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"En un futuro lejano se abrirán campos para investigaciones
muy importantes.
La Psicología estará
asentada en nuevas bases,
la adquisición gradual
de cada capacidad mental.
Se hará la luz en el origen
del hombre y su historia"
Charles Darwin
(El origen de las especies 1859)
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Darwinismo
y Psiquiatría
Después de 140 años
cabe preguntarse sobre que ha ocurrido con la profecía de
Darwin.
Desde su publicación la teoría de la evolución ha provocado una enorme
controversia. Sin embargo a pesar de sus numerosos detractores esta teoría
se considera hoy imprescindible para la Geología, la Paleontología, la
Genética y la Biología. Sin entrar en las múltiples razones históricas,
científicas y políticas, que pueden justificar la pertinaz ignorancia
que la Psiquiatría oficial ha venido haciendo de la teoría de la evolución,
me gustaría resaltar brevemente algunas de las razones por las que, en
mi opinión, deberíamos, los que pretendemos entender las emociones y sus
trastornos, volver la mirada hacia nuestros orígenes. La primera razón
esta en que necesitamos de un enfoque integrador para la multitud de orientaciones
doctrinales. Ya pasó el tiempo de la lucha por defender el modelo medico,
el modelo social, el psicoanalítico, el cognitivo o el sistémico. ¡Ya
vale de tanta pelea provinciana! Sencillamente todos tienen algo que decir.
Sin embargo el intento más serio de integración que fue la propuesta de
Engel del modelo bio-psico-social se ha quedado en una palabra afortunada
pero hueca en contenido. La teoría de la evolución da un marco que puede
servir para integrar todos estos enfoques. Permite estudiar desde los
social, desde la familia, desde el individuo y desde la biología las características
que tenemos en común como especie y las que nos diferencian del resto
de los animales y en particular de nuestros primos los chimpancés (con
quien, dicho sea de paso, compartimos aproximadamente el 98% del ADN).
La segunda razón es dar una salida al atolladero donde se ha metido la
investigación biológica en Psiquiatría. Sumergidos en la euforia de la
revolución de las neurociencias y de la década del cerebro, pocos psiquiatras
de esta orientación quieren oír las malas noticias. Las malas noticias
son que pese a toda la investigación, hasta la fecha, no hemos encontrado
ni un solo marcador biológico específico de ningún trastorno mental. La
razón más probable de este fracaso es el terco intento de dar a los diagnósticos
del DSM o del CIE una validez como fenotipos biológicos que cada vez parece
más claro que no tienen. Que nadie se alarme, no se trata de hacer ninguna
negación de la realidad de la enfermedad mental, ni de cuestionar que
esta asienta en un sustrato biológico. Todo lo contrario se trata de hacer
Psiquiatría Biológica con mayúsculas (no solo farmacológica). La perspectiva
evolucionista nos señala que somos ante todo animales y que como tales
venimos de una larga herencia biológica. Pero a lo largo de nuestra historia
evolutiva nuestro cerebro no se ha fabricado con materiales de nuevo diseño,
ni en compartimentos estancos. Emociones como el miedo y la tristeza han
persistido porque siguen teniendo una función adaptativa. La comprensión
del origen y del sentido funcional de los sistemas neurobiologicos sobre
los que asientan nuestras emociones son la única vía para buscar posibles
marcadores de estado o de rasgo de los síntomas que denominamos patológicos.
En este sentido los avances de la genética molecular y en particular el
descubrimiento de los genes Hox abre una espectativas impensable hace
tan solo unos años. La tercera razón tiene que ver con algo tan esencial
en la psicopatología como es la definición de la normalidad. Todos los
diagnósticos que realizamos ahora añaden siempre el criterio de que para
poder realizar el diagnostico, los síntomas tienen que ser desadaptativos.
El objetivo terapéutico es siempre (y esto es independiente de la orientación
doctrinal mejorar la adaptación del sujeto a su entorno. A pesar de que
esto es tan importante, seguimos dando prioridad a los diagnósticos del
eje I y II. El enfoque evolucionista propone el eje V (grado de adaptación
social) como central en él diagnostico. Enlazando en este sentido más
con la tradición psicoterapeutica que con el modelo médico tradicional.
En estos últimos años ha habido, sobre todo en el mundo anglosajón, un
interés cada vez mayor por el enfoque evolucionista tanto en la Psicología
(Buss 1999) como en la Psiquiatría (MacGuire & Troissi 1996). En castellano
acabamos de publicar una primera monografía sobre este enfoque (Sanjuan
2000) Algunos autores hacen una especie de cruzada evangelizadora anunciando
la revolución Darwinista (Steven & Price 1998). Esto tiene un efecto,
que no es nada nuevo en relación a la teorías de Darwin, de provocar descalificaciones
generales de todas estas teorías. No se trata de haber descubierto de
repente la verdad. Se trata sencillamente de recuperar, a la luz de las
nuevas aportaciones neurocientificas, los planteamientos de William James,
las aportaciones de Lorenz y de la Etología. Se trata de relacionar los
avances de la psicología y la neurobiología comparada con los datos clínicos
y biológicos de los Trastornos Mentales. No se pretende por tanto borrar
ni de despreciar nada. Se pretende dar un sentido general a toda esta
amalgama de datos dispersos en una teoría integradora que es a su vez
la teoría que da sentido a toda la Biología.
REFERENCIAS Buss D (1999) Evolutionary Psychology. Allyn & Bacon. Boston
McGuire M & Troissi A. (1999) Darwinian Psychiatry. Oxford University
Press. Sanjuan J. (2000) Evolución cerebral y psicopatología. Triacastela.
Madrid. Stevens A & Price J. (1996) Evolutionary Psychiatry. Routledge.
London.
Julio
Sanjuán.
Unidad de Psiquiatría.
Dpto. Medicina.
Facultad de Medicina de Valencia.
Avda. Blasco Ibañez 15 - 46010
Valencia
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