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CONDENADO A MUERTE POR QUERER VIVIR
ESTA MORAL ESTÁ ERRADA
JAMÁS PODRÁ SER UN DERECHO
24
de Agosto del 2006.
Mendoza. En tempranas horas de la mañana y en medio de un
estricto hermetismo los verdugos ejecutaron su macabro ministerio.
El condenado a muerte era inocente, tanto que aún no había
hecho ningún acto humano capaz de ser juzgado por los jueces de los
hombres. Aún así fue ejecutado.
No sabemos aún de qué modo se cumplió la sentencia, tal vez
nunca lo digan. Quizás fue a cuchillo, con algún veneno o trozándolo
a pedazos. La escueta noticia decía tan sólo, después de semanas
enteras de hablar de lo mismo: “Los médicos practicaron el aborto al
hijo de la joven disminuida”.
Ignoraremos quizás para siempre cuál fue el método de ejecución
elegido por las manos del galeno que juró salvar las vidas al
recibirse.
Aún no se sabe cuál fue el delito del ejecutado, va de suyo que
no se puede matar al que no está vivo, de modo que vida tenía, y le
era propia ya que no vivía con la vida de la madre; de ella sólo comía,
igual que los bebes, nomás que más pequeño.
Imposible admitir que si vivía, y con vida propia, no era un
ser. Evidente que no era un grano, un tumor ni una tripita, nada de eso
causa tanto revuelo en los periódicos ni llena los noticieros.
Tenía genes y cromosomas y con eso toda la herencia humana, si
era su herencia era hombre por derecho propio, sólo quería algunas
semanas más para poder llorar o sonreír a quien quisiera sonreírle. No estaba aún formadito aunque en cuatro meses ya había hecho bastante. Los seres como las cosas no son lo que son por lo que miden o lo que pesan, lo que les daría una condición muy precaria. Cada
vez que un hombre tiene trato marital con una mujer, sea o no su esposa,
el fruto de la concepción, si llega a haberla, resulta que, seguido su
curso, siempre es un hombre, lindo o feo, inteligente o menos, pero
hombre al fin. Lo chiquito no modifica nada. Si
una hecatombe dejara sobre la tierra sólo una vaca preñada y de la
cual dependiera la sobrevivencia de animales tan benéficos para el género
humano, ¿No se vería como a un criminal a un veterinario que matara al
nonato? -¡Nonato
al fin! -Nó
señor, vaquita en formación, vaquita futura, feto de vaquita, vaquita
al fin. ¿Porqué
no valió igual para el niño? ¿No era niño al fin? -Su
inocente madre fue violada. Decreta
entonces la justicia haciendo gala de un horroroso sentido del derecho
que sea ejecutado el hijo. -La
pobre idiota no podía criarlo. -Nadie
se lo pedía. -La
abuela buscaba el bien de su hija. -¿Puedo
hacer el bien a alguien matando a quien no daña? -Se
trata de un daño moral, no que no fuera capaz de alumbrarlo. -Si
el daño era moral ¿Puede repararse con una inmoralidad mayor? ¿Es
moral matar a quien no lastimó a nadie ni de palabra ni de obra? ¿Es
moral condenar a quien no puede defenderse? Si
usted se opone al aborto le endilgan que usted lo hace por prejuicios
religiosos. No son prejuicios sino principios. Si fueran prejuicios
también lo es rechazar la religión y todo lo religioso. El niño que murió asesinado o ejecutado, llámele como quiera no fue ni el primero ni el último. Una
cosa es ser bueno y otra idiota. La intención no era aliviar a la
muchacha sino plantar el ejemplo, sentar un precedente, imponer una
costumbre; destruir en la Nación uno de los pocos bastiones que quedan
en pié de lo que fue y es nuestro ser nacional. No
hay a quien pedir justicia, ya ve usted que las supremas cortes
permiten legalmente la muerte de los inocentes. Reivindiquemos entonces nuestro derecho a pedirla a Dios. Lo crean o no los hombres un día serán juzgados. Hágalo Dios, y si lo consumado fue crimen deles tratamiento de criminales.
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