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EL AXEL QUE NO NACIÓ |
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Tiempo
atrás la vileza de unos raptores truncó la vida en flor de un joven
estudiante lleno de ilusiones y de nobleza. La mano despiadada hirió de
manera irremediable a sus padres porque hay heridas que nunca sanan,
aunque el consuelo de la Fe pueda mantener viva la esperanza del
reencuentro y vivo también el dolor de saber que sólo será al final
de esta vida.
Axel al menos más de una vez, durante años, quiso y fue
querido, consoló a los suyos y en ellos halló cobijo, cuidados, esmero
y amor. Sonrió a los suyos y en ellos halló dicha y alegría.
La muerte injusta de Axel, horrorosa para el alma de un padre
indujo al mismo a hacer cuanto pudiera para que el horror no siguiera
repitiéndose.
Hace unos días, horas, un Axel más chiquito, (tal vez pudiera
haber sido su nombre), ni siquiera pudo nacer, no lo dejaron porque era
hijo de violador, aunque el malo fue el papá real, quien tampoco lo
quiso nada.
Lo que voy a decir parece paradoja, cuento chino o un retrato de
maquiavelismo descrito por Edgar Allan Poe: Lo mataron los médicos, lo
ordenaron los jueces, lo pidió la abuela, su mamá ni se enteró porque
era tarada, se felicitaron los periodistas por el notición, se
regodearon los psicólogos y los psiquiatras (al menos los que hablaron
por la radio y la televisión); hicieron un respetuoso silencio ante los
poderes constituidos los que detentando el poder de Dios en la tierra,
aceptaron obsequiosos los dictámenes de una injusticia suprema.
Salomón Rey amenazó con cortar en dos al niño y dar mitad a
cada madre supuesta para que el amor de las legítimas entrañas clamara
por la vida del niño y lo consiguió (III libro de los Reyes, cap. 3,
vers. 16 al 28). Estos salomones de hoy lo cortaron en trocitos y lo
tiraron a la basura y nadie gritó, y probablemente nadie lo hará.
Para mi es una macabra fotografía de la sociedad, no en la que
vivimos, sino en la que sobrevivimos hasta que sea nuestro turno; si
grandes, a manos de poderosos o de maleantes o de intrigantes (que
siempre los hubo); si chiquitos o viejitos indefensos, a manos de algún
pulcro matarife con cuadrito y con diploma. Como fuera, a manos de
asesinos.
Si muere un muchacho lleno de esperanzas a todos nos duele y
mucho.
Si el delito ya no respeta nada, nos agobia.
Si matan a un niño sin nacer, si entregan remedios abortivos en
los hospitales públicos, si hacen el servicio gratuito de ponerle algún
aparatito (DIU) a las mujeres que en definitiva es un abortivo, eso no
es genocidio ni terrorismo de estado. No es terrorífico, es salud e
higiene públicas.
¿Todos iban a ser tarados? ¿Todos fueron efecto de violación?
(Aunque en verdad el que menos tuvo que ver en el asunto fue el niño
concebido). En vez de arreglar las cosas entre la víctima y el
victimario resulta más sencillo hacer otra víctima.
Axel grande y Axel por nacer no sólo no dejarán de morir y de
manera despiadada, sino que será de manera creciente e insoluble.
Cuando una peste asola una población hay que asistir a los
enfermos pero es esencial, básico y elemental acabar con los focos.
La sociedad humana cuando no tiene miras
elevadas, ideales o principios de grandeza se reduce a buscar tres
cosas. Si aún guarda un relativo orden busca los bienes de consumo,
tener y usar cosas, una economía generosa, lo que hoy llaman falsamente
una mejor calidad de vida. La calidad, que yo sepa, no está en la
cantidad sinó en la manera como se vive. Se puede ser pobre y vivir en
paz si se sabe que su familia y uno mismo, aunque con poco puede, que no
faltará el pan, el abrigo o la salud, que será respetado en lo propio,
que la moral social no se ha transformado en una jungla de salvajes.
Si la sociedad no guarda ese mínimo relativo orden entonces
busca con desenfreno, y sin límites ni miramientos aquellas otras
tres cosas: El dinero, el placer y el poder. Pero lo busca
sin respeto y con egoísmo.
Si la economía brillante bastara no habría ni droga ni
degeneraciones en los países ricos y es en donde abundan.
No se puede terminar con la peste sólo encerrando a los
apestados y tecnificando a los que los encierran. Hay que acabar con los
focos que son la causa del desenfreno. Vivimos en una sociedad que sólo
piensa en la plata y en el sexo y eso por el bombardeo constante de los
medios de comunicación que exacerban hasta a los más serenos.
Sin serenidad no hay paz que valga.
Dirá Usted que esto es un ataque a los Medios de Comunicación.
No es cierto porque no lo son. Son medios de enriquecerse, son comercio
pingüe y al cueste lo que cueste que de vez en cuando comunican
algo. Nada parece poder venderse sin mostrar una cola apretada. Esos
medios masivos que llegan a muchos y qué lo son porque
masifican cifran toda la vida en tener y en gozar, no importa el
precio, no importa cómo ni con quién. Aún los periódicos que se
dicen serios, de traje y corbata, pagan su cuota de vileza hablando de
ministros y ministerios en sus primeras páginas y ofreciendo mujeres en
las otras y su precio en las últimas como en las ferias de los imperios
decadentes.
Es ignorar la historia de las civilizaciones el creer que esta
decadencia no terminará en una hecatombe social. Peor aún es
llamar a la decadencia “libertades democráticas” o “ sociedad
pluralista”. Llamemos pluralismo a todo lo bueno que puede tener y
aceptar una sociedad, no digamos “pluralismo” a una comparsa de
viciosos y degradados.
El vicio sólo engendra vicio, ningún espíritu afeminado
hace juventudes viriles, ni ninguna bataclana es ejemplo valedero para
las mujeres de la Nación. La Pompadour no pasó a la historia por lo
que hizo por Francia sinó por lo que divirtió al Rey. Esas no son
grandezas.
Los Axels seguirán muriendo y cada vez peor.
No hay vacuna ni antídoto seguro porque no quieren
identificar la peste ni erradicarla.
Un pueblo sin principios ni valores tiene como sólo valedero
lo que paga el dinero. Si los ministros de Dios o de los Estados no son capaces de hacerlo o no quieren, quiera Dios mismo suscitar hombres grandes, despertar en los mayores el apego grandioso que merece la Nación, encender en los jóvenes el ideal sublime de una vida de entrega y generosidad; en todos el respeto y la virtud sin los cuales nada es grande, nada ordenado, nada sin paz estable.
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