuando el comandante del avión daba la orden en función de donde estaba
el avión, mar afuera de Punta Indio, se abría la portezuela y se los arrojaba
desnudos uno por uno. Esa es la historia. Macabra historia, real, y que
nadie puede desmentir. Se hacía desde aviones Skyvan de Prefectura y en
aviones Electra de la Armada. Yo, que estaba bastante nervioso por la
situación que se estaba viviendo casi me caigo y me voy por el vacío.
Patiné y me agarraron.
-¿Cómo llevaban a las personas dormidas hasta la puerta?
-Entre dos. Los levantábamos hasta la puerta.
-¿Qué cantidad de personas calcula que fueron asesinadas de ese modo?
-De 15 a 20 por miércoles.
-¿Durante cuánto tiempo?
-Dos años.
-Dos años, cien miércoles, de 1500 a 2000 personas.
-Sí.
-Usted mencionó dos vuelos en el mismo mes.
-Sí, en junio o julio de 1977. El segundo vuelo fue un día sábado. Siguiendo
la teoría de ese entonces de la Armada, también había invitados especiales.
-¿Qué quiere decir invitados especiales?
-Oficiales de la Armada de mayor jerarquía, que no participaban pero que
venían en el vuelo para darnos respaldo, por ejemplo capitanes de navío,
oficiales superiores de otros destinos.
-¿Ellos qué hacían?
-Nada. Era una forma de dar apoyo moral a la tarea que uno estaba haciendo.
Iban sentados y después durante la operación se pararon y estaban ahí
mirando.
-¿Qué personal naval iba en cada vuelo?
-En la cabina iba la tripulación normal del avión.
-¿Y con los prisioneros?
-Dos oficiales, un suboficial, un cabo y el médico. En mi primer vuelo,
el cabo de Prefectura desconocía totalmente cuál era la misión. Cuando
se da cuenta a bordo lo que tenía que hacer entra en una crisis de nervios.
Se puso a llorar. No entendía nada, se le trabucaban las palabras. Yo
no sabía cómo tratar a un hombre de Prefectura en una situación tan crítica.
Al final lo mandan a cabina. Terminamos de desvestir a los subversivos.
-Usted, el otro oficial, el médico.
-No, no. El médico les daba la segunda inyección y nada más. Después se
iba a la cabina.
-¿Por qué?
-Decían que por el juramento hipocrático.
-¿A nadie le llamaba la atención que una decisión tan grave como quitar
la vida a las personas no proviniera de una normativa refrendada en forma
responsable?
-No. No existe ninguna fuerza armada donde todas las órdenes se hacen
por escrito, sería imposible mandar. El sistema que estaba montado para
eliminar a los elementos subversivos era orgánico, tanto podía decir fusilamiento
como otro tipo de eliminación.
-¿Nadie preguntó por qué no se firmaban órdenes de fusilamiento y se ejecutaban
en forma pública por un pelotón?
-Sí, fue uno de los temas que se plantearon en aquella reunión con Mendía.
No se daba a conocer qué pasaba con los detenidos para evitar la información
y crear incertidumbre en el enemigo. El tiempo demostró que la razón era
otra, porque muchos años después, en los juicios, nadie dijo lo que había
pasado. Se puede aceptar no hablar, porque son secretos de guerra, durante
un determinado período. Pero terminada la guerra ya esto es historia y
pienso inclusive que le hace bien a la República que se sepa no sólo qué
se hizo, sino que es obligatorio que se entreguen las listas de abatidos
o muertos, por el sistema que sea, para que de una vez por todas se termine
con esa situación insólita de desaparecidos. ¿Por qué no se le ha dicho
la verdad a la ciudadanía, después de veinte años, si se actuó como Armada
Argentina, si estábamos cumpliendo órdenes perfectamente dadas a través
de la cadena de comando?
-La mafia de Sicilia también obedecía órdenes de Totó Riina. Cumplir órdenes
no califica a una institución.
-Pero si usted está dentro de una organización armada, siempre recibe
órdenes, cumple órdenes o da órdenes. En la Armada no hay compañeros,
hay más y menos antiguos.
-Pero esas órdenes tienen que ser legales.
-No existen en la Armada órdenes que no sean legales. Ahora, si usted
me pregunta qué pienso hoy, es otra cosa, pero en ese momento no tenía
ninguna duda.
-¿Hoy qué piensa?
-Si hubieran sido órdenes legales nadie tendría vergüenza de decirle a
todo el mundo qué pasó, cómo se luchó. Si usted me exige que defina si
actuamos dentro o fuera de la ley, yo creo que actuamos como delincuentes
comunes.
-En aquel momento, ¿nadie tuvo un instante de duda sobre la legitimidad
de esas órdenes de arrojar detenidos al mar desde un avión en vuelo? La
formación cristiana, la educación militar, ¿no entraban en contradicción
con esto?
-Los pocos que se fueron de la Armada se opusieron evidentemente a esto.
Casi todos pensábamos que éramos traidores, perdón, que eran traidores.
-¿Cuántos conoce que se hayan ido?
-[El capitán de fragata Jorge] Búsico y otro que no recuerdo el nombre.
-¿Otros compañeros suyos también se sintieron perturbados?
-En el fondo todos se sentían perturbados.
-¿Pero hablaban entre ustedes?
-Era tabú.
-¿Ustedes iban, tiraban treinta personas vivas al mar, volvían y no hablaban
entre ustedes del tema?
-No.
-¿Retomaban la rutina como si eso no hubiera existido?
-Sí. Todo el mundo lo quiere borrar. Yo no puedo. Si lo que yo digo es
cierto, que se actuó dentro de las normas militares, cumpliendo órdenes
y no hay duda de que todo estaba bien, ¿por qué se oculta? Pero usted
me dice que actuábamos como banda.
-Actuaban como banda e hicieron cosas que van en contra de las leyes de
la guerra, de las convenciones internacionales, de la moral cristiana,
de la moral judía, de la moral musulmana.
-El fusilamiento es otra inmoralidad. ¿O está mejor? ¿Quién sufre más,
el que sabe que lo van a fusilar o el que murió mediante este método?
-El derecho de saber que va a morir es de elemental respeto a la dignidad
humana, aun en una situación límite.
-En eso estoy de acuerdo con usted. Si yo estuviese del otro lado preferiría
saberlo. Tiene razón. En ese momento no lo pensé.
-¿No le parece que el hacerlo de esa manera es, aparte de todo, una enorme
cobardía, evitar la mirada de la persona que se va a matar, llevarlos
contentos, con engaños, para poder después volver y hacer de cuenta que
no pasó nada, para no recordar ni un grito ni una mirada? -Planteado así,
puede ser. Que no es un acto normal, hoy no tengo ninguna duda. Yo lo
condeno, y no porque me quiera justificar. Creo que es injustificable.
Pero también creo que es injustificable seguir ocultándolo. No creo que
haya aberración mayor para un padre que tener un hijo desaparecido. Un
hijo está vivo o está muerto, pero desaparecido no existe. Y eso es culpa
de las Fuerzas Armadas.
-¿Y eso a nadie se le pasó por la cabeza en el momento en que lo hacían?
-No.
-Entonces aparte de ser una banda de delincuentes, eran enfermos. Ahora
lo dice con toda claridad. Una aberración culpa de las Fuerzas Armadas.
-Esta aberración es responsabilidad de las Fuerzas Armadas y ahora también
del gobierno, que debe exigirles que den a publicidad el listado de los
muertos.
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